Como lo apunta el señor Eduardo Marín Conde, en su carta de octubre (número 22), la Real Academia define verosimilitud como "lo que es creíble por no ofrecer carácter de falsedad", y que, ergo, ofrece carácter de verdadero. Habría que ver si falso y verdadero no son términos que dependen mucho de una apreciación personal, o sea parcial. Además, tal vez todo lo que es verdadero en la pantalla sería falso aquí, o también podría ser que resultara demasiado verdadero. En ese caso, las definiciones de las academias tendrían que cambiar. Verdadero y falso son adjetivos parciales y subjetivos, poco adecuados para definir asuntos como el del perrito Richi, trágicamente abandonado a las ratas, por la estupidez de sus amos, en la segunda historia de Amores Perros, o como ocurre también en la anécdota del Ángel Exterminador, en donde los personajes creados por Buñuel son tan estúpidos que no pueden cumplir su deseo de abandonar una fiesta, a pesar de que no hay ningún obstáculo físico que se los impida. Las puertas están abiertas, pero tampoco pueden pasar la policía y demás personajes del exterior. Ambas anécdotas se parecen en lo alejadas que están de una lógica tipo: llamar al experto en duelas. Las dos se trasladan a lo simbólico, a lo subconsciente, a lo onírico, en donde otra lógica reina. Por eso, sigo sosteniendo, junto con el maestro Paul Shrader, que para evitar juicios de verdad, limitantes de la libertad creativa, es más acertada la palabra "plausible", del latín plausum, supino de plaudere, aplaudir, que también quiere decir aceptable, estimable, loable. Plausible es un adjetivo más claro para emitir una crítica dentro de un ámbito libertario, vivo, y siempre en transformación, como es el de la cinematografía, con todas las artes que la integran. Más aun siendo que aplaudir es lo que hace el público en Occidente cuando quiere demostrar su aprobación de una obra que lo conmueve.
En cuanto a si Ripstein es maestro de González Iñárritu, creo que tienen lenguajes diametralmente distintos, pero es un peligro calificar la obra de alguien, como lo hice en la carta anterior, tan llena de (¿qué culpa tiene el huizache?) "dardos" venenosos. Lo que sí no quise decir es que un ritmo en larghetto fuera mejor o más verdadero que uno en prestísimo. Para no emitir ese tipo de juicios, creo que cuando se está ante una obra cinematográfica, lo mejor es aplaudir o no aplaudir. –
Atentamente,