Lo regular es que las pequeñas editoriales emerjan animosamente, publiquen algunos libros relevantes y terminen desapareciendo, más temprano que tarde, ante la dura competencia comercial. Tusquets es, en este y otros sentidos, una notable excepción. Fundada en el otoño de 1969, en el departamento barcelonés de Beatriz de Moura, la editorial alcanzó el año pasado sus primeros cuarenta años. ¿Su estado de salud? Si se atienden los datos, bastante bueno: oficinas en Barcelona, la ciudad de México, Buenos Aires y Miami; un premio literario cada vez más importante y, sobre todo, un catálogo ya canónico.
Esta entrevista con la fundadora y directora editorial de Tusquets se realizó en Guadalajara, durante la Feria Internacional del Libro.
■
Cuarenta años después, parecería que la historia de Tusquets ha sido, ante todo, de satisfacciones.
Lo ha sido, a pesar de algunas horas de desesperación. Lo fue incluso al principio. No sé, quizá es que soy tan terca, pero siempre tengo la idea de que si empiezo algo debo terminarlo. Y aquí estoy después de cuarenta años.
Pero tal vez nunca se termina de trabajar en una editorial. Se publica un libro y luego otro y otro…
Tampoco publicamos tantos libros al año. Llega el día en que, entre reimpresiones, libros de bolsillos y demás, hay muchísimo, pero al año no publicamos más de sesenta y cinco novedades. Hoy esta cifra, al lado de los números que se ven por ahí, es bastante modesta. Ya es mucho tener, por ejemplo, cinco colecciones de no ficción y dos de ficción en una editorial que no quiere crecer más allá de las fuerzas de que dispone. Lo que no he querido nunca es caer en delirios de grandeza, irrealizables. Al principio, hace cuarenta años, quizá publicábamos diez títulos al año, y eso ha ido aumentando, pero siempre en la medida en que se pueda conservar la calidad y coherencia de un catálogo.
¿Se puede mantener hoy un catálogo coherente, supervisado personalmente por una editora, y ser de todos modos una editorial competitiva?
Bueno, estamos aquí y estamos bien. Eso quiere decir que estamos sólidos, consolidados, y no hay visos de que tengamos que abandonar. Quizá si hubiéramos empezado la editorial hace diez años, crear un catálogo coherente hubiera sido más difícil. Pero aun así, en los tiempos que corren, si no le temes a los retos que van apareciendo y tienes muy claro cuál es el destino de tu editorial, es posible.
Supongo que son muchas las cosas que han cambiado durante estos años en el negocio de los libros.
De entrada, hoy mucha gente duda de que el libro en papel pueda continuar. Hay una especie de opinión apocalíptica cuando, de hecho, el libro sigue siendo el mismo, así como la creación literaria. A mí lo que me interesa es la creación literaria, su posibilidad como medio de expresión, y eso no ha cambiado. Los nuevos retos son tecnológicos, pero para escribir un libro se sigue necesitando una hoja de papel un lápiz y, sobre todo, alguien capaz de escribirlo.
Ante estos nuevos retos, ¿Tusquets sigue apostándole exclusivamente al libro impreso?
El libro digital no me asusta en lo absoluto. Lo que la tecnología ofrece son nuevas maneras de reproducción de los textos, y estos soportes irán evolucionando. Hoy estamos en pañales en esto. A mí lo que me interesa, y lo que me seguirá interesando, es el contenido. Estos soportes van a necesitar contenido, y los escritores seguirán aportando material para ciertos soportes. Ahora bien, el reto es crear el marco legal para que los derechos de autor se respeten en los nuevos medios. Es absurdo precipitarse a anteponer el carro al buey. Nadie sabe qué pasará con lo electrónico, nadie puede saberlo, y entonces lo que hay que asegurar por lo pronto es el derecho del autor a cobrar, y no sólo del autor: del traductor, del antologador, de la persona que realizó el aparato de notas, etcétera. Todos ellos participan en la fabricación de un producto, y todos tienen que estar contemplados en un marco legal que todavía no existe. Cualquier plataforma que esté utilizando textos literarios y no vele por los intereses de estas personas, está haciendo algo que se llama simplemente piratería.
Hablando de los contenidos, Tusquets tiene desde hace tiempo algunos autores insignia. Cioran, Beckett, Kundera, Murakami…
Todos ellos son éxitos a largo plazo. Cuando uno, como editor, hace apuestas literarias intenta apostar a largo plazo. Hay dos maneras de elegir un texto: apostar por el rendimiento a corto plazo o apostar por escritores que pueden tener una vida permanente y, uno espera, convertirse en los clásicos del futuro.
Pero ¿no es cada vez más difícil apostar a largo plazo? Ahí están los casos de Javier Cercas y Enrique Vila-Matas, que estuvieron siempre en un sello editorial y acaban de cambiarse a otro. ¿Qué le puede ofrecer Tusquets a un autor que no le ofrezcan editoriales más grandes?
Formar parte de un catálogo y el trato personal del editor con el autor. Yo creo que esto es fundamental en una carrera literaria. No en vano estás nombrando dos autores que en su momento hicieron una vida literaria al lado de un editor y consiguieron lo que consiguieron. Hoy pueden darse el lujo de irse a otro lugar, pero siempre deberán su vida literaria a quien apostó por ellos durante muchos años. Además, hoy uno es libre de elegir dónde quiere estar: un editor elige lo que desea publicar y un autor elige dónde hacerlo. Y esto último depende mucho del trato, de lo bien que se encuentre un autor, digamos, en su hogar literario. Si está incómodo en ese hogar, lo mejor para las dos partes es que se vaya. Aunque a veces, en un momento determinado, lo que los autores quieren es, sobre todo, un dinero que no corresponde a la venta de sus libros, y el único que sabe en qué punto está la venta de los libros de un autor es el editor. Porque tiene un almacén. Porque desgraciadamente maneja, digámoslo en términos industriales, un producto que se devuelve. En cualquier otro ámbito industrial hablar de un producto que se devuelve es de locos. Es muy raro, el mundo editorial es muy raro, y quizás estemos locos todos. No sé, no me importaría ser tratada de loca, lo habré estado toda la vida y así voy, pero lo que sí es fundamental para mí es que los autores se encuentren a gusto en el catálogo. En la editorial hacemos absolutamente todo lo posible para que el autor no sólo esté a gusto sino para que pueda prosperar.
Aparte del caso de estos autores que, en busca de mayor éxito, se mudan a una editorial más grande…
Yo no creo que por mudarse a una editorial más grande vayan a tener más éxito. Ganan más dinero, nada más.
Está también el caso de los autores que escriben una literatura difícil, más o menos innovadora, muchas veces recibida sólo por un público restringido. ¿Hay espacio para ellos en Tusquets?
Casi todos los escritores que han entrado al catálogo de Tusquets, si no es que todos, lo han hecho muy pronto en su itinerario editorial y literario. Entonces, claro que sí, tienen lugar. Es muy extraño cómo algunos autores que se dan a conocer primero en un grupo muy reducido de gente, luego van pillando lentamente su ámbito de lectura. Tardan más que otros, quizá por la naturaleza misma de los textos que producen. Algunos tardan tanto que se cansan y se quedan por el camino. Otros, después de siete u ocho libros, de pronto tienen una explosión de éxito con una obra, no se sabe por qué pues no han cambiado de carácter. Este es un mundo en que el interrogante es permanente tanto para el autor, que es el que más se juega en esta historia, como para el editor, que es el único que está entre el autor y el lector y corre un riesgo. Los demás intermediarios tienen la inmensa ventaja sobre el editor de que pueden devolver los libros.
¿Qué es lo que te atrae de los libros que decides publicar?
Es cierto que en la editorial, a lo largo de cuarenta años, ha habido un gusto muy personal que se ha ido desarrollando y afinando. Es el mismo gusto, pero ha ido evolucionando. Habría sido una estupidez que yo hubiese continuado cuarenta años después dándole vueltas a las mismas cosas. Yo creo que lo que gana un catálogo, cuando existe la posibilidad de que una persona o un grupo de personas puedan desarrollar sus gustos a través de tantos años, es coherencia. Quizás hoy los autores y el tipo de literatura que publicamos no sean exactamente los mismos que al principio, pero es evidente que hay una coherencia entre, por ejemplo, un Beckett y un Murakami, que no es fácil de leer y tiene mucho éxito.
¿En qué momento deciden dar el salto de España a America Latina y poner oficinas en la ciudad de México y Buenos Aires?
Mi marido [Antonio López Lamadrid], que acaba de morir hace tres meses y que ha sido tan importante en mi vida como en la editorial, fue quien impulsó el salto de España a América y quien hizo posible que esto existiera. Al principio fue muy difícil salir de España, pero era el movimiento lógico. El español no sólo es de España, es múltiple, y América Latina es el ámbito natural de los libros que publicamos. Aparte, las personas que trabajan en México son mexicanas, es decir, quien hace las elecciones aquí es una editora mexicana, y la persona que decide y se encarga de que los libros de Tusquets tengan vida en Argentina es argentina, claro.
Parecería que la mudanza no ha sido completa, que los autores publicados en México y en Argentina, al contrario de los españoles, no forman parte de un catálogo numerado ni son promovidos en España como sí son promovidos por acá los españoles.
Los escritores españoles son tan mal recibidos acá como los autores mexicanos allá. Lo que está ocurriendo es grave: parecería que a un lector argentino, digamos, no le interesa lo que hace un escritor chileno. Hay unas cordilleras muy altas que los separan, sí, pero vamos a ver, la cultura y los libros se comunican y las escrituras de unos deberían poder ser conocidas y despertar curiosidad en el país vecino. Pero esto no ocurre. Tendría que estudiarse muy seriamente qué está ocurriendo para que cada país se mire el ombligo y no se preocupe por saber que ocurre en la propia lengua en la otra punta del mundo. Se le echa la cul-
pa a España y España no tiene la culpa de nada. Se escucha que España es el emperador, que ha ocupado nuestro continente, pero, oye, España hace lo que puede, no lo que quisiera. Qué más quisiera yo que ampliar el terreno de posibilidades de nuestros autores. Hacemos lo que podemos.
¿Por qué crear un premio de novela?
Por eso mismo, para romper esas barreras de conocimiento mutuo. La idea es atraer la atención desde otro foco. Vamos a cruzar el charco, vamos a dar el premio al otro lado del mundo, por qué no.
Recapitulando, ¿cuál crees que haya sido el mayor logro de Tusquets en estos cuarenta años?
Después de cuarenta años, estar aquí. Estar aquí, hablando en esta terraza, sobrevolando este paisaje de Guadalajara, me parece un milagro. Cuando miro atrás, me parece que hemos hecho un buen trabajo. Cuando yo empecé estaba sola en mi casa, y ahora tengo más colaboradores. Aunque tampoco somos muchos, pues intentamos que no haya burocracia entre nosotros. Somos veintidós en España, diez en México y doce en Argentina, porque allá también somos distribuidores. Hay ahora, además, una cosa que llamamos Tusquets Publishing: una sola persona en Miami cuya función es hacer que los libros en lengua española circulen en la medida de lo posible en el mercado norteamericano. Así que para mí la gran conquista es estar aquí cuarenta años después, habiendo desarrollado una línea editorial independiente de presiones comerciales inmediatas. Esto es un logro, todo lo demás me parece superfluo. Tampoco creo que sea tan necesario ir por ahí luciendo joyas o pieles.
¿Alguna desilusión?
Muchísimas desilusiones, casi siempre cuando un autor decide cambiar de hogar literario y se va a otro lado. Más que desilusión, es una tristeza grande, como cuando pierdes a un amigo. No sé, una tristeza que permanece mucho tiempo.
¿Qué sigue? ¿Aprovechar, como Anagrama, el aniversario para rescatar algunas obras y crear una colección más o menos nostálgica?
No, tenemos que mirar hacia delante. Yo soy una persona muy poco nostálgica, y me parece que esa es también una característica de la editorial. Si existe la posibilidad de ir hacia delante, vayamos hacia delante. Los libros que hemos publicado y se han ido quedando atrás tal vez ya no responden al presente. Entonces ¿para qué insistir con ellos? ¿Para mi propia gloria? Me da risa. Lo que interesa es la obra del autor. ~
(Barcelona, 1973) es editora y periodista.