Existen mรกs libros –en papel o electrรณnicos– que nunca antes, lo cual no quiere decir que haya mรกs variedad y mรกs lectores. Fernando Escalante o Gabriel Zaid lo han explicado ya. Aquรญ hablo de libros de historia y de lectores en mangas de camisa, porque lectores los hay por trabajo y por pasiรณn y yo creo que existe el lector(a) de historia por pasiรณn; a ese lector me dirijo, a ese devoto, pero no experto, que lee historia porque le gusta. Pero ante tanto libro, ¿quรฉ leer?
I.
La relaciรณn entre el lector comรบn y la historia presenta dos paradojas enlazadas:
1. a. Los historiadores profesionales dan soponcio <- – > b. la historia vende.
2. a. Nunca antes hubo acceso a tanta historia (libros, internet, cine) <- – > b. en tรฉrminos de conocimiento histรณrico, para el lector comรบn no se demanda ni oferta mucho mรกs que variaciones de lo mismo que se viene diciendo por mรกs de medio siglo.
Probar o desmentir 1a es innecesario. La proposiciรณn es irrefutable: si lo que hacemos los historiadores profesionales es bueno o malo, es discutible, pero no el soponcio que producimos al lector comรบn.
Probar 1b con rigurosidad llevarรญa a listar los libros de historia y las novelas histรณricas que han estado en las listas de los mรกs vendidos, digamos, en la รบltima dรฉcada en Argentina, Espaรฑa, Francia, Mรฉxico o Estados Unidos. No lo harรฉ, pero lo afirmo: la historia vende, no se requiere fe para estar de acuerdo conmigo, cualquiera que visite librerรญas, que sea adicto a series de televisiรณn o al cine o que frecuente quiscos de revistas, coincidirรก que la historia ha de vender, porque si no ¿por quรฉ hay tanta?
De 2a digo que es una verdad absoluta pero engaรฑosa. Una simple bรบsqueda en el catรกlogo mรกs completo de bibliotecas del mundo (Worldcat), revela lo siguiente: bajo la materia “Mรฉxico-Historia”, con fecha de publicaciรณn entre 1950 y 1970, se agrupan 14,500 entradas, sobre la materia “Estados Unidos-Historia”, 93,500; entre 1971 y 1990, la cifra asciende a 30,000 y 200,000 respectivamente. Y de 1991 a 2014 se registran 91,000 entradas clasificadas como historia de Mรฉxico y medio millรณn de historia de Estados Unidos. Datos impresionistas, sin duda, pero que sirven para entender lo obvio. Existe una mayor producciรณn historiogrรกfica, no necesariamente mejor historia pero sรญ mรกs producciรณn universitaria y mรกs puestos de historiadores. Habrรญa que sumar tambiรฉn la revoluciรณn digital: existe un “archivo” (virtual) donde hay millones se pรกginas de todo tipo de temas y momentos histรณricos, en el cual reina su majestad Wikipedia, el orรกculo de la sabidurรญa de nuestros estudiantes, tertulianos y comentaristas de periรณdico. Ademรกs, varios archivos han empezado a digitalizar sus fondos y hoy existen miles de documentos en la red: medievales, del siglo xix, carpetas desclasificadas del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Todo ello sin mencionar a Google Books y HathiTrust (casi 12 millones de volรบmenes digitalizados), dos inmensas bibliotecas virtuales que hacen pensar que, en teorรญa, los historiadores, los novelistas histรณricos o los sesudos comentaristas no necesitarรญan moverse de su silla para escribir y saber toda la historia.
Sin embargo, el acceso a la mucha historia es engaรฑoso. No estรก todo y en tรฉrminos de investigaciรณn histรณrica no se ha inventado una manera mejor que perderse en archivos y bibliotecas. Ademรกs, cualquier archivo tradicional da mรกs libertad para el hallazgo que internet. ¿Quรฉ tanto somos nosotros quienes buscamos en Internet y quรฉ tanto somos los buscados? Los resultados de Google, y el orden en que aparecen, o nos pierden o nos recetan una interpretaciรณn sobre lo que se considera importante. De acuerdo, mucho internet, pero ¿quรฉ leer?
Es un sueรฑo creer, en Mรฉxico o en Brasil, que todo mundo tiene acceso a la red, sin contar con que las grandes colecciones digitales de libros, revistas o documentos son privadas y requieren de carรญsimas suscripciones que solo pueden costear las universidades. Es indudable, sin embargo, que vivimos tiempos de la “mucha historia” y tanto sol no deja ver –la abundancia hace difรญcil el consumo de historia para el lector comรบn.
¿Quรฉ leer? ¿Cรณmo empezar? ¿Quรฉ informaciรณn es confiable? ¿Quรฉ interpretaciรณn es buena o reveladora? ¿A quiรฉn creerle? Esto, me temo, sigue siendo cuestiรณn de expertos o de lectores de raza, de esos obsesionados con libros y con la historia. Asรญ de feo y elitista.
De 2b –que en tรฉrminos de conocimiento histรณrico, para el lector comรบn no se demanda ni oferta mucho mรกs de lo mismo– no puedo hablar con datos solo con la experiencia de aรฑos de dialogar con estudiantes, profesores de preparatoria y secundaria, doctores, abogados, cientรญficos… En Mรฉxico, en la fiebre centenaria y bicentenaria, se consumiรณ “novela histรณrica Google” que repetรญa lo de siempre. No hubo siquiera una nueva suma historiogrรกfica que revolucionara la consideraciรณn pรบblica de la historia nacional como lo hizo en su dรญa Mรฉxico, su evoluciรณn social. En Estados Unidos sรญ han habido libros o documentales “de difusiรณn” que han creado variaciones en la conciencia histรณrica. Temas como la American Revolution (la revoluciรณn de independencia) o la Guerra Civil son demandados y consumidos con giros y apรฉndices nuevos e interesantes. Pero en Mรฉxico pasa esto: no hace mucho departรญa yo mesa con dos abogados de renombre, un pedagogo, una economista y un editorialista y caricaturista de fama nacional, todos cultos y viajados, vamos, el tipo ideal del lector comรบn de historia. Uno de los abogados es tan culto que trama una novela histรณrica y preguntรณ al amigo historiador (yo): ¿por quรฉ la diferencia de desarrollo entre Mรฉxico y Estados Unidos? No pude contestar, el editorialista, en cambio, se lanzรณ tremenda explicaciรณn que al unรญsono la mesa coreรณ y apuntalรณ con variaciones sobre eternos temas: protestantismo vs. catolicismo, ellos mataron indios vs. nosotros no, individualismo vs. colectivismo, Inglaterra vs. Espaรฑa… Eso sรญ, aquรญ y allรก los viejos argumentos se endulzaron con genรฉtica, economรญa, biologรญa o teorรญa de juegos, todo sacado al pelo del รบltimo libro de Niall Ferguson o Steven Pinker. Gente culta, estos consumidores de la “historia de difusiรณn”. Pero parecรญan no haber recibido nada diferente a lo que se leรญa a fines del siglo xix ni tampoco querรญan saber mรกs. No es que yo, el historiador, no pudiera, en lengua franca, meter alguna duda en los lugares comunes, es que esas dudas “no se ocupan”. De cualquier forma, probar 2b es dilatado y complicado. Aquรญ sรญ, pido fe: sรฉ de quรฉ hablo. E incluso si no se me creyera, concรฉdaseme que tanta historiografรญa que se produce no llega al lector comรบn y que entre tanto libro e internet es difรญcil decidir quรฉ leer.
Ante estas paradojas, para saber quรฉ leer y cรณmo en los tiempos de los demasiados libros, los monopolios editoriales, los grandes premios, los bestsellers efรญmeros, faltan mapas de circulaciรณn. Las guรญas convencionales son las reseรฑas de libros y las discusiones historiogrรกficas en los suplementos y revistas no acadรฉmicas. Tambiรฉn sirven de guรญas los programas de radio dedicados a la historia, las revistas de lo que los ingleses llaman public history. En inglรฉs, existen algunas pocas; en espaรฑol, muchas menos. Cada aniversario de esto o aquello habrรก un nรบmero de la revista x dedicado a la discusiรณn, pero no muchas reseรฑas de libros de historia. Y los tertulianos que, en los medios de comunicaciรณn, discuten public history hablan de datos y anรฉcdotas o promueven sus propios libros, pero hablan poco de libros de historia. En espaรฑol, la discusiรณn de historia existe, mejor o peor, en las revistas especializadas. En Mรฉxico, Istor reseรฑa sistemรกticamente historia con un pรบblico no especializado en mente. Nexos y Letras Libres cada tanto incluyen un libro de historia en su secciรณn de libros. ¿Por quรฉ ese libro y no veinte mรกs que han salido? La respuesta casi siempre tiene que ver con redes, con amigos y enemigos, pero no con guiar al lector de historia.
Como todos los de mi gremio, soy burdo en traducir y en resumir lo que los historiadores vamos discutiendo y descubriendo. Culpa nuestra. Quiero al menos ofrecer un somero mapa para el lector comรบn de historia. Pero antes acordemos la anatomรญa mรญnima del libro de historia.
2.
En breve digo que a un libro de historia lo distinguen: un Punto de Vista, una Sรญntesis, una Moral, una Narraciรณn y un Vestido. Claro, estas caracterรญsticas suceden simultรกneamente, pero distingรกmoslas para entendernos.
Cualquier relato sobre el pasado es ante todo un punto de vista, un conjunto de ideas que explica y organiza el relato y a la vez produce ideas especรญficas sobre cรณmo pudo haber sido el pasado. Puede ser un punto de vista explรญcito o no. Si digo “la lucha de clases” o “de la tradiciรณn a la modernidad” o “lo importante es el dinero, sรญguelo”, son puntos de vista que ni siquiera necesitan explicarse, y a travรฉs de ellos se organiza el pasado y surgen ideas sobre cรณmo fue o quรฉ pasรณ –por ejemplo, la Revoluciรณn mexicana fue una revoluciรณn burguesa o el problema de Amรฉrica Latina es la herencia colonial (tradiciรณn)–. Los males comunes que aquejan al punto de vista son: su ausencia, su omnipresencia, su simplicidad, su inconciencia. De hecho, la construcciรณn del punto de vista es la parte mรกs complicada, indescifrable, del trabajo del historiador, es donde se procesa toda la erudiciรณn y la imaginaciรณn posibles, y siempre se construye calibrando con los datos, ajustando conforme avanza la investigaciรณn y la escritura.
La sรญntesis es transformar, a travรฉs del punto de vista, un universo casi infinito de informaciรณn y conexiones en un universo finito, representativo, que pueda valer por “asรญ fue esta o aquella historia” y hacer que entre en un libro. El historiador escarba, busca, descubre y acumula, tanta informaciรณn como sea posible. Si no hay necesidad de sรญntesis, es que no hay historia bien investigada que contar. Sintetizar transparenta “cรณmo piensa” la historia, y la buena historia es ejercicio ingrato: hay que acumular y digerir no solo informaciรณn sino muchos puntos de vista sobre la misma informaciรณn hasta que aparezcan patrones, tendencias, hasta poder decir con confianza “conozco el bosque y afirmo que es como estos cuantos รกrboles”. De la sรญntesis salen los ejemplos, las evidencias y las pruebas.
A veces la sรญntesis puede ser casi matemรกtica, por ejemplo, en ciertas formas de historia econรณmica o demogrรกfica. Un reciente estudio –de esos de los indispensables y aburridos historiadores profesionales: Moramay Lรณpez Alonso (Measuring up: A history of living standards in Mexico, 1850-1950, 2012)– analiza la desigualdad en Mรฉxico –que no es un tema baladรญ– examinando la nutriciรณn a travรฉs de la altura de los mexicanos entre 1850 y 1950. Despuรฉs de recabar y procesar los datos anuales de carpetas de soldados y de pasaportes, una grรกfica deviene la historia mรกs elocuente sobre el tema: una lรญnea sin moverse mucho mรกs allรก del 1.50 m. Es una sรญntesis clara, visible, grรกficamente expresable. Para llegar a ella fue preciso un punto de vista, educado por muchas lecturas e intuiciones, y horas y horas de archivo, de levantar miles de datos que en conjunto gritaban “¡sรญntesis!”. Otras historias no pueden recurrir a un mรฉtodo tan expedito para sintetizar. Con frecuencia, pareciera ser que el simple paso del tiempo hace las sรญntesis: sucediรณ x y luego y y luego z. Pero nunca es asรญ, incluso en las historias que semejan un meridiano “pasรณ esto y luego pasรณ lo otro”. La historia es sรญntesis porque cuando pasรณ x tambiรฉn paso a, b y c; por tanto, x es en el mejor de los casos una decisiรณn sintรฉtica representativa sacada por un punto de vista disciplinado. En el peor de los casos, las enfermedades comunes de la sรญntesis son: no hay sรญntesis, se menciona lo poco que se sabe, no hay idea de conexiones ni de ecos; los ejemplos no ejemplifican, son el universo entero de la muestra o son una anรฉcdota sin sentido de relevancia; entonces, la evidencia y la prueba derivan en mariposillas alrededor de un mรญnimo rayito porque lo demรกs es oscuridad. Tambiรฉn es comรบn que un historiador sea incapaz de domar su erudiciรณn y nos recete un libro enorme lleno de datos y datos mรกs o menos conectados a travรฉs de una cronologรญa. Lo sรฉ: una patologรญa, pero los historiadores les tenemos gusto a estos bodrios y solemos darlos por bienvenidos. Pero eso es cosa nuestra, no tiene por quรฉ compartirla el lector comรบn de historia.
Como la historia otorga sentido al actuar humano, es por necesidad polรญtica y moral. Es a ratos una moraleja o una denuncia o una tragedia o una vanagloria, pero siempre es una posiciรณn moral o polรญtica mรกs o menos explรญcita. Muchas veces es solo polรญtica y moral, como las muchas historias nacionalistas o las historias partidistas de cualquier guerra o las historias sociales que tienen muy claro quiรฉnes son los villanos perfectos y los buenos impolutos. Pero la historia es polรญtica y no hay nada quรฉ hacer al respecto. Por eso es importante, por eso la traen a cuento polรญticos, ideรณlogos y opinadores. Para discutir hay muchas otras formas de conocimiento pero sin la materia prima, la historia, ¿cรณmo se pueden discutir temas tan polรญticos y tan vitales como pueblo, naciรณn, ciudadanรญa, desigualdad, justicia o violencia?
La enfermedad de la moral que es la historia es la propia polรญtica que hace que el pasado se vuelva aquel que escogemos como decisiรณn moral y polรญtica: no aprendemos historia, juramos fidelidad a banderas, ideologรญas, sentimientos. La historia puede ser buena polรญtica: pacto, tregua, acuerdo, un mientras tanto momentรกneo, un aceptar villanรญas y un olvido de ella misma para hacer justicia y paz.
La historia es, casi fisionรณmicamente, un conjunto de palabras, una narraciรณn, y como tal involucra elementos de la retรณrica y la literatura, desde la metรกfora hasta la anรฉcdota, el color, el sabor, la textura y muchos ecos y escenas provenientes de los relatos. Para el lector comรบn, o para el profesional de la historia, esto es vital. El manejo de la anรฉcdota perfecta en el momento adecuado, el color de las escenas y la textura de la narraciรณn, todo eso es lo que hace a la historia lo que es, un relato que –todo indica– necesitamos para dar sentido al pasado, para sentirlo. No mucho que agregar a ese respecto, salvo que el lector comรบn debe estar al tanto de que el punto de vista, la sรญntesis y la narraciรณn no son un protocolo de actuaciรณn, sino una melcocha inseparable. Los imperativos de la narraciรณn son determinados y determinan el punto de vista, dictan y son dictados por la sรญntesis. No existe ejemplo, evidencia o prueba que no sea tambiรฉn una decisiรณn narrativa –es decir: estilรญstica–; la emociรณn del historiador econรณmico ante su grรกfica es tambiรฉn estรฉtica. En Sรฉrgio Buarque de Holanda, ¿quรฉ fue primero: el complicadรญsimo punto de vista formado por lecturas filosรณficas, legales, polรญticas, literarias, por su azarosa vida; su erudiciรณn en historia de Europa y Brasil o su buena pluma?
La mayorรญa de los males de la historia son males de la narraciรณn, y la historia como narraciรณn al mismo tiempo atrae y repele; atrae por su elocuencia, repele por los mismos motivos –nos engaรฑa con tanta filigrana– o por su falta de elocuencia –nos aburre porque estรก mal escrita.
Finalmente, estรก el vestido del libro de historia, a saber: la editorial que lo publica; la publicidad alrededor de รฉl; la identificaciรณn del autor en la portada y contraportada; el uso o no, y la manera de incluir, bibliografรญas, citas, ilustraciones; el tipo de papel o el formato electrรณnico en que se encuentra, la distribuciรณn comercial… en fin, todo aquello que ataรฑe a la producciรณn y comercializaciรณn de una mercancรญa, el libro. Como si fueran mameyes, a los libros hay que calarlos por su vestido. Las editoriales y la identificaciรณn de los autores son una guรญa, pero en el mundo editorial monopรณlico y en el star system que vivimos, esas claves no son del todo fiables. Sin duda en Mรฉxico, el Fondo de Cultura Econรณmica, El Colegio de Mรฉxico o El Colegio de Michoacรกn son sellos acadรฉmicos mรกs o menos confiables, pero, como cualquier editorial, tambiรฉn publican mucha cosa mala. Entre acadรฉmicos es comรบn quejarse de la falta de distribuciรณn de libros de la unam o editoriales similares; y es frecuente que el lector comรบn asuma que si un libro no aparece en las librerรญas o en Amazon no ha de ser muy importante. La distribuciรณn, en efecto, dice poco de la calidad de un libro de historia.
Hay un prejuicio que daรฑa la reputaciรณn de humanos y de libros: la gordura. Los libros gordos no son necesariamente feos; bien visto, es muy reciente el libro que apenas tiene costilla, resultado de la mercadotecnia de libros de autoayuda o de la anorexia imaginativa de la novela “fragmentaria” postmoderna. Los libros de historia son otra cosa, gordos o flacos. Es mรกs, las “historias mรญnimas” que han puesto en circulaciรณn editoriales prestigiosas como El Colegio de Mรฉxico o Cambridge University Press son excelentes guรญas, especialmente si no solo se lee la correspondiente a la historia patria del lector. Si el lector comรบn es asiduo de la historia mexicana, lo mรกs seguro es que no necesite leer la versiรณn flaca de la historia mexicana, sino la de Guatemala, la de Estados Unidos o la de Espaรฑa. Y a los libros gordos, recomiendo echarles un ojo, leer unos pรกrrafos, revisar el รญndice; eso sรญ, desconfรญe de cualquier libro de historia, flaco o gordo, que no le ofrezca una clara guรญa de las lecturas y la evidencia utilizadas. Eso de que la historia de “difusiรณn” no tiene que revelar de dรณnde saca la informaciรณn ni tiene que incluir bibliografรญa es como decir que la leche Conasupo, como era para consumo popular, no requerรญa de sabor, olor y proteรญnas, sino รบnicamente de agua.
Es irรณnico que mientras mรกs se habla de sistemas interactivos, de redes sociales, de activismo por internet, la industria del libro se prepara para lectores mรกs y mรกs pasivos. Cada vez es mรกs difรญcil publicar historia muy documentada, llena de provocaciones y complicaciones; nada de nombres raros o teorรญas exรณticas –nos dicen las editoriales–, todo simple, como novela de aeropuerto. Yo aรบn creo que el lector comรบn de historia es mucho mรกs activo: aunque se encuentre desorientado en medio de tantos libros, busca aquรญ y allรก, lee reseรฑas, indaga en Google nombres, autores, fechas o datos que se salen a la luz en libros, pelรญculas o el History Channel.
Cada una de estas cosas es poco fiable –las listas de bestsellers, las reseรฑas en revistas no especializadas, los documentales, las pelรญculas, internet– pero todas reunidas ayudan a un lector activo. El lector asiduo debe buscar en revistas mรกs especializadas y, segรบn el tema y periodo, tendrรก que leer en otras lenguas porque, mucha globalizaciรณn y mucho internet, pero la historia es uno de los conocimientos que aรบn se escribe mayoritariamente en lengua vernรกcula y luego algo, no todo, en inglรฉs. Es decir, para conocer bien historia de Mรฉxico hay que leer espaรฑol e inglรฉs; para saber historia de Japรณn inglรฉs y japonรฉs, y la historia es todavรญa tan arraigada a lo vernรกculo, que si hay que leer historia de Espaรฑa hay que leer espaรฑol, gallego, catalรกn e inglรฉs, al menos.
3.
Sobre la historia, existen cuatro malentendidos frecuentes que pueden extraviar al lector comรบn:
a) La historia acadรฉmica no es legible, no sirve mรกs que para impulsar carreras de profesores, chupasangres de marras, que oscurecen la historia que todos queremos conocer. Un lugar comรบn. Compiten por repetirlo, cual novedad, intelectuales, comentaristas y profesores emancipados de la “esclavitud” universitaria. Y, en efecto, se produce mucha porquerรญa profesional, pero hay que perderle la ojeriza y el miedo a este tipo de historia. No es para tanto. La historia profesional, con todos sus males y abusos, produce los nuevos puntos de vista, las nuevas sรญntesis, las nuevas formas de narrar. Este tipo de historia es, primero, generalmente legible, aunque no siempre disfrutable y, segundo, indispensable. Hay que ojearla, revisar la historia acadรฉmica del tema que le interesa, seguir las pistas que esos libros le van dando.
Un truco: muchas veces la historia acadรฉmica, incluso la muy buena, es un pleito entre historiadores, acaso interesante, pero lleno de estrategias que solo les interesan a ellos. Muchas de esas historias acadรฉmicas son legibles para el lector comรบn y sin mayor ambiciรณn acadรฉmica, debido principalmente a su estructura: la tesis central aparece al principio del libro, las ideas derivadas, al inicio de cada capรญtulo y lo esencial se repite en la conclusiรณn. Lo demรกs son datos y datos –que pueden o no ser del interรฉs del lector– y mucho pavoneo entre historiadores que el lector puede pasar de lado como el perro ante el fiero y mimado gato de casa.
b) La buena historia para el pรบblico en general es aquella salida de la pluma de los “Gibbons contemporรกneos” que saben escribir, no siguen modas acadรฉmicas, son muy cultos y no se andan por las ramas. Otra falacia. Una obra como la de Edward Gibbon no hubiera sido posible sin la existencia de aburridos historiadores y anticuarios que agotaron los archivos y escribieron los catรกlogos arqueolรณgicos sobre el Imperio romano. Y entonces sรญ un bestseller: Historia de la decadencia y caรญda del Imperio romano (1776-1788). Pero ¿quรฉ difunde una historia de “difusiรณn” si no se nutre de la historia profesional? Lo cierto es que se produce tanta basura en la historia de “difusiรณn” como en la acadรฉmica, y es tan difรญcil para el lector comรบn distinguir el oro de lo dorado entre los libros de “difusiรณn” como entre los libros hiperespecializados.
Pasรฉese usted por las librerรญas, revise los catรกlogos de novedades y bestsellers, vea lo que ofrecen los grandes monopolios editoriales, revise la anatomรญa de esos libros. Dude si no le ofrecen una buena bibliografรญa, si se decantan mucho de un lado o del otro, ideolรณgico o moral. Lรฉase unas pรกginas, si el color es muy llamativo pero no lleva mรกs que al color, dude; si el libro abusa de anรฉcdotas y da pocos datos duros, dude todavรญa mรกs. Pero ante todo, no crea eso que dicen los historiadores acadรฉmicos (que fuera de la academia todo es periodismo) o lo que dicen los escritores o historiadores no universitarios (que los acadรฉmicos saben mucho pero no entienden nada). Son boberรญas.
c) Existe la teorรญa y existe la historia; para algunos, lo mejor es la mezcla; para otros, la separaciรณn. Falso. Una historia sin teorรญa (sin punto de vista) no es historia; y una teorรญa sin historia, ¿quรฉ es? No son dos dominios, es uno solo; sucede que a ratos los historiadores parecen no gastar teorรญa y a ratos parecen ser pura teorรญa. Y aquรญ no hay regla ni de etiqueta ni de calidad: quรฉ tanta o quรฉ tan poca teorรญa o historia es recomendable depende de lo convincente, lo revelador, lo bien investigado y logrado que estรฉ el relato. Si faltรณ o sobrรณ, eso es tema que solo puede tratarse en especรญfico: cuรกl teorรญa, para entender quรฉ fenรณmeno; quรฉ datos histรณricos –sobre quรฉ, cuรกntos, vistos cรณmo– iluminan o rechazan una teorรญa. Lo cual nos lleva a la conclusiรณn de que un lector interesado en historia consume teorรญa aunque no quiera. Asรญ que lo mejor es leer sabiรฉndolo, y si el libro resulta ser un bodrio, pues se abandona, pero la presencia o ausencia de la teorรญa no puede ser un criterio de lectura.
Aquรญ unos consejos: lector comรบn, despreocรบpese usted de esos debates entre historiadores; lea historia y sepa que ahรญ hay teorรญa, punto de vista. Ahora bien, si consciente de esto repara en los giros teรณricos, lea mรกs sobre ello, siga las pistas que le dan los libros. Eso sรญ, existen los expertos en “teorรญa de la historia”; si esos expertos no han contado una sola historia, no les crea mucho. Serรญa como hacer de su sacerdote su sexรณlogo. Y ya metido en libros muy conceptuosos, siga la regla de tres: lea un pรกrrafo una vez, si no entiende, lรฉalo una segunda vez, si ya empieza a entrever alguna cosa interesante pero le estorban uno o dos tรฉrminos o autores que no conoce, es momento del diccionario, del buscador de Google, de lo que le ayude a descifrar los tรฉrminos –nadie se ha herniado por hacer esto–. Si a la tercera lectura el pรกrrafo no esbozรณ sentido alguno, olvรญdelo, no serรก usted el primero que lo deja plantado.
d) Leer historia es hacer ciudadanos, hacer patria, y sirve para no repetir los errores del pasado. Esto es una verdad a medias. No es que no se saque algo de esto al leer historia, pero este buen deseo no puede ser la guรญa de nuestras curiosidades histรณricas. Aunque el interรฉs de un lector comรบn sea conocer mejor la historia, por ejemplo, mexicana, esa historia no es inteligible si no se sabe de otras historias dependiendo del tema y la รฉpoca. Claro que la naciรณn ha sido la unidad vital de anรกlisis, pero de ahรญ parte el dilema de que hoy dรญa existan tanta accesibilidad a la historia y tan pocas visiones nuevas. La historia patria como guรญa es mala; cualquier problema, fenรณmeno o รฉpoca histรณrica es irreducible, conceptual y empรญricamente, a una historia patria. Incluso si la historia es la “maestra de la vida” y enseรฑa a ser ciudadanos y mejores mexicanos, tiene que ir mรกs allรก de la historia mexicana. Para fomentar cultura cรญvica o amor a acuerdos nacionales habrรญa que considerar mucha historia de Europa, muchรญsima del Caribe, Centroamรฉrica y Estados Unidos, e historia de cosas como el liberalismo, la desigualdad o el nacionalismo mismo sin gentilicio.
Vaya usted haciendo su propio archivo de preocupaciones y respuestas. Un tema lo llevarรก a otro y a otro y no se espante; cuando advierta que hay un libro, no sรฉ, sobre el liberalismo espaรฑol o sobre las luchas contra los indรญgenas en Estados Unidos que le ayudarรญa a entender Mรฉxico, entonces “a por” รฉl, como dicen los ibรฉricos. Y asรญ, si despuรฉs de las vueltas, regresa usted o no a la historia patria, quรฉ mรกs da, nadie le quitarรก lo bailado.
4.
Y, al fin, ofrezco una tipologรญa posible entre los demasiados de historia. Entre la subespecie de los libros acadรฉmicos, existen:
a) El ladrillo especializado. Este es un libro que tiende a flaco –cada vez mรกs magro, el pobre, porque las editoriales acadรฉmicas rechazan los libros gordos especializados–, pero puede ser gordo. Se trata de un libro con mucha bibliografรญa, e infinidad de citas a pie de pรกginas o al final, con numerosas referencias a archivos. Su prosa suele ser seca e incluso nebulosa, pero no es inusual que estรฉ bien escrito. En principio, para un no experto, la lectura de este tipo de libros produce la sensaciรณn de entrar al partido cuando el primer tiempo ya estรก por terminar; asรญ que si lo compra es porque ya sabe algo del tema y quiere seguir sabiendo. Generalmente, este tipo de libro aparece bajo el sello de las editoriales universitarias o por las pocas editoriales no universitarias que aรบn publican libros acadรฉmicos (en espaรฑol: Crรญtica, Fondo de Cultura Econรณmica, Era, Siglo XXI, Prometeo, Archipiรฉlago, Katz…). Puede ser un libro lindo, lleno de imรกgenes y de caja atractiva; o puede ser un libro espeluznante, mal cuidado. Revise si proviene de una tesis doctoral, si es el caso, busque la idea principal al principio y pondere si es interesante. Observe si el autor ha publicado mucho sobre el tema o quรฉ otros libros ha publicado, eso le darรก una pista. Si de entrada, la fisionomรญa, el vestido y el punto de vista, la lectura de unos pรกrrafos, no lo atrapan, olvรญdelo. Si encuentra algรบn interรฉs, pero no mucho, no lo compre a la primera; vea, vรญa Google, si el autor y el libro son comentados. Lo mรกs probable es que el autor haya publicado un artรญculo donde resuma el libro, eso le harรก el trabajo mรกs fรกcil. No preste mucha atenciรณn a los pรกrrafos de la contraportada o del cintillo con que las editoriales promueven el valor del libro. La editoriales acadรฉmicas hacen lo mismo que las comerciales y no son de fiar a este respecto. No se espante si acaba por no hacer caso a la mayorรญa de estos libros, es lo normal; lo bueno es escaso. Preocรบpese si su biblioteca se va llenando de bestsellers de historia, por lo mismo: lo bueno es escaso.
b) El ladrillo sรญntesis. Este libro comparte fisonomรญa con el anterior, pero tiende a la gordura. Generalmente no deriva de una tesis doctoral sino que es el segundo o cuarto libro de un historiador profesional. A estos sรญ prรฉsteles atenciรณn. A veces son grandes nuevas sรญntesis sobre un siglo o sobre un tema (la Guerra Civil espaรฑola, la Revoluciรณn mexicana, la Primera Guerra Mundial o la Era de los Imperios). De comรบn son producto de la madurez del historiador, lo cual no los salva: pueden ser de una reverenda “hueva”, pero que no lo ahuyente la gordura y la cantidad de datos. Sopese sus posibilidades con los trucos que he venido soltando. Tambiรฉn considere que muchas de las verdaderas nuevas sรญntesis son libros colectivos, que son de lo mejor en el mercado para entender una historia. Asรญ, no se espante, salte ante la oportunidad de adquirir la Cambridge o la Oxford history de esto o lo otro, o la historia moderna de Mรฉxico de El Colegio de Mรฉxico. Son sumas variopintas, pero son las narraciones mรกs confiables, aunque el ciclo de producciรณn de la historia es tan lento –porque requiere de latosa investigaciรณn– que para cuando uno lee la รบltima versiรณn de cualquiera de estos compendios ya necesita una repasada. Ahora bien, sospeche de los libros de texto, pueden ayudarle, pero en general son sรญntesis muy reducidas para un consumo especรญfico (estudiantes de preparatoria o de universidad, franceses o americanos o mexicanos).
c) El ensayo histรณrico. Este en un libro, o una colecciรณn de ensayos, cuya fisonomรญa no se distingue mucho de la de los dos tipos anteriores pero que es radicalmente diferente. Contra lo que se cree, los historiadores no son tan aburridos y burros como parecen, y con frecuencia discuten entre ellos a travรฉs no de pesadas monografรญas que se basan en nuevas investigaciones de archivos, sino de ensayos de reinterpretaciรณn general de un fenรณmeno o de una รฉpoca histรณrica. Pueden ser muy conceptuosos o no, pero eso no es criterio para leerlos. Suelen estar mejor escritos que las monografรญas, poseer muchos mรกs ecos y aristas y ser muy propositivos y arriesgados. Siempre son una consideraciรณn muy seria de todo lo que se ha dicho sobre un tema y, tambiรฉn, una propuesta de cรณmo ver. A veces vienen como una revoluciรณn despuรฉs de muchas monografรญas sobre un tema; otras veces son una propuesta que a su vez produce numerosas monografรญas, de esas aburridas de las que huye el lector no acadรฉmico. En ocasiones, son eso, ensayos, un articulito, como el famosรญsimo de F. J. Turner sobre la importancia de la “frontier” en la historia americana, o a veces son un suite de ensayos como los de Alan Knight sobre la Revoluciรณn mexicana. Otra veces son aparentemente el tratamiento de un tema general, pero especรญfico, moviรฉndose con libertad en el espacio y tiempo; tales son los casos de la historia de la sexualidad o de la prisiรณn de Foucault o como la historia de los nacionalismos de Gellner o Hobsbawm o Mรฉxico, el trauma de historia o La invenciรณn de Amรฉrica de Edmundo O’Gorman. Generalmente, este tipo de libros son la delicia del lector mรกs o menos iniciado en temas histรณricos; se dejan leer fรกcilmente y dejan la sesera llena. Vaya usted a la cacerรญa de este tipo de libros, son para el historiador, o para el lector comรบn de historia, el pan nuestro de cada dรญa.
d) La biografรญa. Este es un libro de fisonomรญa similar a los otros tipos acadรฉmicos, puede ser un verdadero ladrillo ilegible, pero hay algo en contar vidas que hace la narraciรณn amable. Asรญ, el gรฉnero biogrรกfico puede ser un fรกcil puente entre el pesado libro acadรฉmico y el libro de “difusiรณn”. Las grandes biografรญas requieren de tanta o mรกs investigaciรณn que cualquier historia social o econรณmica, pero la sรญntesis a travรฉs de una vida hace el relato mรกs de casa para cualquier lector. Es muy provechoso y placentero leer biografรญas acadรฉmicas, bien documentadas y discutidas, de los personajes alrededor de la historia de la que ya sabemos algo. Es mรกs รบtil leer la vida de personajes interesantes que se movieron en historias que no conocemos bien. Leer una buena biografรญa de San Agustรญn, de Napoleรณn, de Disraeli, de Manuel Azaรฑa, de Gilberto Freyre o de Ortega y Gasset obliga a una lectura activa, como quien hace clic en un nombre, un suceso, un periodo de la historia francesa, inglesa, brasileรฑa o espaรฑola. Si bien la biografรญa tambiรฉn es un gรฉnero muy socorrido por escritores de historia de “difusiรณn”, me temo que aquรญ, lector, el cambalache es innecesario; lea biografรญas, si acadรฉmicas o no, tanto da.
Entro los libros no acadรฉmicos, estรกn:
a) Las nuevas sรญntesis –generales o especรญficas– de “difusiรณn”. La fisionomรญa de este libro es bien conocida por el lector comรบn de historia: generalmente se trata de un libro de portada colorida, que dice, atrรกs o adelante, que nos cambiarรก la perspectiva de un tema o de una era; puede ser medianamente gordo, nunca muy flaco ni muy voluminoso. A veces se presenta como si fuera a desbancar una cosa muy sabida o sorprendiendo con publicidades tales como “el libro que cambio el rumbo del siglo xx”, “el libro que todo mexicano debe conocer para entender por quรฉ ganaron los malos”; “Colรณn es catalรกn”; “el secreto papel de los banqueros en la Primera Guerra Mundial”, “la nueva sรญntesis de la Primera Guerra Mundial que muestra que la culpa no fue de Alemania”… O tambiรฉn puede ser presentado como la mejor sรญntesis, al dรญa, de la historia moderna de Mรฉxico, ilustrada y con mapas, con recuadros que incluyen documentos originales. Cuando estรกn en inglรฉs, suelen estar publicados por editoriales comerciales, sus autores pueden ser historiadores acadรฉmicos –pero con agente literario– o periodistas culturales o cientรญficos, o free-lance, o independent scholars. Cuando estรกn en espaรฑol, suelen ser publicados por alguno de los derivados de los dos o tres grandes monopolios editoriales, pero tambiรฉn en ocasiones pueden aparecer publicados por el Estado o tratarse de traducciones del inglรฉs o francรฉs publicadas por editoriales como el fce y similares.
Aquรญ lo dicho: primero, el diagnรณstico, si el libro no tiene citas a pie de pรกginas, ¿tiene un largo y sรณlido ensayo bibliogrรกfico comentado? ¿Tiene una amplia bibliografรญa bien caracterizada (no una simple lista de libros)? Si usted conoce un poco del tema, y el libro cuenta con un verdadero รญndice onomรกstico y analรญtico –como suelen tener los libros en inglรฉs–, revise usted si trata –cรณmo, cuรกnto, y dรณnde– las personalidades y temas que usted considera importantes. Que no los trate no es sinรณnimo de inutilidad, pero es un criterio para seguir el diagnรณstico. Generalmente estos libros son una narraciรณn “como Dios manda”, lea por aquรญ y por allรก, vea si el libro es “agarroso”, si tiene sutileza pero tambiรฉn fuerza en la prosa y el argumento. Si es una simple cronologรญa –pasรณ esto y luego lo otro– o si es una anรฉcdota tras otra, empiece a dudar. Si comienza con aquello de “nadie ha dicho, nadie ha visto esto antes”, dude. Es muy poco probable que sea cierto. Si estรก en inglรฉs y dice “no existe un libro asรญ en inglรฉs”, dude. Usted, lector comรบn, estรก en busca de estos libros, de las grandes sรญntesis, de los grandes sintetizadores (Simon Schama, Hugh Thomas, Eric Hobsbawm) y yo tambiรฉn. Pero entienda que cada que un libro de este estilo nos convence tambiรฉn nos compromete a leer y seguir leyendo las sรญntesis que los critiquen. Uno lee historia no solo para acumular datos, sino para contrastar puntos de vista y aprender a ver.
b) El libro de historia modelo Business School. De un tiempo a esta parte, este es el libro exitoso de historia, el que lee el abogado, el mรฉdico, el profesor de preparatoria culto, es lo que se repite en cafรฉs, en tertulias y lo que regurgitan los opinรณlogos. Este tipo de libro nunca es gordo, siempre estรก bien vestido, bien editado en inglรฉs o en traducciรณn al espaรฑol por editoriales grandes –ha habido intentos de este tipo de libro escritos originalmente en espaรฑol, pero no han tenido รฉxito todavรญa–. Se trata del libro Power Point: avanza รบnicamente una o dos ideas, muy potentes, cual la “neta del planeta”. Y luego las desarrolla con jalones de historia de aquรญ y de allรก. Generalmente incluye las frases “investigaciones recientes prueban…”, “ahora sabemos que…” Se trata ante todo de avanzar un “app” mental o un “soundbite” (un tรฉrmino o una frasecita pegajosa) que haga simultรกneamente las de ciencia y las de “lo รบltimo en la moda”. Asรญ encontramos libros que nos dicen que la historia de Occidente puede reducirse a la existencia de cuatro u ocho “apps” (รฉtica protestante, patentes…); o libros que hablan de “ventanas de oportunidad”, “evoluciรณn disruptiva”, “path dependent”, “is wired”. Un historiador o un psicรณlogo o un profesor de negocios un dรญa descubre que son las patentes las que explican el desarrollo del capitalismo; o no, que la “neta del planeta” es que toda historia estรก escrita en nuestros genes, o que la “neta-neta” es la guerra o la violencia creciente o la violencia decreciente o el agua o el aire o lo que toque esta semana.
El modelo que parece seguir este tipo de libro es el de la biologรญa o la economรญa o la ciencia polรญtica, pero en realidad su modelo es el marketing de las escuelas de negocios. La idea se empaqueta como un producto, bien manufacturado como una historia prรชt-ร -porter, y con conclusiones tajantes y clarรญsimas, con una lรณgica de grรกfica de Power Point, como para que ninguna inteligencia resista el knock-out. Son miles los libros de o con historia producidos en este estilo cada aรฑo. Algunos pegan –se vuelven el modo de hablar de la gente “culta” y preparada– y otros pasan inadvertidos. Pero si pegan, cuรญdese de ellos, el lector comรบn, los verรก por todas partes. Hay que leerlos. Yo soy de los que cree que las ideas nunca sobran para entender la historia. Pueden ser muy interesantes porque, a diferencia de los historiadores coรฑazo, avanzan con preguntas y soluciones claras e importantes –¿por quรฉ los imperios caen?, ¿por quรฉ la desigualdad permanece?, ¿Why was England first?–. Pero cuidado: como usted sabe, lector asiduo a la historia, la maldita Clรญo no es amiga de la mono-causalidad. No hay fenรณmeno histรณrico que pueda reducirse a una o dos causas, de ahรญ lo interesante e importante de la historia. Lo cual no quiere decir que no deba usted considerar estas explicaciones, no: รฉcheles un ojo, no les reclame siquiera el uso selectivo de la historia –siempre encuentran lo que buscan y hacen parecer que lo que no buscan es irrelevante–. Hay que considerarlos como ensayos historiogrรกficos, sin la erudiciรณn –los miles de ecos– de los grandes ensayos historiogrรกficos, solo interesantes hipรณtesis a enfrentar con mรกs historia.
Para este tipo de libro no le servirรก de nada leer la portada o contraportada, la identificaciรณn del autor: siempre son lo mรกximo, genios, premios, el no va mรกs. ¡Ay!, la historia, lector mรญo, sirve para todo, hasta para simular genialidad o sabidurรญa cuando lo que se tienen son unos bullet points mรกs o menos cargaditos de informaciรณn histรณrica. En suma, lea los que le parezcan mรกs serios y buenos, pero eso sรญ, por lo que mรกs quiera, no les recete los bullet points a los colegas de la academia de medicina o de la barra de abogados, no presuma de ellos en las cenas familiares, porque la simplicidad aquerencia y a ratos los adictos andan por doquier dando lecciones de Power Point a todo el que se deja. Digiรฉralo, considรฉrelo en el conjunto de todas sus lecturas.
c) La novela histรณrica. Este es el libro por excelencia del lector comรบn de historia. Cuando bueno es indispensable para el historiador y para la vida; cuando es malo es perfectamente prescindible como historia o como literatura. Solรญa ser que los buenos autores de novelas histรณricas eran tan eruditos o mรกs que los historiadores –lea usted el libro de Peter Gay sobre Flaubert como historiador–. Para cada paรญs, para cada lengua, hay grandes exponentes del gรฉnero. La tradiciรณn misma, local y universal, lo puede ir guiando. La complicaciรณn aparece al discernir quรฉ leer entre el boom de novelas histรณricas que se publican cada aรฑo gracias a que la historia vende y a que existe Google. No me corto en decirlo: la mayorรญa de lo que hoy se publica como novela mรกs o menos histรณrica es googlelazo puro, sin mayor investigaciรณn, la historia de siempre, simple y llana a golpe de Wikipedia, sobre cualquier tema edulcorado con una trama, algo de sexo, alguna obvia referencia a lo contemporรกneo, y todo en planos que a la de ya entrevรฉn la pelรญcula. Con este tipo de libro, no hay de otra que haberse hecho de un gusto leyendo grandes novelas histรณricas –desde Tolstoi hasta Marguerite Yourcenar, desde los Episodios nacionales de Galdรณs hasta Santa Anna, el dictador resplandeciente de Rafael F. Muรฑoz– y luego ojear y ojear lo que se publica, y dejar que las hojas caigan por propio peso.
d) La historia chisme. A guisa de historia, se venden muchos libros de difusiรณn que hablan de la vida privada de este, o de los amores de aquel, o de las borracheras o la homosexualidad de otros tantos. La historia es chisme y contra eso no hay nada que hacer. Descrea de los historiadores serios que nieguen la naturaleza chismosa de la historia. Disfrute el chisme medido, informado, caliente y al pelo del argumento. Pero siga los criterios antes marcados. Cerciรณrese de la fuente de los chismes, dude de los anacronismos: “Sor Juana escribiรณ sonetos amoroso a una virreina, ergo…” Tambiรฉn hizo lo mismo para Dios y el mundo; “Zapata sirviรณ de caballerango en casa de un conocido homosexual, luego…” ¿quรฉ? ¿Yacรญa por obligaciรณn con el patrรณn o por compasiรณn con la patrona? Eso sรญ, como chisme, hasta el mรกs irreal y poco sustentado es bueno de leer, disfrรบtelo pero no se lo crea. Rรญase con o del libro, pero no abuse del consumo. Este tipo de libros hace vicio.
De despedida, recuerdo al lector comรบn de historia que lea para documentarse, para entender, para contrastar, pero no solo para sentirse bien en lo que ya sabe. Si leer historia รบnicamente le ha dado la felicidad de estar en lo correcto, para eso es mejor el alcohol o el sexo. Cuando la historia molesta, cuestiona, pone en entredicho identidades, creencias y afiliaciones, es cuando mรกs es ella. Dรฉjela ser en usted. Claro, usted acabarรก por dar por cierta una interpretaciรณn, al menos hasta una nueva lectura. Clรญo no es solo la musa de los historiadores, es la patrona de los lectores de historia: nos dispensa esas inocencias –de los que somos sus hijos– pero no la necedad o el dogmatismo. ~