A mediados de los setenta, California sufrió los efectos de una larga sequía. Uno de los efectos más inesperados fue la surrealista imagen de cientos de piscinas vacías en las prósperas vecindades de Los Ángeles. Los huecos azules, con sus pendientes y curvas, se convirtieron en el inesperado escenario de un nuevo deporte, mezcla casi cómica entre el patinaje y el surfing: la patineta. Los Amos de Dogtown cuenta la historia de los Z-Boys, un grupo de adolescentes enamorados de la tabla que lograron convertir su muy marginal hobby en una obsesión nacional. Por increíble que parezca, la historia —de competencia, celos y genuina capacidad atlética— resulta atractiva. Sin tomar demasiado en serio el asunto, Hardwicke logra darle el suficiente peso a Stacy Peralta y compañía como para que su lúdica aventura importe al espectador. Vale la pena, sin embargo, echarle un vistazo a Dogtown & Z Boys (2001), el documental dirigido por el ex Z Boy Peralta: allí, el afán histriónico de los propios patinetos supera cualquier ejercicio de ficción.~
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