La escena de video ocurre en una cafetería de la ocupada UNAM, probablemente la de Ciencias Políticas, facultad donde estudia El Mosh, que es el protagonista. Se menciona que fue rockero. Discretos y relajientos, los muchachos improvisan ante la cámara. La reflexión, de todos modos, no parece ir más allá de la repetición de principios morales: no somos ultras sino radicales, porque vamos a la raíz de los males: el neoliberalismo, la pobreza.
Le preguntan cuál es su inspiración: "la filosofía del EZLN". Pero, ¿qué es el EZLN en este caso? Lo que permea el estilo de los ultras parece ser directamente el Subcomandante Marcos. En ningún otro lugar destaca más su figura que proyectada sobre el campus de la Universidad Nacional.
Marcos encarna al eterno universitario radical de la Ciudad de México. Dada su muerte civil, su existencia terrenal quedó fijada en el estudiante de filosofía de la UNAM que fue: el luchador inspirado, simpático, antidogmático, inteligente e idealista. Como Marcos, El Mosh es muy buen estudiante. El Mosh escribió su tesis de licenciatura sobre la teoría de la dependencia. Los teóricos que declara seguir son Ruy Mauro Marini y Teotonio dos Santos. Es decir, repite exactamente una de las propuestas académicas de su facultad en la época de Marcos, hace veinte o 25 años. Se trata de un anacronismo flagrante, una suspensión del tiempo tan extrema como significativa.
Aunque la herencia estructural sea siempre el 68, lo que aparece como una fijación intemporal más que como una continuidad es el estudiante radical posterior al 68. El horizonte moral y sentimental del estudiante radicalizado que pasó por la UNAM en 75-80 eran las diversas guerrillas de esos años, y su programa de acción se basaba en la lectura del marxismo y del leninismo, en sus diversas tendencias. La idea subyacente era que el logos proporcionaba una plataforma racional para la transformación del mundo. En realidad, se pasaba de "lucha ideológica" en "lucha ideológica", casi siempre dentro de la propia izquierda universitaria y con mucha frecuencia al interior de la propia organización. En los estudiantes de izquierda de esa generación fue tomando fuerza el rock, lo que constituía de alguna manera una reivindicación del espíritu del 68 francés. Tal vez por eso enMarcos tiene fuerza la fusión de militancia y pensamiento anticonvencional.
Marcos le añadió al marxismo-leninismo mexicano el pluralismo democrático y el ideario de la izquierda radical europea (los indios, la ecología, las mujeres, los sin techo). Desde la selva, le dio a la izquierda radical universitaria pasaporte internacional y acceso a la modernidad. Pero su propuesta fue un producto desfasado: fraguado desde el aislamiento. Marcos, metido a recuperar al México ancestral de los indígenas, creyó que el tiempo histórico se había detenido para esperarlo. Mientras Marcos, desde su desplazamiento geográfico o suspensión temporal, construía la renovada propuesta político-cultural de la izquierda radical de los setenta, el siglo continuó su curso. La fundación del prd y la democratización del país crearon un nuevo marco para la acción política de reivindicación de los oprimidos. Pero Marcos fue ajeno a la entrada de la izquierda a la contienda democrática, por ausencia tanto como por incompatibilidad. El punto de vista revolucionario pospone a una edad casi mítica el acceso al gobierno, todo ejercicio político o gubernamental con atmósfera de paz; el Ejército Zapatista construyó en los pueblos de Chiapas una estructura social alternativa y semiclandestina, más orientada a la guerra que a promover soluciones productivas entre las poblaciones.
En el espacio de la reflexión teórica y política, el marasmo que lanzó a Marcos hacia nuevas perspectivas quedó sin solución en el seno de la UNAM. La caída del bloque socialista y la desaparición del marxismo-leninismo como eje de acción política no fueron analizados con honestidad y sentido autocrítico por quienes, en Chiapas o en la Ciudad de México, habían vivido con ese horizonte paradigmático. Ni los mayas de Chiapas, ni el rock, ni la estética o el ideario del radicalismo europeo pueden justificar o esconder, en Marcos o El Mosh, la suspensión de la reflexión y del análisis teórico y político, bloqueados de raíz por el dogmatismo y autoritarismo intrínsecos a la militancia marxista-leninista. –
(ciudad de México, 1956) es historiadora.