Bernardo Benavides, servidor… Antes de que te lleguen con chismes, permíteme ser el primero en orientarte: has llegado a la gloria burocrática, la panacea presupuestal… Status quo, mi hermano… No rezongues, ni propongas… Hazme caso: si te da por andar de contreras, atente a las consecuencias… me permití observar que llegaste del brazo del Licenciado Revilla, viejo encomiable. Si es tu padrino, enhorabuena mano… Nadie lo desea de enemigo, ni aquí ni en China… Te hablo rápido, antes de que llegue la Señorita Rebolledo porque está prohibido intercambiar chorcha, pero con ésta me despido: No te dejes encandilar con las secres… Te juro que son mujeres falsas… Invéntate a diario pretextos para concentrarte en tus papeles, haz como si trabajaras con intensidad cívica, responsabilidad heroica o qué sé yo… Luego le seguimos, ai viene la Rebolledo…
El Licenciado Rolando Revilla cortejaba a mi madre desde que salí de la secundaria. Sólo algún vecino chismoso y malpensado podría decir que se aprovechó de su viudez y de nuestro desamparo. La verdad es que Rolando siempre ha sido como un padre para mí: firmaba mis calificaciones en la escuela, nunca me faltó ni una sola quincena para mis gastos de camión y comidas, en más de una ocasión ayudó a mi madre con los papeles de su pensión y hasta me consiguió empleo en el Departamento de Devoluciones Fiscales del Ministerio en donde había hecho su carrera administrativa.
Qué bien le haces al pendejo, manito. Te estuve observando todo el día y por ésta que parecía que estabas bien clavado en tus papeles. Ni creas que me engañaste: luegoluego se notaba que sólo andabas vaciando los cajones del escritorio que te asignó tu padrino. Ése era el lugar de Ramiritos… si vieras que era buena persona… Con todo y que has de haber hallado sus postalitas pornográficas… ¿A poco las tiraste?… Quédatelas, no seas buey. Luego te vas a aburrir y ai vas a andar buscando en qué entretenerte… ¿Te late que te invite la cena? Hoy me pagaron mi quincena, con todo y bonos… Ándale, alotra quincena te toca a ti… Ai te sigo platicando.
Mi primer día de trabajo entré del brazo de Rolando, como si en verdad fuera su hijo. Me instaló en mi escritorio con un sentido abrazo y unas palabras que jamás olvidaré: Ya eres un hombrecito. Siempre contarás conmigo, y ahora yo sólo espero formalizar mi presencia con tu madre. Ese mismo día me hice amigo de Benavides, por lo visto un funcionario con muchos años de andar en esto.
¿Que me dices de estas calles? A que ni las conocías… Ni me preguntes de los edificios… Te asustarías con lo que sé: me he aprendido de memoria los nombres de casi todos los inquilinos y hasta qué fue de ellos. Échale un ojo a ese palacito, ¿a poco no está a toda madre?… No te me canses compañero, nomás faltan dos cuadras y vas a ver qué cenita nos espera… Es una fonda a tutis plais móder… Deja que yo pida (caldo de pollo, dos sopes y muchos frijolitos aquí pa’l joven, hoy empezó labores y le toca menú de advenedizo) y deja que te comparta mis errores, pa’ que no los repitas… Mira mis dedos, amarillos. No te claves con el vicio del cigarro. No te lo digo por salud, sino por aspecto. A mí me vale madres si te encochinas los pulmones… Lo importante es tener manos inmaculadas… por los papeles… por los saludos… ya verás por qué te lo digo. Ora, mira mis dientes: son postizos… Si no quieres acabar así: aplícate la pastillita de fluoruro diario, cepillazo en las noches… En este oficio se precisan sonrisas enigmáticas, fosforescentes, bien brillosas… Ahora, mira mi cara, ¿qué le ves? Arrugas y una cicatriz… no te la pases como yo, risa y risa, mira las arrugas… No tienen solución (tráiganos una jarra de jamaica, éste la va a necesitar)… De la cicatriz, sólo te digo que te pongas muy chango… En este mundo hay muchos envidiosos y por todos lados hay rateros… estamos rodeados de puros culeros… Chango, mano, siempre alerta… (¿Qué pasó con los chilitos, doña? Me extraña que siendo araña se caiga usté de la paré)… Te ves cansado… Mañana le seguimos… Descánsale…
Mi madre me esperó hasta casi las nueve de la noche. A la pobre ya le andaba por saber cómo me había ido y nos quedamos platicando hasta casi las doce. La sentí muy emocionada, y hasta orgullosa, pero con todo y todo no se perdió su capítulo de Anita de Montemar, esa telenovela que rige sus emociones y hasta le dicta sus criterios. No hay quien la sonsaque de que el libreto de esa opereta es viejísimo y que los anuncios de los patrocinadores son de puros productos caducos… bien superados por los de importación. De todo lo que le platiqué, se le hizo muy importante que tuviera ya escritorio, ventana y papeles; no le gustó que hubiera muchachas entre los diecisiete funcionarios que ocupamos esa sección de la dependencia; tampoco le gustó mi reciente amistad con Benavides (No vaya a ser un degenerado mijito. Uno nunca sabe) y le emocionó francamente el chisme que le conté de Rolando, las palabras que me dijo al instalarme en mi puesto. Esa noche y las siguientes, caímos dormidos como piedras. Hasta el momento no puedo quitarme de la cabeza cómo me cambió la bendición: Déjate descansar mijito… Llevo años preparando estos momentos con Dios y con Rolando… Con el trabajo entraba a una nueva vida, mi madre ya no me daba bendiciones de niño ni de ángeles de la guarda… Me sentí un hombre… Con todo el significado que implican sus sílabas.
¡Puntualazo! Así me gusta y así no vas a tener broncas con la Rebolledo. Aprovechando que no está (va’llegar como a las once… hoy hay guardia en Los Héroes) te traje mis catalejos. Apunta pa’ las azoteas, amiguito, ya verás cómo anda la servidumbre en este valle de lágrimas (¡Hay una que lava los martes que ya verás que tamaño de piernón loco!)… ¿Qué más te has encontrado en los cajones de Ramiritos? ¡Pobre cabrón! Pa’ mí que le faltó valor y paciencia… Se le hizo poco el Departamento y ai andará vagando como pendejo… Nos vemos a la salida… Te invito a cenar… No te apenes, ya te tocará… cuando cobres tu primera quincena.
Mi puesto en el Departamento de Devoluciones Fiscales no sólo me abría las puertas al desarrollo profesional (por algo elegí no estudiar en la Universidad), sino que además me descubrió la Ciudad que yo desconocía. Ya me lo había advertido Rolando (¿Hace cuánto que no vas al Centro? Tu vida transcurrió en un lindero, ¡espérate a que conozcas de verdad la grandeza de tu Ciudad!) Desde la ventana que tocaba mi escritorio se veía el volcán nevado (que siempre se me olvida su nombre) y echaba borbotones de humo gris que se mezclaban con la blanquísima nieve y luego con el verdísimo y los ocres de la lejanía. Bajo la ventana, el paraíso multicolor de los vendedores deambulantes de la Plaza Mayor, con el Mercadito de la Virreina en medio. Enfrente, la Catedral Basílica, en donde está nuestra Madre, y al lado el mismísimo Palacio Imperial.
¿Ya te subiste al de abajo? No güey, no es albur: el de abajo es el Subterráneo… logro máximo de nuestra Holy Revolution y joya de nuestra ingeniería moderna, como dijo el Preciso Díaz Medina el día de la Inaugaration, “el Metro es la resurrección de nuestros canales prehispánicos”… ¿A poco te vienes en camión desde tu casa? N’ombre, si lo que mejor te conviene es el Metro de la Estación Coyotes (de retache, ai mismo tomas el camión pa’ tu casa)… diecisiete estaciones (nomás acuérdate que somos diecisiete en la office y nunca pierdes tu bajada)… Te queda a dos cuadras de la Plaza… ¿Cuántos días llevas ya en el Depa de Devoluciones Fiscales? Espérate a que pases tu primera quincena, o mejor, a partir de la segunda, y empieza a pedirme Comisiones de Indagación. Son los papelitos que hago en la oficina… son como vales y con ésos te da salida la Rebolledo… ¿Cómo que para qué? Pa’ perder tiempo, güey. Además, ¿cómo esperas deambular la Cuidad más inmensa del mundo, si no es tomándote tiempitos lejos de la chamba?
En vísperas de mi primera quincena tuve mi primer arrepentimiento. Salí del Departamento sin despedirme de Benavides. De hecho, lo evadí. Pensé que correría a alcanzarme en la Estación Plaza Grande del Subterráneo y dale de nuevo con la cenita de advenedizos. Pero en la puerta de la Secretaría, tomé camino hacia el otro lado y me monté en la bicicleta colectiva hacia la estación del Metro Teatro Blanquito, la que está cerca del Palacio Mármol. Catorce días de recorrer treinta y dos kilómetros diarios, trece días de andar por debajo de la tierra sólo porque así lo recomendaba Benavides, casi una quincena de no hacer nada más que limpiar cajones y archiveros de un burócrata papelero… Dos semanas de hacerme pendejo, de ver por la ventana como quien mira un paisaje pintado, de no poder coquetear con las secres de la oficina ni con las gatas que adornan las azoteas… Pero mi madre mantenía la misma ilusión del primer día y seguía durmiéndome con la bendición de adultos… Mi arrepentimiento no pasó de pensamientos perdidos en el vagón del Metro. Toda intención por abandonar mi trabajo y enrolarme en la Universidad se desvaneció apenas crucé el umbral de mi casa. Mi madre se había quitado el luto y era la primera vez que la veía en colores desde que hice la Primera Comunión y la casa estaba inundada, repleta, llena de aparatos y aparatitos: licuadora, estufa de cuatro quemadores, refrigerador (chiquito, pero refri al fin), ventilador de mesa y, desde luego, una inmensa televisión de colores. Es que en los Almacenes Azteca, desde que se enteró el Gerente que trabajas –y en el Departamento, y además recomendado por Rolando– me concedió crédito… ¡Estamos en la vida, mijito, y todo se lo debo a tu decisión… y a la ayuda de Rolando… y a la misericordia de Dios que así sea!
Ayer te me pelaste condenado: ¡No vieras la que te tenía preparada! Resulta que Coquis y Lupita no son tan falsas como creí… Y resulta que les gustaste y ya teníamos preparada una velada exorbitante… Pero me saliste con la nerviolera de la primera quincena… ¡Claro que lo sé! A todos nos pasa… Apenas vas a cobrar el primer chequecillo y se nos arruga el alma… nos da por pensar que cualquier otra cosa sería mejor que la de trabajar, aunque nos paguen… ¿Por qué crees que fallamos los penales en el fut? ¡Por lo mismo, güey! A todos se nos arruga alóradelora… Pero no te me achicopales, amiguito. Hoy cobras y no en cheque: me enteré que la Rebolledo ya te cambió tu lana a billetes y monedas, crujientes y sonantes bróder… Y ai te va lo mejor: por encima de mi escritorio pasó el oficio, firmado por el mismísimo Licenciado Rolando Revilla, en donde ordena el depósito quincenal en cuenta de ahorros a nombre de tu jefecita; pa’ ti, varias Comisiones de Indagación a la semana y dos bonos mensuales en puritito efectivo… ¡Ya la hiciste, mi buen! A mí me tardaron tres años antes del primer bono y a la fecha no me han autorizado lo de la cuenta de ahorros… ¿Cómo que pa’ qué?… ¡No mames pinches mames! Tu lana es tu lana, y con lo que le depositan a tu jefecita queda saldada tu obligación de hogar… ¿No entiendes, verdá?… Revilla te está becando la vida, güey. Te dije, ni reclames ni propongas, sólo hazte pendejo (que, por cierto, te sale muy bien) y gózale… gózale, mi buen.
Quería decirle a mi madre que mejor intentaría estudiar en la Universidad, pero los electrodomésticos me hicieron callar. A la pobre se le veían los ojos llorosos, no sé si por la emoción o por ver tan de cerca el televisor (además, a colores: para ella, que siempre había andado de luto). Ni hablar de la cena (¡cuál menú de advenedizo ni qué ocho cuartos!): filete de carne pura de res, leche pura de vaca, queso-queso de leche y pan de huevo… Si nomás por nostalgia le pedí tortillas. Mi sobremesa se volvió más bien una hipócrita descripción de mentiras con las que yo dizque “dominaba” el ancho mundo… Le exageré lo del papeleo en la oficina, le inventé que ya firmaba los oficios y hasta que dictaba ordenanzas. A tanto llegué que, cuando terminó Anita de Montemar (ahora a colores) y empezó el noticiero con la alharaca de las humaredas que sigue escupiendo el volcán que se me olvida su nombre, la convencí de que había estado tan ocupado en el Departamento que ni tiempo tuve de mirar por la ventana… Como película de cine, la pobre quiso darme un cumpleaños adelantado y entonces sacó la radiograbadoratrescanalesdiscocompactodigital de Almacenes Azteca… Sucumbí y se acabaron mis ganas de renunciar a la burocracia, ingresar en la Universidad… Esa noche dormimos con música. Ya me ganaba el sueño cuando me dio mi bendición… al fondo, las voces del Trío Los Panchos armonizaban la noche como un verdadero coro de ángeles…
¿Cómo ves? Te lo dije, compañero. Ai tienes el comprobante de depósito, guarda tus bonos en tu escritorio y las Comisiones de Indagación bajo llave. Son oro puro, mi buen, yo sé lo que te digo… Está por llegar la Rebolledo, así que te informo rapidito… La onda es noche de ronda… tunait, hoy, orines de gato y no se vale rajarse… Ya están apalabradas la Coquis y la Lupita… Noche de ronda, compañero, ¿Revilla y Rebolledo? ¡La vida misma!… Yo sabía que m’ibas a salir con eso, pero permíteme que te lance la verdad: Revilla en persona, que es como decir que personalmente, le va a entregar la cartilla de ahorros a tu jefecita. Yo mismo vi los sellos y la firma del Meromero en el oficio que le permite tomarse la tarde de hoy quincena… Sé que la verdad es dura mi valedor, pero tampoco te hagas el péndex… ese noviazgo lleva años y hoy, siendo jueves, el Licenciado Revillazo se toma toda la tarde y, como quien dice aprovechando, también el viernes para Comisión de Indagación (yo mismo sellé los vales) y ten por seguro que quiere pasársela con tu santa madre… Así que resígnate carnalito y prepara tus pilas for tunait is Rondas Nait… ¡Aguas, ai viene la Bruja!
¿Soñé? ¿Se me saldría en la sobremesa? ¿A poco pensé en voz alta?… No me acuerdo, el caso es que me veo hablándole en voz baja… estamos en mi casa, rodeados de electrodomésticos… Me veo describiéndole la Avenida Renovación… ocho carriles, más de cien coches zumbando sin tener que obedecer ni un solo semáforo… la esquina de Héroes Derrotados con la Calzada Reivindicación… una camarilla de ocho jovencitos realizan una limpieza integral de parabrisas, carrocería y espejos en menos de treinta segundos… Hablé del atrio de la Capilla Antonina donde se juntaban los más audaces tragafuegos… Le conté o soñé que, desde la ventana de mi escritorio, se ven las filas de los desempleados en espera de un milagro: plomeros, carpinteros, abogados, contadores, filósofos, ingenieros, poetas, arquitectos… todos los oficios recargados en las rejas de la Catedral Basílica con su respectivo letrero anunciando sus tarifas con el sello de la Oportunidad Democrática, el mismo sello que usamos en todos los oficios del Departamento… Hablé de calles que parecen de otra época, con edificios cargados de siglos y a la vuelta edificios caídos con el Gran Terremoto que desde entonces no han podido levantarse, a pesar de Oportunidad Democrática… Todo cabe en la ciudad, madre. He visto vendedores de libros que nadie lee, cerilleros que venden encendedores, calendarios caducos, horóscopos mentirosos, dietas falsas, dulces rancios, viajes inconcebibles y seguros de vida desfilando en cada vagón del Metro… Hay periódicos de colores y puestos con más de setenta revistas que cambian cada cuatro días y perros de todas las razas y pájaros soñolientos por la contaminación ambiental… He visto todo, madre. Todo, que me marea… Chiles en polvo y frutas enchiladas, ratas que son como liebres y ancianos que lloran solos, legiones enteras de hombres con lentes oscuros y rebaños de mujeres tristes, niños apretujados a las espaldas de las inditas en un rebozo que es como una hamaca, hablando-cantando lenguas que jamás había escuchado. Millones de voces deambulando en boca de las más raras caras, bocas chuecas, lunares horribles, labios pintados y ojos volteados. He visto pies descalzos, con botas, en sandalias, con huaraches… ¿Soñé? ¿Pensé?… Hablé de faldas abiertas hasta el muslo y faldones que caían hasta el huesito. Hablé de escotes y de escaparates repletos de prendas íntimas… ¿Cómo pude decírselo o siquiera soñar que se lo decía? A mi propia madre, que lava en secreto sus calzones para no meterme ideas… He visto la felicidad anónima en gentes que apenas caminan, en las caras de los locos que chocan coches, en la ira de un hombre pegado a la sirena de una ambulancia y en la desesperación de un policía… He visto un ángel de oro puro que parece que vuela sobre las calles anchas y letreros por todos lados y estatuas de caballos inmensos con jinetes desconocidos… Todos los días veo el mismo avión, grandísimo y pesado, que se posa en la pista de Los Llanos como si fuera una garza, justo en medio de la Zona Multifamiliar… He visto tantas cosas, madre, que estoy cansado… Son demasiados ruidos… demasiadas ideas revueltas en tan poco tiempo… Yo no quiero terminar como Benavides… Hay gente hablando sola por las calles… Todas las miradas me parecen perdidas… Estoy en una pecera, sentado en mi escritorio… ¿Por qué me cansa la vida, madre?… ¿Soñé todo esto?… ¿Por qué se murió papá?… ¿A donde se nos fue?
¿Tons qué? ¿Ya te hiciste a la idea? Noche de ronda, mi amigo… Ni me salgas con eso, mano. Tu madre ya se merece una pareja, Revilla ha hecho mucho por ustedes y no hay más que hablar. No te des más vueltas. La única vuelta que te toca es tunait con Rondas Nait… Pa’ que no te agüites, ai te va el delirio: estamos amarrados al Departamento mejor remunerado que ha dado la Oportunidad Democrática; somos jóvenes (tú más que yo, aunque yo no canto mal las rancheras) y tenemos toda una vida por delante (quincenas, comisiones, bonos, vales, ahorros y papeles y más papeles)… agrégale dos nenorras que han resultado ser más aventadas de lo que parecían (es más, te dejo a la Coquis pa’ que veas que soy cuate) y tu primer pago ya con depósito y bonos abonados te lo entrega la Bruja Rebolledo en exactamente cuarenta y cinco minutos y en billetes crujientes, pagaderos al portador y en monedas contantes y sonantes. ¿Qué más quieres, güey?… Así que déjate de pendejadas y de andar rumiando… No, para nada Señorita. Sólo estaba felicitando al compañero por su primera quincena en el Servicio. Sí cómo no, en seguida. Con permisito…
Dormía y escuchaba la voz de mi madre en colores. Dormiste muy mal, mijito. Me pareció oírte llorar, y hace mucho que ya no hacías eso… Te tengo un tecito de maravillas, el Japi Espiris que anuncian en la tele… A ti te debo esta despensa, mijito… Ándele, báñese y alístese que hoy es día grande… Vas a desayunar fresquecito, ya te prendí el ventilador, y además con noticias en la tele… Ya mejor ni le pregunté si hablé dormido. Tampoco me animé a decirle que preferiría no cobrar, que desearía seguir anónimo y sin voz que envejecer burócrata y con nómina. Le rompería lo poco que le queda de vida… es joven y no quiero pensarla vieja, pero todos los años de luto y soledad le han envejecido las ideas… Siempre andaba como sonámbula, como si le pesaran los recuerdos. Ahora siento que todo este tiempo sólo anduvo sopesando que Rolando me colocaría en un trabajo y ahora veo que tanta alegría por la despensa y tanto alboroto por los electrodomésticos son como si distrajera su cabeza por haberme negado la Universidad… Como si me hubiera vendido a los gitanos… Como si regalara a la Oportunidad Democrática… otro sacrificio en el altar de la Patria, igualito que los Héroes Cadetes del Bosque…
¡Ajajái! ¿Qué se siente? Retacada la cartera y forrado el saco, hasta monedas pa’ propinas. ¿Te preguntó algo la Bruja? Por poquito y nos cacha… Se me hace que ya le gustaste también a la Rebolledo. Línguili-línguili, ligador. Pero ni se te ocurra, ésa sí que te devora: una de ésas te hace casarte con ella a güevo y te vuelve un esclavo que no te la acabas… ¿Sigues con eso? Pues entonces háblale a tu mamacita, ai’stá el teléfono… ¡pues órale güey!… Háblale y calma tu neurona… ¿Y no hay quién le pase recados? Pues habla a la tiendita de la esquina, pero eso sí, a la próxima quincena cómprale un teléfono… Revilla de segurito te tramita el oficio de volada…
¿Ya tranquilazo? Sale, ahora vamos a Los Espejos y nos echamos por lo menos cuatro brindis… No te apures, si no se trata de empedarse. Pide limonada o lo que sea, de todos modos, el delirio que te espera con la Coquis no te lo vas a acabar… (Para mí, una piedra doble y pa’l advenedizo una limonada… No se burle que nos vamos.) Es que ganan más si te empedan y les duele servir limonadas… Ni le hagas caso, que te tengo que contar el plan… ¿Te gusta la música? ¿De qué época? ¡Sácale, me saliste más locochón de lo que pensaba! Bueno, ya habrá tiempo para esos ritmos rocanroleros… ¡Salud! Por tu nueva vida… Te lo pregunto por que los jueves de quincena hay un código de todo el medio burocrático: es día de China libre, barra libre, todo libre… ¡Delirio total, fuera máscaras… la vida misma!… Perdón (¿nos trae otra ronda?), a lo que iba: hasta que triunfó la O.D. los funcionarios y servidores estábamos condenados a andar como sonámbulos, como zombis de la chamba a la casa y de la casa a la chamba. Pero llegaron los nuevos tiempos (¡Salud!) con jauja y de unos años pa’cá se ha popularizado el delirio, ¡la verdadera vibra, pa’ que me entiendas, tú tan rocanrolero! Desde luego hay mamones que siguen de zombis, pero cada quincena aumenta el número de iluminados que le entran al delirio que estás apunto de descubrir… Ai te va: cada jueves de quincena se convierte en un baile de máscaras… como un sueño… como película de cine, pero a la carta, mi hermano… (¡Otro salud!, porque deveras me emociono)… Es como una telenovela que escribimos todos los profesionistas profesionales, todos los pedestres pedernales de esta méndiga Suidad… toda una red de changarros, tugurios, antros, bares, discotecas, cafés, restaurantes, cines, museos y hasta iglesias metidas en esta onda… No, no te me espantes, no estoy pedo ni drogado… En cuanto me acabe este trago, nos vamos al Bodegón de Prendas (es como un Almacenes Azteca pero de ropa y sólo entran los que trabajamos en el gobierno de la O.D.)… No güey, si no vamos a comprar nada. Todo se alquila (ya pasado mañana te reembolsan lo que dejes en prenda por las prendas, valga la redondancia)… Vas a ver, el Bodegón está lleno de ropa, enseres y detallitos pa’ disfrazarse… No, no es broma, güey. Pélame y escucha: se trata de disfrazar el delirio, cualquier antojo que traiga cada quien… Claro que puedes ir solo, pero lo mejor es juntar un grupito, definir el divague común entre todos y a divertirse… ¡Por algo triunfó la Oportunidad Democrática en este pinche país!… (Otras aquí, igual )… Sí, orita nos vamos… Así empieza tu Noche de ronda. Si quieres, a la próxima quincena nos la aventamos rocanrolera, pero para hoy ya está preparada la onda Rondas Nait… Además, a las nenorras les latió más así y ni modo de cambiarles la jugada… ¿Ya te intrigué, verdá?… ¿Cuáles instrucciones? Aquí no hay reglas. Todos nos vestimos a la Agustín Lara, en el Bodegón hay de todo: esmóquines, trajes de pachuco, sombreros a la Jomfri Bógar, cigarreras de plata… ¡hasta coches, güey!… La Coquis y la Lupita se van a vestir de rumberas (¡Salud!, y las del estribo… sí, ya tómate un fuerte, ni que te me fueras a mariar)… La onda es que ya andamos tantos metidos en este vals que no es clandestino ni secreto… ¿La ley? ¿Cuál? Si los que andan vestidos de policía también bailan en la misma frecuencia, compañero. ¡Todos disfrazados para Rondas Nait!… Del Bodegón de Prendas nos vamos –¿te gustaría en un Packard ’46?– derechito al Antifaz Rojo… N’ombre, ya verás qué club… un tugurio de lujo: palmeras de neón, pista circular, mesitas con lamparitas, meseros de filipina blanca y ¡qué orquestones!… Dansin an dansin hasta las dos de la mañana, bróder… y de allí, al Piano Bar, apoyado sobre la cola del pianazo pa’ cantar puras de Agustín Lara, con el mismísimo Flaco de Oro pa’ que se nos ablanden la Lupita y la Coquis… N’ombre, güey, no es el Agustín Lara de adeveras. Se me hace que te estás empedando… Es idéntico y canta igualito, pero no es el mismo… Dos horas de bohemia pura y luego (Otra piedra doble, plis)… Perdón, ¿en qué me quedé?… ¿Ah, verdá? ¿Ya te dejé picado?… Luego del pianito, nos montamos de nuevo en el Packard, ya muy juntitos los cuatro, tomamos la carretera a Las Esfinges y derechito al Hotel Encanto, que tiene la misma ambientación para tu Noche de ronda… ¡Órale! Vámonos ya, nomás me acabo este traguito… págale al señor… Ahora te tocaba pagar a ti… Vas a ver qué reventón, te va a encantar… Claro, luego la armamos rocanrolera, con todo y Elvis, güey…
No es un sacrificio. Mi madre luchó muchos años para sacarme adelante, la mera verdad, y lo menos que puedo hacer es recompensarle todo su esfuerzo. Se merece todos los electrodomésticos que se le antojen. No pierdo nada, y al contrario, gano mucho… tengo un puesto en el Departamento de Devoluciones Fiscales, nada menos… Aunque Bernardo Benavides y hasta la propia Señorita Rebolledo y hasta los quince nombres que hacen el bulto sean acomodaticios inmóviles, estoy seguro de que hay progreso para mí en la Secretaría… Ai’stá Rolando: si está tan arriba es porque empezó desde abajo y quién me dice que el tal Ramiritos, que ocupaba antes mi lugar, no esté ahora cobrando en un puesto más importante… más billetes crujientes… mejores bonos… más ocio. Además, viajar en Metro me divierte y ando de punta a punta como un autentico viajero… En la Universidad hay puro sonámbulo… a mí me cuadra más deambular despierto… ¿Hablaría dormido con todas las arañas que traía en la cabeza?… Pobre de mi madre…
¿Cómo lo sientes? Te queda al puro pelo. Ni mandado hacer encuentras un esmoquin así… ¿Cómo me ves? Idéntico a Pol Jáinrid, el de Casablanca, güey… Ya verás cómo se van a ver las nenorras y ya verás qué antrazo el Antifaz Rojo… ¿Te gusta en negro el Packard? Pues, órale maestro, manos al volante… No importa, yo manejo. Pero pa’ la próxima tienes que aprender a manejar, amiguito… ¿Cómo la ves desde ai? Hasta parece película, ¿no?… N’ombre, no seas pendejo, ¿cómo van a cambiar toda la ciudad para una sola noche? Es la misma, nomás que no es igual… Velo como escenografita… ¡Todos de Noche de ronda! Préndele al radio, a ver qué nos toca oír… ¡Déjale, es nada menos que Dámaso Pérez Prado, señores y señoras, y no chingaderas!… Ésas sí son canciones, compañero… Relájate, buey… escucha esta vibra y déjate llevar…
¿Son sueños? ¿Me drogaría Benavides? ¿Soy sueño? Siento que viví todo el delirio tal cual lo organizó Benavides… ¿Quién organiza qué?… Las calles de esta misma ciudad convertidas en otras, parecidas, casi idénticas… coches descontinuados circulando como si ayer los hubieran verificado por la contaminación actual… cientos de gentes disfrazadas, con la misma moda de burócratas en “noche de ronda”… En un semáforo, Benavides compró con billetes antiguos y devaluados un cacho de lotería ya caducado por décadas… en ningún lado había cigarros con filtro (se acaban joven, se acaban)… la radio mandando saludos de mentiras, informando de guerras que ya sabemos quién las ganó y tocando boleros olvidados… ¡Qué inmensa farsa burocrática!… La Coquis besándome como si me conociera de años… y yo bailando ritmos que sólo conocía por la televisión… Desde que entramos al Antifaz sentí que nos seguía una mirada… Toda la noche lo vi viéndome varias veces… Pensé que vendería droga o que sería uno de los productores de esta película de cine que ni acabo de entender… Hasta creí que era amigo de Rolando y que quería revelarme la broma de este carnaval de burócratas alcoholizados… En el Piano Bar se me volvió a quedar mirando, pero ya estaba asombrado con el pianista… ¡idéntico a las fotos y la misma voz que las películas de Agustín de adeveras!… El de los ojos me seguía mirando… aproveché que Benavides cantaba abrazando a las dos secres borrachas para escaparme al baño… allí me abordaron los ojos…
Haga lo que tenga que hacer, como si no estuviera yo aquí… Si nos sorprenden es peor. Usted es el hijo de Ornelas y acaba de ingresar al Departamento de Devoluciones Fiscales. ¿Qué de dónde lo conozco? Me llamo Rodolfo Ramírez… Ramiritos… usted heredó mi escritorio… No me interrumpa, apenas tenemos tiempo… Conocí bien a su padre, llegamos a ser buenos amigos… hasta que Rolando Revilla lo mandó desaparecer… lo hizo con muchos… lo intentó hacer conmigo, hace ya años… ¡Cálmese! Apenas tenemos tiempo… Revilla dejó papeles, oficios sellados… se descuidó… dejó pruebas de las desapariciones… de la deliberada ocultación que le endilgó a tu padre… ¿Qué por qué lo desapareció? Para quedarse con su puesto y, tal como lo trabajó desde hace años, con su madre y con usted… Pero se descuidó… hace tres meses llegó el expediente a mi escritorio… el mismo que ahora ocupa usted… O se equivocó Revilla o algún archivista olvidó quemar esos papeles… Usted comprenderá, para mí fue como encontrar un tesoro… la explicación palpable a toda la irracionalidad que venía yo viviendo desde que ingresé al Departamento… Por unos días, fui dueño de una secreta verdad inobjetable, pero alguien me descubrió y delató… Revilla me mandó desaparecer… ¿Qué por qué no me mató? Si estamos todos muertos, muchacho… En mi época, me durmieron con el café… A ti te tocó ir a cenar con Benavides… “Menú de advenedizo”… no hay escape… ¿No notaste rara a tu madre desde el primer día de tus labores?… Seguramente te hicieron efecto rápido las aguas de jamaica o las limonadas… A ella, de seguro le endilgaron el veneno en las despensas (en la leche, la mantequilla o las infusiones para toda queja) y luego la marearon como compensación con el placebo de los electrodomésticos… Así es con todos… Lo único que nos queda es la huida… No preguntes… Es lo menos que puedo hacer por ti… Se lo debo a tu padre… Te espero a las siete de la mañana en la Estación de Los Llanos… Lo podemos lograr… Ya lo arreglé…
Salí del baño como si entrara a un sueño. Algo le transmití a Benavides en cuanto volví a la mesa porque se puso nervioso y le entraron las prisas por irnos al Hotel Encanto… La Coquis ha de comprender que yo nunca había estado así con mujeres. Por algo prefirió quedarse dormida ante mi falta de interés… Dormida, aunque yo la veía como muerta… Desinterés, cuando en realidad lo que sentía era asco y pavor.
El asco que siento por Rolando. Asesino disfrazado de padrastro. Burócrata que me reclutó para tapiar uno más de sus crímenes. Asco de Benavides que ahora me entero que me fue matando lentamente con sus cenitas y sus orientaciones turísticas. Asco y náusea de reconocerme parte de esta ciudad de muertos, noche de almas deambulantes que se disfrazan con cualquier dimensión de sus antojos. Asco de este delirio que me hizo salir corriendo del Hotel Encanto.
Si supiera manejar, me habría robado el Packard. ¿Robárselo a quién? Por lo menos, tiré a la alberca las llaves de ese coche fantasma y salí corriendo del hotelito de la muerte para que ni me siguiera Benavides. ¿Será mi padre el que permitió que se detuviera un camión que venía de Las Esfinges?… Un camión redondete, de estos que circulaban hace años… que sólo se ven en el cine… o en el juego macabro del que creo huir.
Pavor más que miedo al volver de madrugada a esta oficina y llenar estas hojas que no sé si existen o si las quemará un archivista o las leerá otro muerto. La madrugada me trajo aquí, quizá para no ver a mi madre dormida y muerta en brazos del difunto asesino Rolando Revilla. Dan pavor estos pasillos abandonados, esta ventana al desierto desde este Ministerio Inexistente… Pavor en cada papel… hoja por hoja –con sellos, con lemas, con rúbrica– que me confirman lo que me confió Ramiritos… Paso a paso, la crónica de mi propia amnesia… la desaparición de mi padre… la liquidación del propio Ramiritos… la muerte de Benavides en 1946… la muerte de mi madre el día que entré a trabajar… mi propia muerte.
No sé si sueño que muero o vivo ya muerto en este silencio de asco y de pavor… En la Catedral Basílica han sonado ya las campanas del rosario… A este Ministerio de Muertos empezarán a llegar los fantasmas que fingen hacer la limpieza, los burócratas deambulantes y puntuales… Ramiritos ha de estar esperándome en la Estación de Los Llanos… ¿Para montarnos en un tren a dónde? ¿Un avión a qué época?… Siento terror de náusea… Siento que me vence el sueño… Cada mueble de esta oficina huele a perfume de la Rebolledo… El mismo perfume que usará ahora mi madre… Suena el teléfono de mi escritorio… La claridad de la ventana empieza a delinear la desahuciada silueta de esta cuidad inexistente. ~
(ciudad de México, 1962) es historiador y escritor.