Para Czeslaw, en Cracovia

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La niebla se ha retirado de la costa estas semanas
     Regalándonos un adelanto de días esplendorosos
     Que no reconocerías —tú, tan elocuentemente gruñón
     En torno a la grisura de los días en Grizzly Peak—,
     A menos que te hicieran recordar las obras de títeres
      al aire libre
     De que hablan tus poemas, en las plazas de pueblos lituanos,
     Recién terminada la Primera Guerra.
     Y he aquí otro poco de teatro:
     Una gama cola de mula dio a luz a un par de corzos
     Hace dos días justo a las afueras de tu estudio
     En el lecho de aleluyas al pie de las secoyas.
     Aquella tarde, pasé caminando por el sendero
     Y vi, aunque no sabía bien a bien
     Lo que veía, un corzo empapado, tiritando,
     Aovillado en un matorral de avellano y tollón.
     He leído en algún lado que las gamas esconden a sus
      cachorros
     Lo mejor que pueden, y luego se lanzan a pacer
     Y alistarse a lo que venga. No pueden amamantar
     Hasta que pastan. Se alimentan de los jugos de las hojas
     Si deciden quedarse a proteger a los recién nacidos.
     Es una falla en la ingeniería lo que abre la puerta
     Al mundo del azar y del terror.
     Miré al corzo más de cerca: absolutamente quieto,
      y tembloroso.
     Con los ojos cerrados, tal vez dormido. Me incliné a olerlo.
     Una fragancia apenas. Ella había lamido toda huella
     Del fétido olor de nacimiento. ¿Acaso recuerdas
     Aquel fragmento del Anacreonte? El contexto,
     Desde luego, era probablemente erótico: “… ella, suave,
     Como un corzo sin destetar abandonado en el bosque
     Por su cornuda madre, frágil, temblando de miedo”.
     Es un verso —te va a encantar este detalle— hallado
     En el papiro que envolvía la momia de una mujer,
     Que algún museo de El Cairo estudiaba en 1956.
     Yo recuerdo la ocasión en que aquella señora, en Portland,
     Te preguntó si eras buen lector de Flannery O’Connor.
     Tú te sobresaltaste. Con un gran pesar, moviste la cabeza
     Y respondiste: “¿Sabe Usted? No estoy de acuerdo con
      la novela.”
     Yo creo que nunca has estado de acuerdo, tampoco,
     Con la vida, nunca has aceptado la crueldad inherente al marco
     De las cosas, cavilando en torno al Logos, y Dios, el monstruo,
     Y el olor del césped en el verano de este mundo mutilado,
     Y la pobre salvación del mundo dentro del Verbo. Bueno,
     Querido amigo, resististe. No te quedaste mudo.
     Mark me cuenta que vio los corzos pastando
     Con su madre en el crepúsculo. Devorando tus rosas…
     O así parecen haber sobrevivido al menos esa noche
     En que ningún perro, ningún coche los había derribado
      aún. –
     — Traducción de Pura López Colomé

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