¿Qué pasó con Pancho Villa?

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Hará unos tres años la Delegación de Coyoacán, entonces capitaneada por Heberto Castillo Jr., colocó una estatua del general Francisco Villa en el cruce de División del Norte y Pacífico. Pancho Villa montaba un caballo encabritado que parecía a punto de arrancar hacia Palacio Nacional, quizá porque “mi” general tenía unos asuntos urgentes que tratar con los herederos de “su” Revolución. Lo cierto es que el caballo estaba muy pasado de grupa y algunos meses después la estatua fue retirada de su pedestal de piedra volcánica. En su lugar, se colocó una mampara de tela que, en sus cuatro costados, reproducía el dibujo de la estatua y anunciaba que esta se encontraba en proceso de “restauración”. Otros tantos meses pasaron y desapareció la reproducción en tela de la estatua de bronce, pero esa vez no se veía ningún anuncio que aclarara lo que estaba sucediendo. Un buen día hasta desapareció el nombre del general Francisco Villa que estaba escrito con piedras de río a los pies del pedestal. Hoy en día, los contribuyentes de Coyoacán sólo merecemos la vista de un pedestal de piedra volcánica, en forma de pirámide invertida, y unos cuantos órganos que figuran una valla alrededor de una ausencia.

¿Qué pasó con Pancho Villa, cuya estatua seguramente fue pagada con los impuestos de los habitantes de Coyoacán? ¿Su progresiva desaparición se debió a la vergüenza que causaba su fealdad en las autoridades que la encargaron o a otro cálculo que hasta la fecha desconocemos? Es un misterio que refrenda la costumbre de nuestros políticos de nunca rendir cuentas de sus acciones, ni siquiera en tiempos de festejos bicentenario y centenario. Tal vez “mi” general Villa se anticipó al reclamo y arrancó a pedir cuentas. ~

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