Ilustraciรณn: Hugo Alejandro Gonzรกlez

A favor del enojo

A menudo se piensa que la indignaciรณn o la ira dificultan los procesos penales porque su propรณsito es satisfacer el deseo de venganza. A contracorriente, este ensayo asegura que las emociones son un elemento indispensable para encontrar la justicia.
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Las emociones tienen estatus moral. El acto de culpar implica emociones como el enojo, la indignaciรณn y el resentimiento que, como respuestas afectivas a un acto de maldad real e imputable, son indispensables para nuestra existencia como seres morales; expresarlas tiene un valor intrรญnseco porque son parte de la bรบsqueda humana por una moral recรญproca. Hay, me parece, aspectos de la relaciรณn entre el Estado y el criminal โ€“y de sus roles tal y como los estructura el sistema judicialโ€“ que hacen de estas emociones un problema moral en el contexto actual del castigo. Pese a ello, mi postura es que debemos entender la sentencia como la expresiรณn social de las emociones que culpan al infractor por el mal que hizo. De ese modo, la sentencia debe hablar del enojo y la indignaciรณn ante los actos graves de maldad criminal.

No es la posiciรณn predominante en la academia, donde se considera que es mejor erradicar hasta donde sea posible las emociones que conlleva el acto de culpar tanto de la ley como de la vida. A lo largo de este ensayo sugerirรฉ, en cambio, que si nosotros, como sociedad o comunidad, no estamos enojados con el asesino, escandalizados con el violador, resentidos con el estafador, indignados con el golpeador, quizรก tendremos un buen motivo para confinar, incapacitar, tratar, entrenar o manejar de algรบn modo al agresor, pero no tendremos derecho a sancionarlo si se entiende el castigo como la imposiciรณn de un merecido trato duro.

El filรณsofo de Oxford Peter Strawson escribiรณ, en 1961, el cรฉlebre ensayo โ€œFreedom and resentmentโ€. Tomarรฉ prestadas dos ideas suyas. La primera es que la sanciรณn penal en realidad deriva de nuestra prรกctica interpersonal de responsabilizar a la gente por sus actos. La segunda es contrastar la actitud reactiva, que percibe al otro como agente responsable, con la actitud objetiva que lo define como foco de polรญticas, como un objeto que debe ser manejado, incentivado, controlado.

Estas actitudes tienen rangos emocionales distintos. La actitud reactiva estรก acompaรฑada de emociones que apuntan a que el otro asuma su responsabilidad: el resentimiento, la indignaciรณn, el perdรณn, la gratitud, el enojo. La objetiva, por el contrario, es compatible con la piedad, el desprecio, el duelo, el asco e incluso con algunas formas del amor, pero no con las emociones de culpar y responsabilizar. A partir de ello, Strawson escribe que la actitud objetiva impide expresar sentimientos que suponen participar e involucrarse โ€“el resentimiento, la gratitud, la disculpa, el enojo, el amor recรญprocoโ€“. Solo la actitud reactiva es participativa, solo esta se involucra con el criminal. La actitud objetiva, en cambio, es gerencial, estratรฉgica, indiferente; permite combatir el crimen, negociar con el criminal, pero no discutir y razonar con รฉl.

Cuando alguien hace el mal (cuando comete una autรฉntica violaciรณn moral) y se encuentra con la reacciรณn participativa y afectiva de otras personas โ€“cuando se encuentra con su resentimiento, su indignaciรณnโ€“, se le involucra en una disputa que respeta su agencia moral y se crea una oportunidad para que asuma su parte en la misiรณn que tiene la humanidad de buscar una moral comรบn. Cuando confrontamos al agresor con esta actitud emocional, lo reconocemos como par, como ser moral y compaรฑero, lo respetamos como agente responsable, lo que es imposible con una actitud distante, objetiva, gerencial.

El libro La ira y el perdรณn. Resentimiento, generosidad, justicia (2016), de Martha Nussbaum, es un rechazo categรณrico de las emociones incriminatorias en la ley y en la vida. Para Nussbaum, la respuesta apropiada ante una mala conducta es deshacerse del enojo y ceder de manera desapasionada el asunto a la ley que, por su parte, debe responder de la misma forma: sin enojo institucional, del modo mรกs productivo posible en tรฉrminos sociales. La autora acude a De la ira (ca. 50) de Sรฉneca para sostener su postura. El filรณsofo estoico descarta el enojo en cualquier situaciรณn, por considerarlo inapropiado e inรบtil, y, a la vez, considera a la venganza una necesidad y un deber en los casos donde el acto de maldad pueda comprobarse: โ€œยฟNo debe un buen hombre enojarse si asesinan a su padre, si ultrajan a su madre ante sus ojos? No, no debe enojarse, sino vengarlos o protegerlos […] Si mi padre estรก en riesgo de ser asesinado, lo defenderรฉ; si lo matan, lo vengarรฉ, no porque sienta dolor, sino porque es mi deber.โ€ El flemรกtico y estirado Adam Smith decรญa, con razรณn, que Sรฉneca era el gran predicador de la insensibilidad y la recomendaciรณn de Nussbaum de abstenerse del enojo y ceder el asunto a la ley abreva de esa tradiciรณn. El que se enoja pierde; mejor, vรฉngate.

Sin embargo, Nussbaum va mรกs allรก porque rechaza tanto el enojo como la venganza. Al hacerlo, coincide con Aristรณteles quien, en su Retรณrica, escribiรณ que โ€œel enojo puede definirse como el impulso, acompaรฑado de dolor, de vengar una faltaโ€. Para ambos, el problema con el enojo y la venganza es que aspiran a lo imposible: deshacer el daรฑo ocasionado por un acto de maldad. Dado que comparten el mismo carรกcter irracional, Nussbaum recomienda apartar el enojo y delegar el crimen al Estado y a la ley, cuya respuesta deberรก guiarse por el bienestar social. โ€œTodo se reduce a ayudar a las personasโ€, concluye Nussbaum acerca del castigo.

En una serie reciente de artรญculos, la teรณrica del derecho Nicola Lacey y la filรณsofa de la psicologรญa Hanna Pickard coinciden en que las emociones del acto de culpar โ€“como el enojoโ€“ no son legรญtimas a la hora de castigar

((Oxford Journal of Legal Studies<, diciembre de 2015; Lacey y Pickard, โ€œFrom the consulting room to the court room? Taking the clinical model of responsibility without blame into the legal realmโ€, en OJLS, marzo de 2013, y vรฉase de Pickard, โ€œResponsibility without blame: empathy and the effective treatment of personality disorderโ€, en Philosophy, Psychiatry, Psychology, septiembre de 2011.
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y que el deber de la sanciรณn es abolir la culpa al tiempo que se responsabiliza al criminal. El truco es cortar los vรญnculos entre castigo, responsabilidad, resentimiento y enojo, y formar unos nuevos entre castigo, responsabilidad, respeto y compasiรณn. โ€œEl castigo no puede proceder de la culpa; debe ir de la mano de la preocupaciรณn, el respeto y la compasiรณnโ€, escriben.

Incluso, argumentan, en el sistema de justicia penal la emociรณn apropiada que habrรญa que sentir hacia los criminales es el perdรณn: โ€œAsรญ como es posible entender el proceso penal y la ejecuciรณn del castigo como una forma de indignaciรณn institucionalizada, del mismo modo se les puede entender como el perdรณn institucionalizado.โ€ El objetivo de la justicia penal, insisten, โ€œes el castigo basado en el perdรณn, es abjurar de la venganza y la culpa, y no solo despuรฉs de aplicar el castigo, sino incluso antes de hacerloโ€. Aรฑaden que esta perspectiva de la sanciรณn es la mรกs coherente con los valores de la democracia liberal y que es la manera mรกs รบtil de hacer que los criminales escriban un โ€œguion redentorโ€ como fundamento de su nueva identidad.

La postura de Lacey, Pickard y Nussbaum parte de la antigua comprensiรณn del castigo como ayuda, una idea tan vieja como Platรณn mismo. En Gorgias Sรณcrates argumenta que las personas cometen actos de maldad de forma voluntaria pero no autรณnoma. El mal siempre supone hacer algo que uno en realidad no desea hacer. Desde su perspectiva es mucho peor el destino de quien hace el mal que el destino de quien lo padece. Las personas, dice Sรณcrates, hacen el mal porque malinterpretan su propio bien, lo que definiรณ como una enfermedad del alma โ€“no a la manera de un padecimiento capaz de viciar la responsabilidad, como la locura, sino uno que oscurece la comprensiรณn de lo que uno en verdad deseaโ€“. De modo que para Sรณcrates el autor del delito tiene todos los motivos del mundo para desear el castigo y evitar, con ello, que โ€œla enfermedad de la injusticia se vuelva crรณnica e incurable como un cรกncer del almaโ€.

Con una envoltura cientรญfica apropiada para el siglo XXI, Lacey y Pickard reciclan esta nociรณn del mal cuando hablan del crimen como el resultado de un โ€œdesorden de la capacidad de agencia […], como en el caso de algunos trastornos de personalidad, de control de impulsos o de adiccionesโ€. Como la intervenciรณn del mรฉdico, el castigo es doloroso pero beneficia al criminal porque le ayuda a superar la debilidad de agencia de modo que en el futuro pueda actuar con genuina autonomรญa, de acuerdo con su verdadero interรฉs.

La comprensiรณn del castigo como cura o ayuda para el criminal tiene un eco en la distinciรณn aristotรฉlica entre el castigo y la venganza: โ€œel castigo se inflige por el bien del castigado; la venganza, por el bien del castigador, para satisfacer sus sentimientosโ€, dice el filรณsofo. Basta con recordar su definiciรณn del enojo โ€“โ€œun impulso, acompaรฑado de dolor, por vengar una faltaโ€โ€“ para percatarse de que en su pensamiento el enojo y la venganza estรกn relacionados. El enojo busca la venganza, la venganza quiere satisfacer el enojo. El castigo es por completo distinto. Al definir el enojo en tรฉrminos de venganza y al oponer el castigo a ella, el enojo y la venganza se vuelven lรณgicamente excluyentes โ€“asรญ fue desde el siglo IV a. C. con Aristรณteles y asรญ es en 2016 con Nussbaum.

Darรฉ ahora un salto al siglo XVI, cuando Michel de Montaigne escribiรณ, en โ€œLa iraโ€ (en el libro II de sus Ensayos) que โ€œno hay pasiรณn que trastorne tanto la rectitud de los juicios como la ira. Nadie dudarรญa en castigar con la muerte al juez que movido por la ira condenase a un criminal. ยฟPor quรฉ, en cambio, se permite a padres y maestros azotar a los niรฑos y castigarlos cuando estรกn encolerizados? Esto no es ya correcciรณn, es venganza. El castigo hace las veces de medicina para los niรฑos. ยฟY tolerarรญamos a un mรฉdico lleno de ojeriza y de irritaciรณn contra su paciente?โ€.

Hay que advertir, primero, que Montaigne mezcla dos etapas: la de culpar y la de sentenciar. Un juez no debe decidir la inocencia o la culpa del acusado a partir de su enojo โ€“argumentaโ€“, por lo tanto, tambiรฉn estรก mal que el castigo se fundamente en รฉl. El problema es que la segunda idea no se deriva de la primera, pues la etapa de culpar puede ocurrir de manera desapasionada, incluso si el juez estรก enojado con el criminal. Montaigne โ€“como Platรณn, Lacey y Pickardโ€“ considera que el castigo debe asociarse de forma creรญble con la cura (aunque รฉl mismo desconfiaba absolutamente de los doctores y sospechaba que infligรญan mucho dolor sin sentido).

En la lรญnea de Aristรณteles, Montaigne piensa que el dolor infligido por el enojo, el resentimiento o la indignaciรณn no tiene la intenciรณn ni el poder de curar al otro y, por lo tanto, es tan inรบtil como la venganza para legitimar una sanciรณn. (Harรญamos bien en recordar que los vengativos suelen desplegar esa retรณrica pedagรณgica; pienso, por ejemplo, en El mercader de Venecia: โ€œla infamia que me enseรฑรกis la pondrรฉ en ejecuciรณn, y mal habrรก de irme para que no mejore la instrucciรณnโ€, dice Shylock.)

Al situar la รฉtica del castigo dentro de la relaciรณn entre maestro y alumno, madre e hijo, mรฉdico y paciente, estos pensadores intentan comprender la sanciรณn no solo como algo distinto sino antitรฉtico a la venganza. Si la relaciรณn entre sancionador y sancionado es idรฉntica a las demรกs relaciones mencionadas, entonces uno y otro estรกn del mismo lado. En esa lรญnea, no tiene sentido pensar la correcciรณn รบtil de un padre como venganza ni la incisiรณn del cirujano como una revancha contra su paciente. Para ser legรญtimo, el castigo debe diferenciarse de la venganza. Estoy de acuerdo. El castigo se ejecuta con la intenciรณn y el resultado de ayudar al criminal. Sigo estando de acuerdo. Donde empieza mi desacuerdo con estos pensadores es en los dos siguientes pasos argumentativos, cuando aseguran que el enojo se trata solo de venganza y que, por lo tanto, el enojo no sirve de nada.

A mi parecer, el enojo y la venganza no estรกn vinculados de manera รญntima, y analizarรฉ la analogรญa mรฉdico-paciente porque parece ser la prueba de fuego del bando antienojo. Imaginen a una cirujana que atiende a un paciente con obesidad mรณrbida, por quien siente un aprecio sincero. Supongamos que la cirugรญa le lleva varias horas, que se presentan muchas dificultades debido a la condiciรณn del paciente y que la doctora se enoja. ยฟDeberรญamos, como pregunta Montaigne, soportar esa emociรณn de la doctora contra su paciente? Probablemente no. Probablemente citarรญamos el consenso cientรญfico que seรฑala la inutilidad del enojo en estos casos (los mรฉdicos no deben culpar a los pacientes por su obesidad porque hacerlo los llena de culpa y les dificulta aรบn mรกs bajar de peso).

Con todo, hay una observaciรณn interesante al respecto. La cirujana puede enojarse por creer โ€“con razรณn o sin ellaโ€“ que el paciente es responsable de su enfermedad; incluso es posible que el paciente lo sea. Tambiรฉn puede enojarse por una variedad de razones, algunas mรกs justificadas que otras (como el tiempo que le llevรณ esa larga operaciรณn por la que, sin embargo, cobrarรก lo mismo que por una mรกs breve y sencilla). La doctora podrรญa confrontar al paciente con su enojo en un intento de hacer que este cobre conciencia de la realidad fรญsica que produce la sobrealimentaciรณn en la viabilidad de sus รณrganos. Puede intentar provocar que el paciente se compadezca por lo que ella padeciรณ (porque lo aprecia) al ayudarlo. En ninguno de estos casos su enojo tiene que ver con la venganza. Podemos estar de acuerdo con el mandato profesional que desaconseja a los mรฉdicos enfadarse con sus pacientes, pero aun entonces es posible argumentar que al expresar su enojo la doctora tambiรฉn estรก mostrando respeto por su paciente como ser humano, de una manera que serรญa imposible si se limitara a recomendarle con indiferencia que modifique su dieta.

La relaciรณn entre madre e hijo es otro modelo predilecto del bando antienojo, y una situaciรณn mรกs en la que puede demostrarse que el enojo no se trata necesariamente de venganza. El imperativo de que el castigo impuesto por los padres no debe provenir de โ€œun lugar de culpaโ€ es el consejo por antonomasia del siglo XXI. Para educar a los hijos en el significado de la responsabilidad, los padres deben explicar de forma clara y racional quรฉ es el bien y quรฉ es el mal, deben establecer las consecuencias de sus malos actos y aplicarlas de manera consistente. La culpa resulta contraproducente porque inculca una vergรผenza tรณxica en los niรฑos, dificultando el desarrollo de la bondad y la autoestima.

Sin embargo, una madre que respondiera siempre a las travesuras de su hija desde una distancia afectiva parecerรญa sumamente lejana y frรญa. Es posible que el enojo de una madre tenga todo que ver con el deseo de ayudar a su hija y nada que ver con un impulso vengativo. Creo que la culpa incluso puede ser de ayuda. La madre que ve a su hijo corriendo hacia el trรกfico y se enfada puede, en parte, hacerlo a causa del pรกnico pero tambiรฉn por el deseo apasionado de ayudar al niรฑo a entender que no debe hacer eso. Yo incluso argumentarรญa que nada salvo la desesperaciรณn en la voz furiosa de su madre puede ayudar al niรฑo a comprender que โ€œno jugar en el trรกficoโ€ es una regla no negociable.

El sobreviviente del Holocausto Jean Amรฉry articulรณ una manera en que la indignaciรณn puede apuntar y desear algo diferente a la venganza. En Mรกs allรก de la culpa y la expiaciรณn escribiรณ acerca del Holocausto: โ€œen ningรบn otro momento podrรญa tener la ley del taliรณn menos sentido histรณrico y moralโ€. Esa conciencia nรญtida del total sinsentido del deseo de infligir un daรฑo recรญproco no significa que la reacciรณn emocional carezca de un papel legรญtimo como respuesta al mal. โ€œEl cuerpo socialโ€, explica, โ€œsolo se ocupa de salvaguardarse a sรญ mismo; en el mejor de los casos, mira hacia adelante para que un crimen de tal magnitud no vuelva a ocurrir, pero mi indignaciรณn existe para hacer del crimen una realidad moral para el criminal, para someterlo a la verdad de su atrocidadโ€. Este fin resuena con la consideraciรณn socrรกtica de que evitar el castigo es el peor escena- rio para la persona injusta. La intuiciรณn de Amรฉry es que el resentimiento de la vรญctima y la indignaciรณn de los demรกs tienen un papel esencial y legรญtimo al forzar que el soldado nazi se enfrente a estas emociones, porque de este modo el criminal participa en la bรบsqueda humana de una moral recรญproca, compartida, mutua. Expresar su resentimiento es el primer esfuerzo por involucrar al transgresor en tรฉrminos morales.

Para David Hume, quien no tiene la capacidad de hacer que otros sientan su resentimiento se encuentra en una posiciรณn inferior que lo descalifica de las relaciones de justicia. Es asombroso que Hume haya definido la igualdad como la capacidad de sentir enojo y de hacer que otros padezcan ese enojo. La medida de la igualdad entre humanos no descansa en un atributo de las personas sino en su capacidad de relacionarse emocionalmente: la capacidad, primero, de sentir una emociรณn con fundamento moral y, segundo, de expresarla, que suscite el reconocimiento de los demรกs y que se registre en la conciencia emocional del agresor. Para Hume estas son las condiciones de las relaciones de justicia. Sin ellas uno no puede ocupar la posiciรณn de un sujeto que merece y demanda justicia de los otros. Culpar, entonces, no siempre se trata de vengarse, sino de afirmar las demandas del yo para crear relaciones de reciprocidad. Hacer que el agresor tenga algรบn sentimiento de culpa es una manera de afirmar y comprobar la igualdad que se requiere en la justicia; cuando uno siente la punzada del enojo de otro se involucra en una relaciรณn moral.

Acudirรฉ a un ejemplo reciente: el 5 de julio de 2016 en Baton Rouge, Luisiana, dos policรญas blancos mataron a Alton Sterling, un hombre afroamericano. A partir de lo que se puede ver en los videos del tiroteo, Sterling no era una amenaza para los oficiales. No hizo ningรบn movimiento agresivo, los policรญas parecรญan tenerlo dominado antes de empezar a disparar. Al dรญa siguiente, Nakia Jones, una policรญa afroamericana de Cleveland, Ohio, publicรณ en su pรกgina de Facebook un video en respuesta al asesinato de Sterling. En su emotiva declaraciรณn Jones denuncia la violencia ocasionada por armas de fuego, ya sea perpetrada por policรญas blancos o por jรณvenes afroamericanos, y les implora a estos que โ€œbajen las armasโ€. Sin embargo, lo que expresa de forma mรกs apasionada es su enojo ante la hipocresรญa de los oficiales que debido a su racismo son una amenaza para las comunidades afroamericanas, a las que juraron proteger y servir.

Jones hace una serie de maniobras que suavizan la fuerza de su enojo al tiempo que incrementan su autoridad y el impacto de su mensaje. Primero articula de manera creรญble su opiniรณn imparcial sobre el incidente: sabe de primera mano que hay acusaciones falsas de racismo contra algunos policรญas, que algunos son honorables y en verdad protegen y sirven a la ciudadanรญa pese al gran costo personal que ello supone (como perder la vida). Varias veces ofrece a sus espectadores una salida, haciendo que el acto de involucrarse con su enojo sea voluntario. Tampoco acusa a nadie en particular, sino que estructura su argumento en forma condicional: โ€œsi eres racista, si tienes miedo, entonces quรญtate el uniformeโ€.

Cuando expresa su enojo sin reservas no llama a la venganza contra los policรญas, quienes por ese motivo deberรญan honrar la verdad de su posiciรณn moral. No, las demandas de Jones, modestas pero precisas, parten de la conciencia de una ruta que nos encamina a una moral recรญproca. Lo que reclama es el reconocimiento honesto de la importancia moral del juramento de proteger y servir, y de la imposibilidad de cumplirlo para el policรญa que sienta โ€œodio racista en su corazรณnโ€. Lo รบnico que pide es sincerarse acerca de esa hostilidad para no defraudar la promesa de proteger a los demรกs. Y se dirige solo a quienes aceptan involucrarse moralmente con ella. Es cierto que Jones tiene el impulso de causar sufrimiento, pero este no es mรกs que el dolor de la autorreflexiรณn crรญtica.

A la manera de Amรฉry, la expresiรณn del enojo que siente Jones es un intento por hacer que el culpable comprenda la verdad del acto atroz que cometiรณ. La suya es una afirmaciรณn humana, una manera de hacerle saber al agresor lo siguiente: โ€œestรกs en una relaciรณn de justicia conmigo, merezco y demando esa justicia de tiโ€. Su enojo no solo es adecuado, tiene autoridad, y es valioso por ser una invitaciรณn afectiva a involucrarse de manera recรญproca. Ofrece tambiรฉn tener una conversaciรณn que consiga que los crรญmenes sean una realidad moral para sus perpetradores. La ira de Jones es รบtil, aun si fracasa en reformarlos. El bando antienojo estarรญa en desacuerdo; alegarรญa que su enojo no funcionarรก, que alienarรก a los policรญas racistas e inspirarรก un enojo revanchista que provocarรก aรบn mรกs odio racial. Este bando asumirรญa la postura del distanciamiento compasivo o indiferente, a la manera de Gandhi.

Ante ello, mi primera respuesta es que la declaraciรณn y la expresiรณn del enojo de Jones es congruente con la compasiรณn y el respeto por las personas que son blanco de ese enojo. Sรญ es posible respetar a los demรกs โ€œal confrontarlos con la horrible verdad de quiรฉnes sonโ€, escribiรณ el profesor de jurisprudencia de Oxford John Gardner: โ€œยฟAsรญ que pensaste que ser respetado serรญa una experiencia agradable, que serรญa una bienvenida cรกlida, llena de cumplidos? Es hora de que releas a Kant.โ€ Por supuesto, Kant, a quien las emociones le provocaban tanta urticaria como a Sรฉneca, se sumarรญa a las filas del bando antienojo y llamarรญa a la confrontaciรณn desapasionada. Confrรณntame con la horrible verdad de quiรฉn soy, pero hazlo con el debido desapego, mรกs como un deber que como un deseo. Para pesar de Kant, considero que el enojo de Jones puede interpretarse como una expresiรณn de respeto a los policรญas porque los trata como agentes moralmente responsables. Mejor aรบn, su enojo no estรก desprovisto de compasiรณn, sino que resuena con un sentido de urgente compaรฑerismo y con el deseo de comunicar de forma precisa quรฉ tan pernicioso es en tรฉrminos morales jurar protecciรณn y servicio desde una postura cรญnica de racismo junto a otros que hacen el mismo juramento con el sentido de autosacrificio y gravitas que se merece. Se percibe incluso una nota de compasiรณn hacia los oficiales racistas que renuncian a la pretensiรณn de ser protectores de la sociedad. Algo muy valioso de la interconexiรณn humana se habrรญa perdido si Jones hubiera atemperado su enojo, si hubiera hablado sin pasiรณn. En primer lugar, no habrรญamos visto el video: el enojo demanda atenciรณn, y el de Jones, por su poderoso intelecto y talento retรณrico, es un drama cautivador.

Esto plantea un desafรญo importante: ยฟel drama del enojo es lo que nos cautiva?, ยฟserรก que confundimos ese atractivo momento teatral con el verdadero acto de involucrarse como personas responsables?, ยฟserรก que malinterpreto su invitaciรณn a alcanzar una comprensiรณn moral debido a que el video logra un efecto dramรกtico asombroso?, ยฟes posible que la expresiรณn elocuente y hรกbil del enojo sea un buen show para el espectador pero que por eso mismo bloquee la conexiรณn moral del agresor? Es una pregunta complicada, a la que responderรฉ caminando por una ruta oblicua y seรฑalando otro aspecto de la posiciรณn que busca desterrar el enojo.

El proyecto de Gandhi contra el enojo es la autodisciplina espiritual, se trata de que uno asuma una postura activa contra sus propios impulsos, controlando su expresiรณn, manejรกndolos y transformรกndolos en otro tipo de energรญa. โ€œNo es que no me enoje, es que no lo desahogoโ€, dijo Gandhi en Todos los hombres son hermanos, โ€œcultivo la paciencia al negar mi enojo y, por lo general, tengo รฉxito en ello. Pero solo controlo mi enojo cuando surge, cuando viene. Cรณmo conseguirlo es una pregunta inรบtil porque se trata de un hรกbito, una prรกctica constante que todos debemos cultivar y en la que todos debemos ser exitososโ€.

Nussbaum sigue los pasos de Gandhi cuando dice que el control del enojo es una prรกctica espiritual. El proyecto de Lacey y Pickard, en cambio, toma sus ideas de la profesiรณn terapรฉutica, en particular, de la autodisciplina โ€œclรญnicaโ€. De una forma u otra, uno asume un rol activo y constante contra el enojo que siente naturalmente ante la injusticia. Nussbaum, Gandhi, Lacey y Pickard nos piden tomar nuestra respuesta emocional espontรกnea ante el mal y aplanarla, no al punto en que una persona imparcial simpatice con nuestro enojo (como aconseja Adam Smith), sino aplanarla por completo para confrontar al agresor sin expresar ni un รกpice de coraje. Andaremos mรกs rรกpido por el camino de la justicia, nos aseguran, si comunicamos nuestras demandas desprovistas de toda emociรณn, salvo por aquellas que son amables y gentiles, como la compasiรณn y el respeto.

Esa actitud no da para montar un buen teatro. ยฟSerรก que con ella solo nos perdemos del drama? No lo creo. Incluso si la prรกctica de la confrontaciรณn desapegada es mรกs efectiva para suscitar un cambio en el otro, con ella se pierde la participaciรณn afectiva โ€“el acto emocional de involucrarseโ€“, que es una capacidad humana esencial en la bรบsqueda de una moral recรญproca. La vรญctima y el testigo de la injusticia (aun en su versiรณn como espectador de un video publicado en internet) pierden entonces la oportunidad de ser validados por una comunidad moral; el criminal, por su parte, pierde la oportunidad de encontrarse con la reacciรณn autรฉntica de otro ser humano.

Cuando decimos que el enojo ante la injusticia es natural y, en vez de combatirlo, lo reempacamos, aplanamos o remodelamos, lo admitimos como una condiciรณn para la justicia y lo expresamos como tal, compartimos nuestra humanidad con el agresor de una forma mรกs vulnerable, menos cรญnica, mรกs completa e importante. Formamos una relaciรณn cercana, y no distante, como la que se crea cuando se suprime el enojo. Existe, por supuesto, el riesgo de alienar de modo irreparable al criminal, pero la postura del desapego tampoco estรก exenta de peligros. La persona que siempre controla su enojo y habla con un criminal desde la disciplina del desapego no se ofrece como ser humano completo en una relaciรณn moral. Aunque hay circunstancias para no hacerlo, la relaciรณn afectiva entre vรญctima o comunidad y criminal tiene un valor intrรญnseco.

Ahora bien, incluso si estuviรฉramos de acuerdo en eso, es posible que la expresiรณn del enojo no tenga cabida en el proceso penal, que no sea un elemento valioso entre el Estado y el individuo a la hora de la sanciรณn. Aunque es cierto que esas emociones, por contribuir a la bรบsqueda de una moral recรญproca, son centrales para el proceso democrรกtico, quizรกs hay algo en la naturaleza del proceso y la sanciรณn penal que hace problemรกtico ese involucramiento afectivo. El proceso judicial, aunque contencioso, estรก estructurado en roles que no fueron previstos para la expresiรณn autรฉntica y efectiva del enojo. ยฟQuiรฉnes, en este proceso, podrรญan expresar su enojo como una invitaciรณn moral para el agresor?

Sin duda, el fiscal puede adoptar una postura de enojo como parte de un estilo persuasivo para probar su caso o argumentar en favor de una sanciรณn dura. Pero hay algo indecoroso en ello, algo que se relaciona con las observaciones de Montaigne: no queremos que el juez ni el jurado deliberen enojados. Su objetivo es determinar si el caso se probรณ mรกs allรก de toda duda razonable y deben hacerlo sin manifestar emociรณn. Tambiรฉn queremos que la sentencia sea racional, imparcial, que estรฉ guiada por los principios de proporcionalidad y concordancia. Por otra parte, es probable que un fiscal que ha pasado mucho tiempo en ese trabajo no se enoje con facilidad. Su emociรณn podrรญa ser falsa, un performance de enojo dirigido al juez o al jurado, lo que estรก muy lejos del involucramiento moral afectivo que defiendo.

Por otra parte, la vรญctima tiene en principio una oportunidad para expresar su enojo ante la corte, pero la estructura de su declaraciรณn termina por ser un obstรกculo. A las vรญctimas se les prepara para que expliquen cรณmo el crimen impactรณ en ellas en lo fรญsico, financiero y emocional. La declaraciรณn estรก diseรฑada para que expresen emociones vulnerables: el duelo, el miedo, la pรฉrdida de seguridad personal, el sentimiento de haber sido transgredidas o violadas, pero no el enojo; quizรก deberรญamos estar mรกs dispuestos a aceptar esa emociรณn como una expresiรณn del daรฑo hecho a la vรญctima.

Hagรกmonos la pregunta: ยฟdeberรญa la declaraciรณn de la vรญctima aceptar el enojo manifiesto como un esfuerzo para responsabilizar moralmente al agresor? Quizรก sรญ. La sentencia, sin embargo, no debe calibrarse a partir del nivel de enojo de la vรญctima, ni de su habilidad dramรกtica (tambiรฉn es cuestionable que la vรญctima deba actuar su enojo, exponerlo como espectรกculo emocional).

Mรกs allรก de cualquier otra cosa, la sentencia es una comunicaciรณn entre el delincuente y la sociedad. Las teorรญas expresivas del castigo postulan que el objetivo de la sanciรณn es censurar la mala conducta. ยฟQueremos que la sentencia comunique esta censura pero que estรฉ libre de afectos? ยฟQueremos que comunique sin enojo, indignaciรณn y resentimiento? Lacey y Pickard responden que sรญ, y he ahรญ la mayor diferencia que tengo con ellas. Me parece que la sentencia criminal asรฉptica es ininteligible como forma de castigo; es aceptable si la sentencia ordena un tratamiento psiquiรกtrico, una medida de incapacidad, un mandato de reeducaciรณn o un entrenamiento, incluso lo es si impone la reclusiรณn de una persona que represente un peligro para la sociedad. Pero cuando todas las emociones relativas al acto de culpar se extraen del mensaje comunicativo de la sentencia, ese vacรญo no necesariamente se llena de compasiรณn o respeto; es mรกs probable, en cambio, que se le imprima una actitud gerencial. Si el enojo es diferente de la venganza, como he expuesto, la idea del castigo duro pero merecido no puede divorciarse de estas emociones sin caer en una distorsiรณn moral. Cuando el mensaje es โ€œnadie estรก enojado contigo, pero necesitas ayudaโ€, la sentencia falla porque no respeta al agresor como un agente moral responsable, capaz de participar en la bรบsqueda humana de una moral recรญproca. ~

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Traducciรณn del inglรฉs de Sandra Barba.

La versiรณn original de este texto es una conferencia titulada โ€œPunishment as help and the blaming emotionsโ€, impartida en el seminario Emotions and legal practice, gracias al financiamiento de Sydney Ideas y el Australian Research Council Centre of Excellence for the History of the Emotions.

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estudia la filosofiฬa de las emociones en el contexto del conflicto y la justicia. Es profesora de derecho en la Universidad de Alberta, en Canadaฬ, y autora del libro Compulsory compassion. A critique of restorative justice (UBC Press, 2004).


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