Caperucita feliz

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Amada y perdida es la primera novela de Susie Boyt que se traduce en España. Hija pequeña del pintor Lucian Freud, columnista en el suplemento ‘Life & Arts’ del Financial Times, Boyt es autora de varias novelas, dirige el Hampstead Theatre y publicó un libro de memorias en 2009, My Judy Garland life, titulado así en referencia al modo en que superó el duelo por la muerte accidental de su novio a los veinte años: viendo cada día un recopilatorio de las actuaciones en directo de Garland. Amada y perdida es una ficción: Ruth es una profesora de literatura que vive modestamente en Londres y se hace cargo de su nieta cuando esta es un bebé. La madre del bebé e hija de la profesora es adicta a la heroína, vive en un piso que compró Ruth con el dinero que el padre le dio a cambio de no hacerse cargo de nada más. Ruth es protagonista y narradora de gran parte de la novela y reparte sus días entre las clases, la crianza de su nieta y los remordimientos y el cuestionamiento de sus decisiones. La sombra de la adicción de su hija es larga y pesada: el impulso autodestructivo se manifestó pronto y uno de sus primeros síntomas fue la ruptura con la madre. Pero el tono del libro no solo es luminoso y alegre: incluso cuando Ruth se pone confesional y cuenta su mal comportamiento, siempre se mantiene alejada del tremendismo. Amada y perdida se centra en cómo una abuela teje con su nieta un vínculo basado en el cariño, cómo ese amor incondicional va creciendo en las dos direcciones. No es que el cariño de la nieta repare la pérdida de la hija, pero algo hace, desde luego. En ese sentido, es refrescante el enfoque feliz al hablar de cuidar y criar a un niño, como lo es la falta de reproche, castigo o culpa: en esta novela hay una comprensión natural del cúmulo de circunstancias que hacen que las cosas terminen siendo como son que resulta casi un exotismo entre las novedades editoriales que tocan el tema madres-hijas.

“Estar con alguien que agonizaba era curiosamente similar a la espera de un parto. La misma concentración, esfuerzo, ralentización de la realidad y la textura abierta de todo. Tratar de estar a la altura de la inmensidad de la ocasión y sentir que lo que estaba en juego era demasiado para mí o que yo era demasiado joven para tales niveles de responsabilidad, que cualquiera lo sería. No dejar que se fuera era demasiada responsabilidad. Me di cuenta de que había pasado gran parte de mi vida manteniendo vivas a otras personas”, piensa Ruth mientras acompaña a Luke, el marido de su amiga Christine, en su agonía. Parte del encanto del libro está en Ruth y en su voz: es humana, es contradictoria, es generosa y torpe, quizá el modo en que se quedó con su nieta no fue el mejor, tampoco está orgullosa de otras cosas, es consciente de la paradoja que es ser una profesora cercana que ayuda a sus alumnas adolescentes y no tener apenas trato con su hija desde la adolescencia de esta. También es graciosa y da buenos consejos: “No conviertas en un pasatiempo desaprobar los defectos ajenos, por excitante que sea, te envenena. Lee todos los días: es una práctica que dignifica al ser humano. Conviértete en una gran lectora de libros y eso te ayudará con la realidad, captarás más fácilmente la verdad de las cosas y te prepará para la vida. Y no expongas tu cerebro a formas artísticas de baja calidad porque te contaminarán de una forma u otra.”

De entre sus amigas, destacan dos, Christine y Jean; la relación con esta es la que vemos crecer más, va ganando en confianza, hay un periodo de distancia entre Ruth y Jean, que gana en protagonismo en la novela. Eleanor, la hija adicta, es un personaje guadianesco, diría tanto para el lector como para las dos narradoras de la novela y también para la escritora. Lo que sabemos de ella es a través de lo que cuenta Ruth, de ahí que sea tan difícil de lograr ese equilibrio que ha conseguido Boyt con su narradora. El amor desbordante de Ruth hacia su nieta la hace ser a veces cursi, una tonta enamorada, digamos, pero eso no hace que el libro sea cursi en absoluto, en parte porque la primera sorprendida es Ruth: “Lily tejía redes de esperanza y afecto. Migas y risas en las sábanas desordenadas. Yo no necesitaba nada más. Era como ser Dios o la reina. La sensación de lujo cuando me acostaba a su lado en las frescas sábanas cuidando de no despertarla, la alegría apacible, casi inexpresable.” En parte, gracias a comentarios como estos: hablando de funerales, Jean dice “No son tan malos como las bodas. Al menos el daño ya está hecho.”

La novela avanza y hay una especie de segunda parte que funciona casi como epílogo, donde cambia de narradora. Es una decisión arriesgada, de la que Susie Boyt sale más que airosa. Amada y perdida es una novela triste y luminosa, no hay moralina encerrada, solo el placer de una buena historia con personajes carismáticos y humanos. ~

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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