Fondos del crisol humano

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En la improvisada cรกrcel de Santa Marรญa de Galve yacรญa un presidiario maloliente, desaliรฑado como el mismo Farragรกs, a quien no le ajustaba calzรณn o camisa alguna, tan largo era. Por eso lo llamaban yocรบ. A sus espaldas le decรญan โ€œpeonzoโ€, debido a su forma atropellada de hablar. De frente le gritaban: โ€œยกCocorobochindo!โ€, esto es, ido de la cabeza, seso hueco, cerebro de papel aceitado. No obstante, una docena de presos escuchaba sus palabras.

โ€“La noche tormentosa estaba rasgada por un viento inmisericorde. En la vรญspera de la batalla, un viejo coronel comparte el รบltimo trago de aguardiente con un joven soldado. โ€œMaรฑana conocerรกs el miedoโ€, le dice el viejo oficial con su voz cascada. El bisoรฑo subalterno, quien nunca ha experimentado la agonรญa durante el fragor del combate, lo mira, no sabe quรฉ pensar. Responde: โ€œSi me dice vuesamerced cรณmo voy a reconocer algo que nunca he sentido, estarรฉ en paz frente a lo que se avecine.โ€ โ€œNo se preocupe, soldado, lo sabrรก de inmediato porque el temor alza la voz tan alto que, cuando lo escuchas, ya ha invadido tu cuerpo, paralizรกndolo en ese preciso instante.โ€ El soldado, dubitativo, agacha la cabeza. Musita: โ€œEntiendo, coronel, asรญ que, una vez que lo conozca, ยฟcรณmo lo derroto?โ€

Cocorobochindo tenรญa el coco licuado, un buche del que emanaban hilos de saliva cada vez que interrumpรญa su relato e intentaba incorporarse. Entonces se topaba con el techo. Seso hueco estaba convencido de que era su imaginaciรณn la que fabricaba esa intermitente baba gรฉlida, verde musgo, mientras se sobaba la nuca. Los presidiarios querรญan saber quรฉ habรญa respondido el coronel. โ€œยฟCรณmo vences el miedo…?โ€ No agregรณ nada mรกs. Volteรณ a ver al celador. Este dormรญa a placer. Despertรณ en el instante en que el sol crecรญa una vez mรกs. Echรณ un ojo a los reos. Sintiรณ la mirada del cocorobochindo aquel, quien deambulaba por el calabozo hechizo. Lo observaba de manera insidiosa.

โ€“ยฟQuรฉ miras, yocรบ?

โ€“Al que pronto estarรก tragando agua del pantano โ€“musitรณ.

Su voz era gangosa y cavernaria, lo cual despertaba resquemores e irritaciรณn en quienes lo escuchaban, excepto cuando les contaba relatos de batallas inolvidables. Decรญan que sus padres fueron tocados por un rayo, partiendo en dos el รกrbol debajo del cual se refugiaban. El hombre muriรณ ipso facto; la mujer, embarazada, reviviรณ quiรฉn sabe cรณmo, y caminรณ extraviada dos lunas llenas, hasta que encontrรณ el sendero, el cual conducรญa a un pequeรฑo campamento de indios seminoles. La llevaron con la curandera, a quien le contรณ lo sucedido. Esta, a su vez, lo expuso a la comunidad. Algunos abominaron, otros creyeron que podรญa traerles buena suerte. La hicieron caminar detrรกs de la tribu hasta la orilla de un pantano. Ahรญ naciรณ cocorobochindo.

Se convirtiรณ en punta de lanza durante los enfrentamientos con los destacamentos espaรฑoles. Era paciente cuando asรญ se lo dictaba su seso hueco; se convertรญa en un animal arrojado, sanguinario, implacable cuando la ocasiรณn lo ameritaba. Sabรญa olfatear la yesca, las vainas, palpaba el terreno y encontraba el rastro de los que huรญan, espavoridos. Su altura atemorizaba aรบn mรกs al enemigo. No obstante, fue capturado a causa de una traiciรณn por parte de seminoles ladinos, รกvidos de adquirir whiskey y sandalias en alguna ciudad del norte.

En mayo de 1719 el presidio de Santa Marรญa de Galve estaba constituido por un fuerte de madera, llamado San Carlos de Austria, con sus barracas, almacรฉn y arsenal, asรญ como una iglesia, todo sobre un farallรณn cuya vista dominaba la bahรญa de Pensacola. Al exterior del sitio habรญa crecido una pequeรฑa colonia, pues desde 1698, y por recomendaciรณn del geรณmetra real, Carlos de Sigรผenza y Gรณngora, quien habรญa examinado la regiรณn aรฑos atrรกs, el virreinato de la Nueva Espaรฑa estableciรณ una fortificaciรณn en esa zona de la Florida con el propรณsito de contener el avance y hostigamiento de las tropas francesas, junto con sus aliados indรญgenas.

Uno de estos aborรญgenes, el mismo cocorobochindo cuentacuentos, a quien los soldados espaรฑoles habรญan perdonado la vida sin razรณn alguna, quizรกs hastiados de la masacre, tal vez porque se habรญan enterado de que se habรญa cargado a un centenar de franceses, cumplรญa su sexto mes en esa obscura mazmorra. El peonzo hablaba una lengua que, a los oรญdos de los guardias castizos, sonaba a un lamento inmundo, una especie de lloriqueo interminable.

โ€“Otro que bebe orines y jamรกs sonrรญe โ€“le dijo el sacerdote confesor a su asistente esa maรฑana.

Siempre que se acercaba a ofrecerle consuelo cristiano, el obstinado seso hueco replicaba con un gruรฑido.

โ€“Quizรก maรฑana โ€“exclamaba entonces, paciente, el padre, antes de retomar su camino hacia la pequeรฑa parroquia dedicada a la madre de Jesรบs, seguido del monaguillo.

Hacรญa un calor endiablado cuando entrรณ al recinto religioso. Lo sorprendiรณ verlo lleno de angustiados feligreses, todos provenientes del pueblo aledaรฑo. Un comerciante acababa de llegar con la noticia de que la cachirula, una mujer ingenua pero no habladora, le habรญa confesado sobre el inminente asalto de las tropas francesas. Los rezagados acababan de cruzar las puertas del fuerte cuando escucharon las primeras detonaciones de los mosquetes y divisaron los pabellones azules con la flor de lis resaltada en tonos dorados.

Al cabo de varios dรญas de asedio el fuerte de San Carlos de Austria cayรณ, las fuerzas espaรฑolas capitularon y se retiraron de Santa Marรญa de Galve. Como habรญa pronosticado cocorobochindo, el celador espaรฑol terminรณ ahogado en el pantano. La suerte de la docena de reclusos, la mayorรญa desertores, estaba en manos ahora del capitรกn Lascรณn de Toulouse, pues los vรญveres escaseaban dado que el enemigo se habรญa llevado consigo todo lo que pudo cargar, mientras que el resto terminรณ en la cloaca o fue quemado. Doce bocas mรกs que alimentar eran una pesada carga. Cocorobochindo se sintiรณ un pรกjaro carpintero luchando a muerte con la serpiente que se ha metido en su nido. Sin pensarlo dos veces, mascรณ el francรฉs, asegurรกndole al oficial que podรญa serle รบtil.

โ€“ยฟHaciendo quรฉ? โ€“preguntรณ Lascรณn, cuyo rostro sudaba copiosamente, enrojecido por el candente sol.

โ€“Soy el mejor rastreador del lugar, puedo cazar desde conejos y patos hasta variedad de pescados y bichos de rรญo.

De hecho, le faltaban dos dedos de la mano izquierda, los cuales habรญa perdido casi por completo al invadir un territorio de lagartos.

El capitรกn cavilรณ, mientras se secaba el sudor perlando su frente. Ordenรณ que un destacamento lo acompaรฑara y partieran de inmediato. Llevaban pistolas de caza de pedernal, mรกs un par de arcabuces. Cocorobochindo los guio varias leguas hacia el este por senderos que รฉl conocรญa al dedillo. Al principio los soldados franceses vacilaron, pero รฉl consiguiรณ tranquilizarlos cuando les advirtiรณ sobre la presencia cercana de un cerdo. Mientras tanto, el capitรกn enviรณ un mensajero hacia la guarniciรณn mรกs prรณxima del norte, explicando su precaria circunstancia, ya que no confiaba en que los espaรฑoles se hubiesen retirado del todo. Dos dรญas mรกs tarde cocorobochindo y los soldados que lo acompaรฑaron regresaban cargados de pescados, bichos de rรญo, una docena de conejos, sin olvidar el bendito puerco.

Los espaรฑoles no se habรญan dado por vencidos, de manera que en agosto de ese aรฑo iniciaron una nueva ofensiva y recuperaron la plaza. Cocorobochindo, al igual que otros sirvientes, corriรณ hacia la iglesia. Para su fortuna, detrรกs de los soldados espaรฑoles venรญa el pรกrroco. Al reconocerlo, cocorobochindo llamรณ su atenciรณn antes de que una descarga de los guardias alabarderos acabara con su vida.

โ€“ยฟAhora sรญ te vas a confesar?

A lo que รฉl contestรณ:

โ€“Esta vez maรฑana, padre.

El sacerdote se limitรณ a encoger los hombros y mover la cabeza en signo de desaprobaciรณn. Luego cayรณ fulminado por el plomo de los fusiles largos. Cocorobochindo fue encarcelado junto con los demรกs prisioneros.

Antes de la Natividad del Seรฑor las tropas francesas asaltaron por sorpresa el fuerte y expulsaron de nueva cuenta a los espaรฑoles. Cocorobochindo y los demรกs habitantes del calabozo fueron llevados ante la presencia del comandante del ataque, quien era ni mรกs ni menos que el mismo capitรกn Lascรณn de Toulouse.

โ€“ยฟQuรฉ esperas para ir por una buena pesca? โ€“dijo este cuando lo vio.

โ€“Sรญ, capitรกn, esta vez como la anterior โ€“respondiรณ.

โ€“No, yocรบ, mejor.

Cocorobochindo era feliz por vez primera en su vida, sobre todo por haber encontrado un propรณsito para permanecer, para sobrevivir a los sentimientos rotos debido a la orfandad y al encierro. Asรญ pasaron tres aรฑos, hasta que un tribunal en la lejana ciudad flamenca de La Haya determinรณ la ilegalidad de la ocupaciรณn francesa y, por ende, ordenรณ su salida definitiva del presidio, fortificaciรณn que pasarรญa, por enรฉsima vez, a manos de la corona espaรฑola.

En 1722 las tropas del capitรกn Lascรณn abandonaron Santa Marรญa de Galve. Un pequeรฑo destacamento se retrasรณ a fin de prender fuego a las barracas, la iglesia, los almacenes y los muros de madera del fuerte. Los pobladores del asentamiento aledaรฑo al presidio se vieron obligados a huir, pues todo quedรณ reducido a cenizas. Lascรณn ordenรณ que a cocorobochindo le dieran un mosquetรณn, parque y vรญveres para una semana. Antes de caer la tarde los franceses enfilaron rumbo al norte, mientras que la figura larguirucha de yocรบ se difuminรณ rumbo al este, mรกs allรก de las ciรฉnagas y los esteros. ~

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escritor y divulgador cientรญfico. Su libro mรกs reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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