Entrevista a Victor Sebestyen. “Lenin siempre supo que tendría que haber terror para crear su Estado”

Una charla con el historiador húngaro a propósito de la publicación en español de su biografía del líder bolchevique.
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“Hice tres libros sobre la Guerra Fría: Twelve days, sobre Budapest en 1956; 1946. The making of the modern world, sobre el comienzo de la Guerra Fría, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y Revolution 1989, sobre la caída del imperio soviético. Pensé: ¿dónde empezó todo? Eso me llevó a la Revolución rusa, y a su figura central, que era Lenin”, cuenta el historiador Victor Sebestyen (Budapest, 1956), cuya biografía del líder soviético, fallecido hace cien años, ha publicado Ático de los Libros.

“Y es una gran historia. ¿Cómo un hombre, un tipo raro, obsesivo, que la mayor parte del tiempo vive en pensiones en las pequeñas ciudades de Europa con su esposa y su suegra y con unos pocos seguidores, acaba haciéndose con uno de los mayores imperios del mundo? Para un escritor y para un periodista es una historia personal asombrosa. Eso es lo que he intentado transmitir en el libro.”

Usted dice que Lenin era marxista, pero que ante todo era ruso. ¿Por qué es eso tan importante?

Porque los bolcheviques reaccionaban específicamente a las condiciones de Rusia. Era un Estado policial, no era una democracia liberal agradable, decente, lo que estaban derrocando. Crearon un nuevo Estado que era, y en muchos sentidos todavía es, una imagen especular de lo que era el Estado zarista: con su burocracia, con su violencia, con su opresión. A eso me refería con la idea de que el proyecto de Lenin era una importación de Europa, pero con un sesgo específicamente ruso. Eso llevó a una gran parte de la violencia, a la falta de espacio para cualquier oposición. La mayoría de los bolcheviques había estado en las cárceles bajo los zaristas. Algunos de ellos escaparon. Casi todos estuvieron en el exilio en algún lugar muy frío en el Ártico. Así que reaccionaban a las experiencias que habían tenido. La ideología está ahí, por supuesto, podemos analizarla, pero en cierto sentido era algo secundario. Se convirtió en el lugar en que se convirtió porque es Rusia. Estamos viendo un montón de cosas que no han cambiado mucho.

Cuando describe el Estado policial zarista, parece brutal y opresivo, y al mismo tiempo, ineficiente. Por ejemplo, en los procedimientos de censura, que eran severos pero dejan que todos estos libros circulen.

Dejaron que El capital se publicara, porque pensaban que nadie lo entendería, que nadie sabría de qué trataba. Pero daba miedo y temor, a pesar de las ineficiencias. Más tarde, la KGB también era bastante inútil a la hora de la verdad. Probablemente sabían lo que millones de personas desayunaban, pero ¿sirvió de algo? No.

Habla de elementos personales claves de Lenin. La ejecución de su hermano, tras haber intentado matar al zar, fue decisiva.

Ha habido muchas biografías antes de la mía, algunas muy buenas, que intentaban transmitir la idea de que solo era un revolucionario obsesivo y un marxista fanático, lo cual es cierto hasta cierto punto. Pero había mucho más en él, y no era en absoluto una persona fría, calculadora y gélida, como todo el mundo piensa. Era una figura muy emocional, y se enfurecía, y sus respuestas no eran frías, calmadas y calculadas. La mayor fue la reacción a lo que le pasó a su hermano cuando Lenin tenía poco menos de dieciocho años. Y ni siquiera fue solo la ejecución en sí de su hermano, que tenía veintiún años en ese momento. Después de eso su familia también fue rechazada. Ni siquiera podía encontrar gente en Simbirsk, la ciudad donde creció, para llevar a su madre a San Petersburgo para ver al hijo antes de que lo ejecutasen. Y fue eso, más que nada, lo que impulsó su odio absoluto por los burgueses, los biempensantes burgueses liberales, que conservó durante toda su vida. Los odiaba mucho más que a los aristócratas o a los zares: era el tipo de gente que había sido brutal con su madre. Lo estoy simplificando, pero era una persona muy emocional.

Y obsesiva…

Incluso en su ideología era, por supuesto, obsesivo. Pero la cosa que lo distingue es que también podía cambiar su opinión ciento ochenta grados en un instante, si le convenía tácticamente. Muchos de los otros líderes revolucionarios solo estaban interesados en el dogma de la ideología y no en la práctica de hacer la revolución. Por eso Lenin tuvo éxito. Otros acabaron en el gulag o discutiendo sobre socialismo en los cafés de la orilla izquierda de París. Él se tomaba en serio hacer la revolución. Los otros se tomaban en serio charlar sobre esas ideas. Era un fanático, pero hasta cierto punto. Y esa es su contribución al asunto. Sin un hombre así, la revolución nunca habría ocurrido.

En la introducción dice que nunca fue amable con un enemigo.

No, no, nunca. Para él, el mejor momento para patear a un enemigo es cuando está en el suelo.

Y cuando encuentra a otro revolucionario siempre hay un fuerte sentimiento de rivalidad.

Tenía que ser el líder. Nadie más. Tácticamente, a mucha gente le parecía una locura que ya fuera un grupo pequeño y él estuviera dispuesto a dividirlo en grupos aún más pequeños, solo para poder ser el líder. Eso parecería una locura política cuando estás hablando de unos pocos cientos de personas involucradas para hacerse cargo de un vasto imperio. Pero Lenin decía: Dadme cien personas en las que pueda confiar y que dependan de mí, y cambiaré el mundo. Y no le importaban los otros miles de personas. Y funcionó. Y esta también fue su gran contribución al activismo revolucionario, que todavía se utiliza, y que explica en su libro ¿Qué hacer? Allí cuenta cómo se forma un grupo revolucionario, cómo se organiza, cómo se centraliza rigurosamente. Fue utilizado por todos: por Mussolini, por Hitler. Las tropas estadounidenses lo encontraron en las cuevas de Afganistán. Encontraron, en los ordenadores, copias de ¿Qué hacer? de Lenin, así como el Corán. Estoy seguro de que hay algunos locos en Estados Unidos que todavía recurren a ¿Qué hacer? como guía para organizar una agrupación revolucionaria. Ha superado la prueba del tiempo. Lenin no contribuyó mucho en términos de ideología. Hay una cosa que se llama marxismo-leninismo, pero él no era un ideólogo inspirado, como lo fue Trotski, por ejemplo. Pero como gran táctico de la política, y a la hora de organizar un movimiento revolucionario, era único.

Algo que también es contraintuitivo es que vivió la mayor parte de su vida rodeado de mujeres.

No era exactamente un feminista en el sentido en que pensaríamos ahora, en absoluto. Pero se tomaba a las mujeres tan en serio como se tomaba a los hombres. Eso no era necesariamente muy en serio, porque no tomaba a otros hombres demasiado en serio. Pero la mayoría de las personas más cercanas a él eran mujeres, y las respetaba tanto como lo haría un hombre normal de finales del siglo XIX. Muchas de las mujeres que lo rodeaban estaban dispuestas a hacer cualquier cosa por él. Lenin se benefició de eso, enormemente. Pero también estaba dispuesto a darles tiempo; tanto tiempo como a los hombres, al menos. Y eso no quiere decir que tuviera muchas amantes. Era un fanático y asceta. Pero no estaba realmente interesado en los ornamentos del poder. No le interesaban el dinero, las grandes casas o las mujeres y el sexo. Eso no era lo que lo movía. Lo que quería era imponer su voluntad sobre la gente: eso es mucho peor que el dinero.

No era muy mesiánico.

Era práctico. Uno de los mayores rebeldes de la historia.

Otra cosa que me sorprendió es su afición por la naturaleza y los Alpes.

Sí, siempre fue parte de él. Se crio en el río Volga. Iba en bote por el río y caminaba. Mucho de lo que Lenin escribió y publicó carece de interés. Aparte de ¿Qué hacer?, pocas cosas sobreviven. No es solo por la ideología. Simplemente está mal escrito, y es aburrido, impenetrable, difícil. Pero en sus cartas, cuando estaba escribiendo acerca de caminar en los Alpes o la naturaleza o lo que sea, ves que podía escribir muy bien. Cuando empecé a hacer esta investigación, no tenía ni idea de este aspecto de Lenin. Era nuevo para mí cuando empecé a trabajar en el libro. Me sorprendió la claridad con que podía expresar su amor por la naturaleza. Más tarde, cuando estaba muy estresado y trabajaba demasiado, su esposa, Nadezhda Krúpskaya, lo llevaba a las montañas o al lago a nadar. Así se calmaba, porque Lenin a menudo se enfurecía, se ponía de mal humor. Y la única manera de calmarse era caminar. Algunos de los críticos, no muchos, me han reprochado que tratara de hacerlo parecer una persona normal, humana. Pero era humano. Eso no significa que piense que es un gran tipo, solo porque puede hablar maravillosamente sobre los Alpes. No creo que sea un gran tipo en absoluto. Pero no veo cómo resta valor a mi libro decir eso. Algunas personas, en particular algunas personas de derechas, me decían: Usted trata de convertirlo en una persona decente. Pero en el último tercio del libro, cuando hablo de a cuántas personas mató, creo que se ve de manera muy clara que no era una persona decente. En general el libro fue bastante bien recibido, pero un sector de la derecha tenía esa crítica.

¿Y qué dijo la izquierda?

A la extrema izquierda le pareció detestable. Porque, por supuesto, ese no es el Lenin que ellos quieren. Había una fuerte creencia en la izquierda, por supuesto: el comunismo y la revolución eran buenos. Todo era maravilloso, y lo habría sido gracias a Lenin. Y todo fue destruido por un psicópata asesino, Stalin. Lenin había sido el idealista que creó este nuevo Estado que podría haber sido el paraíso, pero llegó Stalin y lo arruinó todo. Ese relato es una falsedad absoluta. Lenin creó todos los órganos de represión después de la revolución, desde el principio. Creó el gulag. Creó la Cheka, que luego se convirtió en la KGB. Y creó las leyes bajo las cuales Stalin asesinó a la gente en las Grandes Purgas. Lenin inventó a Stalin. Y su mayor crimen fue poner a un hombre como Stalin, hacer posible que un hombre como Stalin tomara el poder y le sucediera. Ese fue su mayor crimen.

Y siempre fue un defensor del terror.

Lenin siempre supo que tendría que haber terror para crear su Estado. No solo estaba de acuerdo con él, sino que lo acogía con absoluta satisfacción. No todo fue Stalin. Eso es una ilusión de la izquierda, porque tienen que explicar cómo todo salió mal. Así que elaboran ese bonito paquete ilusorio que dice que todo estaba perfectamente bien con Lenin. Era un buen tipo, pero llegó el malvado que lo destruyó todo.

Y ha habido un debate sobre eso en la izquierda, en la extrema izquierda. Todavía sigue… Así que fui bastante criticado por la izquierda. Pero yo no pertenezco a la izquierda así que me da igual. Tampoco soy de derechas. Y eso fue otra cosa, porque la mayoría de las biografías estaban en un lado u otro de la división ideológica en la Guerra Fría. Y fue realmente solo después del colapso de la Unión Soviética, y el descubrimiento de cada vez más material de archivo sobre lo que sucedió de verdad, cuando se pudo escribir un poco más desapasionadamente, con más claridad. Permitió más libertad de expresión, porque antes tenías que ser de derechas o de izquierdas y eso determinaba la biografía que escribieras.

Otro argumento es el de los que dicen que con Trotski habría ido mejor, que no se habrían producido crímenes como los del estalinismo.

Sí, claro, ese era el argumento de los trotskistas, en La revolución traicionada y todo eso. En realidad no creo que Trotski hubiera sido muy diferente. Puedes hacer una historia contrafactual. Lo intenté en una reseña de una biografía de Trotski. Imagina que no hubiera habido Stalin, que solo hubiera sido Trotski. Creo que habría terminado más o menos de la misma manera. Desde el primer día de la revolución, Lenin gritaba: “¿Creen que podemos hacer una revolución sin terror?” Después de no haber dormido durante dos días, no se fue a dormir hasta que habían tomado el poder y el gobierno provisional había cedido. Y el segundo al mando en ese momento, Kámenev, emitió un decreto que prohibía la pena capital. Y Lenin, cuando se despertó y vio lo que había sucedido, se puso furioso. En el primer día de la revolución. Dijo: Es ridículo, no se puede hacer. ¿Crees que vamos a hacer una revolución sin matar gente? Repito: el primer día de revolución. Así que ahí es cuando salió mal. Cuando quieres que tu revolución idealista se haga a punta de pistola, sabes que es un fracaso.

Dice que es el padrino de la posverdad.

Sí, habría sido brillante en Twitter o X, como tenemos que llamarlo ahora. Era muy, muy conciso. Su mejor periodismo es en realidad bastante bueno. Lo llamo el padrino de la política de la posverdad. Y me parece más claro ahora ante lo que estamos viendo, lo que hemos visto desde que salió mi libro en inglés en 2017. Lo simplificaba todo. Presentaba soluciones simples a problemas complejos. Contaba cualquier mentira para salir de una posible situación difícil. Siempre culpaba a alguien más: enemigos del pueblo, lo que fuera. Es un clásico, pero tan relevante hoy como entonces. Quiero decir que hay políticos democráticos que operan casi exactamente de la misma manera que Lenin, y los estamos viendo en muchas partes del mundo. Negó la realidad cuando intentaba crear una nueva. Es estándar. Pero de nuevo, creo que han aprendido de Lenin.

Podría ser una descripción del populismo.

Sí, exactamente.

Odiaba a los burgueses. Pero al mismo tiempo, vivió una vida burguesa.

Absolutamente, si piensas en muchas de las cosas del campo que le gustaban –cazar, pescar–, podría haber sido un caballero del campo en Inglaterra o España. Algunas personas lo observaron, Gorki escribió sobre ello, Trotski lo menciona en su pequeña biografía.

Hay un momento muy divertido cuando va a Londres y están todos los otros exiliados rusos, y viven juntos, como en una comuna, y a él le horroriza porque piensa que hay mucho desorden.

Odia las comunas, quiere su propio espacio. Realmente no le gustaba la gente, está claro. Detestaba la vida en común. Cuando la gente llamaba a la puerta, le decía a su mujer que respondiera que no estaba.

¿Cómo lo marcó el exilio?

Sin el exilio no podría haber publicado en el periódico, no podría haber establecido su partido, ni siquiera habrían existido sin el exilio. Por otra parte, lo separó por completo de lo que ocurría en su país. Y Rusia se convirtió en algo teórico para él hasta que se las arregló para volver, hacia el final. Entendió que lo más importante era la guerra: Rusia había perdido la guerra, pero no podía admitirlo. Empezó a hablar de la tierra, de paz, de campesinos. La gente creía que él traería la paz. Y, de acuerdo, lo hizo, a un costo enorme: exageraba, pero quizá sea la única cosa sobre la que no mintió. ~

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