El amigo de las tortugas

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El mismo dรญa del solsticio โ€“por la noche habrรก luna llenaโ€“, recibo una llamada suya. Salimos juntos hace dieciocho aรฑos. Cortamos harรก unos catorce, poco despuรฉs de que el mundo se acabara, o a raรญz de eso. Nos conocimos un verano, pero ya le amaba antes. Mi primer novio me habรญa grabado sus discos, que yo escuchaba en el walkman mientras paseaba por Palma y, como รฉl cantaba en inglรฉs, no pensรฉ que fuera mallorquรญn. Aquel agosto de 1998, coincidimos en el festival de jazz de Sa Pobla. El guitarrista de su grupo querรญa ligar conmigo y, para impresionarme, me habรญa invitado a cenar con ellos.

Comentรฉ que, si me hubieran dicho de adolescente que eso iba a ocurrir, que estarรญa cenando con mi grupo preferido, me habrรญa dado un ataque.

โ€“Tรบ no me llamarรญas hace la hostia, justo antes de unas pruebas de sonido, ยฟverdad? โ€“preguntรณ รฉl.

โ€“ยฟLlamarte yo? ยฟA ti? Si ni siquiera tengo tu nรบmero โ€“balbucรญ mientras me llevaba la copa de vino a la boca para cubrirme.

โ€“Me llamรณ una tรญa con tu mismo acento. Le dije que tenรญa que irme, que tenรญamos las pruebas de sonido en el Parc de Ses Voltes. Y luego, allรญ, vimos dos cabecitas que nos espiaban desde Daltmurada.

Tierra, trรกgame.

โ€“Ah, ni ideaโ€“, dije limpiรกndome con la servilletaโ€“. Yo es que no hago esas cosas.

Pero sรญ. Cuatro aรฑos antes, una amiga me habรญa convencido para que lo llamara, despuรฉs de enseรฑarme sus fotos en la carรกtula del cd. Como mi primer novio me grababa los discos en cintas vรญrgenes, nunca lo habรญa visto. A ella le gustaba el baterรญa. El cantante me pareciรณ el hombre mรกs extraordinariamente guapo del mundo. Encontramos su nรบmero en las Pรกginas Blancas, tiene un apellido peculiar. Lo marquรฉ en el telรฉfono que habรญa en la cocina de los padres de mi amiga. A las cinco de aquella tarde, fuimos a Ses Voltes. Nos escondimos tras las murallas de la catedral, donde tantas veces me habรญa morreado con mi primer novio al ponerse el sol. El escenario estรก montado unos metros por debajo, al aire libre. Nos agachamos para que no nos vean, y de vez en cuando, asomamos la cabeza. Primero sale el baterรญa. Mi amiga tiene buen gusto. Luego sale el guitarrista. Entonces aparece รฉl, vestido de negro. Y mi corazรณn estalla.

Lleva una Fender Telecaster y se mueve con la misma soltura con la que, hace un rato, hemos hablado por telรฉfono. Si el deseo es lo imposible al alcance de la mano, nunca hasta ahora he estado tan cerca de lo imposible. Se acerca al micro y, cuando empieza a cantar โ€“solo unos minutos de pruebaโ€“, me viene a la cabeza cada uno de los instantes que he vivido a travรฉs de su voz, mientras paseaba por Palma con el walkman. Mi breve experiencia amorosa pasa por delante de mis ojos en tres segundos, como si estuviera a punto de morir.

Odio a las groupies, nunca he entendido cรณmo pueden desmayarse por el simple hecho de ver a sus รญdolos. Blandas, pรกnfilas. Por culpa de las neuronas espejo, sus cerebros liberan dopamina y su euforia segrega sustancias como la oxitocina o la adrenalina, que les hacen perder los estribos. Y aquรญ estamos, mi amiga y yo, experimentando el placer adolescente del fan, con la razรณn vuelta del revรฉs, agachadas, muertas de vergรผenza, y creyendo que no nos ven.

Y cuatro aรฑos mรกs tarde, aquรญ estoy: cenando con todo el grupo en un celler de Sa Pobla, antes de ver un concierto de blues. He conocido al guitarrista por la tarde, mientras le entrevistaba para un periรณdico sin lectores donde, como cada verano, realizo las prรกcticas. La carrera de periodismo no sirve para nada si no trabajas. Bueno, y si trabajas, tampoco estรก muy claro que sirva para nada.

Recuerdo con precisiรณn fotogrรกfica todo lo que ocurriรณ despuรฉs de aquella cena. A veces el tiempo se pliega como si el universo fuera una tela mal extendida, cuyas arrugas pusieran en contacto momentos a muchos aรฑos de distancia, y se quedaran siempre asรญ.

Instantรกnea nรบmero uno: estamos frente al escenario, un poco apartados, de pie bajo un รกrbol, junto a una papelera. ร‰l dice que el blues es lo mรกs aburrido del mundo. Es alto, ha engordado, se ha cortado el pelo, bebemos cerveza en vasos de cartรณn, fuma Ducados. El pรบblico llena la plaza del pueblo. Hay guirnaldas. A veces el guitarrista, que aรบn pretende ligar conmigo, intenta incorporarse a nuestra conversaciรณn. Se pone exquisito, y habla del equipo que estรก utilizando el grupo que toca. Desconecto porque no entiendo nada.

En la siguiente imagen, el guitarrista conduce a toda hostia por la carretera, รฉl le grita que nos va a matar. Miro la oscuridad y las estrellas sobre el campo. Tengo la seguridad de que no. No vamos a morir. Tambiรฉn estoy segura de otra cosa: estรก a punto de empezar algo importante.

Llegamos a Palma. Dejamos al bajista en su casa. Son las cuatro de la madrugada. El guitarrista pretende quedarse a solas conmigo, por eso me dejarรก a mรญ la รบltima. Pasa por el piso del cantante. Pero al bajar del coche, รฉl se reclina hacia mi ventanilla y como si tal cosa, suelta:

โ€“Vaig a la platja a fer un capfico. Vรฉns?

Le digo que sรญ, y salgo. El guitarrista que querรญa ligar conmigo flipa. Supongo que me odia. O nos odia a los dos. Le doy dos besos y las gracias.

Instantรกnea nรบmero tres: estamos en la playa mรกs fea de Mallorca, cerca del Molinar, donde de dรญa se torrefactan los turistas menos exigentes bajo unas sombrillas de paja, y de noche deambula algรบn yonqui extraviado sobre la arena hรบmeda. No hay nadie. Apiladas aquรญ y allรก, tumbonas atadas con cadenas. El mar estรก negro y tibio, y seguramente asqueroso, pero no lo vemos porque las farolas quedan lejos. Tambiรฉn quedan lejos las luces de la ciudad. No hay luna.

Nadamos casi a oscuras. ร‰l se acerca demasiado a un dique y se hace un rasguรฑo en la rodilla con las rocas del fondo. Luego se acerca demasiado a mรญ. Me pasa un brazo por la cintura. Hasta que no lo hace, no he pensado que fuรฉramos a abrazarnos. Nos besamos. Sabemos a cerveza, a tabaco y a sal. Es difรญcil follar dentro del agua. Salimos, no hemos traรญdo toallas y tengo frรญo. Nos metemos en su coche, dejamos la ropa hecha una bola en el asiento de atrรกs. Me subo a horcajadas sobre su regazo, nos deslumbran los faros de otros conductores voyeurs que pasan por la zona. Es imposible concentrarse. Nos masturbamos mutuamente. Un rato. Luego lo dejamos estar. Hemos entelado los cristales. Nos vestimos.

Vamos a desayunar a una cruasanterรญa del centro de Palma que abre las veinticuatro horas. Me enseรฑa la herida que se ha hecho en la rodilla. Le digo que se va a convertir en un mutante porque se le habrรก infectado con las cosas quรญmicas del mar sucio. Tengo el pelo empapado, la piel cubierta de sal y, al otro lado de la ventana, amanece sobre las avenidas vacรญas. La plaza de Espaรฑa se tiรฑe de aรฑil, tambiรฉn la escultura ecuestre del conquistador el Rei en Jaume, cagado por las palomas. Hablamos, nos reรญmos mucho. Los tรณpicos lo son porque todos, en algรบn momento, pasamos por ese lugar comรบn. Como pasa todo el mundo por la plaza de Espaรฑa de Palma, tambiรฉn a horas intempestivas, aunque ahora no. Alguna moto, tal vez. Su petardeo desaparece al rato.

El tรณpico, esta vez, consiste en tener la impresiรณn de que le conozco de toda la vida. Soy feliz. Le amo. Asรญ de simple. Aunque no volvamos a vernos. En un sitio tan impersonal como esta cruasanterรญa con paredes de colores ofensivos, un camarero adormilado, y por delante de la que paso a menudo y a la que no habรญa entrado hasta hoy. Las luces agresivas en el techo perfilan la alegrรญa de un amor reciente y trasnochado.

Eso pienso mientras se hacen las siete, me alegro de que mis padres estรฉn en el apartamento de verano para no tener que dar explicaciones cuando llegue, y รฉl me lleva a casa.

Dos noches despuรฉs, estoy en la Lonja, charlando con un argentino al que acabo de conocer en la puerta de un bar. La Lonja es el barrio de moda. En la calle adoquinada, estrecha y antigua, se oye el bullicio de los jรณvenes que van de aquรญ para allรก con una copa en la mano. Trabajo mucho entre semana, salgo tarde de la redacciรณn, y luego bebo muy rรกpido. En Palma siempre salgo sola y me encuentro con amigos, o conozco a gente nueva. En Barcelona no me atrevo. Nadie sale solo en Barcelona. Llevo tres aรฑos viviendo en Barcelona. Me gusta salir sola y no saber quรฉ va a pasar. Es sรกbado. Son las tres de la maรฑana. El argentino dice algo. Sรฉ lo que va a pasar si me quedo, le respondo que tengo que irme porque me esperan. Miento, pero da igual.

Voy a su casa. No queda lejos. Cuando llego, recuerdo que nunca he subido. Recuerdo que no sรฉ en quรฉ piso vive y que aรบn llevo el vaso de cerveza en la mano. No hemos vuelto a vernos desde aquel desayuno, no nos hemos llamado ni nada. Podrรญa pulsar todos los timbres del portero automรกtico y despertar a los vecinos, pero no me parece apropiado. Mejor le dejo una nota. Mejor se la dejo en el parabrisas del coche. Busco su coche. No lo veo. Recorro, dando tumbos, las calles de los alrededores. Mierda, no estรก. Vuelvo al portal del edificio. Tiene cuatro plantas, ยฟvivirรก en el primero, en el segundo? ยฟQuรฉ hago? ยฟPruebo? Me siento en el escalรณn que hay en la puerta y busco un bolรญgrafo en el fondo del bolso. Es un bolso de tela, soy algo asรญ como neohippie, llevo un vestido sin mangas largo hasta los tobillos y el pelo muy corto, los ojos muy grandes, carrillos de hรกmster. Le pasarรฉ la nota por debajo de la ranura, y que la encuentre quien la tenga que encontrar. Total, solo quiero decirle que he venido.

No encuentro ningรบn bolรญgrafo en el bolso. ยฟCรณmo es posible? Vaya mierda de periodista. No encuentro ningรบn bolรญgrafo, pero sรญ un mechero. Se me ocurre otra idea. Le escribirรฉ el mensaje a fuego. Si acerco un mechero al papel, la superficie de la hoja se ennegrecerรก, y asรญ puedo apuntar el saludo con letras de palo.

Cuando, cinco minutos mรกs tarde, llega a casa, se encuentra a una loca quemando una hoja de papel sentada en su portal. La loca le dice:

โ€“Tโ€™estava deixant una nota.

ร‰l responde:

โ€“Va, puja.

Fundido a negro.

A la maรฑana siguiente me despertรณ cantando โ€œIโ€™m only sleepingโ€, de John Lennon.

โ€“Te quitรฉ el vestido, estabas catatรณnica perdida โ€“se justificรณ antes de que yo me descubriera en bragas bajo la sรกbana.

โ€“Vร rem follar? โ€“le preguntรฉ.

โ€“Tรญa, por quiรฉn me tomas. No soy necrรณfilo.

Nos fuimos a comer, y luego a su playa favorita que desde ese dรญa se convirtiรณ tambiรฉn en la mรญa, al noreste de la isla. Nadamos desnudos en un mar sin vocabulario. Las algas se amontonaban a un extremo, junto a las rocas. La arena blanca deslumbraba, los cardos marinos y las florecillas de Sant Joan trepaban por las dunas a nuestra espalda, las montaรฑas parecรญan inclinarse, respetuosas, ante el paisaje. El sol quemaba.

De vuelta, encontramos una tortuga de tierra en la pequeรฑa carretera que serpentea desde la zona de Artร  hacia Manacor. Detuvo el coche, y la dejรณ en el campo para que no la atropellaran. Dijo que por aquella zona habรญa muchas tortugas, y que รฉl, en el chalet de sus padres, a las afueras, tenรญa setenta tortugas de varias especies del mundo. Las mรกs peligrosa era una chelydra, tambiรฉn llamada snapper o tortuga mordedora, capaz de arrancarle una mano a un niรฑo. Le habรญa construido una piscina aparte, para que no se peleara con las demรกs. Sus californianas u orejas rojas habรญan crecido tanto que, en una ocasiรณn, rodearon, atacaron y devoraron a una de las palomas de su padre, que era colombรณfilo. โ€œColombรณfilo no es nada pervertidoโ€, solรญa bromear. La paloma se habรญa acercado a beber al estanque. Esas palomas valen una pasta, y cuando รฉl llegรณ, solo encontrรณ sus alas flotando en el agua. No me lo creรญ del todo. Yo tuve dos galรกpagos de pequeรฑa, uno se escapรณ y el otro muriรณ de pena. Eso me dijeron. No me los imagino atacando a nadie. ยฟHabรญa visto La leyenda del indomable?, preguntรณ al volante. ยฟCuรกl, esa en la que Paul Newman se come cincuenta huevos duros? Sรญ. Pues cuando estรกn haciendo trabajos forzosos, รฉl caza una chelydra, la levanta cogiรฉndola por la cola. Ah, respondรญ yo.

El sol se recostรณ sobre la tierra seca, los algarrobos alargaron perezosos sus sombras sobre los mรกrgenes de piedra, el cielo anaranjado se anudรณ en mi pecho, escuchรกbamos a Elvis Costello, y sentรญ a la vez todo.

Pasamos juntos lo que quedaba de aquel verano. Nos veรญamos a la salida del diario y le acompaรฑaba a ensayar, o tomรกbamos cervezas en bares baratos. Su sueldo como profesor de inglรฉs no le daba para mucho. A mรญ me pagaban cincuenta mil pesetas en aquel periรณdico de distrito donde habรญa empezado a trabajar despuรฉs de clase, en Barcelona, y no me pagaban nada en ese diario sin lectores de Mallorca donde hacรญa las prรกcticas estivales.

Me contรณ que habรญa vivido una temporada en Ontario, y que al sacar la basura en invierno, tenรญa que ir con cuidado para que no se lo comiera un oso. Los mocos se le congelaban al respirar.

Hicimos el amor muchas veces, en sitios extraรฑos. La primera vez que me corrรญ, en un lugar tan prosaico como su cama, estallรฉ en una carcajada. Creyรณ que me reรญa de รฉl. Pero no, pero espera, no te enfades, perdona, perdona, intentaba entre risas. Llevaba tres aรฑos acostรกndome con profesores de sexologรญa aplicada, neurรณticos estudiantes de psicologรญa y algรบn que otro barman con un tatuaje de Peter Pan en el brazo, y nunca lo habรญa conseguido. Pensรฉ que lo del orgasmo era un mito. Lleguรฉ a creer que era frรญgida.

Fuimos a celebrarlo. Cenamos pescado fresco y marisco en la lonja. Era como si probara el pescado y el marisco por primera vez. Bebimos.

Bebรญamos mucho, bebรญamos sin parar, tenรญamos sed. ร‰l tenรญa catorce aรฑos mรกs que yo. Era muy nervioso y todo lo hacรญa con prisa. Todo lo vivรญa intensamente, y en eso โ€“como en tantas otras cosasโ€“ รฉramos parecidos. Tambiรฉn melodramรกticos y apasionados e impulsivos. Un dรญa, a finales de agosto, se puso a llorar. O llorรฉ yo y le contagiรฉ, no me acuerdo. Fue de repente, sin venir a cuento. Faltaba menos de una semana para que yo volviera a Barcelona y no sabรญamos cรณmo podrรญamos vivir, a partir de entonces, el uno sin el otro. Estamos en su habitaciรณn, abrazados, yo intento quitarle hierro al asunto y ser resolutiva, habrรก dos puentes en septiembre, puedo venir, y en octubre es el cumpleaรฑos de mi padre, es una buena excusa, y si no tambiรฉn puedes venir tรบ.

ร‰l dice que no es justo. Estรก furioso. Sรญ, esa es la palabra. Nos querรญamos furiosamente. Nos querรญamos a rabiar.

Ahora tengo la edad que tenรญa รฉl cuando lo dejamos. Cuando veo su nombre en la pantalla del mรณvil, mi corazรณn da un vuelco. Hace aรฑos que nos perdimos la pista. Son las nueve y veinte de la maรฑana. Descuelgo. Acabo de llegar al gimnasio. Silencio al otro lado. Se la devuelvo enseguida, pero no contesta. Mi nombre no empieza por A ni estรก entre sus contactos frecuentes, no puede haberlo marcado sin querer. Pienso en lo peor. Pienso en una hermana decidiendo a cuรกles de esos contactos comunicarles la mala noticia. Al ver mi nombre, esa hermana suya considera que sรญ, que deberรญa decรญrmelo. Marca sin pensar. Luego se pone nerviosa, o llora, o se dice que ha pasado demasiado tiempo y que a lo mejor ese nรบmero ya no me corresponde.

Sentada en el banco del vestuario, envรญo un mensaje: โ€œHola. Creo que me has llamado sin querer. ยฟVa todo bien? ยกBesos!โ€ Luego voy a nadar.

En la piscina, recuerdo la vez que fuimos a un concierto de Robyn Hitchcock, en el Luz de Gas. Habรญa poca gente y, al final, lo entrevistamos en el camerino. Yo fingรญa que tomaba apuntes, y รฉl fingรญa que traducรญa al inglรฉs lo que yo le decรญa, preguntรกndole, en realidad, lo que le daba la gana. ร‰l tenรญa todos los discos de Hitchcock. Hitchcock tenรญa una botella de vino tinto metida en un cubo de hielo.

Tambiรฉn nos hicimos muchas fotos. Salgo desnuda en una cala, entre la niebla, el agua es plana y gris. Me sorprende reconocer aรบn en el espejo ese mismo cuerpo anguloso. Alguien dijo: โ€œTienes unas arrugas que no te mereces.โ€ Son de haberme reรญdo y no ponerme crema cuando tocaba y de no comer fruta. Pero la flaccidez me aflige, percibo que voy convirtiรฉndome en una mujer invisible. Demasiado pronto. Es como si todo me ocurriera siempre a la edad equivocada. Como si hubiera realmente una edad para cada cosa.

ร‰l tenรญa devociรณn por los tsunamis y los tiburones blancos. Tambiรฉn le obsesionaba el precio de las cosas. Era incapaz de decir lo bien que habรญa comido en un restaurante sin aรฑadir la cifra exacta de lo que le habรญa costado.

Hacรญamos excursiones por Mallorca. Me llevaba a lugares en los que no habรญa estado, como Cala Mesquida, donde construyeron un macrohotel que la destruirรญa para siempre. Tengo fotos de los pinos retorcidos por el viento sobre la arena, y fotos de nuestras sombras fundidas en una.

Un dรญa, en el coche, al volver de Sa Calobra, puso la canciรณn โ€œThe year of the catโ€. Siempre odiรณ los solos, cualquier tipo de solo, en cualquier composiciรณn; consideraba los solos una paja hortera. โ€œThe year of the catโ€ estรก plagado de solos. Sacรณ la cinta del radiocassette y la lanzรณ por la ventanilla. Dijo: โ€œPuto Al Stewart…โ€

Otra vez, en la Serra de Tramuntana, detuvo el coche, saliรณ. Pensรฉ que iba a mear, pero volviรณ con un trozo de musgo que puso sobre mis rodillas. Dijo:

โ€“Te quiero… โ€“musgo.

Fotografiรณ mi primer orgasmo de 1999. Justo cuando acabรกbamos de hacer el amor, y yo me reรญa y lloraba al mismo tiempo, mi cuerpo temblaba. Cogiรณ la cรกmara que tenรญa en la mesita de noche y disparรณ. En la foto tengo los ojos hinchados y una mueca entre feliz y sorprendida llena de dientes, los pechos pรกlidos y, como estoy tumbada boca arriba, tambiรฉn papada. Estoy horrible, la foto es pรฉsima, y no cabe en ella mรกs belleza.

Cuando vuelvo al vestuario, despuรฉs de cruzar la memoria a nado, ha contestado. Me alegra comprobar que sigue siendo el mismo malhablado incorregible. Estรก hasta los huevos de un puto mรกster que lo lleva de culo. Dice que quien me ha llamado ha sido su hijo de cinco aรฑos, que le ha cogido el mรณvil. Le contesto que le dรฉ recuerdos: gracias al juego infantil de ese niรฑo al que no conozco, nos hemos puesto al dรญa.

Empieza el verano, otra vez. Tengo el pelo largo y empapado. Nos conocimos una noche sin luna. Esta noche habrรก luna llena. ~

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(Palma de Mallorca, 1977) es escritora y periodista. En 2010 ganรณ el Premio Josep Pla con la novela Egosurfing (Destino).


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