Luego de la noticia de que el encargado de despacho del FCE, Paco Ignacio Taibo II, operarรญa para vender libros a un precio bajรญsimo (las notas consignaron los diez pesos como la cifra que resumรญa toda la estrategia), las respuestas de los sectores editoriales e intelectuales no se hicieron esperar. No era para menos. La empresa de PIT II, poco clara, por demรกs, desatรณ debates sobre la infraestructura de distribuciรณn de libros en Mรฉxico, la existencia de editoriales estatales e independientes, el tipo de mercancรญa sui generis que son los libros, la selecciรณn editorial, entre muchos otros. Una de las principales querellas se basaba en un dilema de origen: o bajar el precio de los libros o alimentar el sistema de bibliotecas pรบblicas. La oposiciรณn, falaz, por cierto, calaba hondo porque se engarzaba con el otro gran debate que se iniciรณ al mismo tiempo: la presentaciรณn de la Estrategia Nacional de Lectura, marco dentro del cual el precio de los libros era solo un apartado. La conversaciรณn tornรณ hacia preguntas prรกcticas: ยฟcรณmo fomentar la lectura en Mรฉxico?, ยฟcรณmo hacer que los que leen sean mayorรญa?
โLos que leenโ, mรกs que descripciรณn, es caracterizaciรณn. No importa que desde hace unos treinta aรฑos la pedagogรญa haya complejizado el problema al ampliar el concepto. En la educaciรณn se habla de โprรกcticas de lecturaโ a fin de incluir la diversidad de comportamientos de interpretaciรณn y producciรณn de imaginarios.
Pero en los debates sobre la lectura se habla a partir de polos irreconciliables. No es extraรฑo que una buena parte de la historia cultural del paรญs se haya escrito a partir de la divisiรณn entre โlos que leenโ y โlos que no leenโ, eso es, por ejemplo, la base del poder secular desde la Nueva Espaรฑa, como lo mostro รngel Rama en La ciudad letrada. Toda polarizaciรณn, sin embargo, esconde una toma de poder de quien la pronuncia y aplana los matices de quienes la escuchan.
La distinciรณn entre personas que leen y personas que no es un asunto de clase social y de capital simbรณlico. Esto, que resulta a estas alturas una obviedad, es mรกs interesante cuando lo pensamos no solo como prรกcticas y formas de hacer, sino sobre todo como relatos que nos contamos para darles sentido a esas prรกcticas. Lo que en la conversaciรณn habรญa sido una pregunta prรกctica se devela muy pronto como una pregunta metafรญsica: ยฟa los cuรกntos aรฑos te diste cuenta de que eras uno de los que leen?
En su fundamental estudio de sociologรญa de la literatura, Las reglas del arte (1992), el sociรณlogo francรฉs Pierre Bourdieu estudia la manera en que el asรญ llamado campo literario se forma mediante relaciones entre poderes, prรกcticas, posiciones y disposiciones. El campo literario estรก en relaciรณn con el campo ideolรณgico y con el econรณmico, a partir de ellos es que puede considerarse mรกs o menos autรณnomo; cada persona involucrada en รฉl parte de una posiciรณn para llegar a otra; estas son definidas simultรกneamente por el capital econรณmico y por el capital cultural. A las estrategias con las que los participantes esperan trazar una trayectoria las llama disposiciones. El relato que nos contamos sobre cรณmo nos hicimos parte del club de los que leen es una disposiciรณn, una manera ritualizada en la que deseamos explicar nuestra pertenencia a un campo especรญfico de relaciones. Por eso es que la mayorรญa de los relatos son tan parecidos, no media entre ellos la cercanรญa a la verdad sino la posibilidad de la verdad. No es que sean falsos, sino que son parciales.
Estos relatos podemos reunirlos bajo la idea del โmito letradoโ. Mรกs que la historia, que explica de dรณnde venimos, el mito letrado suele ser lo que nos explica dรณnde queremos acomodarnos. Por eso es que la gran mayorรญa se aleja de las historias populares o poco sofisticadas de cรณmo se hizo lector y usa fรณrmulas propias del Bildungsroman o de la genealogรญa. La herencia es, acaso, la mรกs prestigiosa de las fรณrmulas para ser de los que leen. El relato de quien descubre los tesoros de la ficciรณn en la biblioteca del hogar o de quienes lo hacen en la resolana de la tarde con la voz de los abuelos que leรญan historias. La herencia garantiza la pertenencia a un medio no solo por voluntad sino por destino. Quรฉ serรญa renunciar al placer de la lectura sino hybris. Otra fรณrmula del mito letrado es el tรณpico del camino de Damasco. Un dรญa alguien nos descubriรณ el mundo de la literatura que, como un rayo, partiรณ la vida en antes y despuรฉs de un libro. Esta versiรณn de la historia puede concentrarse en quien nos dirige o en el objeto que, como orรกculo, nos revelรณ una mejor versiรณn de nosotros. El nacimiento de una vocaciรณn se completa cuando se transforma en evangelio. Ademรกs de lectores, decidimos ser entonces apรณstoles de la lectura.
Que los mitos del letrado existan no significa que lo que se cuenta sea una mentira, mรกs bien que se trata de una forma comรบn de la verdad. Una forma que sin embargo implica una manera de ver el mundo en que las mediaciones no aparecen sino como accidentes. La escuela, los procesos de formaciรณn, los compaรฑeros de clase, las parejas sentimentales, la familia, los amigos, enemigos, las bibliotecas, el tiempo muerto en el transporte pรบblico, los puestos de revistas, los parques, el ocio, la piraterรญa, las tareas, la mรบsica, los videojuegos… Todo puede formar parte de una cadena de transmisiรณn y confirmaciรณn de gusto por la lectura. Que todo eso sea potencialmente relevante no significa que lo sea o que lo serรก. Al contar una historia que replica el mito letrado hacemos a un lado las numerosas mediaciones que permitieron o imposibilitaron que seamos o no parte de los que leen. Al situar el origen en relaciones como la herencia o en objetos como un libro especรญfico, tendemos a olvidar que la lectura, en tanto prรกctica social, es el resultado de numerosos encuentros, desencuentros y mediaciones. Sustituimos el mito por la complejidad y la contradicciรณn y lo hacemos base de la polรญtica pรบblica.
Ante los intentos del actual gobierno por formar lectores, una pregunta que se centre, para bien o para mal, en el precio del libro es una pregunta que atiende un fetiche y no una prรกctica. La pregunta habrรญa de ser quรฉ lugar queremos que ese objeto en especial ocupe en la ecologรญa de los modos de leer. Un libro accesible no es valioso solo porque su costo no represente la mitad del salario diario de una persona, sino sobre todo porque abre la posibilidad del accidente en el que alguien se haga de รฉl con las mediaciones pertinentes. Mรกs que preguntar cรณmo nos hicimos, habrรญa que preguntarnos cรณmo lo compartimos. ~