El modelo lo da el mundo

La escritora Julie Hayden debió de ser una persona torturada, de sensibilidad exacerbada. “Tenía todo tipo de temores.” Publicó solo un libro y murió a los 42 años. Hoy en día se la compara con Lorrie Moore, Mary Robison o Sylvia Plath.
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En el prólogo y el epílogo a la edición española de Las listas del pasado, publicado por la editorial Muñeca Infinita, nos enteramos de las circunstancias de la vida de su autora, la estadounidense Julie Hayden, que solo publicó este libro. Lo que apuntan S. Kirk Walsh y la traductora al español de los cuentos, Inés Garland, se puede tratar de rastrear en los textos. Hayden vivió solo hasta los 42 años. Debió de ser una persona torturada, de sensibilidad exacerbada. Kirk Walsh recoge algunas palabras de su hermana menor: “Tenía todo tipo de temores.” Hayden formó parte de la redacción de The New Yorker, que según el escritor y editor Daniel Menaker en aquellos años “estaba llena de excéntricos” entre los que ella encajaba a la perfección. En 1976 Viking Press publicó por primera vez los cuentos en forma de libro, que tuvo una muy buena recepción crítica. Pero pasó el tiempo y el libro quedó medio olvidado, hasta que en 2010 Lorrie Moore eligió uno de los cuentos para leerlo en un podcast dedicado a cuentos publicados en The New Yorker. En 2014, la pequeña editorial Pharos Editions sacó una nueva edición, y de esa manera se consumó la recuperación de una autora a la que hoy en día se compara con la propia Moore, Mary Robison o Sylvia Plath.

El libro está dividido en dos bloques. La primera parte se titula “Vidas breves”, y es una colección de seis cuentos en los que destacan, de entrada, un par de cosas: el planteamiento un poco vagaroso, como la voz de quien se hubiera visto asediado por gran cantidad de impresiones que pretende agarrar al vuelo, aun sabiendo que la mayor parte se le escaparán (imagino a alguien que, cruzando un paraje frondoso, quisiera apartar con las manos las ramas que le obstaculizan el paso, y al hacerlo encontrase que de las ramas salen flores tan bellas que merecen que se detenga a mirarlas y por un momento olvide a dónde iba) y la presencia constante del mundo animal o, menos frecuentemente, vegetal, curiosamente en las comparaciones que salpican el texto, de modo que la naturaleza aparece como referencia o mundo verdadero con el que comparamos los hechos cotidianos, que de otro modo no se comprenderían. Pondré algunos ejemplos de eso: “la palma rosada [de un bebé] se abre y se cierra rítmicamente como una anémona de mar”, o “sus brazos como ramas pequeñas”, o “trató de reptar abrazando el tronco, como una oruga celosa”, o un hombre “con unas patillas pequeñas en forma de orugas”, o “el viento le volaba el pelo como las orejas de un spaniel” y hasta el teléfono (recordemos que se trata de un aparato de los antiguos) “lo apoya a su lado en el edredón como a un gatito blanco”. En resumen, nos encontramos con una cantidad asombrosa de fugas momentáneas al orden animal, donde todo parece más de fiar, más estable.

Un caso muy llamativo lo encontramos al leer la frase “nunca congenió con Nuestra Señora; prefería con creces al Espíritu Santo, tal vez porque era un pájaro”, lo cual no es exactamente una comparación con el mundo animal al modo de las de más arriba, pero delata mediante el humor a la apasionada ornitófila que era Hayden, tal y como nos enteramos por los textos de introducción y cierre del libro. No debemos confundir al personaje con la autora, pero sí la podemos reconocer en cómo lleva a los personajes a fijarse en lo que ella se fijaría.

La lectura de los seis primeros cuentos es crecientemente absorbente. Diría que entrar en el tono de Hayden lleva su tiempo, pues la autora parece encontrar tantas asociaciones a partir de lo que está diciendo que avanzamos en una sensación de nebulosa, lo que por otro lado funciona de manera solidaria con algunos de los personajes, que parecen moverse por el mundo como a través de una niebla. A la vez Hayden construye imágenes muy persistentes, como por ejemplo en el cuento dedicado a los niños que han encontrado como entretenimiento de verano el entierro ceremonial de los pajarillos u otros animales que encuentran muertos.

La segunda parte del libro consta también de seis cuentos, pero en este caso conforman una unidad. Narran los últimos días de vida de un hombre. No es un drama. Es algo triste y natural. Ha vivido una buena vida, bien aprovechada. Sigue casado, tiene dos hijas que van a verles a menudo y también algunos nietos pequeños. Lo que más le gusta es ocuparse del jardín. Las listas del pasado que se mencionan en el título son seguramente las listas que se hace el hombre, ya jubilado, para facilitarse el cuidado de las flores, a partir de las cuales se despliega el texto. Jugando con el foco, Hayden se extiende en escenas cotidianas protagonizadas por cada uno de los miembros de la casa, entre los que está también el jardinero que va a ayudar al hombre y al que acompañamos en su trayecto hasta el entierro, al que llega tarde. Escena a escena se va componiendo la trama del tiempo de despedida del escritor de las listas, desde el primer susto que lo lleva al hospital hasta su momentánea recuperación, y la casa que han construido a lo largo de los años y que por supuesto es más que un edificio rodeado de un jardín, que es todo un modo de vivir y de relacionarse las personas unas con otras, y de ir dejándose un testigo, esa casa es también un personaje más. Así consigue Hayden transmitir la sensación, quizá era su percepción de las cosas, de que el mundo es una extensión que parece inabordable y en la que, de vez en cuando y con solo atender a aquello que nos llama, podemos encontrarle un sentido a lo misterioso. ~

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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