El regreso de la sociedad civil

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Comienzos

Hace cuarenta aรฑos, la mera menciรณn del sintagma sociedad civil causaba una mezcla de desconcierto, malentendido y confusiรณn. Las dos pequeรฑas palabras servรญan para detener la conversaciรณn. Parecรญan ultramundanas, fantasmales y estรฉriles: no parecรญan ni palabras. Eran excepciones. Hablar de sociedad civil tenรญa un valor de antigรผedad para pensadores e historiadores polรญticos conscientes de que en otra รฉpoca designaba una entidad polรญtica bien gobernada estructurada por leyes, como ocurrรญa cuando la usaban desde filรณsofos como Aristรณteles (koinลnรญa politikฤ“) hasta escritores polรญticos europeos de la primera modernidad como Hobbes y Locke, o que aludรญa a un espacio de asociaciรณn para ciudadanos propietarios que vivรญan en una monarquรญa constitucional o una repรบblica, que era el significado que pensadores modernos posteriores como Adam Ferguson, Hegel y Tocqueville contribuyeron a popularizar durante las convulsiones revolucionarias del periodo de 1750 a 1850. Otra excepciรณn era la forma en que estudiosos y activistas japoneses y latinoamericanos presentaban los argumentos para mantener con vida las ideas de Antonio Gramsci sobre la importancia estratรฉgica de las โ€œfortalezas y casamatasโ€ de la societร  civile. Pero hasta hace cuatro decenios eran excepciones locales. Cualquier menciรณn del sintagma sociedad civil provocaba un alzamiento de cejas y un silencio confuso. En algunos contextos, la expresiรณn causaba desagrado y rechazo, como en Alemania, donde hasta comienzos de los aรฑos ochenta bรผrgerliche Gesellschaft se entendรญa como un tรฉrmino con fuertes connotaciones de โ€œsociedad burguesaโ€, utilizado con propรณsitos diferentes por Marx y Hegel. El sintagma apestaba y, por eso, en la escena polรญtica berlinesa, al final se sustituyรณ por un neologismo que sonaba mejor, Zivilgesellschaft.

Habรญa tambiรฉn contextos como Checoslovaquia, donde aprendรญ de primera mano que habรญa cosas que se perdรญan en la traducciรณn y la gente se quedaba callada porque literalmente no tenรญan palabras en el diccionario para captar el significado de la sociedad civil. Pero, pese a las dificultades, el tรฉrmino sociedad civil, espolvoreado y espoleado por numerosas fuerzas, se convirtiรณ en lo que los alemanes llaman un concepto bรกsico (Grundbegriff), un tรฉrmino que atraรญa una gran atenciรณn, provocaba controversias pรบblicas en la calle y en el mundo de los periรณdicos, los libros y los panfletos y, de manera mรกs dramรกtica, que contribuyรณ a producir resistencia polรญtica y convulsiones polรญticas importantes en varios continentes.

La nueva conversaciรณn en torno a la sociedad civil era, en cierto sentido, la resurrecciรณn del viejo significado del tรฉrmino de los siglos XVIII y XIX. Preservaba la distinciรณn entre instituciones estatales y el dominio no estatal de la sociedad civil. Pero tenรญa una nueva potencia marcada por un sentido definido de urgencia que atravesaba las fronteras como nunca antes. Se rompieron sus dolorosos vรญnculos con la clase media y la propiedad privada. Ayudada por la obra de activistas clandestinos, intelectuales pรบblicos, periodistas, obreros, creyentes religiosos, think tanks, fundaciones filantrรณpicas y representantes electos de varios continentes, la sociedad civil se convirtiรณ en el grito aglutinador y un arma letal en manos de ciudadanos que se defendรญan contra el poder arbitrario. Su popularidad en una amplia variedad de contextos era llamativa, incluyendo Rusia, China, Turquรญa, Mรฉxico y el mundo islรกmico. Cuando pensamos en esos aรฑos, vemos que la sociedad civil tenรญa un significado comรบn para millones de personas. De manera simple y ecumรฉnica, el sintagma aludรญa a un vรญvido mosaico de iniciativas no gubernamentales, redes e instituciones: pequeรฑas empresas, sindicatos, casas, ciudades y comunidades rurales, clubes deportivos, plataformas mediรกticas, lugares de veneraciรณn y otras instituciones sociales no gubernamentales, a travรฉs de las cuales los ciudadanos, con una medida de autoconciencia, civilidad y valiente autoconfianza, viven su vida, โ€œunos frente a otrosโ€, se transforman โ€œa travรฉs de la interacciรณn mutuaโ€ (en palabras de Claude Lefort) y resuelven sus conflictos entre sรญ y con los mecanismos del gobierno que sirven para definir, constreรฑir y posibilitar sus actividades.

ยฟEntonces por quรฉ se popularizรณ el tรฉrmino sociedad civil? De manera especialmente obvia, el sintagma se revelรณ descriptivamente atractivo. Las palabras parecรญan adecuadas para designar a grupos socialmente interconectados, asociaciones y redes que operan de forma clandestina, resistencia de las bases al gobierno postotalitario en los regรญmenes unipartidistas de socialismo de Estado de la Uniรณn Soviรฉtica y China. El nacimiento y el florecimiento en catorce meses de la sociedad civil en Polonia (1980-81) mostrรณ que habรญa una realidad que no podรญa desdeรฑarse como un asunto โ€œliberalโ€ o โ€œburguรฉsโ€ de clase media. El sintagma describรญa de forma plausible los esfuerzos de ciudadanos que intentaban derribar dictaduras en Amรฉrica Latina y รfrica. La sociedad civil era un tรฉrmino que resonaba de igual manera con la irrupciรณn de nuevos movimientos sociales como el feminismo, el empoderamiento negro o la polรญtica verde. El sintagma tambiรฉn servรญa como recordatorio de la importancia factual de lo que Karl Polanyi, C. B. Macpherson y otros estudiosos habรญan enseรฑado muchos aรฑos antes: que un lรญmite bรกsico de los proyectos de privatizaciรณn a lo Thatcher es que los seres humanos no nacemos como bienes ni vivimos nuestra vida como objetos a los que poner un precio en el mercado. Toda la idea de la sociedad civil reiteraba la observaciรณn elemental de que la sociedad existe. Representa un desafรญo sociolรณgico descriptivo a la afirmaciรณn de Friedrich von Hayek de que hablar de โ€œsociedadโ€ y โ€œjusticia socialโ€ es โ€œabsurdo, como el tรฉrmino โ€˜piedra moralโ€™โ€. Las comunidades de gente, decรญa el razonamiento de la sociedad civil, no se forman de manera espontรกnea, solo regateando entre multitudes de individuos en escenarios de mercado mutuamente beneficiosos y protegidos por la ley y el gobierno limitado. El individualismo metodolรณgico del razonamiento de mercado es un fraude. No lograba entender los mรบltiples modos en que la gente, libre de la subyugaciรณn autoritaria y violenta, se reรบne en grupos, asociaciones y redes al margen de los grandes negocios y del poder estatal.

Durante los aรฑos 1980 y 1990, la precisiรณn descriptiva del sintagma sociedad civil ayuda a explicar por quรฉ ofrecรญa ventajas estratรฉgicas. Tenรญa verdadero potencial organizativo. En Europa Central y del Este, en los mรกrgenes del imperio soviรฉtico, el sintagma era una estrofa en la poesรญa de la resistencia prรกctica y no violenta al poder total del Estado. Era el tema de la Carta 77, la idea central de Solidarnoล›ฤ‡ en Polonia y el idioma de la resistencia local al gobierno unipartidista en varias ciudades de Yugoslavia, y, durante los meses de final de verano y comienzo del invierno de 1989, golpeรณ las calles, alimentando protestas que culminaron en las llamadas revoluciones de terciopelo que derribaron el imperio de la Uniรณn Soviรฉtica. La sociedad civil tambiรฉn se convirtiรณ en un lema del vocabulario de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, Amnistรญa Internacional y otros organismos globales. Ricas organizaciones filantrรณpicas, como la Fundaciรณn Ford y las Open Society Foundations, financiadas por George Soros, se unieron. Contribuyeron financieramente a sostener esfuerzos que buscaban la reducciรณn de la violencia, mayor fiscalizaciรณn pรบblica y justicia social, y el reconocimiento de los grupos que sufrรญan discriminaciรณn.

La conversaciรณn en torno a la sociedad civil cambiรณ definitivamente el pensamiento convencional sobre cรณmo alcanzar la democracia. Figuraba en el nuevo campo de estudios latinoamericanos acerca de la โ€œtransitologรญaโ€, la cual investigaba el arte de desmantelar las dictaduras militares. Algo similar ocurriรณ en Europa Central y del Este, donde se consideraba que la democracia requerรญa esfuerzos no violentos para defender una pluralidad de asociaciones de ciudadanos contra el gobierno de los Estados y los efectos corruptores de los mercados. Mucho mรกs que luchas para elecciones periรณdicas libres y justas, la democracia en la prรกctica requerรญa esfuerzos estratรฉgicos diseรฑados para detener todas las formas de poder arbitrario en sus pasos, para poner fin a la humillaciรณn, el abuso y la violaciรณn de los ciudadanos en cada dominio vital. Probablemente fortalecรญa este razonamiento una profunda reflexiรณn sobre el significado del poder y el empoderamiento. Por azar, mรกs o menos al mismo tiempo que Michel Foucault subrayaba la necesidad que tenรญan el pensamiento polรญtico y la estrategia polรญtica de โ€œcortar la cabeza del reyโ€, los amigos de la sociedad civil en Europa Central y del Este estaban reimaginando la definiciรณn del poder. Que yo recuerde no habรญan leรญdo a Foucault, y sin embargo sus sentimientos eran mรกs o menos idรฉnticos. โ€œDeja de pensar en el poder como en una entidad fija, como que se encuentra โ€˜ahรญ arribaโ€™, como sinรณnimo de un Estado todopoderoso armado hasta los dientesโ€, instaban. El poder polรญtico no brota en รบltimo tรฉrmino de los caรฑones de ametralladoras, tanques o las pistolas de la policรญa secreta. Los Estados armados no pueden sentarse en sus bayonetas. La ley marcial no puede producir gobiernos duraderos basados en el consentimiento de sus sรบbditos. El poder es omnipresente y viene de todas partes. Circula profundamente en el interior de la gente. Mora en el lenguaje que hablan, en la ropa que llevan y en la comida que comen. Como el poder da forma tanto a las vidas internas como externas de sus sรบbditos, los individuos y los grupos, en una amplia variedad de escenarios, son capaces de rechazos e inversiones de sus fortunas.

La nueva forma de pensar sobre el poder y el empoderamiento se ensamblaba con la presentaciรณn de la sociedad civil como ideal normativo opuesto a todo tipo de metafรญsica y dogmatismo. El ideal de sociedad civil exigรญa el rechazo inflexible a utopรญas de armonรญa social, un orden polรญticamente implementado y la posterior muerte de la vida pรบblica y la polรญtica. Desde el punto de vista normativo, hablar de sociedad civil requerรญa un respeto pรบblico y privado por el pluralismo รฉtico y los desacuerdos vividos sobre las normas. Llamaba a los ciudadanos a seguir el principio de vivir y dejar vivir, de dar y tomar activamente y ver el mundo como si fuera โ€œuna buena obraโ€ en la que โ€œtodo el mundo tiene razรณnโ€ (para citar las palabras bien conocidas y en la รฉpoca muy citadas del dramaturgo alemรกn Friedrich Hebbel). La sociedad civil implicaba el derecho a ser diferente. La visiรณn normativa de una sociedad civil vibrante tambiรฉn iba contra el viejo y mal hรกbito socialista de suponer que la igualdad requerรญa la desapariciรณn de las diferencias y la homogeneizaciรณn de las identidades. En cambio, sociedades civiles vibrantes tienen sistemas innatos de alarma temprana para detectar Grandes Ideologรญas metafรญsicas que reivindican respuestas comprensivas a todas nuestras preguntas sobre cรณmo vivir en nuestro planeta. Las sociedades civiles rechazan las ideologรญas porque nos distraen del aquรญ y ahora, nos impiden apreciar la belleza y complejidad de la vida; peor todavรญa, las ideologรญas actรบan contra la aceptaciรณn de las diferencias y por tanto tienen consecuencias potencialmente autoritarias, violentas y despรณticas. El filรณsofo britรกnico de origen checo Ernest Gellner capturรณ esta idea sucintamente en un importante texto de la รฉpoca, Conditions of liberty (1994). La gran ventaja normativa de la visiรณn de una sociedad civil, seรฑalaba, es que alentaba a los individuos, grupos y redes a vivir pacรญficamente, libres de la humillaciรณn, con dignidad. Al construir โ€œtantas escaleras independientesโ€, una sociedad civil permite โ€œque la gente crea estar en lo alto de la escaleraโ€ y suponer que su escalera โ€œes la que de verdad importaโ€.

Tambiรฉn habรญa algo de especial importancia รฉtica sobre la recepciรณn de la sociedad civil durante este periodo: se hacรญan esfuerzos filosรณficos para inyectar el concepto de sociedad civil en la nociรณn e ideal de democracia. La consecuencia era que la democracia, como mรญnimo, acabรณ refiriรฉndose normativamente a una entidad polรญtica y toda una forma de vida en la que el poder potencialmente abusivo de gobierno y empresas predatorias podรญa controlarse y equilibrarse a travรฉs de una sociedad civil cuyas relaciones de poder estaban simultรกneamente sometidas a los contrapesos y al escrutinio de gobiernos e instituciones de evaluaciรณn nacidas de la sociedad civil. Como intentรฉ explicar en Vida y muerte de la democracia (2018), el ideal normativo de la democracia monitorizada estaba entre los frutos de este movimiento teรณrico. Pero habรญa mรกs. El sintagma sociedad civil hacรญa que toda la idea de democracia mostrara sus fundamentos metafรญsicos. La democracia ya no podรญa concebirse como una forma esplรฉndida de vida originada en las creencias en Dios, la historia, la verdad y otras bases metafรญsicas. A partir de entonces la democracia se considerarรญa como la condiciรณn de posibilidad de vivir sin la metafรญsica, los empujones y tirones, la subyugaciรณn y la violencia tรญpicamente asociados a la creencia en los Absolutos. Eso tambiรฉn significaba que es una forma de polรญtica que democratiza el principio del Pueblo Soberano. No siente ninguna urgencia de arrodillarse y adorar un cuerpo ficcional imaginario llamado โ€œel Puebloโ€. La polรญtica democrรกtica rechaza el populismo. Solo tiene consideraciรณn por la gente de carne y hueso en toda su heterogeneidad vivida. El ideal normativo de la sociedad civil presenta un desafรญo formal a los dogmรกticos de todas las persuasiones. La democracia se convierte en el guardiรกn de la diversidad y el pluralismo, la humildad y la heterarquรญa (Warren McCulloch). Es toda una forma de vida equipada con conjuntos de instituciones de gobierno y sociedad civil diseรฑadas para compartir el poder, para proteger a la gente de la humillaciรณn y la explotaciรณn en manos de unos pocos, y para permitir que vivan juntos como iguales, sin deshonra ni degradaciรณn.
 

Eclipse

Desde mรกs o menos el aรฑo 2000, le ocurrieron dos cosas a la conversaciรณn en torno a la sociedad civil: el sintagma empezรณ a perder poco a poco su visibilidad pรบblica y (la cara B) se convirtiรณ en un marchito sinรณnimo del llamado โ€œtercer sectorโ€ filantrรณpico, ubicado fuera de las fronteras de mercados y Estados.

ยฟCรณmo es que el ideal de sociedad civil quedรณ arrinconado y se convirtiรณ en una pรกlida sombra de su ser anterior? Habรญa numerosos factores convergentes, el mรกs obvio de los cuales era el esfuerzo por prohibir el uso pรบblico de la expresiรณn, como ocurre desde 2013 en la Repรบblica Popular China, donde un comunicado de la Oficina General del Partido Comunista Chino (llamado Documento 9) denunciรณ la expresiรณn (gลngmรญn shรจhuรฌ) como un arma polรญtica utilizada por varias โ€œfuerzas occidentales antichinasโ€. Habรญa, tambiรฉn, esfuerzos por revelar la expresiรณn como fallida o puro absurdo. Foucault alegaba que el discurso en torno a la sociedad civil estaba infectado de โ€œuna especie de maniqueรญsmo que aflige a la nociรณn de โ€˜Estadoโ€™ con una connotaciรณn peyorativa mientras que idealizaba a la โ€˜sociedadโ€™ como algo buenoโ€.

Pensadores republicanos preocupados por definir y proteger las virtudes pรบblicas y el bien comรบn argumentaban que la รฉtica de la sociedad civil esquivaba โ€œel desafรญo de determinar lo que comprende una sociedad buena y no meramente civilโ€ (Amitai Etzioni). Habรญa argumentos que decรญan que la sociedad civil era una frase que sonaba bien y justificaba la dominaciรณn neocolonial occidental. El historiador y activista pacifista Edward Thompson me dijo varias veces que al emplearse del lado de los โ€œdisidentesโ€ en la Europa Central y Oriental el sintagma sociedad civil corrรญa el riesgo de cuestionar los logros del โ€œsocialismoโ€ en el bloque soviรฉtico. La Liga Yugoslava de Comunistas me acusรณ oficialmente de ser un apologista burguรฉs. Intelectuales neomarxistas como Ellen Meiksins Wood decรญan que todo el parloteo sobre la sociedad civil servรญa como ideologรญa del capitalismo contemporรกneo, mero camuflaje retรณrico de รณrdenes polรญticos dominados por la clase y la llamada democracia parlamentaria. En un extraรฑo giro del destino, esos ataques sumaron sus fuerzas a las del principal enemigo de la sociedad civil, el neoliberalismo. Think tanks, ONG, ejecutivos empresariales, acadรฉmicos, periodistas, polรญticos y gobiernos se convencieron de que la privatizaciรณn de las funciones estatales y el fortalecimiento de los procesos mercantiles eran necesarios y correctos y que esto, a su vez, requerรญa una reflexiรณn sobre cรณmo las relaciones entre el Estado, la sociedad civil y la cooperaciรณn pรบblica y privada podรญan regularse mejor a travรฉs de acuerdos de โ€œgobernanzaโ€. La gobernanza, normalmente mal definida, se convirtiรณ en el mantra de los diseรฑadores de polรญticas en muchos escenarios distintos. Describรญa y recomendaba procesos de toma de decisiรณn acometidos no solo por Estados sino por empresas, asociaciones profesionales y redes. โ€œLa gobernanza difiere del gobierno en que se centra menos en el Estado y sus instituciones y mรกs en prรกcticas y actividades socialesโ€, escribiรณ Mark Bevir, uno de sus principales analistas, a quien le gustaba seรฑalar la afinidad entre el tรฉrmino gobernanza, entendido como โ€œtodas las formas de coordinaciรณn y patrones de gobiernoโ€ y la preocupaciรณn neoliberal por la reforma del sector pรบblico diseรฑada para โ€œpromover mercados, subcontrataciรณn, redes y gobierno coordinados frente a la jerarquรญa burocrรกticaโ€. El tรฉrmino estaba marcado por una vaguedad y vacuidad unidas a fuertes connotaciones de la necesidad de gobiernos, negocios y cuerpos profesionales para conjugar sus demandas competitivas y trabajar para armonizar las normas, reglas y procesos de toma de decisiรณn que regรญan sus interacciones. La gobernanza significaba resolver problemas, una conducciรณn estable y armoniosa, y una administraciรณn competente. Sus variantes eran designadas con lemas como โ€œgobernanza colaborativaโ€, โ€œgobernanza participativaโ€ y โ€œgobernanza multinivelโ€. En cada caso, la โ€œbuena gobernanzaโ€, una expresiรณn preferida, aludรญa a una gestiรณn clara y coherente, polรญticas factibles y su implementaciรณn fรกcil y mensurable por sujetos no especรญficos. En consecuencia, asuntos que tenรญan que ver con los actores que deciden pรบblicamente cuรกnto, cuรกndo y cรณmo, y si deberรญan hacerlo, asรญ como cuestiones de poder y de la forma en que se pueden prevenir pรบblicamente sus abusos, se perdieron. Tambiรฉn lo hizo la categorรญa de la sociedad civil, que en el mejor de los casos se veรญa como el mero apรฉndice de la cooperaciรณn gubernamental y empresarial, los acuerdos pรบblicos y privados entre โ€œaccionistasโ€, mecanismos de mercado y burocracia gubernamental de arriba a abajo guiados por โ€œmarcos analรญticos de gobernanzaโ€.

La jerga entumecรญa, pero surtรญa efecto. La degradaciรณn del concepto de sociedad civil posiblemente convenรญa a la era antipolรญtica del neoliberalismo. Durante un tiempo, consolidaba la tendencia general hacia el desmantelamiento de las instituciones estatales de bienestar, la desregulaciรณn de los mercados, el poder creciente de los bancos y las instituciones crediticias, y el รฉnfasis pรบblico en la provisiรณn privada, la adquisiciรณn de dinero, el enriquecimiento y el consumo domรฉstico alimentado por la deuda. El impulso organizado hacia un capitalismo levemente regulado pero extremadamente agresivo lubricado por el crรฉdito barato amenazaba con la extinciรณn del lenguaje de la sociedad civil. El sintagma se vio obligado a retroceder. Donde sobrevivรญa, lo hizo de manera reducida, disminuida, como un sinรณnimo de actividades voluntarias, sin รกnimo de lucro, de caridad.

Al ver cรณmo se produjo esa reducciรณn, cuando analizamos de forma retrospectiva, resulta claro que esos defensores de la sociedad civil que pensaban en ella como equivalente al โ€œtercer sectorโ€ eran cรณmplices voluntarios o inconscientes del neoliberalismo. Tambiรฉn estaban implicadas las contribuciones de intelectuales destacados como Jรผrgen Habermas, que consideraba a la sociedad civil como el equivalente del โ€œmundo de la vidaโ€ (Lebenswelt), un espacio de acciรณn comunicativa que no pertenece al Estado ni al mercado y donde los ciudadanos crean significado juntos y se forman a sรญ mismos en la deliberaciรณn pรบblica. El รฉnfasis en las esferas pรบblicas en esta concepciรณn limitada de la sociedad civil mantenรญa vivos los ideales de la polรญtica no violenta y la participaciรณn ciudadana en los asuntos pรบblicos. Pero, desde el punto de vista teรณrico, la geografรญa conceptual del enfoque habermasiano tenรญa defectos. Se concedรญa demasiado espacio al poder estatal y a mercados movidos por el dinero, guiados por la producciรณn de bienes y el intercambio, como si esas lรณgicas de subsistemas โ€œsuperioresโ€ de capitalismo organizado por el Estado fueran imperativos irrompibles sometidos en el mejor de los casos a las presiones de la sociedad civil de manera โ€œsolo indirectaโ€, en palabras de Habermas. El monitoreo pรบblico del poder en esos sectores a travรฉs de tribunales, parlamentos, comisiones anticorrupciรณn, sindicatos, organizaciones de mujeres, redes ecologistas y otros cuerpos de vigilancia fue pรบblicamente desdeรฑado. Tambiรฉn se perdiรณ la riqueza y relevancia continuada de la descripciรณn originaria de la primera modernidad que presentaba a la sociedad como algo que incluรญa los mercados.

La โ€œexperiencia de mercadoโ€ (Robert E. Lane) y otras instituciones de la sociedad civil tienen en comรบn ciertas reglas sociales y hรกbitos del corazรณn en comรบn. Los procesos del mercado de producir, comprar, vender y consumir bienes estรกn incrustados en un habitus social anclado en el trabajo no remunerado del hogar. Los mercados tambiรฉn tienen ciertos efectos socializadores o โ€œcivilizadoresโ€ (como el propio Marx seรฑalรณ al analizar la โ€œsocializaciรณn de la producciรณnโ€ bajo condiciones capitalistas). Las sociedades civiles estructuradas por procesos de mercado requieren funcionalmente la no violencia; el dinero y la capacidad del cรกlculo monetario; la contenciรณn de los actores y su amor propio cuidadosamente definido (que tambiรฉn se llama compasiรณn); y una idea de responsabilidad equiparable para las acciones individuales, incluso la idea de que los fracasos tienen castigos, de que hay un precio que pagar por los errores. Del mismo modo, ni la sociedad civil ni los mercados pueden funcionar sin la cultivada capacidad de los actores para negociar con los desconocidos (como en el mundo empresarial), para confiar en los demรกs y para entenderse juntos. Las sociedades civiles estรกn marcadas por una impersonalidad definida: el desconocido es una figura comรบn a los mercados y otras instituciones de la sociedad civil.

Signos de renovaciรณn

Hay una creciente evidencia de que la visiรณn prรกctica de las interacciones no violentas y civiles de la gente protegida por la ley frente a los negocios predatorios y los gobiernos hambrientos de poder estรก de regreso. La depredaciรณn y los fallos de mercado estรกn entre los impulsores clave de este renacimiento. Los esfuerzos intelectuales para construir muros descriptivos entre la sociedad civil y los mercados capitalistas no solo fracasaron a la hora de entender los elementos de โ€œcapital socialโ€ que funcionalmente requieren y comparten. El intento de definir a la sociedad civil como una esfera independiente del mercado de relaciones sociales olvidaba lo que el casi colapso de los sectores de banca y crรฉdito de la regiรณn atlรกntica en 2008 nos volviรณ a enseรฑar: los mercados no regulados tienen consecuencias sociales y ecolรณgicas perjudiciales y por tanto requieren mรกs de un โ€œligero toqueโ€ de regulaciรณn gubernamental con dosis de filantropรญa de la sociedad civil. Los mercados tienden a daรฑar y quebrar las instituciones de la sociedad civil. Generan efectos inciviles: las miserias cotidianas documentadas, digamos, en las pelรญculas de Ken Loach I, Daniel Blake (2016) y Sorry we missed you (2019). Los mercados son fuentes de desigualdad social y dominaciรณn de clase, ademรกs destruyen virtudes y prรกcticas de la sociedad civil como la cortesรญa, el reconocimiento mutuo y la igualdad social.

Los resultados inciviles son en la actualidad mucho mรกs evidentes en la mayorรญa de las democracias capitalistas, por ejemplo en Europa Central y del Este, donde las concepciones โ€œpuristasโ€ de la sociedad civil se estrellaron contra los arrecifes de las realidades del mercado poco despuรฉs de que se produjera la transiciรณn polรญtica a partir de regรญmenes monopartidistas. El ideal de sociedad civil entendida como una zona โ€œdel tercer sectorโ€ de emancipada sociabilidad no podรญa competir con la implementada privatizaciรณn de la propiedad estatal por medios mรบltiples: el influjo de capital extranjero, la repatriaciรณn de propiedad estatal a sus propietarios anteriores (o sus sucesores), y el apoyo estatal a los nuevos ricos del capitalismo. El lado positivo es que las sociedades civiles en la regiรณn llevan los cortes y cicatrices de la desigualdad social, la deuda domรฉstica y ricos โ€œpoligarcasโ€ como Sebastian Kulczyk, Viktor Orbรกn y Andrej Babiลก, el actual primer ministro de la Repรบblica Checa, que juega al juego polรญtico neoliberal populista.

Esas dinรกmicas inciviles ayudan a explicar por quรฉ hay una conciencia creciente, amargamente disputada y distribuida de manera desigual, de que los mercados requieren correcciรณn, no solo a travรฉs de polรญticas de nueva โ€œguรญaโ€ y โ€œdesmercantilizaciรณnโ€ sino tambiรฉn por medio de los esfuerzos directos de ciudadanos que trabajan y viven en las sociedades civiles. Vale la pena recordar que la lucha por encontrar nuevas formas de domesticar socialmente el poder de las empresas y volver a colocar los mercados en el tejido de las sociedades civiles es por supuesto un tema perenne de la polรญtica moderna. En el apogeo de un siglo de debates sobre la sociedad civil, que empezaron a mediados del XIX, hubo pioneras innovaciones sociales como cooperativas, clubes de amistades, cรญrculos cientรญficos y literarios, editoriales, capillas, gremios, uniones de artes y oficios y partidos polรญticos. Las palabras socialismo y socialdemocracia nacieron de esas innovaciones. Desde el punto de vista histรณrico, servรญan como palancas para el empoderamiento, lugares de la sociedad civil donde los que no tenรญan poder, a base de pequeรฑos pasos, podรญan alcanzar grandes cosas frente al poder de rapaces predadores empresariales.

Hoy, llamados anรกlogos a la desmercantilizaciรณn de la sociedad civil y a la socializaciรณn de los mercados estรกn de nuevo en la agenda polรญtica. La lista de iniciativas sociales reales o propuestas es larga y creciente. Incluye plataformas colaborativas de servicio pรบblico y esfuerzos por construir una โ€œeconomรญa relacionalโ€ que crea valor a partir de las relaciones sociales, como en la colaboraciรณn entre pares de los esquemas Airbnb. Los ejemplos se extienden a innovaciones sociales y ciudades sin huella de carbono y apoyo social a servicios de atenciรณn domiciliaria en asuntos como el cuidado de la tercera edad o la acogida de refugiados. Campaรฑas para obligar a las empresas a cumplir sus obligaciones sociales y prestar atenciรณn al expolio ambiental que causan empujan en la misma direcciรณn que los esfuerzos por fortalecer los derechos de los accionistas, los comitรฉs de empresa, los derechos de sindicaciรณn, la reducciรณn de la jornada laboral y la defensa social de los permisos de maternidad y paternidad.

Motines digitales

Estos tipos de experimentos sociales han ayudado a traer la idea de sociedad civil de regreso al mapa polรญtico. Sus esfuerzos por insuflar nueva vida a la sociedad reciben apoyo y fortaleza de conflictos sociales alimentados por la inacabada revoluciรณn comunicativa de nuestro tiempo. Cierto, hay preocupaciones acerca de sus perjudiciales efectos sociales, sobre todo porque esta revoluciรณn digital penetra con mayor profundidad en las vidas รญntimas de los ciudadanos como ninguna transformaciรณn histรณrica previa de las fuerzas y relaciones de comunicaciรณn. Marshall McLuhan seรฑalรณ una vez que la amplificaciรณn y extensiรณn de los sentidos humanos producidas por esas turbulencias, por ejemplo la llegada de la emisiรณn electrรณnica, se parece a una โ€œenorme cirugรญa colectiva efectuada sobre el cuerpo social con una indiferencia total por los antisรฉpticosโ€. La revoluciรณn digital conectada que se desarrolla en nuestro tiempo tambiรฉn produce vรญctimas: por ejemplo, en la veloz expansiรณn de plataformas que hacen circular materiales, como los deep fake, el bullshit, las mentiras y los mensajes intolerantes, diseรฑados para agitar la confusiรณn pรบblica y el odio. Esa revoluciรณn de las comunicaciones digitales tambiรฉn se alimenta de la cosecha y almacenamiento, con el objetivo de anunciar y vigilar los materiales visuales, auditivos y textuales mรกs รญntimos que producen los ciudadanos. Crece el temor de que estamos entrando en una nueva era de capitalismo de vigilancia.

Pero estas dinรกmicas, que amenazan con destruir la sociedad civil, no son la historia completa. Las tendencias antidemocrรกticas encuentran la resistencia de los esfuerzos ciudadanos por mostrar que la inacabada revoluciรณn digital de las comunicaciones estรก marcada simultรกneamente por la decadencia y, desde el punto de vista de las sociedades civiles, poderosos efectos habilitantes. La facilidad para copiar y difundir la informaciรณn en modos multimedia, sin las restricciones de barreras espacio temporales permiten el crecimiento de pรบblicos en mรบltiples ubicaciones, incluyendo la esfera de la sociedad civil, donde los motines ciudadanos contra el poder arbitrario son comunes. La dinรกmica se percibe en Rusia, China, Arabia Saudรญ y otros despotismos, donde por lo demรกs la sociedad civil es acosada o directamente estรก prohibida, asรญ como en supuestas democracias, donde los llamamientos para defender a la sociedad civil contra los abusos y el autoritarismo de los poderosos estรกn de nuevo aumentando. El espรญritu y la sustancia de la democracia monitorizada estรกn vivos y coleando. Estos motines digitales, a veces llamados โ€œinsurgenciasโ€ (Benjamin Arditi) o โ€œeveryday makingโ€ (Henrik Bang), adoptan muchas ubicaciones y estilos distintos y se centran en una variedad de asuntos asombrosamente grande. Pero ninguno serรญa concebible o factible si los ciudadanos no tuvieran acceso a las herramientas y estructuras de flujos informativos canalizados en redes digitales dentro de una sociedad civil de asociaciones y redes que se gobiernan a sรญ mismas.

Un ejemplo llamativo es el carรกcter verde de las sociedades civiles actuales. La tendencia carece de precedentes. Las iniciativas verdes hacen algo mรกs que movilizar los valores de la sociedad civil contra el arbitrario poder destructivo de corporaciones y Estados predadores. Alarman de la posible autodestrucciรณn del Homo sapiens. En consecuencia instan a la gente a reimaginarse como seres humildes profundamente imbricados en los ecosistemas en los que viven, de los que dependen, y de los que necesitan ocuparse, frente a la visiรณn de que los seres humanos son el apogeo de la creaciรณn, seรฑores y seรฑoras del universo, โ€œel puebloโ€ que es (segรบn las definiciones estรกndar de la democracia) la รบltima fuente de poder soberano y autoridad sobre la tierra. Esta reimaginaciรณn de la sociedad civil se ve impulsada por una plรฉtora de iniciativas sociales, como los proyectos de ciencia ciudadana, planes para recuperaciรณn natural, y think tanks verdes o academias verdes. Otras iniciativas incluyen documentales independientes y fotografรญa (podemos pensar en las imรกgenes de la โ€œoscuridad que vieneโ€ de Todd Hido) y osadas insurgencias cรญvicas multimedia como las campaรฑas โ€œDi la verdad, y actรบa como si fuera realโ€ (Extinction Rebellion) y โ€œNo tengas esperanza, siente el miedoโ€, de Greta Thunberg, llamamientos sobre el clima realizados por escolares jรณvenes que actรบan como ciudadanos. Esas y otras iniciativas de la sociedad civil facilitan el camino, por primera vez en la historia de la democracia, para la representaciรณn activa de la biosfera en la vida polรญtica de las sociedades civiles por medio de espacios pรบblicos hรญbridos que Bruno Latour ha denominado sabiamente โ€œparlamentos de cosasโ€.

 

Vigilancia

En prรกcticamente todas las llamadas democracias, los motines de la sociedad civil se encuentran con leyes relativas a la asamblea pรบblica y los daรฑos a la propiedad. Tambiรฉn se enfrentan a fuerzas policiales equipadas con armas nuevas y mรกs amenazadoras. Han pasado los dรญas en los que los manifestantes se enfrentaban a policรญas sin casco, armados solamente con megรกfonos, escudos, porras y esposas. Ahora a menudo a los manifestantes se les trata como al enemigo interior. Oficiales en equipo de combate y armados con pistolas paralizantes, caรฑones de gas lacrimรณgeno, spray de gas pimienta, rifles de francotirador, camiones blindados, drones y tanques se convierten en la nueva normalidad de la vigilancia de la sociedad civil. Los ejรฉrcitos reforzaron la tendencia vendiendo o transfiriendo sus armas usadas o excedentes a agencias policiales, como ocurre en Mรฉxico y Estados Unidos, donde estรก mรกs avanzada la militarizaciรณn de la policรญa.

Los datos estadounidenses muestran que anualmente se realizan alrededor de cincuenta mil operaciones SWAT (equipos de armas y tรกcticas especiales), ejecutadas por grupos con equipamiento y armas militares, incluyendo granadas que se tiran antes de iniciar la operaciรณn. Los equipos policiales de estilo militar tambiรฉn estรกn activos en las manifestaciones callejeras y en comunidades urbanas, donde se despliegan de manera desproporcionada contra las comunidades afroamericanas. (Las estadรญsticas recopiladas mucho antes del nacimiento de #BlackLivesMatter muestran que en Estados Unidos un persona negra muere a manos de alguien empleado o protegido por la policรญa cada veintiocho horas; que las personas trans o de gรฉnero no binario tienen muchas mรกs posibilidades de experimentar violencia policial que los demรกs; y que unidades enteras de departamentos policiales se dedican a vigilar a musulmanes.) Frente a las afirmaciones de comandantes policiales, los equipos swat no aportan beneficios mensurables en tรฉrminos de seguridad para los oficiales o reducciรณn del crimen violento. Los supuestos beneficios para la sociedad civil tambiรฉn son dudosos. A menudo se dice que hay un intercambio necesario entre la salud pรบblica y las libertades civiles, pero las evidencias son contrarias a eso. En la prรกctica, la vigilancia de estilo militar erosiona el apoyo pรบblico a la policรญa y agita miedos y percepciones de que las socidades civiles locales estรกn bajo asedio. Las comunidades de la sociedad civil empiezan a parecer zonas de guerra. El resultado: un vรญnculo reforzado de los ciudadanos con las normas de la sociedad civil de no violencia, dignidad, libertad de asociaciรณn y asamblea pรบblica, respeto a la diferencia y apoyo a la dignidad de ciudadanos que consideran a los demรกs iguales.

 

El populismo y sus patologรญas

La resistencia de la sociedad civil es evidente en Brasil, Estados Unidos, Filipinas, la Repรบblica Checa y otros paรญses que sufren el nuevo populismo. El significado del tรฉrmino populismo es tan intensamente disputado como sus efectos sociales y polรญticos, pero en todas partes hay un acuerdo de que parasita sociedades civiles intranquilas, desafectas y enfadadas. El populismo es mucho mรกs que una โ€œideologรญa delgadaโ€, como han afirmado estudiosos como Cas Mudde y Cristรณbal Rovira Kaltwasser. Se entiende mejor como una enfermedad autoinmune de la democracia, un estilo de polรญtica seudodemocrรกtico que aprovecha una parte de la sociedad civil para debilitarla o directamente destruirla. La sociedad civil se convierte en su peor enemigo. En nombre de un โ€œpuebloโ€ imaginado, que se define como si fuera un demiurgo, algo similar a un regalo metafรญsico a los terrรญcolas por parte de los dioses, el populismo tiene una โ€œlรณgica internaโ€, o lo que Montesquieu llamรณ โ€œespรญrituโ€, que lo impulsa para que robe la vida de la sociedad civil y de la democracia basada en el reparto de poder y comprometida con el principio de la igualdad.

El populismo es un ventrilocuismo polรญtico. Su discurso metafรญsico de un pueblo requiere para funcionar a demagogos habladores como Bolsonaro, ErdoฤŸan, Orbรกn y Kaczyล„ski. Extiende un pacto diabรณlico con lรญderes que desempeรฑan el papel de avatares terrenales y redentores (Enrique Krauze) del โ€œpuebloโ€. Su consecuente hostilidad a la complejidad de las cosas y a los valores del pluralismo se ve en el apoyo que dan a los ataques a periodistas y medios independientes, expertos, jueces que defienden el Estado de derecho y otras instituciones que monitorean el poder. No es cierto que la elecciรณn para un cargo sacie la sed de poder de los populistas. Atrapados por un impulso interior que les pide destruir pesos, contrapesos y mecanismos para el escrutinio y la limitaciรณn pรบblica del poder, los lรญderes y partidos populistas tienen poca o ninguna aficiรณn por la polรญtica institucional del toma y daca. En su empeรฑo por amasar una reserva de poder, confrontada por sus oponentes, los populistas tรญpicamente atacan con dureza a aquellos a quienes definen como Otro. El populismo promueve hostilidad a los โ€œenemigosโ€. Extiende un lenguaje incรญvico y entabla luchas polรญticas con aquellos que define como desviados, disidentes y protagonistas del desacuerdo y la diferencia. No es sorprendente que el nuevo populismo estรฉ poseรญdo por una mentalidad territorial que favorece reglas mรกs estrictas de visados e inmigraciรณn y Estados naciones protegidos en sus fronteras contra โ€œforasterosโ€ e influencias โ€œextranjerasโ€. Tampoco es una sorpresa que los populistas se sientan atraรญdos por la oscura energรญa de la violencia, o que la alienten o practiquen contra la gente que se juzga como escoria indigna.

La polรญtica local siempre define quiรฉn estรก exactamente bajo presiรณn, pero la lista de expulsiรณn se suele leer como un manifiesto de la sociedad incivil. A musulmanes y โ€œextranjerosโ€ y antipatriotas personas de ninguna parte se les considera ciudadanos sospechosos. Tambiรฉn lo son las minorรญas รฉtnicas, los โ€œliberalesโ€, los activistas ecologistas, y el โ€œestablishmentโ€. Todos esos marginales desechados del โ€œPuebloโ€ se se ven como gente que โ€œno es ni siquiera genteโ€ (Eric Trump). De ahรญ la resistencia de varios de esos grupos en defensa de una sociedad civil protegida por la civilidad, buenas leyes y gobiernos representativos comprometidos con la inclusiรณn social.
La agitaciรณn antipopulista contra el acoso sexual, la lucha por las ciudades santuario, los grupos de monitoreo de la policรญa, redes queer, plataformas de redes sociales pagadas con crowdfunding, apoyo pรบblico a mezquitas, sinagogas y otros espacios de culto son, de distintas maneras y con diferentes grados de efectividad, normativa y estratรฉgicamente significativos. No solo alertan de los efectos antidemocrรกticos del populismo y de la forma en que sus apologรญas de la incivilidad, la avaricia, la riqueza concentrada y la violencia pรบblica amenazan profundamente a las instituciones de la sociedad civil. Las campaรฑas sirven como advertencia de que el nuevo populismo puede seรฑalar, empujar y arrastrarnos hacia un nuevo tipo de โ€œdemocracia fantasmaโ€, que tiene bastantes rasgos โ€“como expliquรฉ en mi libro The new despotism (2020)โ€“ en comรบn con esos nuevos despotismos de Rusia, China, Hungrรญa, Turquรญa y Singapur.

 

El gobierno de emergencia

Para la considerable sorpresa de muchos observadores, la resiliencia de la sociedad civil bajo presiรณn del despotismo se ha convertido en un asunto pรบblicamente pertinente desde que empezรณ la disrupciรณn del orden global a causa de la pestilencia de la covid-19. A medida que se extendรญa el virus, las estructuras superiores del reparto de poder y la democracia monitorizada empezaron a archivarse. Se impuso el gobierno de emergencia. Se limitaron las reuniones pรบblicas. Ciudades enteras se convirtieron en vastos espacios vacรญos. Los cierres escolares mandaron a mรกs de quinientos millones de niรฑos a casa, segรบn la UNESCO. Parlamentos que podrรญan haber funcionado como detectores tempranos y representantes del estrรฉs ciudadano se cerraron. Tambiรฉn se cerraron cines, restaurantes, bares, clubes, gimnasios, mezquitas, sinagogas, iglesias y templos. Los aeropuertos se convirtieron en instituciones fantasmales. Se cancelaron actos pรบblicos. Se suspendieron mรญtines electorales. En los cielos del sur de California, drones de fabricaciรณn china equipados con cรกmaras y altavoces garantizaban que los ciudadanos se quedaban encerrados dentro de sus casas, salvo para salidas esenciales. Mรฉtodos mรกs anticuados se emplearon en paรญses como Italia, Francia y Espaรฑa, donde cientos de miles de policรญas y soldados patrullaban las calles. El gobierno de Uttar Pradesh en la India utilizรณ la Ley de Enfermedades Epidรฉmicas de la era colonial para reprimir a los disidentes. En Kenia, toques de queda del atardecer al anochecer recibรญan el refuerzo del gas lacrimรณgeno y las porras. El referรฉndum previsto para cambiar la constituciรณn de Chile, que databa de la era de la dictadura, se pospuso. Y en casi todas partes, parecรญa que habรญa llegado la era de los organismos no electos encargados de la gestiรณn de crisis y adornados con nombres bรฉlicos. En Australia, cuyo parlamento nacional quedรณ suspendido cinco meses, la pestilencia inicialmente dio nacimiento a la Comisiรณn Nacional de Coordinaciรณn Covid-19 (NCCC), un cuerpo no electo que dirigรญa un exmagnate minero y que solo respondรญa ante el primer ministro. Tras la negociaciรณn de las รฉlites polรญticas, fue reemplazada por el Gabinete Nacional, un cuerpo que incluรญa a los principales representantes de los gobiernos federal, estatal y territorial. Y en casi todas partes parecรญa que habรญa llegado la era de los organismos no electos encargados de la gestiรณn de la crisis y adornados con nombres bรฉlicos.

El virus que se extendรญa aumentรณ la lista de procedimientos del estado de emergencia. Pero tambiรฉn produjo agitaciรณn pรบblica contra estas formas de gobierno. En mรกs de una docena de ciudades estadounidenses, por ejemplo, los manifestantes, algunos de ellos armados, en su mayorรญa defensores de un presidente populista que prometรญa redenciรณn, salieron a la calle, enarbolando carteles, bloqueando carreteras y tocando el claxon en defensa de โ€œla libertadโ€ y โ€œla reapertura de la economรญaโ€. En otros muchos lugares, millones de personas fueron seducidas por un fuerte sentido de solidaridad social, de lo que los sudafricanos llaman ubuntu, una รฉtica de la interdependencia (โ€œYo soy porque tรบ eresโ€). Se golpeaban cacerolas y sartenes, y se entonaban canciones de solidaridad en balcones y aceras. La pestilencia impulsรณ mucha bondad y generosidad ciudadana, y por eso la expresiรณn โ€œdistanciamiento socialโ€ es confusa. El distanciamiento social era la realidad, pero a causa del amplio uso de los medios digitales se produjeron saltos y vรญnculos sociales, a veces de maneras inesperadas. Habรญa una mayor conciencia de la importancia del โ€œbienestarโ€ y mucha especulaciรณn de que nos esperaban sociedades civiles mรกs robustas, menos impulsadas por la aspiraciรณn a conseguir bienes o dinero. Se hablaba mucho de la necesidad de aumentar de forma permanente la remuneraciรณn y el respeto pรบblico para los trabajadores esenciales โ€“enfermeros, mรฉdicos, profesores y limpiadores, conductores de ambulancias, repartidores, trabajadores del turno de noche en almacenesโ€“ que se encargaban de que las sociedades civiles enteras sobrevivieran a la pestilencia. La gente pedรญa a los gobiernos y recogรญa comida y apoyo para los hambrientos y acosados en Twitter, organizaba reuniones sociales a travรฉs de Skype para beber con los amigos, se conocรญan y se casaban por Zoom. Habรญa movilizaciones contra la intolerancia racial y la violencia policial, llamados para un ingreso ciudadano bรกsico; y se hablaba mucho de la necesidad de ralentizar de forma permanente la vida cotidiana, de cortar las emisiones de diรณxido de carbono y dejar que los pรกjaros siguieran cantando.

 

El futuro

Todo eso estรก muy bien, pueden decir los lectores escรฉpticos, pero, en el llamado mundo real, ยฟcuรกl es el futuro probable de las sociedades civiles cuando las vivimos o anhelamos en esta tercera dรฉcada del siglo XXI?

Mi predicciรณn es que en el futuro los ideales poรฉticos y los hechos desagradables de la sociedad civil permanecerรกn en cada punto del planeta. La solidaridad civil en tiempos de pestilencia, estado de emergencia, polรญticas populistas y rechazos a la violencia estatal, asรญ como los esfuerzos ciudadanos para socializar mercados y proteger biomas, son algunas de las poderosas fuerzas que trabajan para garantizar que la idea y prรกctica de una sociedad civil no muera fรกcilmente en las nieblas del pasado. La visiรณn prรกctica de interacciones no violentas, civiles entre individuos y grupos organizados, redes extendidas y asociaciones informales de gente con convicciones diferentes, pero que se considera con el mismo derecho a ser protegida por la ley contra empresas predadoras y gobiernos rapaces, seguirรก atrayendo a gente contrariada y abandonada que desea una vida mejor o que es explotada por empleadores abusivos, que sufre insultos raciales y otras formas de violencia, acoso sexual o discriminaciรณn religiosa, o que estรก sin dinero, sin casa, hambrienta, o con una vivienda en malas condiciones. Los actos de la sociedad civil seguirรกn produciรฉndose: la polรญtica contemporรกnea estarรก salpimentada de protestas ecolรณgicas, manifestaciones en los parlamentos, sorpresas electorales y rechazos a la violencia criminal.

Eso estรก claro. Mucho menos claro resulta hasta quรฉ punto en estos tiempos difรญciles la idea de sociedad civil puede sobrevivir a las intensas presiones que sufre. Y asรญ esta breve historia de la vida y tiempos de la sociedad civil termina con un tono de precauciรณn y una sobria advertencia: las experiencias pasadas nos dicen que las sociedades civiles pueden ser pulverizadas y eliminadas, y que su destrucciรณn ocurre tรญpicamente con mucha mรกs facilidad y muchas veces mรกs deprisa que su construcciรณn a cรกmara lenta y paso por paso. La observaciรณn dispara una alarma y es una llamada a la acciรณn: solo los ciudadanos y sus representantes electos, ayudados por tribunales, agencias anticorrupciรณn y otras instituciones de control pรบblico pueden garantizar la vida de las sociedades civiles. Si es asรญ, la supervivencia y el florecimiento de la sociedad civil es en รบltimo tรฉrmino una cuestiรณn polรญtica. Requiere que los ciudadanos y sus representantes electos se preparen para lo peor de manera que puedan beneficiarse de lo que tienen, y de lo que aparece en su camino, para construir un futuro mejor para todos, en todas partes. Pero la sociedad civil tambiรฉn es un asunto de aclarar y afilar el lenguaje que utilizamos para describir, interpretar y actuar sobre el mundo, en la vida cotidiana y en las instituciones que mueven y transforman nuestras vidas. โ€œCuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguajeโ€, escribiรณ Octavio Paz. โ€œLa crรญtica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramรกtica y con el restablecimiento de los significados.โ€ ~
 

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Traducciรณn del inglรฉs de Daniel Gascรณn.

Ideas editadas sobre la resurrecciรณn del concepto de sociedad civil preparadas para el VII Congreso Nacional de Ciencias Sociales, Universidad Autรณnoma de Nuevo Leรณn, Monterrey, 11 de noviembre de 2020.

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John Keane (1949) es un politรณlogo y profesor universitario. Su libro mรกs reciente en espaรฑol es Vida y muerte de la democracia (FCE/INE, 2018).


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