En octubre de 2017 estallรณ โel caso Weinsteinโ: el productor, figura imprescindible del cine de Hollywood, fue acusado de acoso sexual por numerosas actrices. Sobre la marcha, miles de mujeres dijeron haber sido vรญctimas de violencia por parte de hombres. A travรฉs de las redes sociales y de los hashtags #MeToo y #balancetonporc, este movimiento de denuncia cobrรณ una gran importancia. El 9 de enero de 2018 apareciรณ un desplegado en Le Monde, firmado por cien mujeres, entre ellas Catherine Deneuve, que echaba gasolina al incendio. Las firmantes defendรญan โla libertad de importunarโ como condiciรณn de la libertad sexual y denunciaban el regreso de un orden moral fundado, a la manera de la instituciรณn del matrimonio, en el consentimiento explรญcito. Otras voces advirtieron el regreso de una forma de censura, de naturaleza inรฉdita, sobre las producciones artรญsticas. A su vez, estas crรญticas a los movimientos #MeToo y #balancetonporc fueron acusadas, en diversos grados, de querer silenciar un habla que por fin acababa de liberarse, y de hacerle juego a la dominaciรณn masculina.
Hasta donde sabemos, no se utilizรณ la sociologรญa de Norbert Elias (Vratislavia hoy Breslavia, 1897-รmsterdam, 1990) para aclarar los hechos y las controversias que han marcado estos รบltimos meses. Sin embargo, se trata de un pensamiento que permite renovar las coordenadas del debate conectando, sin confundirlas, la cuestiรณn de la evoluciรณn de las desigualdades entre hombres y mujeres con lo que Elias llama la โcivilizaciรณn de las costumbresโ. Esta designa un refinamiento progresivo y generalizado de las conductas basado en cierto nivel de represiรณn de los afectos y las pulsiones, sobre todo de los mรกs agresivos. Inicialmente impuesto por condiciones sociales particulares, este control se interiorizarรญa pronto hasta volverse inconsciente. Exteriorizar o rechazar la violencia depende entonces de lo que se autoriza o no segรบn la posiciรณn que se ocupa en una configuraciรณn social siempre caracterizada por relaciones mรกs o menos desiguales de dependencia recรญproca entre los individuos y los grupos que forman. Elias insiste tambiรฉn en la centralidad de las relaciones de poder y en la necesidad de situarlas histรณricamente, puesto que es evidente que las relaciones entre los grupos evolucionan. Indica que la โdistensiรณn controladaโ de las fuerzas โque remite a la liberaciรณn sexual y las maneras en que esta se expresaโ presupone un alto grado de autocontrol y de dominio. Tanto como un progreso (hacia mรกs igualdad) y mรกs que una regresiรณn (hacia un orden moral represivo), el movimiento #MeToo y sus continuaciones certifican la fragilidad de los cรณdigos normativos que todavรญa deben ser reafirmados.
Proceso de civilizaciรณn y relaciones de gรฉnero
En su obra mรกs conocida, El proceso de la civilizaciรณn (1939), Elias estudiaba la transformaciรณn de las โcostumbresโ y las reglas de buena conducta en Europa desde el fin de la Edad Media. Por otro lado, su obra otorga una importancia central a la modificaciรณn de los equilibrios de poder โo de la balanza de los poderesโ entre los grupos sociales. Elias une estos dos aspectos sin seguir un esquema causalista ni el marco de una teorรญa particularmente โoptimistaโ, sino examinando la manera en que la vida pulsional y afectiva de los individuos depende de las instituciones polรญticas y sociales y de las influencias que se producen a cambio.
A largo plazo, los comportamientos pรบblicos y privados habrรญan evolucionado para bajar del umbral del โascoโ y la โmolestiaโ y subir hacia mรกs โreservaโ y โpudorโ. Esos cambios formarรญan parte de un movimiento menos visible: el desarrollo de autocontroles potentes y cada vez menos conscientes. Es una transformaciรณn de la โeconomรญa fรญsicaโ individual debida a una interdependencia creciente entre los grupos humanos, a su vez causada por la diferencia de las funciones sociales. En la segunda parte de El proceso de la civilizaciรณn (โLa dinรกmica de Occidenteโ), Elias une, de manera mรกs precisa, la civilizaciรณn de las costumbres a la gรฉnesis del Estado y a la monopolizaciรณn de la violencia legรญtima de los territorios mรกs vastos y mรกs poblados que se veรญan relativamente pacificados en el plano interno. Mientras que el uso de armas era indispensable para la supervivencia del caballero, el recurso a la violencia fรญsica queda excluido de la competencia que libran los cortesanos: โLos modos de competencia se refinaron y sublimaron, la dependencia de los individuos en relaciรณn al detentador del monopolio impone a cada uno una mayor retenciรณn de sus manifestaciones emocionales.โ Dicho de otro modo: en la sociedad previa al Estado, el guerrero no querรญa ser un hombre violento, pero estaba obligado a serlo. Los hombres y mujeres de la corte ni siquiera tenรญan la opciรณn de elegir.
El autor considera la civilizaciรณn como un proceso no programado de evoluciรณn interconectada, pero no necesariamente sincronizada, de las estructuras fรญsicas y de las estructuras sociales. Este proceso se habrรญa producido a lo largo del tiempo en el sentido de una disminuciรณn de los diferenciales de poder entre los sexos y las generaciones. El crecimiento de interdependencias funcionales explicarรญa tambiรฉn la difusiรณn de modelos de comportamiento que se tenรญan por civilizados, en un principio distintivos de las รฉlites, hacia capas sociales inferiores.
Comparados con los que dedica a la agresividad, los pasajes relativos a la sexualidad en el libro pueden decepcionar. En la primera parte, โLa civilizaciรณn de las costumbresโ (en adelante CC), el capรญtulo titulado โLas relaciones sexualesโ trata con mayor amplitud las relaciones entre sexos. Los especialistas subrayan que serรญa necesario que un texto dedicado a las transformaciones de estas relaciones completara la obra de 1939. Las relaciones entre hombres y mujeres habrรญan sido para Elias un โsujeto de predilecciรณn siempreโ,
((Dominique Linhardt, โLa gรฉnรฉalogie dโun texteโ, en Norbert Elias, โLes transformations de la balance des pouvoirs entre les sexesโ, Politix, vol. 13, nรบm. 51, 2000, pp. 48-49.
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puesto que el siglo XX le parecรญa revolucionario en ese sentido. Aun asรญ, son sobre todo sus discรญpulos quienes han profundizado en esos indicios al interesarse primero por la violencia conyugal.
((Bram van Stolk, Cas Wouters, Vrouwen in tweestrijd. Tussen thuis en tehuis, Deventer, Van Loghum Slaterus, 1985.
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Las anรฉcdotas coinciden en que el material y las notas acumuladas por Elias sobre las transformaciones de las relaciones entre hombres y mujeres se perdieron: una mujer de la limpieza demasiado eficiente las tirรณ a finales de los sesenta.
En los aรฑos ochenta, Elias retomรณ in extremis sus estudios sobre este tema. โLas transformaciones del equilibrio de los poderes entre los sexosโ (TEP) apareciรณ en 1986 en un nรบmero del Kรถlner Zeitschrift fรผr Soziologie und Sozialpsychologie dedicado a los estudios de gรฉnero. El texto se centra en la evoluciรณn de los derechos de los esposos en el matrimonio al final de la Repรบblica romana.
Un desvรญo para el matrimonio en Roma
La idea de Elias no es que la transformaciรณn de las sociedades hacia mรกs igualdad entre hombres y mujeres tenga su origen รบltimo en un episodio preciso de la historia. Si Elias se interesa en la historia no es para defender la tesis de una evoluciรณn lineal a partir de una sumisiรณn absoluta de las mujeres hacia su liberaciรณn total. Mรกs que un retorno a Roma, el desvรญo por Roma es revelador de la distancia promovida por su sociologรญa, los lรญmites de su pertinencia, los mรฉritos de su impertinencia, la prudencia y la libertad de tono del autor.
Elias parte del recuerdo de una pareja india con la que se cruzรณ en Londres. Aunque estaban hablando entre ellos, la mujer iba unos pasos por detrรกs de su marido. Elias ve en aquel gesto el sรญmbolo โde eso que podrรญamos llamar โla desigualdad armoniosaโโ (TEP) y compara esta desigualdad con la โterrible costumbreโ, propia de algunas castas, que obligaba a las mujeres a seguir a sus maridos hasta la muerte. En cambio, el cรณdigo caracterรญstico de las clases medias y superiores en Europa denotaba una gran ambigรผedad. Por un lado, las mujeres permanecรญan sumisas a la dominaciรณn de los hombres y, por el otro, โlas buenas costumbres [imponรญan] a los hombres concederles presencia pรบblicaโ a esas mujeres. Segรบn Elias, ese cรณdigo ambiguo, que se mantuvo al menos hasta el siglo XIX, indica un diferencial de poder bastante menor que en el caso de las esposas indias y de las chinas de los pies vendados; es el signo de que las europeas sabรญan โyaโ defenderse, pero de que no siempre habรญa sido asรญ.
Fiel a su costumbre, Elias presenta el problema de un modo desencantado muy estimulante. Lo que debe interesarnos no son los orรญgenes de las desigualdades entre hombres y mujeres, como si la igualdad fuera normal (histรณricamente, no lo es en absoluto), sino las condiciones sociales que han permitido la transformaciรณn de las relaciones entre los sexos hacia una menor desigualdad. En la Repรบblica tardรญa, identifica un empuje โsorprendenteโ (TEP) en favor de una relativa igualdad de los derechos en el matrimonio. Aunque hubiera desaparecido con la invasiรณn y el desarrollo de la iglesia cristiana, dejรณ trazas que tambiรฉn hay que explicar.
Antes de este avance, y tambiรฉn despuรฉs, el matrimonio estaba relacionado con la adquisiciรณn de una mujer mediante la compra (a la que se refiere el kauf germano) o el rapto (como el de las Sabinas). En Roma, durante mucho tiempo, la mujer casada era propiedad de su marido, como los hijos de la pareja. Si era abandonada, no tenรญa ningรบn recurso. Retomando una idea clave de El proceso de la civilizaciรณn, Elias explica ese estado de extrema inferioridad de las mujeres por el hecho de que en la sociedad romana preestatal las cualidades mรกs valoradas, y por tanto las mรกs importantes en el plano funcional, eran la fuerza fรญsica y las aptitudes para el combate (TEP). Por eso las mujeres ocupaban la posiciรณn tรญpica de los outsiders y de ahรญ que las mantuvieran los establecidos, es decir, los hombres de clase superior. Hasta mediados o incluso finales del siglo II a. C. las mujeres ni siquiera tuvieron una existencia autรณnoma. No se les daba un nombre propio. Se les prohibรญa tener posesiones, pedir el divorcio o beber vino. Hasta que se casaran estaban bajo la tutela de su padre, o de otro hombre de la familia. Despuรฉs, la autoridad se legaba por completo al marido. Mรกs adelante, hay textos que dan testimonio tambiรฉn de la posibilidad de formar otro tipo de matrimonio sin la transmisiรณn del padre hacia el marido de la autoridad sobre la mujer.
La transformaciรณn no fue deliberada ni estuvo exenta de choques. La cuestiรณn de la condiciรณn de las mujeres en la sociedad romana dividiรณ profundamente a los hombres, menos ocupados por la guerra despuรฉs de la victoria final en Cartago. Son primero las costumbres, no el derecho, las que traducen una mutaciรณn profunda de la sociedad: las hijas comienzan a participar en la educaciรณn de sus hermanos y se deshacen de las tareas domรฉsticas que constituรญan el horizonte de la matrona. En segundo lugar, y muy importante, en adelante, una mujer casada podรญa poseer bienes y, aunque todavรญa se les imponรญa a las chicas un marido, el divorcio, que siempre habรญa sido una operaciรณn simple e informal para los hombres, lo es tambiรฉn para las mujeres. Pueden escoger a su segundo esposo, y a sus amantes. A propรณsito del amor de Catulo por Clodia, o de un joven poeta enamorado de una mujer casada de condiciรณn superior, Elias evoca el amor cortรฉs que, ya en Roma, contribuye a agrandar โla paleta de las emocionesโ โla mรบsica y la poesรญa lo atestiguanโ y a elevar el nivel de autodisciplina en las relaciones entre hombres y mujeres.
Esta forma de emancipaciรณn, por otro lado, refuerza la distancia entre los sexos. Las mujeres casadas se identifican mรกs con su linaje que con el de su marido y forman un grupo con sus propias reglas. Elias cita a Apiano de Alejandrรญa, que cuenta un episodio iniciador de guerras civiles romanas en el siglo I a. C. durante el cual varias damas nobles lideradas por Hortensia, hija de un ilustre orador, se rebelaron pรบblicamente contra los triunviros Octavio, Lรฉpido y Marco Antonio. Se rebelaban contra la voluntad de los dictadores de desposeerlas de sus bienes para castigar a sus padres y esposos a pesar de que ellas, a diferencia de ellos, no estaban inscritas en las tablas de proscritos. Dicho de otro modo, las outsiders dejaron de aceptar la imagen de sรญ mismas que les imponรญan los establecidos. Aunque el relato, escrito dos siglos despuรฉs, es en parte ficticio, la narraciรณn dice mucho de la independencia ganada por estas mujeres y sus lรญmites, puesto que la emancipaciรณn econรณmica y moral de las romanas de la nobleza no se tradujo polรญticamente.
El Estado y el derecho, condiciones sociales de la emancipaciรณn
Quedan por explicar las razones de la disminuciรณn de la desigualdad de poder entre los sexos en Roma. Elias da una primera explicaciรณn en la que pone por delante el desarrollo de la ciudad en un cuasi-imperio. La clase senatorial ya no estaba compuesta por campesinos guerreros, detentaba los mรกs altos cargos civiles y militares, y poseรญa grandes terrenos. En una palabra, los hombres de la aristocracia se habรญan hecho lo suficientemente ricos como para renunciar a su derecho sobre la mujer casada y sobre lo que poseรญa. Elias ofrece ahรญ una tesis complementaria a la que prevalece en otros textos y que pone por delante la importancia de la ruptura del equilibrio de las fuerzas. Aunque es lรณgico que la paz y la prosperidad favorezcan el declive de las preocupaciones ligadas a la supervivencia, y el refinamiento de la civilizaciรณn, lo mรกs frecuente es que no lleven por sรญ mismas a la reducciรณn de las desigualdades. Al tratarse de sociedades industriales avanzadas, Elias adelanta que su democratizaciรณn โfuncionalโ e โinstitucionalโ a comienzos del siglo XX se debe ante todo al hecho de que los trabajadores han llegado a representar una fuerza social que los empuja a reconocerles el lugar que les habรญa sido negado.
(( Quโest-ce que la sociologie?, La Tour dโAigues, รditions de lโAube, 1991, reed. Pocket, p. 76 y ss.
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El modelo asociado con la edad de oro del capitalismo (1945-1973) comenzรณ entonces en periodos oscuros, despuรฉs de la Gran Depresiรณn en los Estados Unidos y en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, cuando los lรญderes ya no pueden prescindir del apoyo de las masas y las mujeres.
Hay una segunda explicaciรณn que remite, de manera mรกs clรกsica, a las tesis de El proceso de la civilizaciรณn y al papel del Estado. Elias destaca la importancia de las administraciones estables en la Repรบblica romana pacificada, capaces de hacer respetar la ley, y las decisiones de la justicia de garantizar la seguridad de bienes y personas y de proteger a la esposa de su marido (TEP).
A pesar de que la igualdad jurรญdica en el matrimonio no significa la igualdad en otros terrenos, permitiรณ a las mujeres convertirse en individuos. De ahรญ estos retratos de mujeres independientes y seguras de sรญ mismas que desaparecieron con las invasiones, la erosiรณn del monopolio de la violencia y el regreso del gobierno de los hombres fuertes. Las costumbres relativas al disfrute de bienes por parte de las mujeres y al libre consentimiento en el matrimonio fueron integradas en el derecho romano, sobrepasando las disposiciones legales en vigor en bastantes sociedades contemporรกneas. Los emperadores cristianos tuvieron que esforzarse para deshacer el trabajo y para hacer mรกs duras las restricciones al divorcio. Nunca se regresรณ pura y simplemente al estado anterior al empuje de la Repรบblica. Entre otras cosas, porque el derecho, romano y canรณnico, ha mantenido un registro, contribuyendo โcomo la Antรญgona de Sรณfocles, la Clodia de Catulo y la Hortensia de Apiano de Alejandrรญaโ a escribir en lรญneas discontinuas la historia de las transformaciones de la condiciรณn femenina.
Valores y normas, naturaleza y cultura
Elias parece interesarse mรกs por las sensibilidades que por los valores. Tambiรฉn escribe mรกs fรกcilmente sobre โcรณdigosโ que sobre normas (al menos en el sentido jurรญdico). En el texto sobre el matrimonio en Roma, concede una nota importante a la nociรณn de โnormaโ, pero su propรณsito principal es restaurar su carรกcter procesal y prรกctico. Lo que el sociรณlogo sugiere, en todo caso, es que la inscripciรณn en las costumbres y en los hรกbitos de lo que llamamos valores โse trate del respeto a la vida, del derecho a disponer del propio cuerpo o de la igualdad entre hombres y mujeres, todos situados sociohistรณricamenteโ no sucede en primer lugar a travรฉs de leyes e instituciones, sino de forma gradual, incluso provisional, a travรฉs de esos valores. Elias no confunde en absoluto valores y normas, pero no los estudia como tales sino que teme verlos cosificados. Por la misma razรณn no podrรญa estar de acuerdo con la idea de su completa heterogeneidad o de una frontera entre unos y otras. Para matizar una propuesta de Olivier Roy a propรณsito de la lucha contra las violencias ejercidas sobre las mujeres (โLa nature a remplacรฉ la culture comme origine de la violenceโ en Le Monde), si bien es verdad que โel Estado produce normas, no valoresโ, al producir hoy nuevas normas en relaciรณn a esas violencias, el Estado puede precisamente contribuir a moldear los valores de maรฑana tambiรฉn a travรฉs de la amenaza de la sanciรณn penal. Otra cuestiรณn, polรญtica, es saber si le corresponde mรกs al sistema educativo hacerlo.
En Elias este constructivismo social casi absoluto se basa en la crรญtica sistemรกtica de los modos de pensar fundados en categorรญas antitรฉticas como naturaleza y cultura, individuo y sociedad, estructuras e historia: oposiciones tan fijas que las juzga poco realistas. Recuerda que esas nociones son constructos sociales, histรณricamente variables. Elias fue uno de los sociรณlogos mรกs interesados de su tiempo en el cuerpo y en las caracterรญsticas fisiolรณgicas del ser humano. Consideraba que la autonomรญa de la sociologรญa en relaciรณn con la psicologรญa y la biologรญa solo podรญa ser relativa, puesto que โlos hombres juntosโ (y las mujeres) que interesan a la primera son tambiรฉn individuos (a pesar de vivir juntos, y por eso mismo) y que unos y otros tienen un cuerpo. Sin embargo, elegir una pareja, dar a luz, vivir y morir son para los humanos experiencias aprendidas, y decir que Elias rechazaba las explicaciones fundadas en la naturaleza de los instintos es quedarse corto.
Como resultado, la sociologรญa de Elias estรก igualmente obligada a deconstruir las explicaciones basadas en la cultura, para hacer eco de la divisiรณn que se usa cuando se trata de explicar los orรญgenes de la violencia contra las mujeres. En el fondo, decir que un agresor lo es en primer lugar porque es hombre o porque es รกrabe (como se dijo despuรฉs de las agresiones sexuales de Nochevieja en Colonia en 2016) es cometer el mismo error: reducir a los individuos a esencia o a entidades inmutables mรกs que a las condiciones histรณricas de su existencia social. En los dos casos, es equivocarse.
La delicada cuestiรณn del progreso
El malentendido normativo ha hecho mucho daรฑo a la recepciรณn de los anรกlisis de Elias.
((Nathalie Heinich, La sociologie de Norbert Elias, Parรญs, La Dรฉcou- verte, 1997.
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En 1939, hablar de civilizaciรณn se prestaba a la crรญtica. Aunque Elias insiste desde el principio de El proceso de la civilizaciรณn en que los tรฉrminos โcivilizadoโ y โno civilizadoโ no pueden ser opuestos como bueno y malo, su teorรญa no ha dejado de ser criticada como una teorรญa etnocรฉntrica del progreso que peca de optimista. Elias destaca en cambio el carรกcter reversible de los procesos que saca a la luz y su lado oscuro. La represiรณn de las pulsiones existe sin duda en toda sociedad, pero, en cierta manera, el desplazamiento de los conflictos al interior del individuo, que lo vive como una โlucha internaโ, inquieta al sociรณlogo. Mรกs exactamente, en los aรฑos treinta, identifica varias bifurcaciones posibles.
El proceso de civilizaciรณn es, de hecho, irreductible a la progresiรณn y al refuerzo cuantitativos de los autocontroles. Tomando como ejemplo el baรฑo en la playa, Elias indica que la โliberaciรณn controlada de restriccionesโ โpoder desnudarse en una playaโ corresponde a un nivel de civilizaciรณn mรกs avanzado que el de tener que proteger a cualquier precio la intimidad de las miradas:
En realidad, esos cambios, asรญ como la prรกctica universal de los deportes por parte de hombres y mujeres, presuponen un alto control de las pulsiones. Puesto que nuestras costumbres deportivas y de baรฑo, las libertades que nos concedemos โen relaciรณn a fases precedentesโ, son la marca de una sociedad en el seno de la cual la mayor moderaciรณn se da por sentada, y los hombres y las mujeres tienen la seguridad de que un fuerte autocontrol y reglas estrictas de etiqueta limitan la iniciativa de las personas. (CC)
Sin embargo, esta no es la รบnica orientaciรณn posible para la continuaciรณn del proceso. El sentido de la inquietud del sociรณlogo es este:
Podemos detectar, en este siglo nuestro, algunos signos que parecen anunciar una progresiรณn hacia formas mรกs severas todavรญa de rechazo impuesto desde el exterior a las pulsiones; […] en nuestra sociedad hay medios que sueรฑan con instaurar un rรฉgimen de regulaciรณn y cuotas emocionales que excedan con creces las normas del pasado e impongan al individuo, por medio del condicionamiento, frustraciones y transformaciones de las pulsiones cuyas consecuencias para la manera de ser de las generaciones futuras son imposibles de prever. (CC)
Elias precisa:
Como el resto de manifestaciones de las pulsiones, la sexualidad โno solo la de la mujer, tambiรฉn la del hombreโ se ve cada vez mรกs empujada a un โenclaveโ determinado, el matrimonio socialmente sancionado. (CC)
De Gainsbourg a Maggie Nelson, censura y autocensura
Es delicado actualizar un mensaje lanzado en los aรฑos treinta. Nos guste o no, la tribuna โDeneuveโ plantea la cuestiรณn de la regresiรณn en relaciรณn a una forma de libertad moral y de expresiรณn que habrรญa prevalecido un tiempo. Una breve mirada atrรกs a travรฉs de un ejemplo digresivo que toca un tabรบ que de otra manera serรญa incontestable como es el adulterio, y sancionado penalmente, puede ser esclarecedora, al menos para precisar cรณmo se pueden comprender algunos aspectos de la civilizaciรณn de las costumbres en el sentido de Elias. Pensemos en la canciรณn โLemon incestโ de Serge Gainsbourg, que saliรณ en 1984 y que Gainsbourg interpreta con su hija Charlotte, de trece aรฑos. โEl amor que nunca haremos juntosโ impactaba deliberadamente, como un juego esplรฉndido y peligroso con la norma, pero que la respeta y la recuerda. Es un bello ejemplo de la โliberaciรณn controlada de restriccionesโ y, al mismo tiempo, de la sublimaciรณn de esa liberaciรณn de esa restricciรณn.
Mรกs de veinte aรฑos despuรฉs de su muerte, Gainsbourg es considerado un genio, se le ha perdonado. Parece en cambio improbable atreverse a cantar algo asรญ hoy. Sin duda porque diversos hechos y procesos โcuyo eco revela una mayor sensibilidad hacia el maltrato en la infanciaโ han recordado que la norma y la restricciรณn no son respetadas por todos. La toma de conciencia tras el caso Dutroux en Bรฉlgica de que la violencia contra los niรฑos y su explotaciรณn sexual tal vez no aumenten pero permanecen en una sociedad tenida como civilizada impone de manera inequรญvoca una mayor reserva en la evocaciรณn del incesto y de la pedofilia. Es difรญcil ver en esta contenciรณn el signo de una regresiรณn hacia el puritanismo.
Obviamente, hay mรกs intolerancia hoy que ayer con respecto al tratamiento de ciertos temas. Reรญrse de Auschwitz (o incluso escribir estas palabras, despuรฉs de haber releรญdo el sketch humorรญstico de Desproges) o cantar a la poesรญa de las โpenas infanticidasโ(como en la canciรณn de Gainsbourg โBallade de Johnny Janeโ) se ha convertido en algo difรญcil de imaginar, como si los que lo intentaron hubieran sobrestimado el carรกcter civilizado de su รฉpoca y nosotros fuรฉramos mรกs lรบcidos. Mรกs que un retorno de la censura, se atestigua una progresiรณn de la autocensura. Tambiรฉn destaca la naturaleza socialmente aceptada de la โliberaciรณn controladaโ de los aรฑos setenta y ochenta, que inicialmente se referรญa a las รฉlites. En cambio, el fenรณmeno del #MeToo, que surgiรณ en Hollywood, ha permitido liberar el habla de mujeres salidas de medios con fama de โdifรญcilesโ, para las que es menos evidente ser libres que para Catherine Deneuve (lo que no significa que lo sean menos).
El aire de los tiempos no es tan amenazador para la libertad de expresiรณn como algunos pretenden. Un ejemplo entre otros: en enero de 2018, la crรญtica saludaba la apariciรณn en Seuil de la traducciรณn francesa de Los argonautas, el libro de no ficciรณn de la poeta y ensayista estadounidense Maggie Nelson. La autora abre con una declaraciรณn a su marido, en la que narra de manera cruda una escena de sexo que la describe con โla cara estampada contra el suelo de cementoโ. Que Harry Dodge, marido de Maggie, naciera mujer no cambia mucho la historia. Desde luego no se trata de una novela popular, pero a diferencia de las canciones de Gainsbourg o de los sketches de Desproges, la voluntad de provocar parece ausente. Sea como sea, es una alegrรญa que Maggie Nelson haya podido escribir y publicar su libros, y que no se pueda leer en ellos ninguna justificaciรณn de las violencias sexuales ejercidas sobre mujeres.
Una civilizaciรณn que se estรก haciendo
No respondemos a la pregunta de saber si, tras el escรกndalo Weinstein, asistimos a un avance decisivo para la liberaciรณn de las mujeres y la igualdad entre sexos o, mรกs bien, a la vuelta de un orden moral exageradamente represivo. Por otro lado, el reequilibrio de los controles de comportamiento en favor de restricciones externas โa travรฉs de la ley, la prensa o las redes socialesโ plantea desafรญos, asรญ como la naturaleza escindida de las posiciones adoptadas. Como dirรญa Elias, la civilizaciรณn no estรก completa en este punto. En la mejor de las hipรณtesis, se estรก haciendo. Sobre este tema, Cas Wouters escribiรณ esto:
La ola de protestas que se expresan a travรฉs del movimiento #MeToo y que se dirige potencialmente contra toda forma de intimidaciรณn sexual ha roto la ley del silencio que recubrรญa estas prรกcticas. Ha destruido la principal barrera protectora de este rรฉgimen โla vergรผenza interiorizada de las vรญctimas, resultado de su humillaciรณnโ y pone bajo presiรณn las normas sociales que caracterizan estas experiencias favoreciendo los sentimientos de cรณlera, de indignaciรณn y de injusticia mรกs profundos y mรกs fuertes que la vergรผenza. Estos sentimientos no son, como antes, reprimidos casi automรกticamente por la vergรผenza, ahora es la vergรผenza la que se ve en ellos reducida al silencio.
((โInformalization and emancipation of lust and love: integration of sexualization and eroticization since the 1880sโ, en Michael Dunning, Cas Wouters, On the long-term process of civilization and informalization, de prรณxima publicaciรณn en Palgrave Macmillan.
))
Hay un antes y un despuรฉs de Weinstein. Pero la propuesta deberรญa entenderse casi en sentido literal. Mรกs allรก de la personalidad concernida, el episodio #MeToo no era inevitable ni fortuito. Es el producto de una revoluciรณn de las relaciones de poder entre los sexos y de una evoluciรณn paralela de las sensibilidades. Las dos hacen insoportables y expresables las violencias contra las mujeres. Serรญa bueno recordarlo, puesto que nada permite pensar que las transformaciones a las que han contribuido #MeToo y #balancetonporc sean un logro ya adquirido. Si hay una lecciรณn eliasiana, asumiendo mรกs bien la parte de normatividad, esta consiste en recordar que las caracterรญsticas de nuestras sociedades, tenidas como progresistas, estรกn condicionadas histรณrica y socialmente. Segรบn Elias, ignorar esta realidad contribuye mucho a fragilizar el progreso. En el fondo el mensaje estรก claro: no somos tan civilizados como creemos, no hay que olvidar de dรณnde venimos. ~
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Traducciรณn del francรฉs de Aloma Rodrรญguez.
Publicado originalmente en La Vie des Idรฉes.
es doctora en ciencias poliฬticas y sociales. Desde 2015 dirige el Centro de Investigacioฬn sobre Ciencia Poliฬtica de la Universidad de Saint-Louis, en Bruselas.