En el centenario de Iris Murdoch

Iris Murdoch (1919-1999) fue una de las escritoras que mรกs en serio se tomaron el trabajo de volver a pensar la tradiciรณn europea, tanto en su obra novelรญstica como en sus ensayos filosรณficos.
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Pocas veces se habla de la responsabilidad que se vieron obligados a asumir muchos escritores despuรฉs de la Segunda Guerra Mundial, cuando todos los caminos parecรญan ya trillados y agotados. El colapso estรฉtico que se viviรณ entre finales del XIX y las primeras dรฉcadas del siglo XX afectรณ a todos los รกmbitos del arte, la literatura y la filosofรญa, al mismo tiempo que la polรญtica se infectaba con el avance de los totalitarismos y el descrรฉdito de la democracia representativa, como se vio, por ejemplo, en el caso de la Repรบblica de Weimar. En la resaca de la posguerra, la literatura y la filosofรญa europeas acusaron la fatiga provocada por los excesos de las vanguardias asรญ como la crisis moral inducida por la experiencia del Holocausto. Era muy difรญcil abrirse paso entre las ruinas y volver a confiar en las posibilidades de la novela, la poesรญa o la metafรญsica. Y de algรบn modo lo sigue siendo. Iris Murdoch (1919-1999), sin embargo, fue una de las escritoras que mรกs en serio se tomaron el trabajo de volver a pensar la tradiciรณn europea, tanto en su obra novelรญstica como en sus ensayos filosรณficos. Su contribuciรณn, a estas alturas del siglo XXI, merece ser reconsiderada a la luz de los peligros que ahora nos acechan.

Aunque fue mรกs conocida por sus novelas, Iris Murdoch empezรณ siendo filรณsofa. Nacida en Dublรญn en el seno de una familia protestante, se educรณ en Inglaterra y en 1938 empezรณ a estudiar en Oxford Mods and greats, una mezcla de historia, filosofรญa y lenguas clรกsicas. La movilizaciรณn de los varones durante la guerra permitiรณ que las mujeres tuvieran una relevancia insรณlita en la universidad. Algunas de sus compaรฑeras, como Philippa Foot o Elizabeth Anscombe, acabarรญan siendo filรณsofas muy influyentes. En aquellos aรฑos, Murdoch reconociรณ como maestros, sobre todo, a Donald M. MacKinnon y a Eduard Fraenkel. MacKinnon era un filรณsofo y teรณlogo que la iniciรณ en los grandes problemas de la filosofรญa moral. Fraenkel, por su parte, era un prestigioso helenista judรญo alemรกn que habรญa huido de la Alemania nazi y que, ademรกs de sus asignaturas como catedrรกtico de latรญn en el Corpus Christi, impartรญa por las tardes un seminario sobre el Agamenรณn de Esquilo para profesores y alumnos elegidos, entre los que se contaba la propia Murdoch, que nunca olvidรณ el comentario de Fraenkel al โ€œHimno a Zeusโ€ de aquella tragedia. De esa รฉpoca data tambiรฉn su interรฉs seminal por Platรณn, un filรณsofo al que sacรณ de la catacumba acadรฉmica para revalorizarlo y relacionarlo con los problemas morales que investigรณ en sus ensayos.

Despuรฉs de la guerra, Murdoch trabajรณ en Bรฉlgica y Austria para la unrra, una instituciรณn de Naciones Unidas dedicada a la ayuda de personas desplazadas por la guerra. En la formaciรณn de Iris Murdoch fue muy importante la influencia continental, ademรกs de la britรกnica. En Oxford ya se habรญa relacionado con el exilio judรญo y a lo largo de su vida mantuvo siempre relaciones intelectuales y afectivas con escritores europeos como Raymond Queneau, Franz Steiner โ€“un antropรณlogo, tambiรฉn excelente poeta en alemรกnโ€“ o Elias Canetti, con quien en la dรฉcada de 1950 iniciรณ una relaciรณn รญntima que se prolongarรญa incluso despuรฉs de su boda en 1956 con el crรญtico literario John Bayley. En 1945, Murdoch conociรณ en Bruselas a Jean-Paul Sartre, a cuya obra novelรญstica dedicรณ su primer libro, Sartre. Un racionalista romรกntico (1953), en realidad la crรณnica de su distanciamiento con el existencialismo, entonces la escuela dominante en Europa. Otra de las corrientes en las que participรณ fue la filosofรญa analรญtica. En 1947, Murdoch regresรณ a Inglaterra para cursar un posgrado en Cambridge. Allรญ entrรณ en contacto con el grupo de amigos y discรญpulos de Wittgenstein, que se retirรณ de la docencia aquel aรฑo pero a quien Murdoch conociรณ y cuya obra estudiรณ a fondo, sintiรฉndose a la vez atraรญda y repelida por su idea del lenguaje. Ella misma se definiรณ a menudo como una especie de โ€œwittgensteniana neoplatรณnicaโ€. En un simposio sobre su obra que tuvo lugar en 1978, la propia escritora comentรณ al respecto: โ€œSoy algo asรญ como una platonista, aunque tambiรฉn soy una filรณsofa lingรผรญstica. Fui educada como tal y en muchos sentidos sigo siรฉndolo, pero en cuestiones de filosofรญa moral soy una especie de platonista. Si me encerraran en prisiรณn durante diez aรฑos y me obligaran a escribir mi filosofรญa, tendrรญa la oportunidad de explicarlo, pero tardarรญa mucho tiempo.โ€

No es fรกcil entender el camino que Iris Murdoch decidiรณ emprender a solas en su filosofรญa. Por una parte, la progresiva secularizaciรณn del pensamiento europeo gracias primero al giro copernicano de Kant y luego al seรญsmo provocado por Nietzsche habรญa dejado en suspenso los valores en los que tradicionalmente se habรญa fundamentado el mundo occidental. Y ya en el siglo XX tanto la obra de Heidegger como la de Wittgenstein habรญan acabado definitivamente con la era cartesiana, volando el techo de la metafรญsica, sin que nadie hubiera sido capaz de reconstruir luego una nueva casa para el espรญritu. La filosofรญa anglosajona, ya de por sรญ tradicionalmente empรญrica, se decantรณ por el estudio de la lรณgica y el lenguaje, tratando de convertir en mรฉtodo el pensamiento de Wittgenstein, al igual que habรญan hecho los miembros del Cรญrculo de Viena. Toda proposiciรณn filosรณfica debรญa estar sometida al anรกlisis cientรญfico. En Europa, por otra parte, el existencialismo francรฉs se habรญa apropiado de algunos postulados de Heidegger, banalizando sus investigaciones en torno al ser, la nada y la temporalidad, como รฉl mismo se apresurรณ a aclarar en su Carta sobre el humanismo (1947). Por otro lado, la fabulosa operaciรณn de Heidegger habรญa concentrado el pensamiento en una dimensiรณn ontolรณgica que era en sรญ misma suprasocial, olvidรกndose del hecho incontrovertible de que el hombre habita la Tierra junto a sus semejantes. Para entender esta cuestiรณn, basta fijarse en la evoluciรณn del pensamiento de Hannah Arendt, que tambiรฉn se vio obligada a trabajar en un mundo en ruinas. Segรบn admitiรณ ella misma, Arendt abandonรณ la filosofรญa asqueada por la connivencia de algunos pensadores โ€“sobre todo de Heidegger, su maestro y amanteโ€“ con el nazismo, dedicรกndose a la teorรญa polรญtica. A la Jemeinigkeit (singularidad) de Heidegger, Arendt le opuso entonces una afirmaciรณn de la pluralidad, el amor mundi y la vita activa; de la existencia pรบblica, en definitiva.

Por su parte, Iris Murdoch se encontrรณ con que la filosofรญa analรญtica descuidaba el estudio de la vida moral. La insumisiรณn contra los valores de raรญz cristiana habรญa devuelto al hombre, aparentemente, una libertad radical que se fundamentaba ahora en su capacidad de decisiรณn absoluta. En el campo de la polรญtica, este extremo se evidenciรณ tambiรฉn en la obra jurรญdica de Carl Schmitt, que no andaba muy lejos de Heidegger en sus elucubraciones acerca del Ser polรญtico como origen de la soberanรญa. Murdoch, acorralada por la filosofรญa del lenguaje y por el nihilismo, intentรณ abrir un tercer camino que recuperara para el hombre su conciencia de relaciรณn con los demรกs y la posibilidad de transformaciรณn interior. Para ello, se atreviรณ a volver a Platรณn en una รฉpoca en que Aristรณteles era el referente de toda รฉtica, situando de nuevo el problema del bien en el centro de la filosofรญa moral.

Siguiendo en algunas cuestiones a G. E. Moore y aprovechรกndose tambiรฉn de la obra de Simone Weil, Murdoch impugnรณ el divorcio entre hecho y valor, tratando de restaurar el vรญnculo entre el agente moral y su entorno. Para ello, recuperรณ conceptos cristianos que habรญan quedado en desuso en el vocabulario filosรณfico, como โ€œamorโ€, โ€œvisiรณnโ€ u โ€œoraciรณnโ€, pero desligรกndolos de cualquier dogma religioso y proponiรฉndolos para un mundo sin Dios. Para ella, la vida moral ya no podรญa ser meramente una cuestiรณn de elecciรณn y acto, sino que implicaba tambiรฉn una capacidad de visiรณn. Una adecuada atenciรณn a la realidad del mundo โ€“la oraciรณn laicaโ€“ suscita una actividad moral interior que acaba conduciendo a un estado de la voluntad que se parece mรกs a la obediencia, porque algo se ha โ€œvistoโ€ durante el proceso. Como dice Simone Weil, โ€œla creencia en la existencia de otros seres humanos como tales es amorโ€. El bien se constituye asรญ en una aspiraciรณn que cifra su trascendencia tanto en la constataciรณn de su inutilidad como en el reconocimiento de nuestra condiciรณn de mortales. En La soberanรญa del bien (1970), su obra filosรณfica mรกs relevante, Murdoch afirma que โ€œun sentido genuino de la mortalidad nos permite ver la virtud como lo รบnico que vale la pena. Y es imposible predecir y limitar las formas en que se nos va a requerir. Que no podemos dominar el mundo podrรญa verse de una manera mรกs positiva. El bien es misterioso debido a la fragilidad humana, debido a la inmensa distancia que entraรฑaโ€.

En su peregrinaje hacia el redescubrimiento del bien, Murdoch propone tambiรฉn una reconsideraciรณn de lo que ella llama โ€œgran arteโ€, infiriendo con ello la obra de los escritores y pintores que han sido capaces de albergar toda la variedad de la condiciรณn humana, mรกs allรก de sรญ mismos, con atenciรณn y generosidad. Ella piensa sobre todo en Shakespeare, en Tolstรณi, en Velรกzquez o en Tiziano, denunciando de algรบn modo el exceso de subjetividad que infectรณ a la imaginaciรณn a partir del romanticismo. En El fuego y el sol (1977), el ensayo en el que reflexiona acerca de la expulsiรณn de los artistas de la repรบblica platรณnica, Murdoch identifica al poeta desterrado con el escritor mediocre y fantasioso que da vueltas en torno a sรญ mismo. Si Platรณn tuvo que inventar el lenguaje de la episteme para enfrentarse a la crisis religiosa y educativa de su tiempo, Murdoch pretende dar respuesta a las carencias de un mundo poscristiano, moralmente deprimido y dominado por la ciencia, defendiendo y cultivando una forma de arte que vuelva a comprometer la bรบsqueda de la verdad. Como dice en El fuego y el sol: โ€œEl buen arte, visto como una fuerza simbรณlica mรกs que como una expresiรณn, proporciona una imagen turbadora de un puro valor trascendente, un constante, visible y perdurable bien superior, y quizรก proporcione a mucha gente, en una รฉpoca irreligiosa sin oraciรณn ni sacramentos, su mรกs clara experiencia de algo captado como segregado, precioso y benรฉfico, y sostenido quieta y desposeรญdamente en la atenciรณn.โ€

Despuรฉs de impartir filosofรญa durante quince aรฑos en Oxford, entre 1948 y 1963, Iris Murdoch se retirรณ para dedicarse exclusivamente a su propia obra. Poco a poco habรญa descubierto que la filosofรญa no podรญa satisfacer su interรฉs en la vida moral, por cuanto la teorรญa generalizaba lo que indefectiblemente exigรญa particularidad. La circunstancia de cada caso desbordaba los lรญmites del mรฉtodo filosรณfico y pedรญa otra forma de estudio, razรณn por la cual quiso dedicarse cada vez mรกs a la literatura. En 1954, Murdoch publicรณ su primera novela, Bajo la red, una obra ya bastante madura โ€“la autora tenรญa entonces treinta y cinco aรฑosโ€“ pero que aรบn se resentรญa de la influencia existencialista. Fue en El castillo de arena (1957) o en La campana (1958) cuando su talento empezรณ a despuntar con genuino encanto, hasta que a partir de Amigos y amantes (1968) se inicia una dรฉcada asombrosa en la que prรกcticamente cada aรฑo fue publicando novelas excelentes e intercambiables que culminan en El mar, el mar (1978), ganadora del Premio Booker y probablemente su obra maestra.

Murdoch quiso, ante todo, renovar el estatuto de la novela. Despuรฉs de los experimentos estilรญsticos y formales del modernism, que habรญan trastornado las leyes de la ficciรณn, Murdoch buscรณ ayuda en algunos novelistas del XIXโ€“sobre todo en George Eliot, Tolstรณi y Henry Jamesโ€“ para tratar de superar los lรญmites subjetivos del romanticismo e intentar dar voz de nuevo a personajes diversos. Como ella misma comentรณ en un ensayo titulado โ€œEn torno a lo bello y lo sublimeโ€ (1959): โ€œlo que mรกs me interesa de la naturaleza no hegeliana de aquellas grandes novelas no es mรกs que esto: que contienen un cierto nรบmero de gente dispar. Hay en estas novelas una pluralidad de personas reales que aparecen de modo mรกs o menos naturalista en un escenario social muy amplio, y representan centros de significaciรณn mutuamente independientes que corresponden a individuos realesโ€. De todos modos, Murdoch no se limitรณ a imitar ingenuamente la novela del XIX sino que prescindiรณ, muy conscientemente, de la fe en la historia, el progreso y la ciencia que habรญa sustentado buena parte de la novela burguesa, con la excepciรณn, seguramente, de Henry James, que por eso ayudรณ al gรฉnero a ingresar en la incertidumbre del siglo XX. A cambio, Murdoch se fijรณ en Shakespeare como ejemplo mรกximo de organizaciรณn dramรกtica y de tolerancia imaginativa, imitando el funcionamiento, sobre todo, de sus comedias y de sus romances tardรญos.

Lejos de la novela filosรณfica, Murdoch escribiรณ, con una fecundidad a veces excesiva e impaciente, comedias en las que se exploran problemas morales relativos al amor, el matrimonio, la amistad, el arte o la espiritualidad, manejando, con mano maestra, tramas vodevilescas o intrigantes protagonizadas por personajes siempre muy parecidos. Novelas como El prรญncipe negro (1973) o El mar, el mar estรกn narradas en primera persona por voces masculinas muy contundentes y despรณticas, en cuyo timbre se reconoce el modelo de Canetti o de Wittgenstein, figuras en torno a las que se mueve una comparsa de mujeres, borrachos, jรณvenes perdidos, artistas fracasados o santos modernos. Como novelista, Iris Murdoch utiliza la ficciรณn para poner a prueba sus convicciones filosรณficas, haciendo que sus personajes se den de bruces contra la necesidad del mundo, poniendo de manifiesto asรญ la naturaleza lรกbil del bien y reflejando a menudo una imagen bastante sombrรญa de la condiciรณn humana. Aunque nos muestra el camino de la salvaciรณn, ella sabe muy bien que la mayorรญa de las veces nos condenamos.

En una รฉpoca dominada por la producciรณn y la tecnologรญa, el ejemplo de Iris Murdoch, tanto en su dimensiรณn filosรณfica como literaria, quizรก pueda ayudarnos a formular nuestras propias preguntas y a defendernos de la insustancialidad. Sus novelas siguen siendo tan divertidas como edificantes y sus ensayos despiden una luz que serรญa una pena ignorar. ~

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(Palma de Mallorca, 1977) es editor-at-large de Random House Mondadori.


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