La sonata para violรญn y viola d’amore de Paul Hindemith arranca, sin decir agua va, con una fuga a cargo del piano. Luego entra en ella el delicioso timbre grave de la viola, esa voz enronquecida o “fabla tumbal”, como dice el arcipreste de Hita de su propia voz en su autorretrato. El movimiento entero es una maravilla de poder inventivo. Hindemith, como se sabe, compuso sonatas para piano y todos los instrumentos autรณnomos de la orquesta (esto es, no para timbales o triรกngulo y piano). La facilidad y gran elocuencia hacen de Hindemith, en mi opiniรณn, el Mozart del siglo XX.
Y bien, ยฟquรฉ con eso?, dirรกs.
El exabrupto siempre desconcierta (y mรกs en el comienzo). A lo que voy, sin embargo, es a esto: el compact donde figura la sonata en cuestiรณn lo saquรฉ de la Biblioteca Pรบblica de Nueva York, benemรฉrita instituciรณn cuyo inacabable surtido de compacts, videos y libros apenas estoy explorando.
Y eso que voy todos los dรญas a la filial (branch, le dicen aquรญ) que queda a dos cuadras del Consulado, donde presto mis servicios. Es la Mid Manhattan New York Public Library. Filiales de la Biblioteca hay muchas, en cada barrio hay una, a veces dos, bien surtidas. Es un sistema, esto es, si te inscribes en una, quedas, automรกticamente, inscrito en las demรกs. Puedes sacar hasta treinta ejemplares de lo que sea (items, dicen aquรญ), libros o lo demรกs, por tres semanas, sin refrendar. Mi filial es un enorme edificio, cinco muy amplios pisos llenos de libros, principalmente. El Palacio de Hierro Durango, lleno de libros. Hay de todo, pero las secciones de artes escรฉnicas y de libros de arte son las mรกs grandes. El lugar es un oasis, con mesas, sillas y un ambiente propicio para estudiar. Y todo eso no cuesta ni un centavo, y tiene, oh delicia, el mรญnimo estricto de burocracia: todo trรกmite es muy rรกpido y sencillรญsimo, todo estรก computarizado, y con el mรกximo de eficacia.
Por ejemplo, no hace mucho, por no sรฉ quรฉ pequeรฑo problema, me vine a enterar de que estoy registrado en la biblioteca como “el seรฑor Guita-Schyfter”. Hindรบ me creen, supongo, por eso de Mr. Guita, en esta multicultural ciudad. Segรบn dicen, hay en el norte de Manhattan una cuadra en la que se hablan cuarenta idiomas diferentes. No sรฉ como se habrรก generado la confusiรณn (Guita Schyfter es el nombre de mi mujer), pero, lo mismo, asรญ me dan todos los servicios, asรญ que no cambiรฉ nada.
A librerรญas voy menos. No compro libros. O sรญ, algunos, pero muy pocos, y sobre todo de viejo. Las librerรญas de viejo son irresistibles en Nueva York. El otro dรญa, sin embargo, entrรฉ a una librerรญa y me arrojรฉ voluptuosamente a mi pasatiempo predilecto: hojear libros. Y llamรณ mi atenciรณn un poema de Wallace Stevens que venรญa citado en algรบn libro que hojeaba. No hice caso y al rato me fui. Pero el recuerdo del poema empezรณ a perseguirme. ยฟCรณmo era?, me preguntaba, ยฟcรณmo era exactamente?, ยฟquรฉ decรญa? No podรญa recordarlo con precisiรณn. Asรญ que tuve que regresar a la librerรญa. Y claro, no hallaba la cita. ยฟQuรฉ libro era? No, no me acordaba. Pero me encarnicรฉ en la bรบsqueda hasta que di con ella. La cita, fragmento o lo que sea, dice asรญ:
Mrs. Stevens and I went out for a walk yesterday
afternoon. We walked to the end of Westerly Terrace,
and she turned left and I turned right.
La seรฑora Stevens y yo salimos de paseo ayer
en la tarde. Caminamos hasta el final de Westerly Terrace,
y ella dio vuelta a la izquierda y yo, a la derecha.
Me gusta este fragmento por lo que no dice. A eso se llama quintaesenciar. Estรก todo, la separaciรณn entera, y, al mismo tiempo, no sabemos nada. Como la vida misma. Es igual a decir: ahรญ estรก el drama doloroso, ยฟpara quรฉ entrar en detalles?
Hace dos semanas, hice un viaje solo, en la noche, en el subway, a Brooklyn para ver La sonata de los espectros de Strindberg, en sueco, dirigida por el famoso director de cine y teatro Ingmar Bergman. Como me enterรฉ con anticipaciรณn de la oportunidad, saquรฉ de la biblioteca dรญas antes una traducciรณn anotada de la obra, la leรญ con extremo cuidado y me aprendรญ lo que pude de memoria. Asรญ que cuando la vi no tuve que usar los audรญfonos de la traducciรณn simultรกnea, sino que la vi, sentado en el borde la silla, tenso, con los ojos bien abiertos, feliz y en sueco. Y pocas veces he disfrutado tanto el arte del teatro como en esa lecciรณn de maestrรญa y discreciรณn que dio, otra vez, Bergman.
El Festival de Julio del Lincoln Center estรก dedicado al dramaturgo britรกnico Harold Pinter. Ocho obras suyas, repartidas en seis sesiones, y casi todas las pelรญculas con guiรณn suyo, vienen a Nueva York. Tambiรฉn el propio Pinter estarรก por acรก y sostendrรก una conversaciรณn pรบblica con su inevitable interlocutor, Mel Gussow. Y claro, ya me preparo para ir a la biblioteca a sacar las obras de Pinter y a leerlas con cuidado antes de su presentaciรณn (no es nada fรกcil seguir las obras de Pinter en inglรฉs, estรกn llenas de idioms). Porque, la verdad, no quiero perderme ninguna.
En general, por acรก mi apellido genera muchos problemas. Se escribe mi nombre de maneras muy diferentes. Mr. Hipiart, Mr. Higuiard, por ejemplo, pero el rรฉcord lo tiene una versiรณn que me aproxima al arte desenfrenado de Alfred Jarry: Mr. Huvuruat. Y a mรญ, pasar directamente de Hiriart a Ubu Roi me parece una hazaรฑa de deformaciรณn fonรฉtica de mi apellido en verdad imbatible. Y no digo mรกs, por ahora. –
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.