México plural

La revista Plural, que nació hace medio siglo, propuso una actitud de libertad y debate que no se consolidó. Ahora como entonces, el gobierno busca imponer una sola voz, una verdad única. No lo logrará.
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Hace exactamente medio siglo comenzó a aparecer en los puestos de periódico una nueva revista mensual de cultura y crítica dirigida por Octavio Paz llamada Plural. La publicaba Excélsior, era de tamaño tabloide y costaba cinco pesos. La discreta portada de su primer número anunciaba un ensayo inédito de Claude Lévi-Strauss, padre del estructuralismo; unos “ideogramas chinos” de Henri Michaux; una mesa redonda sobre la modernidad de la literatura mexicana en la que participaron, entre otros, el propio Paz, Carlos Fuentes, Juan García Ponce; un ensayo de Ramón Xirau sobre José Lezama Lima, un ensayo-reportaje de Elena Poniatowska sobre el festival de Avándaro. Mes a mes, hasta su número final (el 58, de julio de 1976), Plural publicaría a cientos de autores (poetas, novelistas, ensayistas de toda índole, historiadores, críticos de literatura y arte, científicos) y ampliaría el espectro de sus temas. ¿Cuál era la fuente de esa riqueza y diversidad? Su director. Paz había escrito al final de El laberinto de la soledad que los mexicanos éramos, “por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres”. Plural convertía en creación editorial esas palabras.

La generación del 68 recibió con recelo la aparición de Plural. Me refiero específicamente al grupo de jóvenes escritores (o aspirantes a escritores) que hacíamos “La Cultura en México”, suplemento de la revista Siempre!. Lo dirigía Carlos Monsiváis. Decretamos que Plural representaba una posición tibia frente a la crisis que vivía México y que Paz se había vuelto “reaccionario”. No entendíamos que Paz, sin abandonar su fe en el socialismo, se había vuelto un demócrata liberal.

En el otoño de 1972 la sangre llegó al río. El suplemento publicó un número que se interpretó, no sin razón, como una “expulsión de los liberales del discurso público”. Paz y otros miembros de Plural contestaron con dureza. Les indignaba sobre todo nuestro desdén por las libertades:

Desprestigiar términos como “libertad de expresión” y “democracia”, tildar peyorativamente de “liberales” a quienes defienden y practican concretamente, sin excesivas ilusiones, pero con la intención política de ofrecer alternativas, la libertad de expresión y la opción democrática, ha sido táctica de todos los movimientos totalitarios de nuestro tiempo. Los grandes teóricos del socialismo, de Marx y Engels a Koakowski y Kosík, pasando por Rosa Luxemburgo (“La libertad es siempre la libertad del que no piensa como usted”), jamás difamaron los conceptos de libertad de expresión y democracia […]

Aunque el choque fue ríspido, a partir de entonces leí Plural con mayor atención. Número tras número, Plural me persuadió, me convenció. Me di cuenta de su oposición a toda dictadura, ya sea la de Pinochet, la de Castro o la más embozada del PRI. Recuerdo la impresión que me causaron los ensayos de Gabriel Zaid en su sección “Cinta de Moebio”, textos que en 1979 reuniría en El progreso improductivo. Era la “ingeniería social fragmentaria” de Karl Popper aplicada a México. En el “Manual del distraído” de Alejandro Rossi descubrí una inclasificable literatura filosófica. En el número “Nueva España entre nosotros” leí por primera vez la teoría de Richard M. Morse sobre las raíces tomistas de nuestra cultura política. En su sección “Compuerta”, Daniel Cosío Villegas ejercía una honda y mordaz disección del presidencialismo mexicano. Fueron notables las notas que aparecieron sobre Persona non grata de Jorge Edwards, testimonio de primera mano sobre la deriva totalitaria en Cuba. En las páginas de Plural, Mario Vargas Llosa revaloró la rebeldía de Albert Camus frente a la cerrada ideología de su antiguo ídolo, Jean-Paul Sartre. Pero entre todos los números recuerdo el de marzo de 1974, en el que Paz publicó “Polvos de aquellos lodos” inspirado por la lectura reciente del Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn. Aquel ensayo era un desgarrador mea culpa sobre lo que él consideraba su complicidad con el régimen soviético, remota aurora de la humanidad que había terminado en “una pira sangrienta”. Hacia mediados de 1975 dije adiós a mi generación intelectual y comencé a publicar reseñas de libros de historia en Plural.

Plural propuso una actitud de libertad, crítica, apertura, tolerancia y debate que por desgracia no se consolidó. Ahora, como hace medio siglo, el gobierno busca imponer una sola voz, una verdad única. No lo logrará. México es un país plural.

Publicado en Reforma el 17/X/21.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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