Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957) es periodista cultural y escritor. Responsable del suplemento Cultura/s de La Vanguardia, es un especialista en el mundo del libro y del best seller, entre otros asuntos. Publica Otra Cataluña. Seis siglos de cultura catalana en castellano (Destino), la crónica de una travesía en común de dos lenguas que han convivido sin estridencia hasta hace no demasiados años.
¿Cuál es el punto de partida de Otra Cataluña, más allá de la infeliz frase de Jordi Pujol?
Por una parte quería reconstruir una tradición, la de la cultura catalana en castellano, que por razones familiares y de amistad ha sido en buena parte la mía. Por otra parte pensaba que en un momento como el actual, donde en Cataluña y en España se están discutiendo muchas cuestiones de fondo, valía la pena ofrecer una síntesis de toda una parte de la cultura catalana que desde hacía más de cien años no había sido objeto de una reflexión de conjunto. La cultura catalana en catalán ha generado una amplísima bibliografía, especialmente en los últimos cuarenta años, pero sobre la línea cultural que yo planteo, observada en la totalidad de su desarrollo, no había prácticamente nada.
¿Quería demostrar que en Cataluña se está viviendo una inmensa simplificación?
Me interesaba recordar que la cultura catalana es más compleja y más rica de lo que muchas veces se ha presentado, y que los catalanes no deberíamos vernos instigados a escoger entre dos tradiciones porque las dos configuran el mismo gran cuerpo cultural. También me interesaba contribuir a desmontar tópicos que de vez en cuando se oyen en Cataluña, como que “el castellano es la lengua de los colonos”, o que “el castellano es una lengua ajena a Cataluña”.
¿Qué tipo de libro quería hacer: teórico, divulgativo, reparar olvidos…?
Me propuse cuatro retos: hacer un libro de historia cultural que se beneficiara de la agilidad y el ritmo de los buenos trabajos periodísticos, porque quería llegar a un público lo más amplio posible. Presentar una panorámica muy puesta al día, que recogiera, junto a referencias clásicas pero muy olvidadas, los estudios más recientes y especializados de investigadores dispersos por universidades del mundo. Redactarlo en un plazo relativamente rápido, para que pudiera resultar útil a las personas que están discutiendo estos temas actualmente. Y que no se tratara de una tesis ideológica sino de una crónica panorámica, que aportara información a gente de todos los espectros, incluídos los políticos, con curiosidad sobre el tema.
Afirma que de 1550 a 1850 la cultura catalana fue esencialmente en castellano.
En esos tres siglos el castellano tuvo una presencia dominante, es lo que los historiadores del catalanismo cultural han denominado la época de “decadencia”. Le daré dos datos: en la época de los incunables (1479-1498) las imprentas barcelonesas producen 135 títulos en latín, 102 en catalán y 6 en castellano. Pero ya hacia 1550, las imprentas barcelonesas publicaban el 55% de su producción en castellano, el 27% en latín y el 18% en catalán. Es una distribución editorial que se mantiene en los siglos siguientes, hasta la desaparición del latín. Casi tres siglos más tarde, en 1836, el obispo Félix Torres Amat publica sus Memorias para ayudar a formar un diccionario crítico de los escritores catalanes y dar alguna idea de la antigua y moderna literatura de Cataluña, que es el primer Who’s who de las letras catalanas abarcadas a lo largo de su historia, con la información entonces disponible. En su recuento, Torres Amat registra más de 670 autores que han escrito en castellano, unos 400 en latín, casi 300 en catalán, y unos 200 que han practicado diversas formas de bilingüismo y trilingüismo…
¿Qué han significado para Cataluña figuras como Enrique de Villena o Juan Boscán, que tienen algo de pioneros?
La castellanización de la cultura catalana empieza en el siglo XV por las élites. Enrique de Villena es un aristócrata, descendiente directo de la dinastía condal de Barcelona, que son los reyes de la Corona de Aragón. Villena podría haber sido rey, pero su abuelo quedó descartado entre los distintos candidatos que se barajaron en el Compromiso de Caspe. Se trata de un hombre influyente en la corte barcelonesa, que tutela las fiestas poéticas de la Gaya Ciencia y escribe su primer libro en catalán. Pero en cierto momento ve que Castilla le brinda más posibilidades económicas, cambia de idioma y de lugar de residencia. En cuanto a Juan Boscán, también es un poeta cortesano, un “ciudadano honrado” de la élite barcelonesa que entra al servicio de los duques de Alba y con ellos acompaña al emperador Carlos I por sus distintos destinos. Se trata del primer autor catalán en castellano que tiene un peso importante en la literatura española, al introducir las formas poéticas que estaban triunfando en el renacimiento italiano. Y remarco lo de “autor catalán en castellano” porque pienso que autores en lengua catalana anteriores a él, como Ausias March o Joanot Martorell, es evidente que también tienen un peso muy importante en la literatura española, entendida como la que se produce en las distintas lenguas de España, que es la acepción que me parece correcta.
Hay muchas figuras curiosas. Pienso en Estefania de Requesens, por ejemplo. Una mujer con enorme fuerza. ¿Cuál es su importancia en el contexto?
Estefania de Requesens es una figura de mucho peso. Es una de las protectoras barcelonesas de Ignacio de Loyola. Por su matrimonio con un hombre muy próximo al emperador Carlos I, y por su propio talento, acaba ejerciendo en la práctica de tutora de Felipe II. Constituye un ejemplo de esa castellanización de las élites a las que me refería antes. Con su madre, la condesa de Palamós, se escribe en catalán, pero con su hijo Luis lo hace en castellano.
¿Qué le debe Cataluña al Quijote y qué le debe Cervantes a Barcelona?
El Quijote introduce a Barcelona en el gran mapa de la literatura universal, ya que es la única ciudad real que aparece en sus páginas. Y además la señala como ciudad de libro, a través del capítulo de la imprenta, donde se discuten cuestiones que siguen siendo actuales, como la del copyright. Si Barcelona ha sido reconocida como Ciudad de la Literatura de la Unesco se debe a una tradición que tiene en ese capítulo uno de sus puntos culminantes.
¿Qué significó la Renaixença para Cataluña? ¿Cabría decir que ahí se produjo el despertar del catalán?
La Renaixença es un episodio voluntarista y deslumbrante de recuperación cultural. Un grupo de amigos que son grandes hombres de cultura, escritores y profesores románticos fascinados por la reconstrucción del pasado medieval, vuelven sus ojos hacia el pasado glorioso de las letras en catalán y apuestan por reactivarlas. Piferrer o Milá y Fontanals viajaban por el interior de Cataluña recopilando la antigua poesía popular en lengua catalana, mientras Aribau, alto funcionario y editor afincado en Madrid que tiene un papel crucial en la recuperación de los clásicos castellanos, publica en catalán un único poema, “A la pàtria”, que tiene un efecto determinante. En su primer momento, la Renaixença se hace desde un “doble patriotismo”, catalán y español, según el término que propone el historiador Josep Maria Fradera. Cuando el catalanismo catalán deriva hacia el catalanismo político, ya muy a finales del siglo XIX, es cuando empiezan a asomar tensiones serias de una parte de la intelectualidad catalana con la idea de España.
¿Cuáles son los autores y momentos claves de ese periodo?
Hay un intelectual clave de la primera mitad del siglo XIX, que es Jaime Balmes. Este sacerdote de Vic que muere sin haber cumplido los cuarenta años produce una obra extensísima, donde aboga por el moderantismo y por la modernización de la Iglesia, intenta buscar puntos de consenso entre carlistas y liberales y escribe un libro en defensa del sentido común, El criterio, que es uno de los más leídos del siglo en España. Balmes constituye un punto de referencia insoslayable, e influye mucho en la línea del Diario de Barcelona, el gran medio prescriptor en la Cataluña decimonónica.
¿Cuál es el lugar de Federico Muntadas? ¿Cuál sería el valor de su obra literaria?
Me parece un personaje legendario. Dedicó su vida a la restauración y conservación del Monasterio de Piedra, que su padre, un industrial catalán, había comprado. Fue político, poeta y novelista, y su vida daría para una buena novela.
¿Puede decirse que en algún momento la producción en castellano y en catalán se igualan, que conviven en armonía y cierta igualdad?
Son dos líneas culturales que se han ido alternando con predominio, en distintas épocas, de una o de otra, y también con épocas donde se han repartido áreas de influencia. En los años veinte y treinta del siglo XX, por ejemplo, el catalán era dominante en la alta cultura (es la época de Carner y de Sagarra), y en las universidades e instituciones, pero el castellano tiene más presencia en la prensa (aunque hay grandes periodistas en catalán como Pla), o en el ámbito cultural anarquista, con figuras como Federica Montseny, que bebe de las influencias de Pi Margall y Ferrer Guardia, ambos autores en castellano. En el teatro popular del Paralelo en esos años hay coexistencia de ambas lenguas. Yo creo que el momento actual, pese a las distintas tensiones, es de equilibrio y convivencia, con una producción editorial potente tanto en catalán como en castellano, y autores internacionales en ambas lenguas: Mendoza, Cercas, Ruiz Zafón o Vila-Matas, por un lado, y Cabré, Monzó, Pàmies o Sánchez Piñol por otro.
Llama la atención la importancia que le da a la prensa y a los periodistas: Diario de Barcelona, primero, La Vanguardia, luego, y a muchos periodistas, Gaziel, entre ellos.
Es que Barcelona históricamente ha constituido una capital, no solo de la edición, sino también de la comunicación española. El Diario de Barcelona y La Vanguardia contribuyen, en sus respectivos momentos, a modernizar decisivamente la prensa del país. La Vanguardia, en los años finales de la monarquía de Alfonso XIII, se convierte en el diario más leído de España, y uno de los “cuatro grandes” diarios de calidad europeos por su número de páginas. Ambos diarios sirven de punto de encuentro de escritores en catalán y en castellano, ayudan decisivamente a configurar momentos decisivos de la cultura catalana (la Renaixença el Diario de Barcelona, el modernismo La Vanguardia) y ambos se caracterizan por la moderación, la voluntad constructiva y la vocación a la vez muy catalana y de incidencia española. En Otra Cataluña abordo también el papel de la radio, porque la primera emisora española arranca en los años veinte en Barcelona; la televisión, con figuras como Adolfo Marsillach o Joaquín Soler Serrano; el cine, con hitos como Los Tarantos de Rovira Beleta; o la música pop, con especial atención a Joan Manuel Serrat, cuyo Mediterráneo ha sido considerado la mejor canción española de todos los tiempos.
La Guerra Civil fue también un corte en la convivencia entre ambas lenguas. ¿Cómo se revelará esa fricción?
La Guerra Civil representa, claro, un momento durísimo y desgarrador. A la comunidad literaria la parte por la mitad, con autores e intelectuales catalanes en ambos bandos. Y el primer franquismo es implacable con la lengua catalana, a la que reduce al ámbito doméstico proscribiéndola de las instituciones, los medios de comunicación y, en los primeros años, también de la edición. Hasta los años sesenta no empieza a recuperarse, siempre con muchos problemas. Esta actitud implacable de un régimen franquista que se presenta como aparato de Estado crea un agravio tremendo.
Habla de los autores de la Falange, y en ese entorno señala dos nombres claves: Juan Ramón Masoliver y Luis Monreal. ¿Cuál fue su papel, cómo valora su trayectoria?
Masoliver, siempre brillante, acelerado e imprevisible, había estado en contacto directo con las vanguardias literarias europeas y trabajó junto a Ezra Pound. Monreal estaba destinado a convertirse en un importante historiador del arte. Ambos, por sus inclinaciones conservadoras, más esteticista la de Masoliver y mucho más pragmática la de Monreal, acaban en las filas franquistas y entran en Barcelona como vencedores. Pero en la primera posguerra juegan un papel apaciguador y liberal, en la medida de sus posibilidades, que hay que decir que eran limitadas. A Masoliver, por ejemplo, le prohíben repartir propaganda franquista en catalán. Los dos fueron muy activos, en el Ateneo, en tertulias, en el mundo editorial… Tuve la oportunidad de tratarles a ambos: Masoliver fue uno de mis antecesores al frente de las páginas literarias de La Vanguardia, que dirigió durante varios lustros, y a Monreal me lo fui encontrando por mi interés en el mundo del arte; era un señor encantador.
Deja caer ahí que, según Josep Guixà, Pla tuvo contactos con Falange.
Guixà especula con que, cuando vivía en Madrid durante la República, Pla, junto a sus artículos para un diario en catalán, habría escrito textos anónimos para medios falangistas. A mí me parece plausible que Pla se aproximara, por curiosidad intelectual y por olfato político, o por afinidad personal, a hombres de ese movimiento, pero lo cierto es que su estilo tan irónico, descreído y detallista casa mal con el clasicismo y la ampulosidad de la retórica falangista. De hecho, cuando en la posguerra se convierte en la firma estrella de la revista Destino, una de las cosas que se destaca de él es su antifalangismo.
¿Por qué ha habido tanta reticencia a aceptar que Barcelona ha sido una capital internacional en castellano, que fue el lugar donde se refugió el boom, etc.?
Desde algunos sectores importantes del nacionalismo lo que ha habido es una gran resistencia a aceptar esta tradición que yo analizo. En parte por una reacción defensiva a lo que significó el franquismo y su castellanización obligatoria, represiva e inequívocamente condenable. Lo que ocurre es que el debate no se ha planteado bien. Recojo en mi libro algunas encuestas y afirmaciones de los años setenta y ochenta de personas significativas del mundo nacionalista y de altos cargos del gobierno pujolista. Partiendo del dato cierto de la represión franquista argumentaban que el uso del castellano había sido una “excepción” en el transcurrir de la cultura catalana, y que antes de la Guerra Civil esa cultura se planteaba de forma homogénea y hegemónica en catalán. Con ello se quería sustentar la idea de “normalización” y el objetivo de que, de cara al futuro, lo deseable era que el catalán volviera a ser culturalmente hegemónico en Cataluña. Pero claro, las bases históricas de las que se partía al afirmar todo esto eran en buena medida falsas, y ahora la cuestión vuelve a resurgir.
¿Quién ha sido más intolerante, o menos conciliador, el Gobierno catalán o el Gobierno central?
Ha habido errores importantes por ambas partes (aunque no solo eso, también ha habido importantes iniciativas de conciliación, como los encuentros de Verines de los años ochenta entre escritores de las distintas lenguas) y lo deseable sería avanzar hacia una situación más compensada y simétrica, donde el Estado español visibilice mejor en sus instituciones la pluralidad cultural española, y donde las distintas comunidades autónomas hagan lo mismo con sus respectivas pluralidades.
¿Se puede aceptar que Eduardo Mendoza, Marsé, los Goytisolo o Vila-Matas no pertenezcan a la cultura catalana?
Igual que existe una literatura canadiense en francés y otra en inglés; una literatura belga en francés y otra en flamenco, no veo qué problema hay en admitir que existe una literatura española en castellano y otras en catalán, euskera, gallego, asturiano; o que hay una literatura catalana en catalán y otra en castellano.
¿Quiénes son los intelectuales clave que han asumido sin sombras el rostro bifronte de la cultura catalana y lo han divulgado sin complejos?
Por citar tres grandes cuyo fallecimiento es aún relativamente reciente: Martín de Riquer, Josep Maria Castellet y Baltasar Porcel. Los tres fueron autores de una amplia bibliografía en ambas lenguas, conocían muy bien ambas tradiciones culturales, que en realidad es una sola, e hicieron de puente entre distintas situaciones y coyunturas, culturales y políticas. En la actualidad ese “rostro bifronte” al que aludes presenta figuras tan indiscutibles como Pere Gimferrer y Carme Riera, pivotales de la literatura en catalán, ambos miembros de la RAE. Con ellos citaría a Valentí Puig. En el campo del estudio y el ensayo, Adolfo Sotelo Vázquez, Anna Caballé, Jordi Gracia, Julià Guillamon, Sergi Doria o Jordi Amat han trabajado sobre puntos de contacto y bilingüismo cultural en la cultura catalana durante el periodo contemporáneo. Desde Aragón, pero tras haber residido algunos años en Barcelona, a José-Carlos Mainer le debemos bastantes textos, indispensables e influyentes, en los que se recoge la diversidad y calidad de esta cultura. Y en Madrid ha hecho una buena labor Andrés Trapiello. ~
es escritor y responsable del suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón. Entre sus libros recientes están Golpes de mar (Ediciones del Viento, 2017) y Cariñena (Pregunta, 2018)