Sorda, primer largometraje de Eva Libertad (Molina de Segura, 1978), se centra en una pareja mixta, sorda y oyente, que tiene un bebé. Es un retrato de su cotidianidad y de la crisis que supone el bebé, mejor dicho, que ilumina: en realidad los hijos revelan tensiones, rasgos, características o temores que ya estaban ahí. En el caso particular de Ángela y Héctor, interpretados por Miriam Garlo y Álvaro Cervantes, a todo el desbarate que puede ocasionar la llegada de un hijo (hija en su caso) se añade el asunto de que la madre es sorda y el padre oyente. La niña acaba por ser oyente, cosa que hace que Ángela se sienta excluida, siente que la exclusión del mundo mayoritariamente oyente se ha trasladado también a su familia, a su casa, a su intimidad. La discusión entre la pareja, signada y gritada, es el estallido que revela el elefante en la habitación, pero se ha ido larvando a lo largo de la película: desde la torpeza involuntaria de la madre de Ángela, que les desaconseja tener hijos en la comida en que le anuncian que va a ser abuela, la incomodidad de Ángela en la reunión con los amigos de Héctor, todos oyentes y ruidosos, por poner algunos ejemplos que permiten ver la escisión entre el mundo de los sordos y el de los oyentes.
Sorda tuvo una primera vida como cortometraje en 2021 y nació del deseo de Eva Libertad, guionista y directora de la película, de contar los miedos de su hermana (Miriam Garlo). Pero la película trasciende la circunstancia concreta de esa pareja y la de la discapacidad auditiva de la protagonista para hacerse universal: los miedos de Ángela con respecto a si será capaz de comunicarse con su hija son los mismos miedos que tienen todos los padres del mundo; Ángela se da cuenta en su noche en fuga, al ver a sus amigas, sordas y lesbianas, llevar a la cama a su hijo preadolescente, oyente y fan probable de reguetón. Es bonita la manera en que Eva Libertad dice eso que quiere decir y que es de lo que se da cuenta Eva: tus circunstancias son las tuyas, pero todos tenemos temores similares.
Entre los aciertos de la película está el tratamiento de la intimidad de esa pareja, el retrato funciona porque se trata de dos actores superdotados y de una inteligencia poco frecuente. La directora no tiene miedo de que el personaje de ella resulte antipático por momentos, o egoísta, y muestra a Héctor como un padre que asume con naturalidad el cuidado sin esperar el aplauso. Libertad elige siempre la sutileza y la contención, incluso en la secuencia más extrema, la del parto. También acierta en la medida exacta en la que dejar el tiempo en el que el sonido de la película baja sin desaparecer, queda una especie de ruido envolvente, así debe de oír Ángela. El sonido de la película está cuidado hasta el extremo, además de que es la primera película que se estrena en cines completamente accesible para sordos en España. Y consecuencia de ese mimo en el tratamiento del sonido, el universo sonoro de la película construye su propio relato.
A pesar del tema tratado, la película tiene una especie de ligereza muy de agradecer, pienso en las escenas en el Salto del Usero, por ejemplo, en Murcia, adonde dan unas ganas terribles de ir a darse un chapuzón, quizá desnudos, como la pareja al inicio de la película. La protagonista se baña allí y también en el mar, quizá sea ahí, debajo del agua donde sordos y oyentes oigamos lo mismo.