Mauricio Tenorio-Trillo
Latin America. The allure and power of an idea
Chicago, The University of Chicago Press, 2017, 240 pp.
Es nada menos que don Edmundo O’Gorman, el historiador que pasó alguna temporada juvenil en las ontologías de Hegel y Heidegger de la mano de su amigo y maestro José Gaos, quien da pie a la brillante diatriba que emprende Mauricio Tenorio-Trillo, en su libro más reciente, contra la idea de Latinoamérica. En un conocido ensayo de sus últimos años, O’Gorman denunciaba los llamados burocráticos a “defender la identidad de nuestra América”. Le parecía que el “bendito pronombre posesivo”, heredado de José Martí, aspiraba a “investir a quien lo usa de un inequívoco tinte de acendrado patriotismo”, cuando, en realidad, se trataba del embuste y el chantaje de proteger algo –la identidad– que algún “otro” nos quería robar.
Como cualquier adjetivación de lo nacional, el latinoamericanismo puso a circular, históricamente, una ficción que ha ido agotando significados en más de cien años, pero que preserva un vago trasfondo culturalista, transferible a cualquier ideología. Tenorio-Trillo ubica correctamente en la segunda mitad del siglo xix el momento originario en que las élites intelectuales y políticas de la región se apropiaron del adjetivo “latino” para el sustantivo “América”. Una apropiación que en Francisco Bilbao, José Martí o José Enrique Rodó carecía del latinismo eugenésico, que enarboló el conservadurismo católico contra la amenaza sajona y protestante del Norte, en perfecta réplica del discurso imperial, pero que después de la guerra de 1898 dejaría una estela de retórica nacionalista y racista que llega hasta nuestros días.
Ya en Argucias de la historia (1999) Tenorio-Trillo había llamado la atención sobre el paso de aquellos tópicos de la ideología al campo académico de las ciencias sociales (hacia la década de 1950, con el arranque de la Guerra Fría). De los grandes ensayos de José Vasconcelos y Alfonso Reyes, Fernando Ortiz y Gilberto Freyre, Pedro Henríquez Ureña y Ezequiel Martínez Estrada se había pasado a una profesionalización académica del latinoamericanismo con la obra de Leopoldo Zea para la filosofía o de Lewis Hanke y Richard Morse para la historia cultural. Mientras esa profesionalización avanzaba, sobre todo en Estados Unidos, el latinoamericanismo ideológico producía sus dos mejores panfletos en 1971, año del caso Padilla y del arranque de la sovietización del socialismo cubano: Calibán de Roberto Fernández Retamar y Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano.
Tenorio-Trillo observa que, en un siglo, el latinoamericanismo ha avanzado compartiendo otros discursos de identificación como el iberismo y el hispanismo, derrotando a sus competidores. Con la novedad de que en las últimas décadas, con el crecimiento demográfico de la inmigración en Estados Unidos, lo latino se ha redefinido, unas veces en contradicción y otras en sintonía con las ideologías latinoamericanistas de la izquierda política y académica. La obra de académicos como John Beverley, Román de la Campa, Walter Mignolo o Jon Beasley-Murray expone una delimitación del campo, por momentos ensimismada y excluyente, que no oculta tensiones tanto con las esferas letradas de cada nación latinoamericana como con los “latino studies” en Estados Unidos.
Mayor discernimiento que en los estudios culturales encuentra Tenorio-Trillo en la nueva historiografía, a la manera de Michel Gobat, quien han rastreado los orígenes del latinoamericanismo en el siglo xix. Aunque suscribe tópicos de la ideología latinoamericanista, Gobat parte de una visión transnacional de los orígenes de las identidades nacionales y continentales, que lo libra de la demagogia nativista y descolonizadora. Tan solo el énfasis en los procesos de construcción o “invención”, para volver al concepto de O’Gorman, previene contra el esencialismo y la ontología barata de un “ser latinoamericano” contrapuesto a un “otro estadounidense” que, por inversión, suscribe los mitos del nacionalismo imperial norteamericano.
Latin America. The allure and power of an idea es un ensayo marcado por la rivalidad entre historiografía y culturología. Pero Tenorio-Trillo da pelea en el mismo terreno de los estudios culturales al localizar con precisión las resistencias mutuas entre hispanoamericanistas y brasileñistas o al inventariar los clichés de la identidad en el cancionero popular de la región. Tan absurdo es, a su juicio, imponer a los boleros de María Teresa Vera y Agustín Lara la metateoría de los “sujetos subalternos” como no advertir que la “nueva trova o canción protesta” tuvo muy poco de nuevo, en la rica tradición de la música popular del siglo xx, y mucho de intercambio y transacción con el movimiento contracultural de los sesenta en Estados Unidos y Europa.
El libro de Tenorio-Trillo concluye con una vehemente apuesta por la comprensión del espacio latinoamericano en su perpetua conexión atlántica con África, Europa y Estados Unidos. En la línea de Jeremy Adelman, José Moya y Thomas Skidmore, Tenorio-Trillo rescata un latinoamericanismo menos demostrativo o más elusivo en las redes de diálogo y traducción que, desde el siglo xix, se han tendido a través de la frontera entre las dos Américas. No hay aquí rastro de panamericanismo o abuso de la perspectiva hemisférica, pero sí una mirada atenta a los contactos y las permutas, los viajes y los exilios que han dado vida a lo mejor de la cultura latinoamericana en los dos últimos siglos. ~
(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crítico literario.