Frida Kahlo y la pereza

Identificada con la clase campesina y obrera, Frida Kahlo vio con recelo la celebraciรณn del ocio promovida por los surrealistas. Este es un fragmento del libro que reconstruye las vivencias de la artista mexicana en Parรญs en 1939.
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En casa de Mary Reynolds, Frida escuchaba a Duchamp hablar de cosas menos pendejas, no fรกcilmente penetrables, pero sรญ incitantes. Siempre enterado de la actualidad de Nueva York y de los artistas que le interesaban, como Joan Mirรณ o Hans Arp, nunca ponรญa en el centro la pintura ni el arte, y bien que los sobrepasaba sin darlos por muertos. A Frida le admiraba que, sin tener un empleo visible, Marcel no pendรญa de las agujas del reloj: en pleno reposo parecรญa estar inventando. En un estante alto de su biblioteca en la rue Hallรฉ arrimaba sus propios libros y folletos. Algunos eran desarrollos de ideas mรกs que obras terminadas, pero asรญ los hacรญa imprimir en escasos ejemplares. La animรณ a consultar lo que quisiera. Encantador, con fina punterรญa en la mirada, desdoblaba sus intuiciones en cosas, como si tal cosa. Cinco aรฑos atrรกs habรญa creado un objeto, una caja que contenรญa cantidad de documentos, entre fotos, dibujos y notas manuscritas, ยฟun rompecabezas? Lo puso en manos de Frida. A ella, que le encantaba jugar en Mรฉxico con toda suerte de miniaturas y un teatrino que mantenรญa siempre al alcance, le emocionรณ disponer a gusto de los componentes de la caja. Contenรญa bosquejos de La novia desnudada por sus solteros, incluso, junto con imรกgenes de objetos. Le intimidaba preguntarle a Marcel en quรฉ consistรญa el juego porque una vez, al pedirle la explicaciรณn de otra pieza, รฉl le habรญa respondido lacรณnicamente: โ€œla explicaciรณn no es una explicaciรณnโ€. Frida sondeaba la cantidad de trabajo invertida en La novia โ€“ahรญ estaba, en parte, a su alcanceโ€“, concebida en vidrio y finalmente realizada en gran formato. Al respecto, Mary le dio una clave: Marcel buscaba en todo momento dar pasos mรกs allรก de la pintura y la escultura, y asรญ La novia convertida en El gran vidrio era un cuadro concebido en cuatro dimensiones, mรกs allรก de las dos de la pintura o las tres de la escultura, pues el vidrio transparente superaba la idea formularia del frente y vuelta, permitiendo al espectador atravesarlo desde todas las perspectivas posibles. A Frida le maravillaba esa agudeza. Una noche, Mary le pidiรณ a Marcel que le mostrara a Frida sus rotorrelieves. Eran unas espirales en blanco y negro pintadas en cartones del tamaรฑo de un disco musical que, una vez puestas a girar en el fonรณgrafo, al mirarlas con fijeza desde una perspectiva caballera provocaban la ilusiรณn รณptica, un tanto hipnรณtica, del paso del plano al relieve. En tanto no paraba de trabajar mentalmente, Marcel hallaba soluciones, ยฟcรณmo decirlo?, no pedidas. Esos rotorrelieves eran pintura y no eran pintura, plantaba en ellos la tercera dimensiรณn que, al detener su giro, retrocedรญa al plano. Frida nunca habรญa conocido a un personaje tan campante. En su charla saltaban paradojas contradictorias mas no inciertas. โ€œLa liberaciรณn no conduce a la libertad.โ€ ยฟPodrรญa hacerse amigo de Diego? Alguna vez se habรญan saludado en Nueva York, pero no hubo mayor chispa entre ellos. Se respetaban, eso sรญ, a la distancia. Siempre manteniendo como ejemplo a su Panzรณn, Frida no podรญa concebir que un artista no se partiera el lomo a cambio de ingresos suficientes para dar de comer a una familia. ยฟDe quรฉ vivรญa Duchamp?, ยฟera Mary quien lo mantenรญa?, ยฟo Peggy Guggenheim? Visto estaba que trabajaba para Peggy, pues era su guรญa y consejero en materia de arte. Ademรกs, obtenรญa dinero por ventas de su obra grรกfica y algunos objetos en ediciones numeradas que colocaba entre coleccionistas. Aparentemente, contaba tambiรฉn con recursos de herencia familiar. Al preguntarle a Jacqueline Lamba, ella mencionรณ que disfrutaba desde hacรญa aรฑos del apoyo de un rico mecenas norteamericano. Como fuera, Marcel detestaba las obligaciones de la vida corriente e iba mucho mรกs allรก, hasta el abierto rechazo al trabajo asalariado: hacรญa de sus ocupaciones un placer, el placer de la no ocupaciรณn. No se quejaba, como ciertos surrealistas que culpaban a los burgueses de su propia parรกlisis. ยฟEra un anarquista, un utopista, un epicรบreo? Por esos dรญas, estaba ocupado en buscar un pegamento industrial que le permitiera mantener juntos y evidentemente estrellados los pedacitos de El gran vidrio, que se quebrรณ al ser transportado en una mudanza. Ese daรฑo era para Marcel un logro que la pieza habรญa alcanzado por sรญ misma.

Si bien era asunto seรฑalado a la vista de todos en el Diccionario abreviado del surrealismo, Frida desconocรญa que una clave del rechazo al trabajo asalariado entre los surrealistas era El derecho a la pereza de Paul Lafargue, un alegato anticapitalista que circulaba desde hacรญa medio siglo con gran consecuencia en Francia. El librito, que bebรญa tanto del anarquismo como del concepto marxista de enajenaciรณn, se alzaba contra el lugar comรบn de la liberaciรณn del hombre por medio del trabajo. La tesis de Lafargue โ€“y siempre que a รฉl se aludรญa, no faltaba el venerable aรฑadido: โ€œfue yerno de Karl Marxโ€โ€“ era de lo mรกs impopular en el formidable contexto de la Revoluciรณn soviรฉtica y la expansiรณn de los partidos comunistas por el mundo, pues para el marxismo la contradicciรณn capitalista entre trabajo manual y trabajo intelectual serรญa erradicada en la sociedad sin clases, al realizarse el trabajador como sujeto de la Historia. ยฟY el artista? Ese ente contradictorio, ยฟes esclavo del capital o agente de emancipaciรณn? Frida no estaba dispuesta a entender que para Breton y sus adlรกteres el rechazo al trabajo asalariado fuera revolucionario, aunque el ocio productivo que admiraba en Duchamp no fuera distante de la jodida indolencia de Breton. ยฟY de quรฉ privilegios goza este inรบtil? Por sรญ o por no, entre los intelectuales europeos de izquierda asomaba el cariz culpรญgeno de ser privilegiados. Antes de viajar a la urss, el propio Gide habรญa escrito en su diario una reflexiรณn que publicarรญa en la Nouvelle Revue Franรงaise:

Hoy resiento seria y lastimosamente esa inferioridad de nunca haber tenido que ganarme el pan, de nunca haber tenido que trabajar para mantener mi cuerpo y alma. […] Vendrรก un tiempo en que esto se habrรก de considerar como una deficiencia. Hay en ello algo que la mรกs rica imaginaciรณn no puede sustituir, cierta clase de educaciรณn profunda que nada podrรก reemplazar mรกs tarde. Vendrรก un tiempo en que el burguรฉs se sentirรก en un estado de inferioridad al compararse con el simple trabajador. Para algunos, ese tiempo ya ha llegado.

Ahora bien, ยฟquiรฉn podรญa ocuparse en pleno siglo XX de las veteranas ideas de Paul Lafargue? En su gรฉnesis, El derecho a la pereza habรญa sido una respuesta enderezada en contra del โ€œDerecho al trabajoโ€, insignia legislativa de la Segunda Repรบblica francesa en 1848, una โ€œconquista del proletariadoโ€. Emergido del anarquismo bakuniniano, Lafargue afirmaba: โ€œla clase proletaria, traicionando sus instintos, desconociendo su misiรณn histรณrica, se ha dejado pervertir por el dogma del trabajo. Crudo y terrible ha sido su castigo. Todas las miserias individuales y sociales han nacido de su pasiรณn por el trabajoโ€. Y asรญ, en contraste con el pensamiento comunista, la refutaciรณn filoanarquista de Lafargue sostenรญa que los obreros han de luchar por la conquista del ocio. Segรบn sus cรกlculos, en una sociedad donde se restringiera la acumulaciรณn de capitales, el trabajo productivo se reducirรญa a tres horas por dรญa. โ€œยกVergรผenza al proletariado!โ€, exclamaba al seรฑalar que los obreros habรญan hipotecado el futuro de sus hijos mediante el encumbramiento del trabajo enajenado, y rubricaba con ironรญa: โ€œJehovรก, el dios barbado e ingrato, dio a sus adoradores el ejemplo supremo de la pereza ideal: luego de seis dรญas de trabajo descansรณ por toda la eternidad.โ€ En su estela de influencia, El derecho a la pereza nutriรณ la respuesta tenaz โ€“tanto entre la izquierda libertaria como entre algunos surrealistasโ€“ al endiosamiento del trabajo en la urss, que llevarรญa a Breton a denunciar el caso del poeta Ilia Selvinski, miembro del grupo constructivista ruso, quien, arrepentido de su vanguardismo artรญstico, se uniรณ al Partido Comunista y adoptรณ el oficio de soldador en una fรกbrica donde elaborรณ poemas sobre la vida y las costumbres de los trabajadores, en muy desafortunadas creaciones. Otros ecos del rechazo al trabajo asalariado suenan en las pรกginas de Nadja, que Frida iba leyendo poco a poco bajo la guรญa de Jacqueline Lamba. El libro le interesaba personal e รญntimamente desde que, en su ensayo para la exposiciรณn de Nueva York, Breton estableciรณ un parangรณn entre Frida y Nadja, al evocar su primera visita al estudio de la pintora mexicana: โ€œยฟA quรฉ leyes irracionales obedecemos?, ยฟquรฉ signos subjetivos nos guรญan a cada instante? […] El cuadro que entonces estaba terminando Frida Kahlo โ€“Lo que el agua me dioโ€“ ilustraba sin saberlo la frase que yo habรญa recogido de la boca de Nadja: โ€˜Soy el pensamiento sobre el agua de la baรฑera en el cuarto sin espejos.โ€™โ€ Buena parte de Nadja, que se celebraba ya por entonces en Francia como el mejor libro de Breton, estaba consagrada a los paseos del autor por calles y pasajes comerciales de la ciudad en extasiante cultivo del ocio. Ahรญ oponรญa Breton sus horas de paseante destinadas al encuentro de lo maravilloso, a las horas econรณmicamente productivas: โ€œEstoy obligado a aceptar la idea del trabajo como necesidad material, y a este respecto estoy totalmente a favor de su รณptima y mรกs justa reparticiรณn. Que sean las siniestras obligaciones de la vida las que me lo impongan, valga, pero que se me exija creer en รฉl y reverenciar el mรญo o el de los demรกs, eso nunca.โ€ Cualquier elogio del trabajo asalariado le parecรญa a Breton una apologรญa pequeรฑoburguesa.

Frida no estaba dispuesta a contemporizar con รกcratas desocupados, aunque ella, por su condiciรณn fรญsica, no se consideraba una buena mula de carga para la chamba: โ€œyo, como siempre, no hago nada sino ver y algunas horas aburrirmeโ€, โ€œno veo a nadie, ni pinto ni hago nadaโ€, le habรญa escrito desde los primeros tiempos de su matrimonio con Rivera al doctor Leo Eloesser. Se encogรญa frente al competente vigor de Diego. Ella era una despaciosa, episรณdica hacedora de cuadros de caballete, que a menudo se dejaba arrastrar por la flojera mientras su marido seguรญa sudando la gota gorda. Su admiraciรณn, su devociรณn por mi Niรฑo no se estancaba durante sus cada vez mรกs frecuentes postraciones, en tanto se avivaba en ella un fondo de reconcomio. Se sentรญa ilusa y abandonada, tal como lo confesaba a pocos amigos. Y aรบn mรกs torcidamente, se sentรญa una mantenida. En tanto que su personal pereza le provocaba culpa, en Parรญs no dudaba en tachar la ineficiencia de Andrรฉ como efecto de la holgazanerรญa. ร‰l, que desde la cumbre de su grupรบsculo definรญa lรญneas de acciรณn, firmaba desplegados y publicaba uno o dos artรญculos, faltaba a las necesidades de su familia. Diego, en cambio, sรญ que se hacรญa cargo. Algo que sin reparos le agradecรญa Frida era que se ocupara de los gastos de su mermada salud. Diego era un trabajador que acudรญa a reuniones sindicales, con obreros y campesinos, redactaba declaratorias y artรญculos de prensa, pintaba infatigablemente y vivรญa con decencia. Luego entonces, Breton era un huevรณn. Por lo demรกs, ยฟcรณmo aceptar que gente supuestamente de izquierda dedicara horas y horas a la charla de cafรฉ, con toda su insulsa comidilla, para interpretarse unos a otros el sueรฑo que tuvieron anoche? ~

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Fragmento del libro Frida en Parรญs, 1939,

que Turner puso recientemente en circulaciรณn.

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(ciudad de Mรฉxico, 1956) es poeta y ensayista. Su libro mรกs reciente es 'Persecuciรณn de un rayo de luz' (Conaculta, 2013).


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