Josefa de los Rรญos (sentada), tomada del libro Ramรณn Lรณpez Velarde. รlbum, de Elisa Garcรญa Barragรกn y Luis Mario Schneider.

Fuensantas por doquier

Virgen, musa, niรฑa y viuda ambiciosa, Fuensanta no solo aparece en la poesรญa de Ramรณn Lรณpez Velarde, quien proyectรณ en aquel nombre su devociรณn por la feminidad eterna. Las fuentes de Fuensanta nos revelan una tradiciรณn en la que hay lugar para la poesรญa cursi, las zarzuelas y las pinturas de atmรณsferas provincianas.
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ยกBien hayas, creatura pequeรฑita
y suprema, adueรฑada de la cumbre
del corazรณn…!
RLV, โ€œPor este sobrio estiloโ€

para Gabriel Zaid, fuensantero

Ocupa Fuensanta un altar principal en la iglesia lopezvelardeana: es la imagen sucedรกnea de Josefa de los Rรญos, quien dejรณ de llamarse asรญ en su villorrio para renacer Fuensanta en donde ese nombre adjudicado es objeto de reverencia: el paรญs de las palabras. Si Lรณpez Velarde es el padre de la poesรญa mexicana moderna, Fuensanta es su mujer adyacente, su coronada virgen secular.

Es una veneraciรณn tan compleja que incluye la hermenรฉutica de su nombre lleno de gracia, el de la mujer que es su todo; Lรณpez Velarde agradece a Dios el haberle dado โ€œde รกngel guardiรกn un รกngel femeninoโ€,

{{โ€œLa ascensiรณn y la asunciรณnโ€, en las Obras editadas por Josรฉ Luis Martรญnez, Ciudad de Mรฉxico, FCE, 1990, p. 251. Las referencias a la obra de Lรณpez Velarde serรกn siempre a esa ediciรณn.}}

 un รกngel al que le pide lo mismo que Baudelaire a su Marie: โ€œsรฉ mi รกngela guardiana, mi musa, mi Madonna e indรญcame la ruta del amorโ€.

{{Baudelaire, Correspondance [1], Claude Pichois y Jean Ziegler, editores, Parรญs, Gallimard, 1973, p. 182.}}

 La รกngela guardiana, la dulce compaรฑรญa que no desampara ni de noche ni de dรญa, como reza la vieja oraciรณn nocturna de los niรฑos. Al leer y escuchar el nombre de Fuensanta compartimos un fervor particular, pero no hacia Josefa de los Rรญos sino a un misterio ficcionalizado, uno que contiene los elementos de la antigua virtud mariana. Como dice en sus poemas su enamorado, Fuensanta es la intermediaria salvadora, la que libra โ€œde los lazos del malโ€;

{{โ€œAlejandrinos eclesiรกsticosโ€, p. 120.}}

 es la novia โ€“es decir, la promesaโ€“ diรกfana y eterna, bรญblica y virginal, hermosa y frรกgil, tantas virtudes que sobrellevarlas la enferma (โ€œยกoh santa, oh amadรญsima, oh enferma!โ€)

{{โ€œEn el reinado de la primaveraโ€, p. 132.}}

 y la lleva a la muerte prematura.

Fuensanta fue el รบltimo nombre dado por un poeta mexicano a una emociรณn anรญmica y erรณtica รญntima, un nombre poรฉtico, o como solรญa decirse, una โ€œmusaโ€, como la Damiana de Nervo, la Guiomar de Antonio Machado o la Mireia de Frรฉdรฉric Mistral. Hijo de su tiempo, creรณ un nombre mรกgico para ocultar a Josefa y tambiรฉn hacer de ella la coprotagonista pรบblica de una historia รญntima. Lo cuidadoso que debรญa ser se aprecia en una carta de 1908 enviada a Eduardo J. Correa para pedirle que no se publique โ€œLa vendedora de pรกjarosโ€:

porque este artรญculo ha tenido interpretaciones en que figura alguien de carne y hueso, y por tercera persona he sabido que mi papรก se desagradรณ. Realmente, la โ€œVendedoraโ€ encierra algo รญntimo que por ahora no conviene seguir dando a la publicidad

pues su padre y todo Jerez habrรญan identificado a Josefa como la

grave paisana mรญa, provinciana ausente, lรกnguida flor de jazmรญn, que enamoraste mis quince aรฑos e hiciste florida mi niรฑez en el milagroso brote de un verso.

โ€œLa vendedora de pรกjarosโ€ [p. 348] es de 1910.

La seรฑorita de los Rรญos no podรญa llevar su verdadero nombre, y no solo por la discreciรณn de la รฉpoca, y mรกs en las provincias recoletas, sino porque Josefa no es buen apelativo. Es demasiado casero, mรกs el nombre de una tรญa que de una musa. Fuensanta, en cambio, es un nombre de suyo lรญrico y casi una fantasรญa. Crear un nombre es un acto poรฉtico, una mitologรญa onomรกstica: nombrar como una forma de invocaciรณn y de asumir su revelaciรณn: Fuensanta es suย Diosa Blanca, aquella que le provoca la voluntad de โ€œdecirle la verdad de ella y la de sรญ mismo ante ella, en sus palabras peculiaresโ€.

{{Uso el concepto de Robert Graves en The White Goddess, Londres, Faber and Faber, 1952, p. 444.}}

 Asรญ pues, Lรณpez Velarde llama Fuensanta a su devociรณn de la femineidad eterna:

{{Prefiero esta fรณrmula a โ€œel eterno femeninoโ€, contradictoriamente masculina.}}

 hermana, madre y novia a la vez, mรกs que la idealizada, es su รญdola, su vehรญculo de salvaciรณn. Los avatares de Fuensanta (รgueda, Sara, Marรญa, Margarita), las mujeres que amรณ despuรฉs, la complementan o la contradicen, pero orbitan a su alrededor. Ella es su centro, como sugiriรณ Rafael Lรณpez en su discurso fรบnebre cuando dijo que dejaba a su amigo โ€œamorosamente dormido en los brazos frรญos de Fuensantaโ€.

((โ€œRamรณn Lรณpez Velardeโ€ en la revista Mรฉxico Moderno, nรบmero 11, tomo II, Ciudad de Mรฉxico, 1921, p. 294.))

Los estudios sobre la musa Fuensanta y la poesรญa de Lรณpez Velarde son numerosos; pocos los que se atarean con la elecciรณn del nombre. El pionero es Alfonso Mรฉndez Plancarte, que publicรณ en 1949 โ€œLa โ€˜Fuensantaโ€™ celesteโ€, โ€œEl cantor de โ€˜Fuensantaโ€™ en la penรญnsulaโ€ y โ€œLas โ€˜Fuensantasโ€™ de Campos y Griloโ€,

{{Aparecieron en el periรณdico El Universal de Mรฉxico, el 9, el 16 y el 23 de mayo de 1949, todos en la pรกgina 3.}}

 escritos en los que explora la elecciรณn de ese nombre โ€œcasi inaudito en Mรฉjicoโ€, hurgando la Espasa-Calpe y buscรกndole antepasados; Allen W. Phillips, de cuyo pionero Ramรณn Lรณpez Velarde, el poeta y el prosista

{{Ciudad de Mรฉxico, INBA, 1962.}}

 somos deudores todos, publicรณ despuรฉs โ€œOtra vez Fuensanta: despedida y reencuentroโ€;

{{Revista Iberoamericana, abril-junio de 1972, p. 199.}}

 Gabriel Zaid comenta el asunto en โ€œUn amor imposible de Lรณpez Velardeโ€, otro ensayo crucial.

{{ En la revista Vuelta, nรบmero 110, enero de 1985, p. 7. Recogido en Tres poetas catรณlicos [hay varias ediciones]. El โ€œamor imposibleโ€ a que se refiere es otro, Marรญa Nevares.}}

Y Octavio Paz que, en โ€œFuensanta: imรกn y escapularioโ€, se adentrรณ en โ€œla magia de los nombresโ€ y especulรณ sobre las razones que lo llevaron a cifrar en el de Fuensanta

todo su contradictorio erotismo: devociรณn religiosa, inocencia aldeana y sexualidad sacrรญlega. El aura de Fuensanta es literaria y devota: por una parte evoca esos nombres femeninos que amaban los poetas simbolistas; por la otra, es una palabra compuesta como tantas de nuestra lengua que designan lugares, santuarios y vรญrgenes. Fuensanta: ยฟde dรณnde viene este nombre?

โ€œFuensanta: imรกn y escapularioโ€, postscriptum de 1987 a โ€œEl camino de la pasiรณn: Ramรณn Lรณpez Velardeโ€, Cuadrivio [1965]. Recogido en Generaciones y semblanzas, volumen IV de sus Obras completas, Ciudad de Mรฉxico, FCE, 1994.

Su respuesta es amplia, pero presume que โ€œlo tomรณ de la tradiciรณnโ€; que era un nombre que โ€œdormรญa en el fondo del idiomaโ€ hasta que al comenzar el siglo XXโ€œlos poetas y los artistas lo redescubrieron o, mรกs exactamente, lo pescaron en el mar del lenguajeโ€.

Tras los pasos de esos maestros lanzo otra red a ese mar abundante.

La Virgen

El nombre de Fuensanta es una pequeรฑa rama del enorme รกrbol del culto a la Diosa, en su avatar de la Virgen Marรญa, y asรญ lo entiende Lรณpez Velarde desde el principio, cuando las asocia, y a sus nombres:

Yo te digo en verdad, buena Fuensanta,
que tu voz es un verso que se canta
a la Virgen…

โ€œPoema de vejez y de amorโ€, p. 150.

Hay versos vecinos en los que asciende a Fuensanta a un altar, โ€œcomo la santa / Patrona que veneran tus zagalesโ€

{{ โ€œCanonizaciรณnโ€, p. 157.}}

 y su rostro mismo se asemeja โ€œal excelso / retrato de la Virgen pintado por San Lucasโ€.

{{โ€œEllaโ€, p. 119.}}

 Frente a los nombres virginales mรกs comunes โ€“Remedios, Rosario, Concepciรณn, Caridad, Doloresโ€“ la Virgen Fuensanta de Murcia califica entre las regionales, como la Montserrat de Cataluรฑa, la Macarena de Sevilla o la Guadalupe de Mรฉxico. En esos sitios, Marรญa tomรณ el lugar de las locales โ€œdiosas madres, conservando sus mismos patrocinios y prรกcticasโ€, como resume Richard Nebel.

{{ Cfr. Santa Marรญa Tonantzin Virgen de Guadalupe, Ciudad de Mรฉxico, FCE, 1992, p. 43.}}

 El mismo estudioso relaciona a Fuensanta con las diosas fontanares, pues su culto orbita alrededor de un manantial que brotรณ en el XIV y comenzรณ a hacer milagros curativos. Se llamaba โ€œFuente Santaโ€ y junta al manantial con la vieja alegorรญa, pues la Virgen โ€œes la llamada fuente de quien todos bebemosโ€,

{{ Milagros de Nuestra Seรฑora [Introducciรณn, 35].}}

 como escribiรณ Gonzalo de Berceo al nacer el idioma. Flota, pues, en la subcategorรญa de las vรญrgenes acuosas, esas nรกyades cristianizadas que rondan los manantiales y dispensan sanaciones,

{{Vรฉase la Historia de la Fuen-santa [Madrid, 1648] de fray Cristรณbal de Granados, glosado por William Christian en Local religion in sixteenth-century Spain, Princeton University Press, 1981, p. 83.}}

 lo que explica que tenga altares en toda Espaรฑa, y aun baรฑos curativos como los Hervideros de la Fuensanta en La Mancha, de cuyas aguas quisiera empaparme. Lo resumiรณ el buen Azorรญn:

estos nombres de mujeres, mujeres espaรฑolas suscitan en nosotros muchos recuerdos. La marianologรญa es extensa en Espaรฑa. Cada paรญs tiene sus Marรญas, Granada tiene la Virgen de las Angustias. Famosa es la Consolaciรณn de Utrera, ensalzada en una sentida copla popular. รvila cuenta con la Virgen de Sonsoles y no olvidemos a Murcia con su Fuensanta…

โ€œLas mujeres de Espaรฑaโ€ [1934], en La amada Espaรฑa, Barcelona, Ed. Destino, 1967, p. 273.

Porque, en efecto, el culto irradia desde Murcia, donde los capuchinos cuidan desde el siglo XV una preciosa imagen de la Virgen de la Fuensanta, que explica que tantas niรฑas del rumbo lleven su nombre, mientras rezan

Virgen de la Fuensanta,
divina aurora,
dame una clavellina
de tu corona.
          Ya me la has dado,
ยกVirgen de la Fuensanta,
ponme a tu lado!

al tiempo que sus padres cumplen con sus funciones identitarias entonando

Dicen los aragoneses:
            โ€“Yo tengo una Pilarica.
Y los de Murcia decimos:
            โ€“Yo tengo una Fuensantica.

En el Cancionero popular murciano, de Alberto Sevilla, Murcia, Imprenta de Noguรฉs, 1921, p. 44.

Los primeros fuensanteros

Del registro religioso y popular, el nombre de Fuensanta se graduรณ a la poesรญa de autor en la obra de ese Antonio (Fernรกndez) Grilo (1845-1906) a quien Mรฉndez Plancarte dedica dos de sus entregas. De manera bien argumentada y documentada con sus poemas, propone que el empleo que hace Grilo โ€œdel claro nombre de Fuensanta, fresco y deslumbrado, fuirรญa a la boca insigne de Ramรณnโ€. Coincido con que su hallazgo pesa en la historia de cรณmo surgiรณ el nombre de Fuensanta en la imaginaciรณn del mexicano.

Grilo fue un poeta desventurado, pues Fuensanta, su esposa, muriรณ muy joven dando a luz. Tiene en comรบn con la de Lรณpez Velarde la palidez, la melancolรญa y todas las virtudes cristianas; ambas aparecen en los respectivos versos como โ€œenfermasโ€ y โ€œsantasโ€ y ambos las veneran en escenarios litรบrgicos con contrapuntos erรณticos. Antes del drama, el aรบn feliz Grilo celebraba que sus amores hubiesen sido propiciados por la Virgen tutelar:

       Cuando al amor mis ojos,
Virgen, se abrieron,
ante mรญ la pusiste
como un lucero.

       Me diste un รกngel,
y con tu mismo nombre
la coronaste.

       Fuente del alma
que lleva el dulce nombre
de la Fuensanta.

       Nada es tan dulce
cual pronunciar tu nombre
que al cielo sube:
nada se iguala al nombre
de la Fuensanta.

       Asilo de la Virgen,
concha cerrada
en donde estรก la perla
de la Fuensanta.

Es su mejor poesรญa. Despuรฉs del drama, el pobre Grilo colapsรณ junto a su obra, ofuscada por un dramatismo incรณmodo:

ยกTambiรฉn muerde mis entraรฑas
de mi Fuensanta el cadรกver,
y lloro todos los dรญas…
Y no me he metido a fraile!

Poesรญas, Madrid, Librerรญa de Fernando Fรฉ, 1879, p. 10.

La historia de la Fuensanta de Grilo se hizo tan famosa que algunos cรณfrades la narraron en sus propios versos, como Josรฉ Velarde, quien en โ€œA Griloโ€ (1874) llora a la difunta, pero aรบn la muestra bordando junto a la cuna de la hija huรฉrfana o en el lecho de su viudo. Otro murciano, Federico Balart, la alaba en โ€œFuensanta ante su fรฉretroโ€:

Fue dulce como una poma,
granada como una espiga,
guardosa como una hormiga,
mansa como una paloma.

Dolores. Poesรญas, Madrid, 1904.

Y despuรฉs se dirige a la huerfanita:

Sigue el ejemplo tutelar de aquella
que la vida te dio โ€“ยกpobre Fuensanta!โ€“
y piensa siempre, cual pensaba ella,
que, si la de jacintos es mรกs bella,
la corona de espinas es mรกs santa.

โ€œA Magdalena Griloโ€, en Sombras y destellos, Madrid, Sรกenz de Jubera, 1905.

Octavio Paz se pregunta โ€œยฟquiรฉn leรญa en 1908 al olvidado Fernรกndez Grillo?โ€ y hasta escribe mal su nombre. No habรญa mayor motivo por su poesรญa, que carece de mayores atributos, disuelta en las melosidades del endeble romanticismo espaรฑol, pero sรญ por el drama familiar, que se conociรณ bien en este lado del Atlรกntico. Paz no repara en la enorme difusiรณn que tenรญan en Mรฉxico las llamadas โ€œrevistas ilustradasโ€ en el trรกnsito del XIX al XX. Si no puede probarse que hubiese leรญdo a Grilo, tampoco ignorarse que el joven, como dice en una carta, leรญa en un mes โ€œinfinidad de versosโ€

{{Carta a Eduardo J. Correa del 9 de febrero de 1909, la nรบmero 26 en mi ediciรณn de su Correspondencia con Eduardo J. Correa y otros escritos juveniles, Ciudad de Mรฉxico, FCE, 1991.}}

 que las mรกs de las veces viajaban en esas revistas abundantes que mezclaban noticias sobre guerras y reyes con grabados, partituras y lecciones de macramรฉ, pero tambiรฉn con poesรญa, narrativa y crรณnicas (como las de Amado Nervo, maestro del gรฉnero para Lรณpez Velarde). Son semanarios como El Mundo Ilustrado y El Tiempo IlustradoArtes y Letras o El Semanario Literario Ilustrado (esta รบltima particularmente saturada de poetas espaรฑoles).

{{Las dos primeras, de Reyes Spรญndola, van de 1890 a 1915. Lรณpez Velarde publicรณ ahรญ su รบnico cuento, โ€œEl obsequio de Ponceโ€, en 1913; la tercera es de Ernesto Chavero, de 1904-1909, y la รบltima de 1901 a 1906, revista โ€œpara las familias catรณlicas de la Repรบblicaโ€ editada por Victoriano Agรผeros, cercano a los catรณlicos antimodernistas con los que comulga el joven Lรณpez Velarde. No existe, hasta donde sรฉ, un รญndice de la abundante literatura en esas y otras revistas ilustradas del periodo.}}

 En todas esas revistas, que abrevaban de sus equivalentes peninsulares como La Ilustraciรณn Espaรฑola, hay poemas de Grilo, de Josรฉ Velarde y de Balart junto a otros de cuya lectura sรญ dejรณ testimonio el mexicano, como Gregorio Martรญnez Sierra, Francisco Villaespesa o Valle-Inclรกn. Que hasta al breve Grilo se le leyera en Mรฉxico a partir de 1890 se aprecia en que Juan de Dios Peza lo reseรฑaba y llegรณ a proclamarlo โ€œel ruiseรฑor de los bosques de Cรณrdobaโ€

{{En un escrito de 1889. Dato de Carlos Ramรญrez Vuelvas en โ€œEntre la diplomacia y la imaginaciรณn: Juan de Dios Peza en Espaรฑaโ€, en Cuadernos del Hipogrifo [Italia] consultable en lรญnea.}}

 (opiniรณn contraria a la tajante de Manuel Puga y Acal, que prefiriรณ compararlo con โ€œuna vihuela destempladaโ€).

((En la โ€œCarta de Brummel al Duque Jobโ€ en Los poetas mexicanos contemporรกneos. Primera serie [Mรฉxico, Imprenta de Ireneo Paz, 1888], p. 128.))

Fuensantas nacionales

La otra que menciona Mรฉndez Plancarte es la del narrador Rubรฉn M. Campos, cuyo relato, โ€œFuensantaโ€ (1902), tampoco puede probarse que haya leรญdo el poeta. Lo habrรญa ignorado: es un cuento hueco de talento, lleno de azรบcar y con un final lamentable: Fuensanta es una dulce niรฑa โ€œespiritualโ€ cuyos cabellos son โ€œde paja tiernaโ€ y sus ojos de โ€œvioletas consteladas de briznas de oroโ€ con los que, un malhadado dรญa, mira a su prometido fornicando con su madre. La pobre Fuensanta abandona todo deseo de vivir, escucha el llamado de la noche y huye de su casa solo para ser hallada al dรญa siguiente โ€œcon el vientre abierto devorado por los lobosโ€.

{{Se publicรณ en la Revista Moderna, aรฑo v, nรบm. 3, Mรฉxico, febrero de 1902, p. 37.}}

 Una narraciรณn, a fe mรญa, no del todo compatible con la imaginaciรณn del adolescente Lรณpez Velarde. Mรฉndez Plancarte no menciona en cambio a Juan A. Mateos, que llamรณ Fuensanta a un personaje menor de Los insurgentes (1869), su โ€œnovela histรณrica mexicanaโ€, mujer ambiciosa y malvada, tรญa de la joven Berenguela, ella sรญ niรฑa y buena (aunque โ€œde nombre horribleโ€, como seรฑala el autor, quien obviamente se divirtiรณ dรกndole el nombre lindo a la villana y el horrible a la preciosa).

{{La novela [Mรฉxico, Maucci Hermanos] era continuaciรณn de Sacerdote y caudillo, avisa su portada.}}

 No tiene mayor importancia. Y en el รกmbito de la poesรญa, hay que mencionar el ya muy estudiado caso de la โ€œEpรญstola a Fuensantaโ€, el poema que apareciรณ en una revista de Aguascalientes en 1904, firmado por Guillermo Eduardo Symonds, a quien Luis Noyola cometiรณ el error de considerar seudรณnimo de Lรณpez Velarde

{{En Fuentes de Fuensanta, Ciudad de Mรฉxico, Editorial Universitaria Potosina, 1947. Josรฉ Luis Martรญnez resume el asunto Symonds en sus โ€œNotas explicativasโ€, p. 867.}}

 hasta que llegรณ Allen Phillips para probar que ese poema era tan mediocre como todo lo que firmรณ el seรฑor Symonds a partir de 1900 en El Mundo Ilustrado.

En un registro superior, fulgura una Fuensanta en un poema de Balbino Dรกvalos, โ€œA Marรญa Guerreroโ€, cรฉlebre actriz transatlรกntica. En 1900, durante una celebraciรณn de su genio histriรณnico presidida por Justo Sierra, luego de poemas encomiรกsticos de Amado Nervo y Luis G. Urbina, Dรกvalos leyรณ uno sobre el arte que derrota a las tinieblas porque emplea los ojos โ€œextraรฑamente bellosโ€ de esa actriz cuando da vida a sus famosos personajes:

Ya con gracia inocente sonreรญs de ventura;
ya con trรกgica risa simulรกis la locura,

y en siniestro arrebato que estremece y espanta
asesinรกis con รgueda, y temblรกis con Fuensanta…

En El Mundo Ilustrado [aรฑo 7, tomo 1, nรบm. 10, 11 de marzo de 1900] se leen los tres. Dรกvalos recogiรณ el suyo en Las ofrendas, Madrid, Revista de Archivos, 1909.

Lรณpez Velarde tuvo que conocer ese poema pues fue buen amigo de Dรกvalos, vecino suyo cuando aposentรณ en la capital. La tal รgueda es la protagonista de La hija del mar (1899), melodramรณn del catalรกn รngel Guimerรก, y la Fuensanta es la de El loco dios (1899) de Josรฉ Echegaray, de quien ya hablaremos. En todo caso, es interesante que junto a Fuensanta aparezca el nombre de una de sus predecesoras, la prima รgueda que llegaba a la casa del niรฑo Lรณpez Velarde con su โ€œcontradictorio / prestigio de algodรณn y de temible / luto ceremoniosoโ€.

{{โ€œMi prima รguedaโ€, p. 143.}}

 Ese mismo aรฑo de 1900, en una crรณnica sobre la Exposiciรณn Universal de Parรญs, Nervo describe el pabellรณn espaรฑol que fue muy exitoso porque cada noche bailaba en รฉl una tropa de andaluzas, โ€œpecaminosas morenas de ojos incandescentesโ€, que hacรญan las delicias de los visitantes. Y la encargada de pastorear a esa โ€œgaya tropa de muchachasโ€ era una seรฑorita Fuensanta a la que, se lamenta Nervo, โ€œno tengo el flamenco honor de conocerโ€,

{{โ€œAndalucรญa en tiempos de los morosโ€, en sus Obras completas, tomo I: Prosas, Madrid, Aguilar, 1955, p. 1402.}}

 pero sรญ el de declarar que su porte y su nombre eran un condensado superior de la femineidad andaluza.

Ma in Spagna…

En Espaรฑa, claro, Fuensantas hay mille e tre, imaginadas por autores de todo color y jerarquรญa. Hay una criada Fuensanta en Fortunata y Jacinta (1887), la novela de Galdรณs, y la Virgen de ese apellido aparece aquรญ y allรก en sus Episodios nacionales, en uno de ellos con indignaciรณn, cuando narra que los invasores franceses โ€œconvirtieron en lupanar la iglesia de Fuensantaโ€ y mataron a sus frailes.

{{Bailรฉn, cuarta de la primera serie, Madrid, La Guirnalda, 1873, p. 284.}}

 Pรญo Baroja tiene en La feria de los discretos (1905) una Fuensanta adorable, la humilde hija de una pareja de taberneros de la que se prenda un parroquiano:

ร‰l se sentรณ sin dejar de mirarla. Le habรญa hecho una impresiรณn tremenda. La chica era verdaderamente preciosa; tenรญa los ojos negros en forma de almendra; la tez pรกlida, y en el cabello, recogido con gracia, negro y lustroso como los รฉlitros de algunos insectos, una flor roja.

โ€“ยฟY cรณmo se llama usted, si se puede saber, prenda? โ€“dijo รฉl.

โ€“Fuensanta โ€“contestรณ ella.

ยกAh! ยกSe llamaba Fuensanta…!

โ€“Sรญ. Es un nombre aquรญ muy comรบn; ยฟpor quรฉ le choca a usted?…

Recogida en Obras completas, I, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, p. 687.

La magia del nombre no impide que la preciosa sea golpeada por su padre, violada por un ricachรณn ni que acabe de madre soltera y expulsada del pueblo. ยฟTraerรญa el nombre incluido el infortunio? Tambiรฉn en Azorรญn hay una Fuensanta, en un episodio de Espaรฑoles en Parรญs (1939) donde una linda y devota andaluza cuida de su anciano padre, que la presume hasta por su nombre: โ€œยฟNo es bonita mi hija? ยกQuรฉ tipo tan clรกsico de espaรฑola! Y el nombre es tambiรฉn muy espaรฑol: Fuensanta.โ€

{{En el relato โ€œPor Gaiferos preguntadโ€, Madrid, col. Austral, Espasa-Calpe, 1954, p. 83.}}

El nombre de la muchacha le gusta tanto a Azorรญn que lamenta que Lope de Vega no lo hubiese registrado en su cรฉlebre estrofa onomรกstica:

Cual le da hermana o sobrina;
ya es Teodora, ya es Rufina,
Brรญgida, Teresa y Ana,
Pascuala, Isabel y Juana,
Paula, Antonia y Catalina.

En โ€œLas mujeres de Espaรฑaโ€ en La amada Espaรฑa, op. cit., p. 18.

En Pityusa (1907), novela de Josรฉ Marรญa Llanas, una Fuensanta viuda, hacendada y voluptuosa, โ€œde cuerpo firme y esculturadoโ€, se la pasa nadando โ€œcon la perfecciรณn y el gusto de un anfibioโ€.

{{Madrid, Librerรญa de Fernando Fรฉ, 1907, p. 27.}}

 Hay una novela corta de Eduardo Zamacois que podrรญa haber intrigado a Lรณpez Velarde, La cita (1913), que narra el amasiato entre el joven escritor Ricardo Villarroya y Fuensanta Godoy, actriz madura que luego de una vida de morfina y neurastenia opta por el silencio y la melancolรญa. Es una mujer fascinante, una femme fatale que recupera el buen camino:

Entre las perfecciones y cualidades que avaloraban la cumplida hermosura de Fuensanta, la mejor y mรกs alta, la que mรกs sorprendรญa, era su tristeza. El dolor, que ha inspirado al arte creaciones supremas, suele ser tambiรฉn origen y alimento de bellezas extraรฑas […] ยฟAcaso el ajeno sufrir envuelve algo que soslaya y disculpa nuestra propia flaqueza, o es que el dolor diviniza a la mujer porque de ella precisamente emana?

Su amante (menos racional que el narrador) se dirige a Fuensanta y le dice:

Al fin te tengo; ya no nos separaremos nunca, ยฟverdad?… ยกNunca!… Vivirรฉ para ti, escribirรฉ para ti, tuyos serรกn mis triunfos… Tรบ… tรบ eres la mujer que perseguรญ en tantas mujeres; tu espรญritu, aquel que yo atisbaba bajo tantos cuerpos como la casualidad o el capricho hizo mรญos. Alma siniestra, alma extravagante, alma de enigma… ยฟpor quรฉ tardaste tanto en venir a mรญ?

Pero Fuensanta ya no espera nada de la vida, y menos de un escritor en cuya alma โ€œsolo hay traiciรณn, antojo y supercherรญa. No eres un hombre, Ricardo, eres un artista… ยกnada mรกs que un artista!… y quien dijo artista dijo absurdo, egoรญsmo y quimera…โ€.

((La cita se recoge en Para tiโ€ฆ, volumen XIV de sus Obras completas, Madrid, Renacimiento, p. 161.))

En el teatro y la zarzuela hay sobreabundancia de Fuensantas. Desde su nombre, son representantes de un ethos andaluz รบtil para el mercado de estereotipos regionales: la aldeana sencilla y alegre, buena moza, ingenua pero ardiente, rรบstica pero ingeniosa, temperamental y astuta, que ademรกs habla espaรฑol con un acento que el resto de Espaรฑa encontraba de lo mรกs simpรกtico.

En 1887, un dramaturgo Juan Soriano (!) estrena un sainete โ€œescrito en el lenguaje de la huerta de Murciaโ€ que se titula Ca presona pa su ese, que traducido del โ€œmurcianoโ€ significa algo como โ€œcada quien a lo suyoโ€, en el que vibra una Fuensanta que es un remolino de listones y panderetas. En 1896, Josรฉ Feliรบ y Codina estrenรณ la comedia Marรญa del Carmen donde figura Fuensantica, gitanilla adorable que se cubre de azahares cuando canta. Un aรฑo despuรฉs, la zarzuela ยกTriste Chactas!, de Barrera y Barbieri, presenta a una Fuensanta que lee en Andalucรญa la Atala de Chateaubriand y sueรฑa que se ama con el โ€œpiel rojaโ€ Chactas. En 1907, la Fuensanta de El cercado ajeno, del cordobรฉs Francisco Toro Luna, estรก casada con un mercader aburrido, por lo que casi comete adulterio con un enamorado carburante, que dice:

Cuando hablo de Fuensanta parece que un rayo de sol entra en mi alma y la alegra. Su imagen se levanta en el fondo de mi corazรณn, vencedora de todo, bella, refulgente como un astro, hermosa sobre toda hermosura, llena de vida, respirando amor… ยกMรกs dichas vierte en mรญ una sonrisa de su boca que todos los placeres del mundo!

Madrid, R. Velasco, impresor, 1907, p. 23.

A partir de 1908 โ€“despuรฉs de que Lรณpez Velarde se apropia el nombreโ€“ las Fuensantas se multiplican: coquetas provocativas, mรญsticas sobrias, viudas remolonas, y hasta la encendida novia del torero โ€œEr Niรฑo e Trianaโ€ (es en serio), quien lamentablemente muere cogido en el tercer acto, y no por Fuensanta.

{{La primera de feria de Josรฉ Fernรกndez del Villar, Madrid, Sociedad de Autores Espaรฑoles, 1917.}}

 Una zarzuela de 1913 tiene a una Fuensanta solterona entre Las que esperan, de Antonio Jimรฉnez Lora:

Nuestro porvenir es bien triste; esperar, esperar siempre… y en esta espera resignada y muda vamos lentamente perdiรฉndolo todo; juventud, belleza, ilusiones… A veces, el amor pasa cerca de nosotras, no lo vemos… y se va y no vuelve.

Madrid, Sociedad de Autores Espaรฑoles, 1913.

La zarzuela Los cortijeros, de รngel Caamaรฑo,

{{R. Velasco, imp., Madrid, 1919.}}

 tiene en el centro a una fresca Fuensanta pajarera que vive rodeada de jaulas cantando aires en los que la palabra alma se pronuncia arma:

Pajarito, pajarito,
en la jaula prisionero,
iguรก que er corasonsito
que enserrao estรก en mi pecho.
Canta, probe pajarillo,
canta, pa que sepa รฉl
que le guardo mi arma entera
de mujer.

La Fuensanta pajarera le gustaba tambiรฉn a Lรณpez Velarde, que ademรกs de sus muchas virtudes le dice a la suya: โ€œtambiรฉn tรบ eres vendedora de pรกjarosโ€, los alados y los de la poesรญa.

Un poeta y facedor de zarzuelas, el gaditano Carlos Fernรกndez Shaw, estrenรณ en 1911 El final de don รlvaro, otra adaptaciรณn del dramรณn del Duque de Rivas (como La forza del destino de Verdi), en la que un grupo de pastoras lindas, lideradas por la Fuensanta obligatoria, acomete sudorosos taconeos. El mismo Fernรกndez Shaw se enamorรณ en verso tambiรฉn de una Fuensanta y escribiรณ: โ€œDespuรฉs de mi madre, mi santa; / despuรฉs de mi santa mujer, mi Fuensanta…โ€

{{Poesรญa del mar, Madrid, Sucesores de Hernando, 1910.}}

 Un caso especial es el de Gregorio Martรญnez Sierra โ€“poeta que le interesรณ mucho a Lรณpez Velardeโ€“, quien estrenรณ en 1917 la comedia Esperanza nuestra.

{{Madrid, Ed. Saturnino Calleja, 1920. Despuรฉs se supo que buena parte del teatro de Martรญnez Sierra habรญa sido en realidad escrito por su esposa, Marรญa Martรญnez Sierra.}}

 Le habrรญa divertido al mexicano la escena en que unos jรณvenes se encuentran en un baรบl de su abuelo la vieja fotografรญa que le dedica una hermosa mujer:

CARMITA: (Leyendo) โ€œTu Fuensantaโ€…
NENร‰: ยฟFuensanta?… ยฟQuiรฉn se llama Fuensanta?
NATALIO: Mejor dicho… ยฟQuiรฉn se llamรณ Fuensanta hacia el aรฑo 1900?
NENร‰: ยฟFuensanta… Fuensanta?
NATALIO: ยกVaya usted a saber! Serรก una tiple o una duquesa.
NENร‰: No lo parece.
NATALIO: Bonita es… como una reina.
NENร‰: Sรญ; pero tiene una expresiรณn humilde…
NATALIO: No sรฉ quรฉ le diga a usted… Mรกs bien parece hosca, retraรญda, como si tuviera, al mismo tiempo, orgullo y vergรผenza.
NENร‰: ยกQuiรฉn sabe!… Fuensanta, Fuensanta…

Ademรกs de flotar en el mar del lenguaje, el nombre abundaba entre quienes leรญan revistas y acudรญan al teatro, como Lรณpez Velarde. Quizรก Paz preguntarรญa, escรฉptico, si se habrรญa enterado de esas puestas en escena, y habรญa que decirle que probablemente sรญ pues en el Mรฉxico de entonces, capital y provincias, abundaban el teatro, la zarzuela y el astracรกn y que Lรณpez Velarde era espectador regular. La capital mexicana tenรญa teatros hiperactivos (el Arbeu, el Colรณn, el Lรญrico, el Virginia Fรกbregas, el Principal), cada uno con sus propias compaรฑรญas y temporadas para las muchas itinerantes espaรฑolas que llegaban con repertorios de treinta o cuarenta obras y ofrecรญan decenas de funciones al mes. Desde el porfiriato, la vida nocturna de Mรฉxico tenรญa en su centro esos teatros, algo que la revoluciรณn aumentรณ aรบn mรกs con el relajamiento de la censura.

{{Hay buena bibliografรญa sobre el teatro en Mรฉxico. De especial valor es la Reseรฑa histรณrica del teatro en Mรฉxico (Mรฉxico, Imprenta La Europea, 1895) del siempre injustamente postergado Enrique de Olavarrรญa y Ferrari, buen cronista literario del XIX mexicano. Una lista de los muchos teatros en la capital y en la provincia en esos tiempos, asรญ como de las decenas de compaรฑรญas teatrales que los llenaban, se encuentra en Primeros renovadores del teatro en Mรฉxico: vivencias y documentos, 1928-1941, de Margarita Mendoza-Lรณpez, Ciudad de Mรฉxico, IMSS, 1985.}}

 Las troupรฉs hacรญan giras por toda capital con un teatro decente, como Zacatecas, Aguascalientes y San Luis, por mencionar solo el รกmbito del joven Lรณpez Velarde.

Enter Echegaray

La pieza que sรญ se ha leรญdo como una posible fuente del nombre, de Noyola a Gabriel Zaid, es el drama de Josรฉ Echegaray El loco dios (1900), cuyo papel principal es el de una dama llamada Fuensanta. Se entiende que asรญ sea, dada la fama de ese autor cuyo teatro feneciรณ mรกs pronto que esa fama. El loco dios fue un รฉxito gracias a los ingredientes propicios: lรญos de familia acomodada, herencias en disputa, amores falsos contra sinceros, la hipocresรญa y la locura. Segรบn una nota confusa de Noyola,

{{Citado por Josรฉ Luis Martรญnez, p. 867.}}

 la obra pasรณ en gira por San Luis con la โ€œcompaรฑรญa teatral de Tomรกs Borrรกsโ€ (que no era Tomรกs, sino Enrique) que recorriรณ el paรญs a fines de 1908. En su repertorio se registra una pieza de Echegaray, Mariana, pero no El loco dios.

{{Luis de Larroder, โ€œTeatrosโ€, en Artes y Letras, V, 83, 25 de octubre de 1908, p. 10.}}

 Quizรก la vio Lรณpez Velarde con Virginia Fรกbregas, que montaba su caballito de batalla desde 1904, prendada que estaba del personaje.

{{Hay una nota sobre esto en Artes y Letras, IV, 67, 5 de julio de 1908, p. 13.}}

 Consta en crรณnicas que en julio de 1908 doรฑa Virginia la montรณ en su teatro de la capital… ยฟla habrรก llevado de gira? En todo caso, en โ€œรdolos del teatroโ€, Lรณpez Velarde escribe que su interรฉs en el teatro de Echegaray se debiรณ a Marรญa del Carmen Martรญnez, eximia espaรฑola cuya compaรฑรญa recorrรญa cada aรฑo Mรฉxico y el sur de Estados Unidos. Tambiรฉn dice que no fue El loco dios la pieza que le interesรณ, sino Amor salvaje (1896) que es aรบn peor. En su ensayo, Zaid avala que Lรณpez Velarde habrรญa adoptado el nombre โ€œtal vez recordandoโ€ a la heroรญna de El loco dios, cuyo enamorado tambiรฉn lo estรก de su nombre. Escribe Zaid:

El conflicto medular que representa este raro drama en cuatro actos es muy semejante al que por entonces vivรญa nuestro poeta: demostrar a la amada, madura y pudiente, la autenticidad de una pasiรณn en la que los villanos de la farsa creรญan descubrir solo el mezquino interรฉs econรณmico. Se trataba, en ambos casos, de un joven abogado provinciano y pobre, pretensor de un cariรฑo en consonancia con el suyo, sincero y contrariado por el medio hostil. En drama alguno de Echegaray el desborde lรญrico es mayor.

“Fuente, que aunque de la tierra impura brotas, eres santa…”

Y la eterna oposiciรณn del diablo con el sรญmbolo cristiano:

“Cuando la miro a usted el resto del universo me sobra, me molesta, me pone frenรฉtico. ยกRuido que rompe la armonรญa, fealdad que embadurna la hermosura, el diablo ridรญculo mรกs mono que diablo, que se me pone a hacer gestos delante de la cruz y no me deja verla!”

Y el planteo tajante que elude lo crematรญstico en busca de la igualdad amatoria: โ€œUsted es rica, yo no lo soy. Voy a buscar la riqueza y cuando vuelva poderoso, ya no tendrรก usted para quรฉ atormentar su espรญritu con cavilaciones indignas de usted y de mรญ.โ€

Hasta ahรญ Zaid. Que esa Fuensanta haya quizรก propiciado la adopciรณn del nombre lo refrenda que Lรณpez Velarde asocie a Echegaray con su aficiรณn juvenil al teatro, si bien lo dice con pena:

A don Josรฉ Echegaray le debo gratitud. Censuraremos hoy sus temas de polvorรญn y sus parrafadas de manicomio; pero รฉl jugรณ con nuestra brida adolescente a su capricho, fustigรกndola a punta de hipรฉrbole y de epifonema.

โ€œรdolos del teatroโ€ [1916], p. 436.

Supongo que esa censura incluye a El loco dios, que no menciona, quizรก por no mencionar a esa Fuensanta teatral, pues la gracia y las reverberaciones semรกnticas del nombre tenรญan para รฉl mรกs mรฉrito que esa mediana dramaturgia. Y El loco dios bien pudo parecerle un ejemplo de polvorรญn y parrafada. No imagino a Lรณpez Velarde interesado en esa Fuensanta viuda, rica, ambiciosa y demasiado humana, arrogante mujer que se ufana de haberse casado con un viejo โ€œinmensamente ricoโ€ porque โ€œyo soy un ser indigno, yo me vendรญ y gozo perpetuamente el producto de la venta infameโ€.

{{El loco dios, Madrid, imp. R. Velasco, 1900, p. 21.}}

 Dudo tambiรฉn que se hubiese identificado con el pretendiente, burlador y delirante, sรบbito millonario algo sรกdico, que se proclama dios al final de la pieza, cuando entre carcajadas prende fuego al palacete de la familia de Fuensanta. Nada de esto, claro, excluye que lo sedujera el nombre, ni imaginar al joven Lรณpez Velarde saliendo con sus amigos del teatro en San Luis Potosรญ, mascullando el nombre de Fuensanta rumbo a la cantina… Yo sigo pensando que lo mascullaba desde que leyรณ a Grilo.

Romero de Torres

Octavio Paz asocia el nombre de Fuensanta con tres emociones: โ€œManantial, pureza y sexualidadโ€, triada que se fortaleciรณ cuando, en 1987, descubriรณ la pintura de Julio Romero de Torres en un catรกlogo.

{{ Catรกlogo del Museo Julio Romero de Torres, preparado por Mercedes Valverde y Ana Marรญa Piriz, Cรณrdoba, Ayuntamiento de Cรณrdoba, 1983.}}

 Es un estilo de pintura que habrรญa desdeรฑado de no ser por los tonos, narrativas y ambientes que coinciden con algunos poemas de Lรณpez Velarde y que, de tan fuerte, dio origen al รบltimo ensayo de Paz sobre su penate: โ€œFuensanta: imรกn y escapularioโ€. Sorprende a Paz sobre todo โ€œรngeles y Fuensantaโ€ (1909), uno de los รณleos cรฉlebres del andaluz, pero no el รบnico en el que hay una atmรณsfera โ€œjerezanaโ€: el villorrio, cierta cachonda religiosidad, las mujeres escindidas entre la ostentaciรณn sexual y la hondura espiritual, como las que figuran en โ€œEl pecadoโ€; o la muchacha que lleva entre los pechos โ€œNaranjas y limonesโ€ que hacen recordar a Fuensanta, de cuyo pecho โ€œasciende una fragancia de limรณn, cabalmente refrescanteโ€.

{{โ€œยฟQuรฉ serรก lo que espero?โ€, p. 168.}}

 Paz menciona tambiรฉn otros dos cuadros pintados despuรฉs de 1921, cuando Lรณpez Velarde ya no podรญa mirarlos: โ€œCarmen y Fuensantaโ€, donde fulguran dos hermosรญsimas muchachas, y โ€œLa Fuensantaโ€ (ya sola, sin รngeles ni Carmen) que es, a fe mรญa, la mรกs hermosa de las mujeres.

Paz piensa que el poeta pudo conocer la pintura de Romero de Torres por intermediaciรณn de Saturnino Herrรกn. Coincido con รฉl, pues seguramente el pintor recibรญa revistas como La Ilustraciรณn Artรญstica de Barcelona en la que solรญa colaborar Romero de Torres, o La Vida Galante de Madrid, de cuya parte grรกfica era responsable (Zamacois lo estaba de la escrita). Herrรกn y Lรณpez Velarde se habrรกn enterado del escรกndalo que suscitรณ โ€œVividoras del amorโ€, รณleo que fue expulsado de la Exposiciรณn Nacional de 1906 en el que se mira a cuatro prostitutas tomando un respiro en el burdel (un tema que tanto ilustrรณ tambiรฉn Josรฉ Clemente Orozco). Cuando Romero de Torres volviรณ a la exposiciรณn, en 1908, los escritores comenzaron a celebrar sus tonos y temas poรฉticos. Valle-Inclรกn, tan admirado por Lรณpez Velarde, le dedicรณ escritos entusiastas: โ€œes el รบnico pintor que parece haber visto en las cosas aquella condiciรณn suprema de poesรญa y de misterio que las hace dignas del arteโ€.

{{โ€œUn pintorโ€ es de mayo de 1908. Ese y otros dos escritos se recogieron en La lรกmpara maravillosa, el volumen que reรบne su poesรญa y periodismo.}}

 Lo deslumbraba su talento para pintar no las fuerzas contradictorias entre dos tipos de mujer, sino complementarias en las mujeres, en la naturaleza femenina misma, que en ellas hubiese a la par โ€œel perfume de dos rosas, una diabรณlica y otra divinaโ€, conflicto comรบn en la poesรญa y el arte que da el finisecular salto hacia el modernismo y, desde luego, en Lรณpez Velarde, como se aprecia, por ejemplo, en โ€œQue sea para bien…โ€, poema superior. Ademรกs de Valle-Inclรกn, otros escritores celebraron al pintor, como Antonio Machado que le dedica โ€œAmanecer de otoรฑoโ€ y su hermano Manuel que escribe โ€œLas mujeres de Romero de Torresโ€, donde enumera sus nombres predilectos, pero no, extraรฑamente, el de la principal Fuensanta:

Vuestros nombres, de menta y de ilusiรณn sabemos:
Carmen, Lola, Rosario… Evocaciรณn del goce,
Adela… Las Mujeres que todos conocemos,
que todos conocemos ยกy nadie las conoce!

Recogido en Sevilla, 1918.

Martรญnez Sierra, por su parte, lo respeta por haber pintado un conflicto que podrรญa ser una descripciรณn de la poesรญa de Lรณpez Velarde:

la turbadora alquimia de sensualidad y supersticiรณn, la luz hecha niebla, la monja y la mujer de placer, la copla que es lamento, porque al alma que va en ella le duele haberse dejado manchar de barro las alas, y no tiene valor para arrancarlas del fangal y levantar el vuelo; la embriaguez de sol y de vino, la madrugada triste porque la media noche quiso ser pecadora; la tristeza, la insondable tristeza andaluza, bajo el cielo azul, bajo el sol de oro que da escalofrรญos, el azahar y el incienso…

โ€œEl alma cordobesa de Romero de Torresโ€ (1919), recogido en Kodak romรกntico, Madrid, Saturnino Calleja, 1921, p. 72.

En su ensayo, Paz observa las reproducciones de los cuadros de Romero de Torres con exacta curiosidad y los describe como si cobraran vida, por ejemplo ante โ€œรngeles y Fuensantaโ€:

รngeles viste blusa blanca de encajes que la cubre hasta el cuello, falda parda y mantรณn negro; con una mano sostiene un medallรณn y con la otra roza un seno, rotundo bajo la blancura de la tela. Se adivina el latido del pecho y una respiraciรณn de oleaje que la pasiรณn puede convertir en jadeo.

En varios cuadros percibe el diรกlogo con el mexicano: รngeles โ€œhace pensar en aquella prima รguedaโ€; la Fuensanta del pintor tiene en las manos una carta que, le parece a Paz, evoca โ€œla epรญstola colmada de dramรกticos adiosesโ€ de โ€œHoy como nuncaโ€ y otras similitudes mรกs. Es un hermoso ensayo, que llega a esta conclusiรณn, que hago mรญa:

Fuensanta es un nombre de รฉpoca. Como tantos otros, es una palabra en el rรญo de palabras, imรกgenes, sentimientos e ideas que es nuestra cultura. La imaginaciรณn poรฉtica, movida por hondas necesidades psรญquicas, la recogiรณ de la tradiciรณn y la transformรณ en un sรญmbolo.

Cuando preparaba la segunda ediciรณn de La sangre devota, Lรณpez Velarde revelรณ por fin โ€œel nombre de la mujer que dictรณ casi todas sus pรกginasโ€, como dice en el prรณlogo. Lo hizo dedicรกndole uno de los poemas โ€œA Josefa de los Rรญosโ€ y anotando el lapso de su vida breve, โ€œ17 de marzo de 1880-7 de mayo de 1917โ€. Llevaba aรฑos callando celosamente el nombre de la seรฑorita que tuvo que morirse para recuperarlo. Ese poema revelatorio es โ€œEn el reinado de la primaveraโ€, uno que, con estudiado desdรฉn, el poema mismo descalifica como โ€œversos de infanciaโ€. Pues sรญ, pero por exceso de infancia o por falta de Baudelaire, en el centro de ese poema estรก la profesiรณn mรกs enfรกtica de su amor, si bien la menos laboriosa poรฉticamente:

                                        ยกOh, gloria
de estar enamorado, enamorado,
ebrio de amor a ti, novia perpetua,
enloquecidamente enamorado…!

El nombre de esa gloria y de esa locura es Fuensanta. La novia tan perpetua que su enamorado le anunciรณ su voluntad de reencontrarla en el mรกs allรก. Cuando mueras, le dice,

aguardarรฉ la hora de mi liberaciรณn para ir contigo. Y nuestras almas, mecidas por un soplo de otros mundos, se columpiarรกn libando la esencia de la misma flor inmortal como dos mariposas diรกfanas. ~

En โ€œHacia la luzโ€, p. 383.

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Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.


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