Contra toda esperanza

Crisis o apocalipsis. El mal en nuestro tiempo

Javier Sicilia y Jacobo Dayán

Taurus

Ciudad de México, 2025, 224 pp.

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Un intenso duelo de pesimistas. Javier Sicilia, desde la atalaya de la religión, y Jacobo Dayán, desde el mirador del humanismo, dialogan, polemizan, sobre la crisis civilizatoria que ellos advierten es el signo de nuestro tiempo. Dialogan sobre el mal.

“Yo he perdido la esperanza”, expresa Javier Sicilia. “No tengo, al igual que tú, ninguna esperanza”, responde Dayán. Ambos consideran que estamos frente al fin de la civilización tal y como la conocemos. Para Sicilia, Occidente nace de la idea cristiana de considerar al otro un prójimo, alguien a quien libremente se decide amar y auxiliar. Dayán discrepa: Occidente debe, también, su origen a Roma. George Steiner lo sintetizó en la fórmula Atenas/Jerusalén. La idea del hombre que nació de esa conjunción intelectual está llegando a su fin. Ayudar desinteresadamente a nuestros prójimos es inoperante, “lo único que hay es un profundo nihilismo” potenciado por la tecnología. Las víctimas no importan. Vivimos, para Sicilia, el final de una era que surgió del Evangelio. Para él –poeta, pensador y activista– está cerca el fin, el advenimiento del Apocalipsis, una gran variedad de signos ominosos lo señalan. Dayán rechaza esa visión milenarista. Coincide que vivimos en “un mundo vacío”, pletórico de violencia, inmersos en un proyecto civilizador totalmente agotado. Sin embargo, le aclara Dayán a Sicilia, “mi pesimismo no se mueve en esas coordenadas” teológicas. Dayán piensa que asistimos al fin de una etapa civilizatoria como antes han ocurrido otras. Etapas marcadas por el dolor y el desconcierto. La crisis actual “no sabemos a ciencia cierta adónde nos conducirá”.

Según Sicilia la civilización actual no tiene salvación. Desde su extremismo escatológico percibe el mundo “como una realidad infernal” cuyo único asidero es la fe. Dayán, desde su agnosticismo humanista, piensa también que lo que vivimos es el fin, “pero no el fin absoluto, ni siquiera de Occidente”. Termina un ciclo y comenzará otro, puede o no ser peor que el actual, “no sabemos qué vendrá, pero vendrá de las periferias”.

Sin esperanza alguna, cercano el fin de una era, Dayán y Sicilia dialogan civilizadamente desde la religión y la cultura sobre la memoria, el olvido, el perdón y el resentimiento. Los leo con asombro y alarma. No coincido con ellos, pero su intercambio me parece fascinante. No es común leer en México reflexiones morales. Abundan las interpretaciones políticas, económicas, sociológicas, psicológicas, pero las conversaciones morales son las grandes ausentes del discurso público.

Veo el complejo mundo de hoy y lo veo repleto de problemas y posibilidades. Unos caminos se ciegan, otras rutas se abren. Sicilia y Dayán creen que la tecnología acabará por hundirnos, ponen la modificación genética como ejemplo del mal irreversible. Yo veo en ella riesgos pero también enormes posibilidades de curar enfermedades, de prolongar la vida, de crear vacunas. Observan el mundo y en él ven violencia y caos: el fin de los tiempos. Yo creo que hemos vivido tiempos peores. Nací en la década de los sesenta. El mundo entonces estuvo al borde de la guerra nuclear debido a “la crisis de los misiles”. Acabamos de presenciar combates entre Israel e Irán, pero en 1967 Israel peleó la guerra de los Seis Días en contra de Egipto, Siria, Jordania e Irak. Nos escandaliza el uso abusivo de las pantallas por parte de los jóvenes como en los sesenta se presenciaba con espanto el consumo de todo tipo de sustancias naturales y químicas. Nos alarman los desatinos de Trump y olvidamos que en los sesenta asesinaron a John y a Robert Kennedy, a Martin Luther King. Nos asustan las políticas expansionistas de Putin cuando en ese entonces la ideología comunista dominaba la mitad del planeta. Hoy China es una potencia exportadora, en los sesenta la Revolución Cultural china dejó un saldo de veinte millones de muertos. La violencia en nuestros días consume a México como en los setenta se vivía en Colombia ese horror. El mundo actual tiene enormes problemas, como el cambio climático, que produce enormes desastres pero que cada vez produce menos muertes.

Problemas y oportunidades. Cada época cree que la suya es la peor (o la mejor). Veo avances tecnológicos extraordinarios. Se publican grandes libros. (¿Grandes? ¿Dónde está el nuevo Kafka? Olvidamos que en su tiempo a Kafka lo leía un puñado de personas…) El mundo se está reacomodando, para bien o para mal. Dayán y Sicilia asumen el papel de los profetas del desastre. Las nuevas tecnologías (señaladamente la inteligencia artificial) ¿cambiarán la forma de vivir en el mundo? Probablemente. No sabemos en qué dirección. Vivimos tiempos difíciles, pero no soy pesimista. El duelo del “fin de los tiempos” entre Dayán y Sicilia me inquieta, me llena de preguntas, me hace reflexionar. No veo cercano el Apocalipsis ni considero que nuestro tiempo ya agotó todas sus posibilidades. Creo, sí, que el discurso religioso y el humanismo están en crisis. Espero que de esa crisis salga una renovación de sus discursos. Un humanismo más vigoroso, una fe más robusta. Crisis o apocalipsis es un muy interesante encuentro de pensadores inmersos en nuestro tiempo. Un par de pesimistas recalcitrantes que enriquecen nuestra conversación, que elevan el nivel de la discusión pública introduciendo en ella un sesgo moral. Ya hacía falta en México una discusión de este tipo. ~


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