Eras una uva. Al inicio, Leo, durante mis noches sin sueรฑo, tรบ eras una uva. Asรญ te imaginaba, porque asรญ te describiรณ la primera doctora, en la primera clรญnica que visitamos en Nebraska. Que en ese momento, nos dijo, tendrรญas mรกs o menos el tamaรฑo de una uva. Habรญamos llegado a la clรญnica algo desvelados. Apenas dormimos la noche anterior, ansiosos por la cita del dรญa siguiente, y al nomรกs entrar el guardia de seguridad nos dijo que el martes era el dรญa mรกs peligroso. Luego pasamos bajo un detector de metales. Vaciamos nuestros bolsillos. Abrimos nuestras mochilas. El guardia de seguridad, revisando el contenido de las mochilas, nos dijo que un martes, hacรญa varios aรฑos, alguien les habรญa lanzado una bomba molotov. Afuera, en la calle, aรบn se oรญan los gritos de las ocho o diez personas que habรญan querido impedirnos la entrada. Algunos sostenรญan carteles. Otros rezaban con un rosario. El guardia de seguridad nos dijo que el martes era el รบnico dรญa de la semana que la doctora volaba a Nebraska para hacer los abortos. Yo reciรฉn habรญa traducido un poema de William Carlos Williams, en el cual una mujer embarazada โmadre ya de siete hijosโ le pide a su doctor unas pastillas para abortar, y el doctor sabe que, en casos como ese, actuar rรกpido es lo mรกs importante. Y me puse a pensar en ti, Leo, a pensar en ese poema y en esa mujer embarazada que ya no quiere mรกs hijos ni mรกs embarazos, mientras el guardia de seguridad nos devolvรญa las mochilas y nos contaba que un viejo llamaba por telรฉfono todos los martes, sin falta, y amenazaba con matar a todos estrellando su camioneta contra la puerta principal de la clรญnica. Tu madre y yo volvimos la mirada hacia la puerta principal, como para verificar si soportarรญa el impacto. Luego entramos y vimos a la doctora y la doctora nos dijo que eras una uva.
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Me convertรญ en tu padre, Leo, como todo lo demรกs importante en mi vida, por accidente. Tรบ aรบn creces en el vientre mientras yo traduzco a William Carlos Williams, pero siento la necesidad de decirte algunas cosas que temo luego se queden olvidadas en el tiempo o en el silencio. Decirte, por ejemplo, que todas las noches duermo con mi mano derecha sobre ti, quizรกs intentando sentir tus ligeros movimientos, o quizรกs queriendo protegerte en las noches, o quizรกs pensando que tรบ tambiรฉn, mientras duermes y creces ahรญ dentro, logras sentir mi mano cerca, apenas del otro lado de tu mundo interno y oscuro. Decirte, por ejemplo, que rezo para que no heredes mis alergias de rinitis, ni mi calvicie prematura, ni mi carรกcter neurรณtico, ni mi propensidad a marearme en carros y barcos y aviones, a desmayarme con solo ver o imaginar sangre; pero decirte al mismo tiempo que, si los heredas, si resultas ser tan alรฉrgico y desbalanceado y calvo y neurรณtico como tu padre, pues no pasa nada, la vida continรบa, solo hay que limpiarse los mocos. Decirte, por ejemplo, que en las madrugadas me invade una profunda sensaciรณn de ansiedad o mรกs bien de miedo: miedo a fracasar como padre. ยฟSabrรฉ ser padre, Leo? ยฟSabrรฉ ser tu padre? Decirte, por ejemplo, que yo nunca habรญa querido un hijo. O al menos eso les decรญa a todos, y eso me decรญa a mรญ mismo, supongo que para mitigar el miedo que sentรญa, que aรบn siento. Yo ya no esperaba ser padre. Me convertรญ en tu padre por accidente, Leo. Aรบn ahora, mientras creces en el vientre, me es difรญcil imaginarme a mรญ mismo como padre, imaginarte a ti en mis brazos, mirando hacia arriba, el futuro entero en tus ojos. Tal vez porque ser padre es algo inimaginable.
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Decรญa Williams, Leo, que todo empezรณ con un infarto. Tenรญa diecisรฉis o diecisiete aรฑos. Sucediรณ durante una carrera. รl habรญa corrido ya las ocho vueltas a la pista cuando alguien gritรณ que aรบn le faltaba una vuelta mรกs. La corriรณ. Luego cayรณ enfermo. Se puso a vomitar. Comenzรณ a dolerle la cabeza. Al llegar a casa llamaron al mรฉdico, quien le diagnosticรณ un soplo en el corazรณn. No mรกs deportes. No mรกs bรฉisbol. No mรกs carreras (cosa que no le importรณ tanto, decรญa Williams, pues habรญa un niรฑo en el barrio a quien jamรกs le pudo ganar). No mรกs juegos con sus amigos al salir de la escuela. Solo reposo. Se vio obligado a replegarse sobre sรญ mismo, a pensar en sรญ mismo, a verse a sรญ mismo. Y entonces, decรญa Williams, empezรณ a leer.
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Williams no hablaba inglรฉs, sino el idioma americano. Eso decรญa Williams, Leo, enfรกticamente. No le gustaba hablar del lenguaje, sino del idioma. No le interesaba escribir en el inglรฉs acadรฉmico o correcto, sino en el inglรฉs de la calle, en el inglรฉs de la experiencia, en el inglรฉs de sus pacientes.
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Williams solรญa escribir versos o breves historias en sus recetarios mรฉdicos. Como si la literatura fuese el medicamento que les querรญa recetar a los pacientes. Unos pacientes que luego se convertรญan en literatura. La niรฑa empecinada en no dejarse revisar la garganta. La adolescente con el rostro lleno de barros. El joven que sufre un accidente en la fรกbrica donde trabaja y que despuรฉs, mรกs que la ayuda de un mรฉdico, necesita su ayuda laboral. La pequeรฑa e inolvidable bebรฉ de once meses que muere porque no logran diagnosticar su enfermedad a tiempo. Un viejo italiano que no tiene dinero para pagar la consulta de su esposa y entonces, como una especie de comuniรณn, le ofrece al mรฉdico compartir una pizca de rapรฉ. Otro viejo pobre, un pescador llamado Thaddeus Marshall, que en su jardรญn mantiene una carretilla roja rodeada de pollos blancos. Decรญa Williams que su poema de la carretilla roja (uno de los mรกs cรฉlebres de la poesรญa norteamericana del รบltimo siglo) habรญa surgido de esa imagen y del cariรฑo que รฉl sentรญa por aquel pescador afroamericano, paciente y vecino suyo en Rutherford, Nueva Jersey: un viejo tan pobre que al morir tuvo que ser sepultado en una tumba anรณnima, sin nombre, sin lรกpida. Aunque su verdadera lรกpida, Leo, serรก para siempre aquel poema de apenas diecisรฉis palabras.
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En el verano de 2015, mรกs de cincuenta aรฑos despuรฉs de su muerte, un museo de Rutherford organizรณ una ceremonia conmemorativa en honor de Williams, invitando a participar a unas tres mil personas. Acaso ninguno de ellos era lector de su poesรญa. Pero todos, Leo, de bebรฉs, habรญan entrado al mundo con la ayuda de las manos de ese poeta.
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Tรบ sigues creciendo en el vientre, y yo sigo traduciendo a Williams. Pienso en ti mientras trabajo alguno de sus cuentos o poemas de mรฉdicos, quizรกs porque ahรญ estรกs, en las historias que traduzco, en cada uno de esos cuentos o poemas de mujeres embarazadas, de mujeres pariendo, de niรฑos abandonados, de bebรฉs enfermos o moribundos o ya muertos. Ahรญ estรกn tus pequeรฑas manos, en las palabras, como sosteniendo las palabras, como moviรฉndolas conmigo de una lengua a otra. โThe birthโ. El nacimiento. Ese es el tรญtulo de uno de los poemas de Williams, que en inglรฉs empieza asรญ: โA 40 odd year old Para 10 / Navarra / or Navatta she didnโt know.โ Pasรฉ semanas perdido en esos primeros tres versos, leyรฉndolos y releyรฉndolos, investigรกndolos, tratando de entender o descifrar su significado. Pero fuiste tรบ, Leo, desde el vientre, quien finalmente me los descifrรณ. Hace unos dรญas nos llegรณ por correo postal una hoja mรฉdica con los resultados de tus exรกmenes, y en la parte superior de esa hoja mรฉdica descubrimos las palabras โGravidaโ y โParaโ. Son dos tรฉrminos mรฉdicos. Gravida: nรบmero de veces que una mujer ha estado embarazada. Para: nรบmero de veces que una mujer ha parido. Para 10, entonces, es el tรฉrmino mรฉdico que designa a una mujer que ha parido diez veces. Tรบ me ayudaste a entender que el arranque del poema de Williams describe a una mujer de alrededor de cuarenta aรฑos que ha parido anteriormente diez veces, y cuyo apellido era Navarra o Navatta, ella no lo sabรญa (un poema, como casi todos los poemas y cuentos de Williams, sobre inmigrantes pobres, humildes, ya sin nada, ni siquiera un nombre). Williams, en su autobiografรญa, confiesa que como escritor habรญa sido un mรฉdico, y que como mรฉdico habรญa sido escritor. Y yo te veo en las palabras, Leo. Te siento en las palabras. Tรบ aรบn no existes, pero en las palabras eres mi hijo.
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Escribiรณ Williams que su padre era su confidente de letras, que siempre lo buscaba a รฉl cuando tenรญa un problema literario. Ellos dos tambiรฉn traducรญan juntos, Leo. Tradujeron juntos poemas del colombiano Josรฉ Asunciรณn Silva, del peruano Josรฉ Santos Chocano, del hondureรฑo Alfonso Guillรฉn Zelaya, y ya con su padre muy enfermo de cรกncer, a punto de morir, tradujeron juntos un cuento titulado โEl hombre que parecรญa un caballoโ, del guatemalteco Rafael Arรฉvalo Martรญnez. Y es que Williams no veรญa diferencia entre el escritor y el traductor. La traducciรณn, para รฉl, tambiรฉn era un acto poรฉtico. Para รฉl, ambos trabajos surgen del mismo impulso creativo. En una carta al poeta y crรญtico Nicolas Calas, escribiรณ: โNo me importa cรณmo diga yo lo que debo decir. Si mi trabajo es original, todo bien. Pero si puedo decirlo (o sea, la cuestiรณn de forma) al traducir el trabajo de otros, eso tambiรฉn es valioso. Quรฉ mรกs da.โ
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A dark Spanish beauty. Una oscura belleza espaรฑola. Asรญ describen a Williams en el anuario de su escuela de medicina de 1906, en la Universidad de Pensilvania. Y es que en medio de esos blandos William y Williams โheredados ambos de su padreโ, resalta su segundo nombre, tan latino, tan oscuro como exรณtico, y el eco indisoluble de la familia puertorriqueรฑa de su madre. Era como si su nombre mismo representara los dos polos de su vida, de su personalidad: paterno/materno, mรฉdico/poeta, ciencia/arte, orden/caos, apolรญneo/dionisรญaco (varios de sus poemas hasta son narrados por las voces de dos personajes opuestos, llamados Bill y Carlos). En algunas culturas, Leo, se cree que al decirle nuestro nombre a una persona le estamos entregando a esa persona un pedazo de nosotros. Como si nuestro nombre fuese una cosa fรญsica o una extremidad mรกs de nuestro cuerpo. Tu nombre, de alguna manera, nos lo dijiste tรบ mismo. No hubo discusiรณn ni debate. No hubo otras opciones ni tampoco grandes momentos de inspiraciรณn. Si yo creyera en la inspiraciรณn, Leo, te dirรญa que, segรบn los antiguos rabinos y cabalistas, los padres de un niรฑo reciben una chispa de inspiraciรณn en el momento de nombrar a su hijo. Pero la inspiraciรณn no existe. Estรกbamos con tu madre en el hospital en Nebraska, sentados en la salita de espera justo despuรฉs de haberte visto por primera vez en el ultrasonido. Noventa y nueve por ciento, me habรญa contestado la enfermera al preguntarle quรฉ tan segura estaba de que fueses niรฑo. Esas de ahรญ son sus partes de niรฑo, agregรณ como con pena, seรฑalando la pantalla negra. Yo no te habรญa imaginado niรฑo ni niรฑa (en mi mente, aรบn eras una uva), y no habรญa querido ni pensar en nombres. Despuรฉs de la cita, ya sentados en la sala de espera del hospital, tu madre de pronto me dijo que lรกstima mi abuelo polaco se habรญa llamado Leรณn porque a ella le gustaba ese nombre, y ninguno de los dos querรญa nombrarte como alguien mรกs de la familia. Yo, sin pensarlo, le respondรญ que a mi tambiรฉn me gustaba, pero no Leรณn, sino Leo. Y eso fue todo. Te vimos por primera vez esa tarde en el hospital, tan pequeรฑo y borroso en una pantalla negra, y luego entre los dos pronunciamos tu nombre.
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Unos vecinos en Nebraska, a punto de mudarse lejos, nos regalaron hoy un piano antiguo que no podรญan o no querรญan llevarse con ellos. Un vejestorio enorme, hermoso, en mal estado, marca Tryber. Tendrรก casi cien aรฑos (segรบn un papel amarillento pegado a la parte interior, se afinรณ por primera vez en 1924), y no me es difรญcil imaginรกrmelo en una cantina del viejo oeste de Nebraska, medio desafinado y lleno de polvo y rodeado de vaqueros y prostitutas. Me gusta cรณmo suena. Me gusta cรณmo se ve contra la pared de la casa, tan imponente y fuera de lugar. Williams creciรณ oyendo a su madre tocar un piano muy parecido, un viejo Melodigrand, marca Lindeman & Sons, y esa mรบsica de su infancia luego se harรญa evidente en su poesรญa, en su literatura. Acaso tรบ, Leo, crecerรกs oyendo la mรบsica medio desafinada y empolvada de este antiguo piano de vaqueros (llevas casi nueve meses oyendo una cantata de Bach, mi favorita). Lo primero que hice, entonces, fue sentarme y tocarte el mismo ejercicio que tantas veces habรญa practicado de niรฑo, bajo la mirada inquisitiva y siempre furiosa de la seรฑora Sapperstein, mi profesora de piano: una misma pieza, tocada en diferentes escalas. Segรบn Schopenhauer, una traducciรณn se relaciona a su original de la misma manera en que una pieza musical se relaciona a su transposiciรณn a otra escala. Es la misma pieza, pero no lo es.
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En el รกrea de maternidad del hospital de Nebraska hay un largo muro de madera, de tal vez cinco metros de largo por dos metros de alto, con pequeรฑas rendijas o grietas. Hoy en la maรฑana, tras una visita de consulta โya de tus รบltimas, esperoโ, me quedรฉ mirรกndolo, tratando de entender su significado, hasta que llegรณ una enfermera y me dijo que era un muro de rezos (a prayer wall). Luego me mostrรณ una caja de la misma madera llena de papelitos rojos ya impresos, y me explicรณ que cualquier visitante podรญa tomar un papelito rojo de la caja y colocarlo entre una de las pequeรฑas grietas del muro y dejar ahรญ un rezo preescrito en nombre de alguna madre o algรบn bebรฉ. Pensรฉ en preguntarle quรฉ pasaba despuรฉs con los papelitos rojos, si algรบn cura o conserje llegaba en las noches a sacarlos de las grietas y los volvรญa a meter en la caja, para la tanda de visitantes del dรญa siguiente. Pensรฉ en preguntarle si todos los rezos eran un mismo rezo, o si cada papelito rojo era distinto. Pensรฉ en preguntarle si uno no podรญa escribir su propio rezo en un papelito rojo. Pensรฉ en quรฉ rezo te escribirรญa yo a ti, Leo, en quรฉ rezo rezarรญa yo por ti, si la enfermera me diese un papelito rojo vacรญo.
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Hoy, dรญa de san Jerรณnimo, santo patrรณn de los traductores, es la supuesta fecha de tu nacimiento, Leo. En uno de los cuentos que traduje de Williams hay un bebรฉ que al inicio es una niรฑa y de pronto, cuatro o cinco pรกginas despuรฉs, es un niรฑo. A medio cuento, sin ninguna razรณn aparente, una niรฑa de cinco meses se convierte en un niรฑo de cinco meses. Un descuido del autor, probablemente. ยฟPero cรณmo traducirlo? ยฟCorrigiendo aquello que el escritor mismo jamรกs corrigiรณ? ยฟO siendo fiel a ese descuido, aunque luego parezca un descuido de la editorial o del traductor? ยฟTraducimos tambiรฉn los descuidos, los errores, las incongruencias? ยฟDebemos ser fieles a las palabras del autor o fieles a sus ideas? El texto original es como un proyectil, decรญa Foucault, y el lenguaje al que se estรก traduciendo es la diana. Un traductor, entonces, segรบn Foucault y su escuela, debe lanzar el texto original hacia esa diana con la punterรญa milimรฉtrica de un francotirador. Sin fallar. Sin interpretaciรณn. Sin modificaciรณn alguna. Absolutamente recto y absolutamente fiel a cada una de las palabras de ese texto original que estรก traduciendo. Palabra por palabra. Los posibles problemas โcomo sonidos poco naturales, o cacofonรญas, o la incomprensiรณn por parte de los nuevos lectoresโ pueden considerarse daรฑo colateral. La fidelidad total y absoluta a un texto literario, entonces, aunque esto tenga ecos de santidad, de รฉtica. Una traducciรณn libre, segรบn Nabokov, deberรญa considerarse un crimen en contra del autor original. La traducciรณn literal mรกs torpe, escribiรณ รฉl, es mil veces mรกs รบtil que una bella parรกfrasis. Pero ยฟes la literatura una cosa รบtil? ยฟEs el fin de la literatura la utilidad, o mรกs bien la belleza? En su anรกlisis de las diferentes traducciones europeas de Las mil y una noches, Borges celebra la creatividad y originalidad del traductor. Elogia al traductor francรฉs, que โaรฑade paisajes art-nouveau, buenas obscenidades, breves interludios cรณmicos, rasgos circunstanciales, simetrรญas, mucho orientalismo visualโ, y cuya โinfidelidad creadora y felizโ es capaz de convertir diez palabras del original รกrabe en un hermoso pรกrrafo francรฉs de siete lรญneas. Por el contrario, Borges critica las traducciones literalmente fieles al alemรกn โson, dice, de una franqueza totalโ, al no aportar ellas nada nuevo al intercambio literario. Y es que Borges no veรญa la traducciรณn como un instrumento para lanzar el proyectil literario hacia la diana de un nuevo lenguaje, sino como un medio de intercambio, a travรฉs del cual ambas lenguas, y ambas culturas, son enriquecidas mutuamente. No una traducciรณn palabra por palabra, sino sentido por sentido, como escribiรณ san Jerรณnimo. Entonces, Leo, ยฟniรฑa? ยฟniรฑo? ยฟo ambos?
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Termino ya la traducciรณn de Williams, y tรบ te acercas. Tu nacimiento se acerca. Y mi ansiedad solo crece, especialmente en las noches, entre sueรฑos. Eres lo primero que pienso cuando abro los ojos en la oscuridad, y aรบn en la oscuridad siento que me traga la noche. Intento abrazar a tu madre a mi lado, para sentir tus movimientos y tus pequeรฑos pies empujando y asรญ quizรกs sosegarme un poco, pero la postura es incรณmoda y ya casi no puedo. Me pregunto si todo padre incipiente se despierta con ese mismo miedo en las noches. A veces, boca arriba en la oscuridad, me culpo de haberte arrojado a este mundo tan cruel e insensato. A veces envidio tu juventud. A veces me cuesta hablarte en el vientre. No puedo. No sรฉ por quรฉ. Me siento un poco absurdo hablรกndole a un vientre, aunque sรฉ que tรบ estรกs flotando ahรญ dentro y puedes escuchar y quizรกs hasta entender mis palabras. Pero luego aquรญ, mientras escribo, te siento aรบn mรกs cerca. Al escribir, Leo, te siento aรบn mรกs cerca. Quizรกs porque sรฉ que son estas palabras de aquรญ las que al final quedan, las รบnicas que importan.
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Mientras su propio hijo crecรญa en el vientre, Williams tambiรฉn estaba traduciendo: Nuevo Mundo, de Lope de Vega. Me pregunto, Leo, si no habrรก una relaciรณn entre el proceso de volverse padre y el de volverse traductor; entre imaginar cรณmo nuestro hijo se va haciendo, e imaginar cรณmo las palabras de otro se van haciendo nuestras. El primer hijo de Williams naciรณ en la madrugada del 7 de enero de 1914, con la primera nevada del invierno. โยกEs un oso, es un niรฑo, es un oso!โ, escribiรณ Williams en una nota, y acto seguido se sentรณ y continuรณ traduciendo a Lope de Vega.
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Tรบ tambiรฉn naciste en la madrugada, Leo, hace pocos dรญas, tras una noche entera de trabajo de parto natural. Yo sigo desvelado, exhausto, como flotando, pero no es de mรญ de quien quiero escribirte ahora, ni de ti, sino de tu madre. De su fortaleza. De su entrega, absoluta e incondicional. Ella no aceptรณ ningรบn medicamento paliativo, haciรฉndole frente a doce horas de dolor con nada mรกs que unos gritos heroicos que parecรญan surgir de una รฉpoca ancestral, y con una fuerza y una nobleza que yo no habรญa presenciado jamรกs. Por el contrario, yo sentรญ que me desmayaba al oรญr a la comadrona decir que tรบ eras demasiado grande y que debรญa ella entonces hacerle un corte a tu madre. De inmediato, al solo imaginรกrmelo, empecรฉ a sudar frรญo. Tuve que tumbarme en un sofรก. Pero una enfermera muy amable me trajo un vasito con jugo de naranja y me recuperรฉ a tiempo para volver a pararme al lado de tu madre y susurrarle al oรญdo que te empujara una รบltima vez. Ella me dijo que no podรญa, que ya no aguantaba, que no le quedaban mรกs fuerzas, pero yo le insistรญ que esperara la prรณxima contracciรณn y te empujara una รบltima vez, que ya casi estabas fuera. Habรญa llegado un mรฉdico cirujano y tenรญa preparada una ventosa obstรฉtrica, por si tu madre aรบn no lograba sacarte ella sola. Pero no hubo necesidad. Te vi por primera vez, hijo, a las 5:38 de la madrugada. Una enfermera ya habรญa puesto un brazelete en tu muรฑeca izquierda que decรญa Halfon, boy, y yo me sentรญ sobrehumano y nada mรกs que humano. ~
(Ciudad de Guatemala, 1971) es escritor. En 2018 recibiรณ el Premio Nacional de Literatura de Guatemala. Libros del Asteroide acaba de publicar su libro Un hijo cualquiera