Insurrecciones: Atlas de la sublevaciĆ³n

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Cuando Insurrecciones se inaugurĆ³ en el parisino Jeu de Paume el pasado octubre de 2016 bajo el nombre de SoulĆØvements, el historiador del arte Georges Didi-Huberman, comisario de la muestra, explicaba que la exhibiciĆ³n habĆ­a nacido de las reflexiones de su anterior trabajo museĆ­stico, la exposiciĆ³n Atlas, ĀæcĆ³mo llevar el mundo a cuestas?, que ocupĆ³ el Museo Reina SofĆ­a de Madrid entre noviembre de 2010 y marzo de 2011. Si esa muestra ahondaba en el peso de la memoria de las imĆ”genes con el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg como guĆ­a estĆ©tica, en SoulĆØvements y en Insurrecciones, que desde el 24 de febrero ha tomado de manera literal el Museo Nacional de Arte de CataluƱa, Didi-Huberman se pregunta quĆ© sucede cuando lo que sostiene la memoria cae y todo salta por los aires: la disidencia, el levantamiento, la revuelta. Resulta lĆ³gico, asĆ­ pues, que las obras con las que se inaugura la exhibiciĆ³n insistan en la idea de la volatilidad, como un concepto azaroso ā€“pero pertinenteā€“ por el cual las tensiones se desencadenan. El soplo de la rebeliĆ³n estĆ” en las piezas de Tsubasa Kato (2015), Dennis Adams (2002) o MariĆ  Fortuny (1874), aunque de todas ellas es probable que el grabado The battle of the pictures (1743), de William Hogarth, sea el que mejor condense en sus modestas proporciones esa inquietud de lo volĆ”til en tanto que polĆ­tico, precisamente porque nos recuerda que en materia de sublevaciones la imagen es el campo de batalla definitivo.

Insurrecciones, sin embargo, no es una exposiciĆ³n sobre el poder de la propaganda en tiempos de revuelta. Ni siquiera sobre el poder o los sucesivos levantamientos contra el poder que han protagonizado lo contemporĆ”neo. Didi-Huberman mĆ”s bien intenta dar cuenta de la visualidad de la disidencia en lo que podrĆ­amos interpretar como un atlas del gesto insurrecto y justo en un momento en que parte de esta gestualidad se estĆ” perdiendo, ya sea porque se vuelve indescifrable o porque se transforma en clichĆ©, en contorno sin significado. AdemĆ”s de Aby Warburg en Insurrecciones late el pensamiento de Giorgio Agamben, entre otros. El resultado de sus pesquisas es abrumador ā€“mĆ”s de trescientas obras organizadas en cinco Ć”mbitos expositivos: elementos (desencadenados), por gestos (intensos), por palabras (exclamadas), por conflictos (encendidos), y por deseos (indestructibles)ā€“, y en algunos momentos mejor hilvanado, y de manera mĆ”s generosa, que en la anterior muestra del Jeu de Paume.

Es cierto que en su traslaciĆ³n al entorno catalĆ”n se han quedado fuera el famoso martillo de Antonin Artaud o el volumen original de Le Salut public, nĀŗ 2 (firmado por Baudelaire, Courbet, Champfleury y Toubin en 1848), y que muchas de las lĆ”minas expuestas provenientes de Francia son facsĆ­miles, pero la incorporaciĆ³n de piezas de la colecciĆ³n del mnac, del Archivo FotogrĆ”fico de Barcelona y del Archivo Nacional de CataluƱa ā€“las esculturas de Julio GonzĆ”lez, las fotografĆ­as de Armengol, Aymerich Puig o PĆ©rez de Rozas, los cartelistas del bando republicano durante la Guerra Civilā€“ suple esas y otras carencias, sobre todo porque ayuda a cohesionar algunos desajustes argumentativos de la exposiciĆ³n precedente. En este sentido, todas las Ć”reas expositivas han ganado hondura, pero mucho mĆ”s la dedicada a los cuerpos disidentes, gracias en buena medida a la inclusiĆ³n de las colĆ©ricas Monsterrat y de las icĆ³nicas esculturas de manos clamando al cielo, de GonzĆ”lez, ejemplos de cĆ³mo la violencia y el dolor pueden ejercer de vehĆ­culo artĆ­stico de la disidencia.

En el relato estĆ©tico de Didi-Huberman sobre la sublevaciĆ³n hay dos aportaciones que por sĆ­ solas justifican la exhibiciĆ³n. La primera es el conjunto de cuatro fotografĆ­as tomadas por un Sonderkommando desde un barracĆ³n de Auschwitz-Birkenau (1944), imĆ”genes supervivientes, si nos atenemos a la poĆ©tica terminologĆ­a del historiador, en las que podemos distinguir un grupo de personas que se dirigen a la cĆ”mara de gas, otro grupo de cuerpos siendo quemados, unos Ć”rboles en barrido. La segunda aportaciĆ³n es el video de Maria Kourkouta con el que concluye Insurreciones y que enseƱa a migrantes, hombres, mujeres y niƱos, en su caminar por la frontera entre Grecia y Macedonia. Es un trabajo eficaz y renovador ā€“un solo plano fijo y un movimiento continuo de piernas y maletasā€“ que sugiere, en Ćŗltima instancia, que en 2017 los gestos de insurrecciĆ³n hay que buscarlos en imĆ”genes defensoras del libre paso de las personas. ~

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(Barcelona, 1979) es periodista cultural. Colabora en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia y en la revista Icon de El Pais


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