El 16 de junio de 1944 âera un viernesâ, Marc Bloch fue fusilado por los nazis en Saint-Didier-de-Formans, en los alrededores de Lyon.
ÂżFue al domingo siguiente cuando Maurice Halbwachs estuvo tanto tiempo hablĂĄndome de Ă©l? No es improbable. Aquella primavera, aquel verano, en 1944, yo veĂa a Maurice Halbwachs todos los domingos. Bajaba al Campo Pequeño de Buchenwald, al pie de la colina donde se pasearan antaño Goethe y Eckermann, me dirigĂa al bloque 56, a la barraca de los invĂĄlidos, de los deportados no aptos para el trabajo. Maurice Halbwachs yacĂa en un catre junto a Henri Maspero.
El domingo, en Buchenwald, despuĂ©s de pasar lista a mediodĂa, tenĂamos unas cuantas horas para nosotros. Al menos ante nosotros. Unas cuantas horas de porvenir vulnerable que no estaban determinadas exclusivamente por la arbitrariedad del mando de las ss. La vida por delante, en suma, por muy irrisorio y amenazado que estuviera ese espacio mĂnimo de ocio aparente. La vida, hasta el lunes a las cuatro de la mañana, hasta el estrepitoso despertar del lunes.
Desde el final de la ceremonia de pasar lista anunciado por los altavoces, tras engullir la sopa de fideos de los domingos, el campo entero estaba poseĂdo por una actividad febril. Un hormiguero sobre las pendientes del Ettersberg.
Sin duda, quienes habĂan llegado al lĂmite de sus fuerzas âla mayorĂaâ, quienes retenĂan su aliento, su paso, el menor de sus gestos, con la insensata esperanza de sobrevivir, estos corrĂan hacia los jergones de los dormitorios para dormir con un sueño profundo, devastado por las pesadillas, apenas reparador. Los otros se afanaban, iban y venĂan por el campo, revoloteaban de una barraca a otra. A la bĂșsqueda de una brizna de conversaciĂłn, de una pizca de calor fraterno, de un posible intercambio. En una palabra, de una razĂłn de vivir.
Sin embargo, algunas reuniones del domingo por la tarde estaban mejor estructuradas, reuniones polĂticas de las diferentes organizaciones de resistencia clandestina. De algunos grupos que se reunĂan por afinidades de todo tipo. He conocido a algunos que se reunĂan para evocar detalladamente, y no cabe duda de que tambiĂ©n dolorosamente, los encantos del cuerpo femenino o los placeres de la mesa.
En torno a Maurice Halbwachs y Henri Maspero tambiĂ©n nos reunĂamos para mantener apasionadas discusiones dominicales. Recuerdo haberme encontrado allĂ a Julien Cain, director de la Biblioteca Nacional; a Maurice Hewitt, el mĂșsico; a Jean Baillou, secretario de la Escuela Normal Superior, y a muchos otros anĂłnimos y fraternales.
Halbwachs habĂa sido mi profesor de sociologĂa en la Sorbona. Me reunĂa con Ă©l, un domingo tras otro, en la pestilencia del bloque 56. Se iba debilitando a ojos vistas y solo conseguĂa bajar del catre al precio de grandes fatigas.
ÂżFue aquel domingo 18 de junio de 1944 cuando me hablĂł de Marc Bloch, dos dĂas despuĂ©s de que lo ejecutaran? No podrĂa afirmarlo, pero no es imposible. En cualquier caso, fue un hermoso domingo con el cielo azul sobre las verdes colinas de Turingia.
Por supuesto aquel domingo de junio no sabĂamos que habĂan fusilado a Marc Bloch. Ni siquiera sabĂamos que estaba en poder de la Gestapo. Su arresto se produjo durante el mes de marzo, cuando ya nos habĂan deportado a Buchenwald. Pero no ignorĂĄbamos que Bloch formaba parte de la cohorte de grandes universitarios que se habĂan unido a la resistencia para ocupar un lugar de honor, en primera fila.
El caso es que Halbwachs me habló mucho de él aquel domingo, evocando recuerdos de la universidad de Estrasburgo de los años veinte.
En su prĂłlogo a una reediciĂłn de Los reyes taumaturgos, Jacques Le Goff recordĂł el foco de investigaciĂłn y trabajo que fue aquella universidad nuevamente francesa despuĂ©s de la extraña victoria de 1918. Rememoraba los nombres de los jĂłvenes maestros: Lucien Febvre, Georges Lefebvre, Charles Blondel y el sociĂłlogo Maurice Halbwachs, precisamente. Este Ășltimo iba a publicar un libro que Le Goff calificĂł de âcapital para todo el ĂĄmbito de lo que hoy en dĂa llamamos las ciencias humanas y socialesâ: Los marcos sociales de la memoria.
Muchos años después, en Buchenwald, aquel domingo, le tocó a Maurice Halbwachs hablarme largo y tendido de Marc Bloch, de sus Reyes taumaturgos.
A veces, en una especie de vĂ©rtigo de la memoria, de reconstrucciĂłn alucinada del pasado, me da por imaginar que Hermann Broch estaba en el grupo que rodeaba el catre donde yacĂan Halbwachs y Maspero. Me parece oĂrle discurrir en nuestra compañĂa. ~
Traducción del francés de Julia Escobar.