Mal y modernidad: el trabajo de la historia

El 19 de junio de 1990 Jorge SemprĂșn pronunciĂł la ConfĂ©rence Marc Bloch en el Gran Anfiteatro de la Sorbona. Una versiĂłn revisada de esta se publicĂł en el nĂșmero 170 de Vuelta en enero de 1991. Con motivo del centenario del nacimiento del autor, a conmemorarse el prĂłximo diciembre, presentamos un fragmento en el que se cuenta la vida intelectual en el terrible campo de concentraciĂłn de Buchenwald.
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El 16 de junio de 1944 –era un viernes–, Marc Bloch fue fusilado por los nazis en Saint-Didier-de-Formans, en los alrededores de Lyon.

¿Fue al domingo siguiente cuando Maurice Halbwachs estuvo tanto tiempo hablåndome de él? No es improbable. Aquella primavera, aquel verano, en 1944, yo veía a Maurice Halbwachs todos los domingos. Bajaba al Campo Pequeño de Buchenwald, al pie de la colina donde se pasearan antaño Goethe y Eckermann, me dirigía al bloque 56, a la barraca de los invålidos, de los deportados no aptos para el trabajo. Maurice Halbwachs yacía en un catre junto a Henri Maspero.

El domingo, en Buchenwald, después de pasar lista a mediodía, teníamos unas cuantas horas para nosotros. Al menos ante nosotros. Unas cuantas horas de porvenir vulnerable que no estaban determinadas exclusivamente por la arbitrariedad del mando de las ss. La vida por delante, en suma, por muy irrisorio y amenazado que estuviera ese espacio mínimo de ocio aparente. La vida, hasta el lunes a las cuatro de la mañana, hasta el estrepitoso despertar del lunes.

Desde el final de la ceremonia de pasar lista anunciado por los altavoces, tras engullir la sopa de fideos de los domingos, el campo entero estaba poseĂ­do por una actividad febril. Un hormiguero sobre las pendientes del Ettersberg.

Sin duda, quienes habĂ­an llegado al lĂ­mite de sus fuerzas –la mayorĂ­a–, quienes retenĂ­an su aliento, su paso, el menor de sus gestos, con la insensata esperanza de sobrevivir, estos corrĂ­an hacia los jergones de los dormitorios para dormir con un sueño profundo, devastado por las pesadillas, apenas reparador. Los otros se afanaban, iban y venĂ­an por el campo, revoloteaban de una barraca a otra. A la bĂșsqueda de una brizna de conversaciĂłn, de una pizca de calor fraterno, de un posible intercambio. En una palabra, de una razĂłn de vivir.

Sin embargo, algunas reuniones del domingo por la tarde estaban mejor estructuradas, reuniones políticas de las diferentes organizaciones de resistencia clandestina. De algunos grupos que se reunían por afinidades de todo tipo. He conocido a algunos que se reunían para evocar detalladamente, y no cabe duda de que también dolorosamente, los encantos del cuerpo femenino o los placeres de la mesa.

En torno a Maurice Halbwachs y Henri Maspero tambiĂ©n nos reunĂ­amos para mantener apasionadas discusiones dominicales. Recuerdo haberme encontrado allĂ­ a Julien Cain, director de la Biblioteca Nacional; a Maurice Hewitt, el mĂșsico; a Jean Baillou, secretario de la Escuela Normal Superior, y a muchos otros anĂłnimos y fraternales.

Halbwachs habĂ­a sido mi profesor de sociologĂ­a en la Sorbona. Me reunĂ­a con Ă©l, un domingo tras otro, en la pestilencia del bloque 56. Se iba debilitando a ojos vistas y solo conseguĂ­a bajar del catre al precio de grandes fatigas.

¿Fue aquel domingo 18 de junio de 1944 cuando me habló de Marc Bloch, dos días después de que lo ejecutaran? No podría afirmarlo, pero no es imposible. En cualquier caso, fue un hermoso domingo con el cielo azul sobre las verdes colinas de Turingia.

Por supuesto aquel domingo de junio no sabĂ­amos que habĂ­an fusilado a Marc Bloch. Ni siquiera sabĂ­amos que estaba en poder de la Gestapo. Su arresto se produjo durante el mes de marzo, cuando ya nos habĂ­an deportado a Buchenwald. Pero no ignorĂĄbamos que Bloch formaba parte de la cohorte de grandes universitarios que se habĂ­an unido a la resistencia para ocupar un lugar de honor, en primera fila.

El caso es que Halbwachs me habló mucho de él aquel domingo, evocando recuerdos de la universidad de Estrasburgo de los años veinte.

En su prĂłlogo a una reediciĂłn de Los reyes taumaturgos, Jacques Le Goff recordĂł el foco de investigaciĂłn y trabajo que fue aquella universidad nuevamente francesa despuĂ©s de la extraña victoria de 1918. Rememoraba los nombres de los jĂłvenes maestros: Lucien Febvre, Georges Lefebvre, Charles Blondel y el sociĂłlogo Maurice Halbwachs, precisamente. Este Ășltimo iba a publicar un libro que Le Goff calificĂł de “capital para todo el ĂĄmbito de lo que hoy en dĂ­a llamamos las ciencias humanas y sociales”: Los marcos sociales de la memoria.

Muchos años después, en Buchenwald, aquel domingo, le tocó a Maurice Halbwachs hablarme largo y tendido de Marc Bloch, de sus Reyes taumaturgos.

A veces, en una especie de vértigo de la memoria, de reconstrucción alucinada del pasado, me da por imaginar que Hermann Broch estaba en el grupo que rodeaba el catre donde yacían Halbwachs y Maspero. Me parece oírle discurrir en nuestra compañía. ~

Traducción del francés de Julia Escobar.

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