Los delirios de la razón

MANIAC

Benjamín Labatut

Anagrama

Barcelona, 2023, 400 pp.

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En la página de agradecimientos de Un verdor terrible Benjamín Labatut aclaraba que aquí el libro de relatos era una obra de ficción basada en hechos reales, y en la página de agradecimientos de MANIAC insiste en ello, supongo que para despejar de nuevo posibles equívocos pero puede que también lo haga para que pensemos en una cosa: que “la realidad, a diferencia de las sublimes historias de terror que nos regaló Lovecraft, no se adapta a nuestros deseos sino que tiene una extraña voluntad propia”, como escribió Labatut en La piedra de la locura.

Podría decirse que MANIAC es una historia de terror basada en hechos reales. Novela de ideas pero también novela de personajes, arranca la madrugada del 25 de septiembre de 1933, cuando el físico austriaco Paul Ehrenfest disparó a Vassily, su hijo de catorce años, y después se pegó un tiro en la cabeza, y acaba con la creación de AlphaZero, el programa informático producido por Deep Mind que no solo derrotó a los más grandes jugadores de ajedrez y de go sino que además revolucionó la ciencia. Es decir, MANIAC arranca cuando el nazismo alcanzó el poder y comenzó su expansión y concluye con las primeras y frustradas batallas del ser humano contra la inteligencia artificial en un tablero de go.

Vuelve Labatut a explorar los sueños delirantes de la razón, y lo hace novelando la biografía del matemático húngaro-estadounidense John Von Neumann, una de las mentes más portentosas del siglo XX, quien, con su dedicación al estudio de la teoría cuántica, a la bomba atómica y a la informática, ejerció una profunda influencia en la evolución del mundo moderno. Von Neumann es el hilo conductor que le permite a Labatut recorrer algunas de las páginas más negras del siglo pasado, como el nazismo, la creación de la bomba atómica y de la bomba de hidrógeno, y la Guerra Fría, para desembocar en la formación de la inteligencia artificial, esa entidad a la que ya sabemos que no es posible derrotar y que anuncia un porvenir tan lleno de terror como de esperanza.

Labatut utiliza la literatura para desentrañar la ciencia y, más que convertir la ciencia en literatura, consigue que una y otra hablen la misma lengua, cosa que pocos escritores han logrado.

No puede uno evitar pensar en Bolaño cuando lee a Labatut: los dos son chilenos y nómadas; los dos emplean una prosa nerviosa, afilada y mestiza; los dos gastan un humor negro y se deleitan con la poesía más oscura (terroríficamente hermosos son los párrafos en los que Labatut describe los efectos lumínicos de la reacción termonuclear); los dos son unos maestros de las voces (el parecido estructural entre MANIAC y Los detectives salvajes es evidente); y, por último, a los dos les atraen las vidas desaforadas (las vidas desaforadas de los poetas en el caso de Bolaño y las vidas desaforadas de los científicos en el caso de Labatut). Hasta Von Neumann y Ulises Lima se parecen en su desmesurada fiebre lectora: si el primero se metía dos libros al baño por temor a que se le acabara el primero antes de haber terminado, el segundo leía hasta debajo de la ducha. Pero tampoco puede uno evitar pensar en Borges y en Bernhard y en Sebald y en Quignard cuando lee a Labatut, que riza continuamente el rizo narrativo, fagocita todos los géneros y funde la realidad y la imaginación, lo verdadero y lo falso.

Calificativos como demente, macabro, diabólico, demoniaco o luciferino abundan en esta novela que indaga en las sombras y hace equilibrios sobre la línea que separa lo maravilloso de lo terrible, la locura de la genialidad y lo racional de lo irracional, porque lo que Labatut persigue es sacudirnos, desplazarnos, llenarnos de dudas, las mismas dudas que tiene él.

Una novela de terror basada en hechos reales como MANIAC resulta mucho más aterradora que cualquier novela clásica del género porque Labatut nos hace ver que el fin del mundo, con ideas tan descabelladas como la guerra climática que Von Neumann creía posible llevar a la práctica, puede estar más cerca de lo que pensamos. Así, no puede uno leer sin un escalofrío la última carta que escribió Von Neumann, cuando ya le había devorado casi por completo el cáncer: “El progreso se volverá tan complejo y veloz que no podremos comprenderlo. Porque el poder tecnológico en sí es un logro ambivalente, y la ciencia es neutra por completo; provee medios de control aplicables a cualquier propósito, pero permanece indiferente ante todos. Lo que crea el peligro no es el potencial destructivo particularmente perverso de un invento en específico. El peligro es intrínseco. Para el progreso no hay cura.” Asusta que alguien como Von Neumann, que creía que los ordenadores y los seres humanos somos distintas clases de autómatas y que tanto contribuyó a acelerar el progreso, escribiera esto, aunque lo hiciera bajo el efecto de la enfermedad.

Pero MANIAC no es, pese a todo, una novela angustiosa. Labatut explota literariamente las excentricidades y debilidades de los genios de la ciencia mostrándonos a unos hombres tan patéticos como cualquiera de nosotros. Y para consolarnos dice, por boca del economista Oskar Morgenstern: “La vida es mucho más que un juego. Su verdadera riqueza y complejidad no puede ser capturada con ecuaciones. Los seres humanos pueden ser completamente irracionales, pueden verse sacudidos o dominados por sus sentimientos y sufrir todo tipo de contradicciones. Y aunque esto desencadena el caos ingobernable que vemos a nuestro alrededor, también supone una gran misericordia, un extraño ángel que nos protege de los delirios de la razón.” ~

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(Zaragoza, 1976) es escritor. Ha publicado los diarios Días sin día (Xordica, 2004) y En medio de todo (Eclipsados, 2010). En 2017 publicó la novela Paraíso alto (Anagrama).


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