Los experimentos soviéticos con la historia

El relato promovido por el Kremlin reproduce lugares comunes de la política histórica soviética de los años veinte y treinta, sustituyendo conceptos y eludiendo ciertos acontecimientos. Los intentos soviéticos de dar un giro a la historia fracasaron a largo plazo.
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Después de ocupar Crimea y el Donbás en 2014, Rusia puso inmediatamente en marcha una gran campaña para falsificar la historia de Ucrania. La creación de mitos sobre los “banderistas” (los partidarios de Stepan Bandera), la “nación única”, Crimea como parte de Rusia, la “nación del Donbás”, son todos elementos de la versión falsa del pasado de Ucrania que han difundido las autoridades, los medios de comunicación y los historiadores rusos. Además, durante el último año, el presidente Vladímir Putin ha intentado hacerse pasar por historiador. En julio de 2021 publicó un absurdo artículo titulado “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”. Y en un discurso en vídeo de febrero, días antes del comienzo de la invasión a gran escala del país, mintió de nuevo, diciendo que Ucrania fue creada por Lenin.

Este relato, especialmente la formación de una versión “correcta” del pasado, reproduce los métodos de construcción de la historia que se utilizaron en los Estados totalitarios del siglo XX, y especialmente en la Unión Soviética. Las fuerzas políticas que llegaron al poder en los nuevos Estados totalitarios y autoritarios después de la Primera Guerra Mundial, como Alemania e Italia, utilizaron la historia como instrumento para legitimar su propia autoridad y como herramienta de manipulación política. En la Unión Soviética, la creación de un pasado “correcto” continuó durante toda la existencia del Estado, pero fue durante el periodo de entreguerras –que para Ucrania se conoció como la “década roja” debido a la represión, el Holodomor de 1932-1933 y el Gran Terror– cuando los “experimentos” soviéticos con la historia fueron más activos. Tratar el pasado al estilo soviético significa sustituir conceptos y eludir ciertos acontecimientos.

Una de las primeras campañas de este tipo consistió en la búsqueda de un pasado revolucionario (sobre todo los acontecimientos de 1905-1907), escribiendo la historia del Partido Comunista y de la Revolución de Octubre, que se presentaban como los episodios principales y los puntos de partida de la historia soviética. En 1920 se fundó una comisión especial, la Istpart, para “comunistizar” el tiempo y el espacio en los territorios donde los bolcheviques establecieron su autoridad. Recogió documentos y recuerdos de quienes participaron en los acontecimientos revolucionarios, publicó “textos históricos”, organizó exposiciones y creó archivos. Los bolcheviques declararon que la Istpart luchaba contra las “calumnias burguesas” que difundían los “chupatintas blancos-mencheviques-socialrevolucionarios”. La promulgación de un nuevo pasado también se vio facilitada por la erección de monumentos a las figuras bolcheviques y a los ideólogos del partido, el cambio de nombre de las calles, la proyección de películas sobre la Revolución y la celebración del aniversario de la Revolución de Octubre.

Las actividades de la Istpart en la década de 1920 en la República Socialista Soviética de Ucrania condujeron a una revisión del pasado y a la creación de enfoques “correctos” para tratar el presente, especialmente los acontecimientos de 1917-1921: la Revolución ucraniana tuvo que ser incluida “correctamente” en el concepto bolchevique de guerra civil en Rusia y los actores políticos ucranianos fueron considerados “enemigos de la Revolución”. Había que olvidar el 1917 ucraniano y en su lugar surgió el mito de la Revolución de Octubre: no una rebelión, sino una revolución que supuestamente había tenido lugar en todos los lugares donde los bolcheviques habían tomado el poder. Esta construcción de la historia de la Revolución de Octubre también se utilizó para crear la imagen de los otros ucranianos en la sociedad soviética, y la propaganda bolchevique etiquetó a los que participaron en la revolución ucraniana de 1917-1921 como “elementos nacionalistas”.

En la década de 1920, estas medidas de construcción de la historia fueron la forma en la que las autoridades ampliaron su control sobre la sociedad. Pero la estalinización de la historia (la realización de investigaciones académicas según los conceptos introducidos por Stalin) ya estaba muy avanzada en la década de 1930. En 1931, Proletars’ka revoliutsiia publicó una carta de Stalin titulada “Sobre varias cuestiones de la historia del bolchevismo”. Esto marcó una nueva era: la historia no estaba bajo el control de las autoridades, sino del dictador, y solo él podía determinar la corrección de las narraciones históricas. A partir de ese momento, Stalin marcó el rumbo de la lucha en el “frente histórico”: corrigiendo la Historia de la Guerra Civil en varios volúmenes, supervisando la redacción de los libros de texto de historia y el curso breve sobre la historia del Partido Comunista, y retocando los guiones de las películas históricas para hacerlas ideológicamente correctas.

En 1931 se anunció un nuevo proyecto histórico: escribir la historia de las empresas industriales de la Unión Soviética. Para llevar a cabo esta campaña, el Comité Central del Partido Comunista creó una Comisión de Historia de las Fábricas y Plantas, cuyo jefe era el escritor proletario Maksim Gorki.

Una de las tareas de la campaña era dilucidar los “éxitos” económicos de la Unión Soviética, los resultados del primer plan quinquenal en particular. La comisión, una red de consejos editoriales a nivel de república y local, debía recopilar materiales sobre los objetos industriales, sobre todo las memorias y los diarios de los trabajadores. A partir de estos documentos, los miembros de la comisión debían escribir textos sobre la historia de determinadas fábricas y minas. Estas publicaciones debían mostrar la rapidez de la industrialización y, en consecuencia, lo superior que era la Unión Soviética respecto a Occidente y lo mucho que habían mejorado las cosas en comparación con la época imperial.

Este proyecto duró varios años, pero nunca se completó porque varios miembros de la comisión fueron arrestados durante el Gran Terror. En general, los objetivos fijados nunca se alcanzaron: se publicaron algunas obras sobre la historia de determinadas fábricas soviéticas, pero muchas menos de las previstas. Los censores impidieron la publicación de algunos textos. El fracaso de la comisión en el cumplimiento de los planes se achacó a las acciones de los “saboteadores” (“trotskistas”, “grupos nacionalistas”) que supuestamente participaban en los consejos editoriales locales y habían socavado su trabajo.

Si la campaña de los años veinte para escribir la historia de la Revolución de Octubre pretendía llevar al olvido el pasado ucraniano, el proyecto de los años treinta sobre la historia de los polígonos industriales pretendía demostrar los logros y el florecimiento del País de los Sóviets. Pero esta campaña fue una especie de espejo torcido porque coincidió exactamente con el Holodomor y la represión de la intelectualidad ucraniana.

Lo característico de la escritura de la historia soviética no fue solo borrar ciertos acontecimientos del lienzo histórico o revisar la forma en que fueron tratados, sino sobre todo guardar silencio sobre el aquí y el ahora. Los principios de construcción de la historia soviética que se establecieron en las décadas de 1920 y 1930 continuaron en el periodo de posguerra, especialmente en la configuración del concepto de la Gran Guerra Patriótica.

Pero estas falsificaciones soviéticas quedaron en nada tras el colapso de la “prisión roja de las naciones” en 1991. El Holodomor, un tema prohibido en la Unión Soviética, ha sido objeto de un estudio exhaustivo por parte de los académicos durante los últimos treinta años y ha sido reconocido como un genocidio contra la nación ucraniana. La revolución ucraniana de 1917-1921 también ha ocupado un lugar destacado en la agenda académica. Se ha replanteado el trabajo de las personas denunciadas como enemigos durante el periodo soviético; muchos ucranianos reprimidos han sido rehabilitados.

Los intentos soviéticos de escribir una historia “correcta” acabaron por derrumbarse, al igual que el imperio soviético. Este ejemplo debería ser instructivo para la Rusia actual. Como demuestra la experiencia de los “experimentos” de la historia soviética, con el tiempo todo lo que ha sido falsificado será refutado y todo lo oculto saldrá a la luz. Y los intentos de los dictadores de marcar el rumbo de la historia acaban en un fiasco. Así que solo tenemos que esperar hasta que Putin, que copia la manera de Stalin de falsificar la historia, reproduzca su destino por completo: es decir, hasta que llegue el propio 1953 de Putin.~

Traducción del inglés de Ricardo Dudda.

Publicado originalmente en IWM.

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da clases de historia en la Universidad
Kyiv-Mohyla


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