La respuesta a Trump está en el patriotismo liberal

¿Puede una narrativa patriótica revitalizada ayudar a los liberales a derrotar al trumpismo en Estados Unidos?
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Los principales desafíos de los liberales al confrontar a sus detractores en el siglo XXI no recaen, contrario a la creencia popular, en las políticas fallidas, las crisis económicas o el aumento de los prejuicios populares. Por el contrario, como expongo en mi nuevo libro, Comeback. Routing Trumpism, reclaiming the nation, and restoring democracy’s edge, los partidos liberales se han tambaleado debido, en cierta media, a la percepción pública de que se han convertido en patriotas débiles.

Bajo el mandato de Trump, los republicanos han traicionado la democracia, la tradición inmigrante de su país y la defensa de los aliados democráticos oprimidos por dictadores; mientras que los demócratas han permanecido fieles a esos pilares estadounidenses. Y a pesar de esto, los republicanos han cultivado su reputación de patriotas, mientras que los demócratas no. Como resultado, las encuestas muestran que los republicanos ahora son vistos como el partido más patriótico. Esta percepción distorsionada les ha ayudado a obtener mejores resultados elección tras elección.

El problema no es de ninguna manera solo estadounidense. De la Hungría de Viktor Orbán a la India de Narendra Modi, pasando por la Rusia de Vladímir Putin, los demagogos iliberales han reconocido que apostar por el patriotismo es esencial para ganar terreno; mientras que los defensores liberales de la democracia del siglo XXI han considerado a menudo el patriotismo como una fuerza menguante, o incluso como un atavismo desagradable que se debe superar.

Sin embargo, el poder del patriotismo permanece. En una encuesta de 2023, el 73 por ciento de los estadounidenses dijeron que era importante para ellos, más de los que piensan lo mismo sobre el matrimonio, la creencia en Dios, la religión o tener hijos. Encuestas mundiales muestran que los sentimientos de apego a la nación no han disminuido de cara a la globalización, incluso en países ricos. El reto para los defensores de la democracia es, por tanto, proponer una narrativa nacional liberal, inclusiva y contundente, que sea atractiva para los discursos etnonacionales esbozados por los antagonistas de la democracia.

Una reciente ola de investigación social demuestra que el patriotismo puede animar un comportamiento liberal y a favor de la democracia. Los experimentos de Volha Charnysh y sus colegas descubrieron que incitar a los indios hindúes a pensar en su identidad nacional los hacía más propensos a mostrar generosidad hacia sus compatriotas musulmanes. En otro estudio, Gregory Petrow y sus colegas hallaron que exponer a los seguidores de Trump a símbolos patrióticos los hacía “menos propensos a decir que debería permanecer en el poder si perdía la elección”. Ellos concluyeron que “una forma de terminar con las falsas afirmaciones de Trump sobre fraude electoral podría ser apelando al patriotismo estadounidense, recordándole a la gente que las afirmaciones falsas van en contra de la tradición estadounidense de democracia y libertad”.

Los defensores de la democracia más aguzados se han valido del patriotismo para promover causas progresistas. Mucho antes de que los liberales estadounidenses se volvieran reticentes al patriotismo, Franklin Roosevelt enmarcó su programa en términos estrictamente nacionalistas, proclamando que las reformas del New Deal eran “lo que había que hacer en Estados Unidos”. (En realidad, Estados Unidos no tenía una tradición de medidas económicas radicales como las que Roosevelt aplicó, pero el presidente las convirtió en lo que los estadounidenses debían hacer.)

De manera similar, John F. Kennedy vinculó sus aspiraciones políticas progresistas a la grandeza nacional y a la herencia de la autosuficiencia. Afirmaba que las débiles políticas de bienestar social y el tibio enfoque de los derechos civiles de los republicanos no mostraban al mundo de qué estaban hechos tanto Estados Unidos como la democracia. En 1965, Lyndon Johnson consiguió el apoyo político necesario para poner fin a la política de inmigración exclusiva de europeos, argumentando que la reapertura de la nación a inmigrantes de todo el mundo era vital para garantizar la preeminencia económica y cultural de Estados Unidos.

Las elecciones parlamentarias polacas de 2023 ofrecen un ejemplo reciente de cómo los demócratas pueden propugnar un vigoroso nacionalismo liberal para derrotar a enemigos iliberales. Donald Tusk, el veterano líder de las fuerzas liberales polacas, había sido reacio al nacionalismo durante mucho tiempo, pues instintivamente lo identificaba con el euroescepticismo y el etnonacionalismo. Pero esta postura le permitió al partido iliberal Ley y Justicia presentarse como el verdadero defensor de la singularidad y grandeza de Polonia. En su campaña de 2023, Tusk dejó de lado sus recelos y volvió a tomar la bandera del liberalismo. Denunció a sus oponentes como enemigos de los intereses nacionales de Polonia y de su magnífica tradición antiautoritaria, y la bandera blanca y roja polaca sustituyó a la azul oscuro de la ue como símbolo principal en las manifestaciones de los partidos liberales. Su planteamiento funcionó: la coalición liberal se hizo con el control de ambas cámaras del Parlamento, poniendo fin a ocho años de mentiras e intolerancia de Ley y Justicia.

En ningún otro momento del siglo XXI un demagogo armado con una seductora narrativa nacional ha hecho tanto daño a la democracia como en la India del primer ministro Narendra Modi. Junto a su venenosa islamofobia, Modi lanza un poderoso nacionalismo totalmente indio que presenta al país como una poderosa potencia en ascenso, lo que ayudó a su partido, el BJP, a ampliar su apoyo mucho más allá de su base nacionalista hindú. Pero, como sugiere el parlamentario liberal Shashi Tharoor, Modi también triunfó porque “los liberales han cedido la etiqueta de ‘nacionalistas’ a los nacionalistas hindúes”. En las elecciones de 2014 y 2019, el BJP de Modi aplastó al INC y a sus socios liberales, lo cual despejó el camino para su asalto a la democracia india.

En las elecciones parlamentarias de 2024, sin embargo, el inc y sus socios trabajaron para reavivar el poderoso espíritu de Jawaharlal Nehru y sus primeros sucesores, que incrustaron su búsqueda del empoderamiento de los grupos desfavorecidos en una conmovedora visión de la indianidad. Rahul Gandhi, líder liberal de la coalición, cuestionó la superioridad patriótica de Modi y tachó a los nacionalistas hindúes de traidores a las sagradas tradiciones de democracia y tolerancia intercomunitaria de la India. Frente a una oposición liberal asertiva y arma- da con una historia nacional revitalizada, el BJP vio caer precipitadamente su porcentaje de escaños en el Parlamento, un resultado que puede haber frustrado el impulso de Modi hacia la autocracia personalista.

¿Puede una narrativa patriótica revitalizada ayudar a los liberales a derrotar al trumpismo en Estados Unidos? Desde que Kamala Harris se presentó como candidata a la presidencia a finales de julio, los demócratas se han esforzado por envolver sus programas en una imagen entusiasta de la nación en lugar de mantener su enfoque habitual de promesas económicas y posiciones políticas. Atrás ha quedado la retórica del partido basada en la identidad de las minorías, que insiste en las injusticias del pasado y a menudo trata a las personas de color y a los inmigrantes como víctimas en apuros más que como autores de la historia estadounidense. Por el contrario, hoy los demócratas están considerando que la justicia para los grupos tradicionalmente desfavorecidos es inseparable –y vital– para el progreso y la unidad de toda la nación.

En la Convención Nacional Demócrata de agosto, el fervor patriótico tuvo un despliegue sorprendente. Un orador tras otro pintó el retrato de una América gloriosa y unida, más poderosa gracias a sus luchas pasadas y a los retos actuales, que pueden superarse aún con más brío. La retórica habitual del partido sobre la justicia y la igualdad fue sustituida por una narrativa que enmarca las aspiraciones progresistas en términos de libertad, un enfoque que los estadounidenses encuentran especialmente atractivo. Los discursos de Harris están repletos de exuberantes proclamas de la grandeza y excepcionalidad de Estados Unidos.

La estrategia parece estar dando sus frutos: los últimos sondeos muestran que los demócratas están acortando distancias en patriotismo. Aunque el incremento de sus posibilidades de ganar en las elecciones en noviembre se debe a varios factores, una explicación crucial puede ser lo que el periodista del New York Times David Leonhardt llama “el patriotismo musculoso de Kamala Harris”.

Si bien los demócratas no han hecho más que empezar a ganar terreno, en los últimos dos meses se han esforzado por reconquistar la tradición de patriotismo liberal que ayudó a su partido a establecer un dominio político durante medio tercio del siglo XX y que les permitió a los líderes, desde Franklin Roosevelt hasta Lyndon Johnson, promulgar prácticamente todas las reformas progresistas que hoy los demócratas luchan por salvar.

Dado que ser republicano hoy en día ha degenerado en el culto a Trump y a su desprecio por el gobierno libre, otra racha prolongada del Partido Demócrata en el mando –garantizado por una serie de victorias en las elecciones nacionales– puede ser esencial para lograr algo más que la promulgación de reformas sociales y económicas progresistas. Esta vez, la propia democracia también parece pender de un hilo. ~

Traducción del inglés de Karla Sánchez.

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es un politólogo especializado en democracia y autoritarismo. Su libro más reciente es Comeback. Routing Trumpism, reclaiming the nation, and restoring democracy’s edge (Rivertowns Books, 2024).


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