Foto: Grlucas / CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)

Mailer y Norman

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Siempre fue al menos dos: Mailer y Norman.

La distinciรณn recordaba la manera en que el dictador cubano es llamado Castro por sus enemigos y Fidel por aquellos que le idolatran. Mailer era el hombre pรบblico, Norman el escritor privado. Aunque yo era doce aรฑos mรกs joven que รฉl, y como periodista no era una amenaza literaria, Norman y yo fuimos amigos desde 1962, cuando nos conocimos en la pelea entre Patterson y Liston en Chicago. Fue alentador con mis ambiciones literarias y generoso a la hora de los consejos. Pero con frecuencia me encontraba incรณmodo en compaรฑรญa de Mailer. No me gustaba la manera, cuando bebรญa, en que Mailer adoptaba un acento tejano, casi siempre el preludio de un sรบbito estallido de violencia. Su aviesa mirada azul, resplandeciente de veneno, convertรญa ciertos encuentros en un cรบmulo de malestar. Como orador pรบblico ante auditorios grandes (contra la guerra de Vietnam, o en conferencias de prensa despuรฉs de combates de box, o mientras se postulaba a alcalde de Nueva York en 1969) sus discursos digresivos y a veces obscenos deberรญan haber sido impropios del gran escritor. Cuando laceraba pรบblicamente a los escritores estadounidenses contemporรกneos, yo deseaba que Mailer se callara y se pusiera a escribir.

Yo querรญa a Norman.

En privado, Norman era elocuente, chistoso, siempre sorprendente y jamรกs violento. Conmigo nunca cayรณ en ese maldito acento tejano, tal vez porque intuรญa que yo no era el fiscal acusador, sino el permanente abogado defensor. Yo tambiรฉn era de Brooklyn, donde Norman habรญa crecido, y รฉl sabรญa algo sobre el estilo esencial de Brooklyn: no busques problemas, pero si llegan, desata todo lo que hay en ti hasta que el otro tipo estรฉ en el suelo. Una cosa era que Mailer jugara el rol del tipo duro de Brooklyn en un cuarto lleno de crรญticos literarios, polรญticos o escritores; nunca lo intentรณ con alguien de Brooklyn.

Por supuesto que el lado combativo de Mailer, el escritor, estuvo ahรญ desde el principio. Moldeado por Brooklyn y Harvard y el ejรฉrcito (fue soldado de infanterรญa en las Filipinas cerca del final de la Segunda Guerra Mundial), irrumpiรณ en la escena literaria en 1948 con Los desnudos y los muertos, la primera gran novela estadounidense sobre la Segunda Guerra. Recibiรณ reseรฑas esplรฉndidas y fue un inmenso best seller. Por primera vez tuvo dinero para viajar con su primera esposa y refugiarse de su fama sรบbita. Fue a Parรญs y se rindiรณ ante el encanto de Jean Malaquais, el crรญtico y novelista. Fue al lago Chapala, donde no se rindiรณ ante el encanto de los expatriados estadounidenses. Los viejos amigos, los editores, los crรญticos se desvanecieron durante un tiempo; la guerra no. A lo largo de los aรฑos que siguieron continuรณ siendo, en ciertos aspectos cruciales, un novelista de guerra.

En Costa bรกrbara, El parque de los ciervos, Un sueรฑo americano, ยฟPor quรฉ estamos en Vietnam? y Los tipos duros no bailan (entre otras ficciones), los campos de batalla eran domรฉsticos, el combate esencial una lucha entre las fuerzas de la liberaciรณn personal y aquellas legiones de derechas que vio correctamente como opresivas y potencialmente totalitarias. Identificรณ con claridad la amenaza macartista, el naciente poder sin rostro del Superestado estadounidense, e intentรณ buscar las maneras de describirlos que trascendieran las certezas de la izquierda y la derecha (durante los รบltimos treinta aรฑos de su vida se autodenominรณ un โ€œconservador de izquierdaโ€). Su obra maestra de ficciรณn puede ser El fantasma de Harlot (1991), la gran e imperfecta novela de Norman sobre la Guerra Frรญa y lo que hizo con todos nosotros, incluyendo aquellos que peleaban en las sombras.

Pero tambiรฉn llegรณ al asรญ llamado mundo real como un novelista de guerra. No podemos entender las guerras culturales que surgieron en los sesenta sin leer a profundidad la obra de Mailer en la segunda mitad de los cincuenta y en la dรฉcada mรกs tumultuosa del siglo XX estadounidense. Ahรญ estรก Mailer, y Norman tambiรฉn. Su declaraciรณn de independencia personal fue la recopilaciรณn titulada Advertisements for Myself (1959), en cuyas pรกginas le declara la guerra a la cultura de posguerra prevaleciente, a su culto a las restricciones y a la precauciรณn, a los novelistas contemporรกneos, a la seguridad burguesa, al mismo miedo. El libro es tosco, narcisista, brillante y enteramente original. Mailer deja muy claro que no va a ser un novelista en traje gris de franela. No patearรก pedruscos como Faulkner y dirรก que es solamente un chico del campo. Serรก Norman Mailer, sin falsa modestia, con ambiciรณn jactanciosa y fe en sus propios poderes, tan opuesto a lo que Muhammad Ali serรญa despuรฉs, cuando negรณ ser Joe Louis. Sin importar lo que la vida le reservara, dijo Mailer, no iba a ser el Judรญo Simpรกtico de Brooklyn, festejado por los tรญmidos. La vida, nos dice, es combate.

En 1960 comenzรณ a acompaรฑar sus declaraciones con el primero de sus extraordinarios trabajos periodรญsticos. En octubre de ese aรฑo, su texto sobre la Convenciรณn Demรณcrata (en la que se eligiรณ a John F. Kennedy como candidato presidencial) apareciรณ en Esquire, un artรญculo titulado โ€œSupermรกn va al supermercadoโ€. Por supuesto que grandes periodistas, desde H.L. Mencken hasta Murray Kempton, ya habรญan asistido a convenciones, y escrito sobre ellas maravillosamente. Pero Mailer llegรณ como un novelista de guerra, con el ojo entrenado para encontrar detalles que revelaran el carรกcter bajo presiรณn โ€“o verdades mรกs vastas, todo ello colocado frente a una concepciรณn mรกs amplia del drama (es decir del conflicto)โ€“. Norman vio a Kennedy bajo una nueva luz, como el actor de un drama existencial, llegando mรญticamente al escenario mundial, su presencia vivificante como un anuncio polรญtico del yo. Mรกs tarde, Mailer sostuvo que su texto en Esquire le dio a Kennedy el margen para superar a Richard Nixon.

Ademรกs, en los cincuenta, Mailer habรญa pasado mucho tiempo inmerso en el jazz moderno, absorto por el estilo y la mรบsica de Miles Davis (entre otros), y trasladรณ a su periodismo una de las lecciones clave de los be-boppers: la sorpresa disruptiva. Miles, Charlie Parker, Max Roach (ex alumno, como Mailer, del Boys High School de Brooklyn), Thelonious Monk habรญan mostrado lo que se podรญa hacer con las mรกs banales y familiares melodรญas de Tin Pan Alley. Desmontaron esas melodรญas, a la manera en que Picasso y Braque desmontaron el mundo visible para inventar el cubismo, e infundieron al blues emociones mรกs profundas, mรกs alienadas, mรกs urbanas. En todo su periodismo posterior, Mailer mantuvo ese sentido de sorpresa.

Lo mejor de su periodismo (y todo escritor deberรญa ser juzgado por sus mejores trabajos) generalmente iba mรกs allรก de cualquier texto redactado por los escritores mรกs convencionales, y por eso tiene un valor tan duradero. En Los ejรฉrcitos de la noche (1968), Miami y el sitio de Chicago (1968), El prisionero del sexo (1971), La pelea del siglo (1975) y La canciรณn del verdugo (1979), Mailer estaba buscando hechos, como debe hacerlo cualquier periodista, pero tambiรฉn lo absorbรญa el contexto. El contexto mรญtico, social, polรญtico. Ademรกs del contexto personal, la manera en que esas historias entraban en su propia vida.

La vida de Norman fue con frecuencia, segรบn รฉl mismo admitiรณ, un desastre. En los cincuenta, la gran fiesta alcohรณlica era prรกcticamente una instituciรณn en muchas partes de Nueva York, del Village al Upper West Side, de Brooklyn al Bronx, una especie de resaca de la prohibiciรณn. La posibilidad de la violencia era general (lo sรฉ, yo estuve ahรญ). Mailer estaba desarrollando sus propias teorรญas romรกnticas sobre el estilo del forajido, la superioridad existencial del matรณn de la calle que vivรญa fuera de la ley. Su extraordinario ensayo El negro blanco (1958) es el mejor ejemplo de aquel romanticismo. En columnas para el Village Voice (fue uno de los fundadores de aquella publicaciรณn) y otras piezas sueltas, proclamรณ la necesidad de una liberaciรณn sexual orgiรกstica, de la primacรญa del yo, de la liberaciรณn de todas las convenciones. La locura era mejor que el aburrimiento.

Mailer no estaba solo, claro, en el peligroso dominio que ejercรญan las visiones alcohรณlicas sobre la grandeza. Sobrio, era brillante, con frecuencia meditabundo, capaz de la duda y la incertidumbre. Borracho o colocado, adoptaba varias mรกscaras: el sheriff tejano, el catedrรกtico inglรฉs, el matรณn de barrio con mirada alucinada: las muchas voces de Mr. Hyde. Quienes lo querรญan solรญan alarmarse por sus sรบbitos cambios de personalidad, y les preocupaba su descenso a la locura.

El 19 de noviembre de 1960, poco mรกs de un mes despuรฉs de la publicaciรณn de su brillante โ€œSupermรกnโ€ en Esquire, Mailer apuรฑalรณ a su segunda esposa, Adele Morales, en una gigantesca borrachera en su piso de Broadway y la Calle 94. Ella escapรณ de la muerte por poco. Los miedos de los amigos de Mailer parecรญan ahora justificados. Mailer pasรณ diecisiete dรญas en Bellevue y no cumpliรณ tiempo de cรกrcel (Adele se negรณ a presentar cargos), pero esa noche mancharรญa gran parte del resto de su vida pรบblica.

A esa vida pรบblica le llevaba la necesidad de una reputaciรณn, que era mรกs importante para Mailer que para la mayorรญa de los escritores. Querรญa ser conocido, tener, en su generaciรณn, una reputaciรณn equivalente a la de Hemingway (a quien alguna vez me describiรณ como la versiรณn de la revista Life de โ€œla caballerรญa de la literatura estadounidenseโ€). Los escritores, de Byron a Malraux, habรญan mezclado los logros literarios con una inmensa fama no literaria. Pero entre los estadounidenses de la generaciรณn de Mailer, Hemingway era la gran estrella, eclipsando (en tiempos de comunicaciรณn de masas) a celebridades tan tempranas como Mark Twain y Jack London. Mailer querรญa la celebridad, y en cambio obtuvo notoriedad. Por obvias razones. Al dรญa siguiente de apuรฑalar a su mujer, acudiรณ a una entrevista con Mike Wallace.

No obstante, la notoriedad no acabรณ con su carrera. De hecho, en medio de las tormentas personales, su talento floreciรณ y la notoriedad se convirtiรณ, ahora sรญ, en celebridad, dada la potencia de su trabajo. Su estilo combativo era perfecto para la televisiรณn y para los debates pรบblicos. Sus pleitos con William F. Buckley (verbal) y Gore Vidal (eventualmente fรญsico) fueron cubiertos por los tabloides y por The New York Times. Sus fiestas siguieron siendo grandes y peligrosas. Siguiรณ bebiendo durante mucho tiempo. Pero se retirarรญa monรกsticamente a trabajar, como si sangrara por cada palabra, y el trabajo siguiรณ siendo brillante y perturbador.

Su campaรฑa de 1969 por la alcaldรญa de Nueva York (con el escritor Jimmy Breslin como compaรฑero aspirante a la vicealcaldรญa) fue una combinaciรณn precipitada de escรกndalo, irreverencia e ideas innovadoras, y acrecentรณ su celebridad. No era Hemingway (cuyo suicidio en 1961 lo habรญa sacudido fuertemente). Pero era Mailer. Cuando hablaba, habรญa que prestarle atenciรณn.

En el camino se casรณ mรกs veces y tuvo mรกs hijos, y finalmente alcanzรณ su versiรณn de la paz al casarse con la pintora Norris Church en el otoรฑo de 1980. Fue su sexta y รบltima esposa. Sus ideas siguieron evolucionando hacia una mezcla original de izquierda y derecha. En letra impresa, meditรณ sobre el cรกncer, el plรกstico, la arquitectura, el control natal, Dios y el diablo y, como siempre, sobre el poder del Estado, reflexiones que irritaban a algunos de sus lectores y ponรญan a pensar a otros. Coqueteรณ con el cine. Actuรณ en Ragtime. La bebida fue menguando. Norman empezรณ a invertir mรกs tiempo en la ficciรณn y menos en la televisiรณn. A mediados de los ochenta pareciรณ establecerse en una idea patriarcal de sรญ mismo, el sobreviviente apaleado y marcado por todas las guerras del siglo, extranjeras y domรฉsticas.

Asรญ pienso en รฉl ahora. En sus รบltimos aรฑos en el nuevo siglo, el viejo soldado de infanterรญa necesitaba muletas para andar y parecรญa fรญsicamente frรกgil. Lo visitรฉ bajo los cielos de Provincetown, donde trabajaba en una larga novela, aunque aun asรญ habรญa encontrado el tiempo para escribir, sin distraerse demasiado, sobre George W. Bush y su desagradable guerrita en Iraq. Para entonces, algunos crรญticos ya eran o condescendientes o desdeรฑosos con sus logros, pero Norman creรญa que tal vez podrรญa sorprenderlos incluso a ellos. Cuando su รบltima novela, El castillo en el bosque, sobre Hitler, se publicรณ a principios de este aรฑo, fue reseรฑada favorablemente en la primera pรกgina de The New York Times Book Review. Y yo pensรฉ en รฉl en su casa sobre el Atlรกntico. Ese dรญa platicamos sobre Muhammad Ali, sobre nuestro comรบn amigo Josรฉ Torres (un ex campeรณn de peso ligero) y sobre los misterios del mar. Me despedรญ pensando que habรญa sido un inmenso privilegio vivir mientras รฉl llevaba la voz cantante, incluso en aquellas ocasiones en las que era tan valiente que hacรญa el tonto. ~

Traducciรณn de Julio Trujillo

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(1935-2020) fue un periodista, novelista, ensayista, editor y educador estadounidense.


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