En el universo creativo del artista Damián Ortega (Ciudad de México, 1967) se encuentran múltiples ejes de trabajo y temas de investigación que parten del mundo del arte, pero que extienden sus alcances hacia otros oficios. Es posible adentrarnos en estos motivos a partir de tres direcciones: el acercamiento empírico de la ciencia desde el arte, es decir, su interés por entender la composición y representación de la materia, el tiempo y el espacio; la organización de los objetos mediante procesos como la desmantelación, clasificación y esquematización; y, por último, las ideas y discursos de los procesos sociales.
Al visitar la exposición Damián Ortega. Pico y elote en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco) el espectador se encuentra con un complejo universo de noventa piezas que configuran la primera retrospectiva del artista en México y Latinoamérica. La muestra reúne tres décadas de trabajo en las que se reconoce la labor de un creador interesado en detonar reflexiones y sensaciones diversas antes que establecerse en un único estilo. En entrevista menciona a propósito del inicio de su carrera: “Comenzamos en un momento donde no había un antecedente de lo que podíamos hacer, no había galerías, no había espacios de exhibición resueltos, entonces fue un proceso de construir e inventar cosas. En ese sentido me permití confiar en la intuición, la experimentación y el juego encontrando cosas que me interesaban.” La diversidad de lenguajes de esta exposición crea un panorama de su obra donde la curiosidad y la intuición son las luces de su búsqueda.
La presencia y representación del tiempo es otro tópico evidente en el recorrido de la muestra: ya sea un tiempo suspendido como en las piezas que cuelgan del techo, un tiempo en bucle como los videos de Nueve tipos de terreno (2007), un tiempo testigo en fotografías que retratan momentos específicos de transformaciones en la materia, entre otros.
Se reconoce también un gesto humorístico en muchas de sus piezas como sucede en Prometeo (Prometheus) creada en 1992 con una vela dentro de una bombilla. La historia de este personaje, según la mitología griega, retrata la vida de un gran embustero y la conjunción de ambos objetos en la obra de Ortega encarna esta leyenda. “Es muy estimulante pensar que la continuidad de mi obra está en el diálogo o el flujo de ideas, la triangulación de piezas y esta experimentación que se ha dado con el tiempo”, continúa el artista.
Para identificar este flujo de motivos y exploraciones, el curador José Esparza Chong Cuy optó por crear una narrativa de largo aliento a partir de dos ideas: por una parte, el cultivo y el trabajo manual representados por la pieza Elote clasificado (2005) y, en segunda instancia, la industrialización, la idea del trabajo y el progreso encarnados en Pico cansado de 1997. “Esta mezcla de ambas posturas”, comenta Ortega, “se volvió un juego que nos permitió ver qué obras podían estar dentro de un grupo y otro, qué las unía, qué las divorciaba y cómo se generaba esta narrativa o historieta a través de la exposición”. Al tratarse de una retrospectiva se percibe la diversidad temática y material de las obras en el trabajo de Ortega; además, surge una reflexión sobre la temporalidad de sus obras, pues los procesos creativos y la permanencia de los objetos permiten que las piezas tengan diversas lecturas a través del tiempo.
Hay en esta exposición algunas piezas icónicas que han recorrido el mundo como Cosmic thing (2002), creada con un Volkswagen modelo 1989 desmantelado y suspendido desde el techo de la sala, o Controller of the universe (2007), pieza compuesta por diversas herramientas de trabajo también suspendidas. No obstante, más que las piezas en sí, lo interesante es cómo cada una de ellas genera una relación entre el objeto y quien lo mira como símbolo cultural. Las obras adquieren y enriquecen su propia existencia en el encuentro con el espectador, cuando actúan como detonantes de otras experiencias en colectivo donde se explora el universo de cada una de ellas.
Además de las obras más conocidas, se presentan otras más personales como Harvest (2013), creada con esculturas de acero torcido que cuelgan desde el techo y que están iluminadas cenitalmente para proyectar sobre el piso la sombra de un abecedario que reproduce la caligrafía de su madre. También se encuentran algunas series fotográficas de muchos años atrás como Conducción de energía (Azúcar) (2005) y Batalla (1996): en ambas el artista juega con la literalidad de los hechos usando materiales de la vida cotidiana a los que les da un giro de tuerca al trabajarlos con humor. La primera pieza, por ejemplo, retrata cubos de azúcar apilados en un plato con café y en la transición de las imágenes –cinco en total– vemos cómo poco a poco el café pasa de un cubo a otro hasta bañarlos todos. La segunda presenta un enfrentamiento entre soldaditos de plomo colocados sobre un sartén que, fotogramas después, se muestran derretidos por el fuego.
El entramado de Damián Ortega. Pico y elote atestigua los intereses del artista y su búsqueda e inquietud personal por proponer proyectos que hagan de este mundo un lugar más positivo. Dicho impulso llega hasta la última sala de la exposición donde se creó un pequeño espacio de lectura con la colección de Alias, casa editorial que el artista fundó en 2006 con la intención de traducir y compartir textos que no podían encontrarse en español años atrás y que habían sido significativos para su educación. El contexto en que surgió la editorial es muy distinto a la realidad que atravesamos hoy, pues en su momento era muy difícil tener acceso a publicaciones del extranjero; esta situación para Ortega devino en una oportunidad para publicar y compartir las lecturas que fueron y son importantes para él.
Si bien nos encontramos en un momento histórico regido por la inmediatez de las redes sociales y donde el acceso a internet nos permite encontrar este tipo de material de una manera más sencilla, el artista reconoce una diferencia clave entre lo impreso y lo digital: “Yo creo que la literatura impresa no ha sido sustituida por la velocidad del internet. El libro subrayado, el libro que se carga en la bolsa y que se comparte acaba siendo de un nivel de complicidad que no tiene lo digital. El proceso de recomendar algo, al haber tanto en internet, es importante; la persona que te dice ‘me gusta eso, te recomiendo esto’ sabe la importancia de las selecciones. En Alias publico lo que a mí me interesa, lo que a mí me gusta y eso se ha ido compartiendo y mucha gente se ha identificado con eso.” El libro-objeto en este sentido permanece como una experiencia sensorial de consulta y aprendizaje, es una invitación para seguir confiando en las sugerencias y así no perdernos en el cúmulo de información, es una apuesta por la relación uno a uno. “Me di cuenta de que no era una labor alterna a lo que yo hacía como artista sino que estaba vinculada”, menciona Ortega, “porque tiene muchos rasgos de una colección que se volvió una escultura pública en el sentido de que es un objeto cultural que circula y que está en espacios públicos. La escultura no tiene que ser un monumento en el centro de la avenida sino que circula, se expande, se comparte, se regala… He aprendido que esto es parte de una búsqueda que he tenido en mi trabajo: un arte que se difundiera, que tiene una condición pasiva hasta que alguien se acerca a leerlo e interactúa con la idea de los demás”. ~
es egresada de literatura y ha colaborado en
distintos medios culturales