Perú, las ratas y la huachafería

En "Le dedico mi silencio", su novela más reciente, Mario Vargas Llosa entra de lleno en la realidad contemporánea con su descripción de un país entristecido y debilitado por las ratas.
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“Ratas, ratas, ratas…”, grita Toño Azpilcueta de pie en una asamblea de profesores en la Universidad de San Marcos cuando el rector anuncia que van a suprimir la cátedra de Quehaceres Peruanos que ha ocupado por solo un año. Azpilcueta, el protagonista de Le dedico mi silencio, la novela más reciente de Mario Vargas Llosa, es un cronista que ha publicado un libro sobre la canción criolla que goza de un éxito fugaz.

Desde luego que Vargas Llosa es un escritor universal. Pero es también un novelista muy peruano. Su país es el escenario de Conversación en La CatedralLa ciudad y los perrosLa casa verde y otras de sus obras más duraderas y originales. En una pequeña nota al final de Le dedico mi silencio escribe que será su última novela. No es casual que a sus 88 años ponga fin a sus ficciones regresando a la cultura, problemas y posibilidades del país que lleva en sus entrañas.

Azpilcueta piensa que la canción criolla y la huachafería –esa mezcla de lo cursi con lo sentimental y tierno que cualquier peruano reconoce– son “los grandes aportes peruanos a la cultura universal”. Argumenta que pueden unir un país marcado por la tristeza y las fracturas sociales. Pero, “como todo gran país”, piensa Azpilcueta, Perú tiene máculas y una es la de las ratas que “traen la corrupción, la enfermedad y la debilidad y menoscaben el espíritu colectivo que la música ha forjado”. El cronista mismo tiene una fobia a las ratas, y cuando está nervioso las imagina asediando su cuerpo.

El sueño de Azpilcueta es, desde luego, una utopía. Si bien la canción criolla es una expresión de mestizaje cultural –con sus raíces austriacas y españolas y el aporte autóctono percusivo del cajón–, ha quedado relegada a una afición nostálgica de cierta clase media costeña, sobrepasada por el reguetón, el trap y todos los otros géneros de la música latina contemporánea. Pero Vargas Llosa entra de lleno en la realidad contemporánea con su descripción de un país entristecido y debilitado por las ratas.

Hasta hace poco, Perú gozaba de un éxito admirable, con un crecimiento económico rápido, una reducción sostenida de la pobreza, gobiernos más o menos coherentes y un sentimiento de orgullo nacional, reconocido internacionalmente sobre todo en su gastronomía. Desde 2016, sin embargo, ha sufrido un declive vertiginoso. La economía se ha estancado, la política se ha descompuesto y la seguridad ciudadana se ha deteriorado con la emergencia alarmante del sicariato y la extorsión.

Lo más visible de este declive son la inestabilidad y los conflictos políticos y las denuncias inacabables de corrupción. En estos ocho años el país ha tenido seis presidentes. Dos exmandatarios están en la cárcel, uno se suicidó y otro está bajo investigación. En algunos casos hay pruebas más sólidas de corrupción que en otros, pero lamentablemente están rodeados por un aura de politización de la fiscalía. Por otro lado, el Congreso sufre un descrédito absoluto, regalándose aumentos salariales desorbitantes y muchos de sus miembros han cometido ilegalidades (como agresiones sexuales y apropiación de los haberes de sus asistentes) impunemente. Sus 130 miembros están repartidos en nada menos que doce partidos distintos y aun así diecisiete diputados ya son “no agrupados”. Casi todos los partidos son meros vehículos personales, y en muchos casos representan intereses de dudosa legalidad. Las ratas, pues, las ratas…

Dina Boluarte, quien asumió la presidencia en diciembre de 2022, ofreció cierta esperanza después de la gestión caótica y el proyecto de izquierda autoritaria de Pedro Castillo, que culminó en su declaración de un autogolpe fracasado. Pero la esperanza rápidamente se desvaneció, con el asesinato por parte de las fuerzas de seguridad de unos cincuenta participantes en manifestaciones a veces violentas. Los asesinatos siguen impunes. Boluarte no solo es débil e impopular sino también torpe y frívola, como muestra su afición a los relojes de lujo. Huachafería, si no algo mucho peor.

Todo este desorden político es un síntoma de problemas más profundos. Los politólogos identifican la descomposición política como una incapacidad de adaptarse a la emergencia de nuevas fuerzas sociales. En Perú el crecimiento económico y la migración a las ciudades han llevado a la insurgencia de nuevas clases medias bajas. El historiador Carlos Contreras apunta que estos grupos ya han formado partidos políticos en su propia imagen: “populares, provincianos, carentes de pureza ideológica y dispuestos a ir más allá de la legalidad si esta se mostraba rígida y obtusa”.

Causa y consecuencia de este proceso es la debilidad del imperio de la ley. En Perú alrededor del 70% de la fuerza laboral trabaja en la economía informal, un porcentaje extraordinariamente alto dado su nivel de ingreso. A la informalidad ya se añade la ilegalidad: hay tal vez 700 mil mineros ilegales y la mitad de la exportación de oro es ilegal. El riesgo mayor, señala el sociólogo Víctor Caballero, es que el Estado pierda el control del territorio.

Son estampas dramáticas que muestran que el país carece de normas sociales compartidas. El desafío para Perú es cómo construir esas normas y un nuevo sistema político en democracia en un país en que históricamente los militares han jugado un papel dominante. Felizmente los militares ya no muestran mucho apetito por la política. Sin embargo, es altamente posible que la próxima elección presidencial vea el surgimiento de un caudillo civil, un tipo de Nayib Bukele criollo. En estas circunstancias una supuesta regeneración autoritaria podría ser seriamente minada por actores económicos ilegales.

“¿Crees que los problemas del país se arreglaran algún día, Toño?”, pregunta la cantante Cecilia Barraza al final de la novela de Vargas Llosa. “Algún día, tal vez”, contesta Azpilcueta. “Pero tú y yo no lo veremos, Cecilia. Los problemas son muy gordos y no encontrarán una solución tan fácil.” Desafortunadamente, es difícil discrepar de esta conclusión. ~

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Michael Reid es escritor y periodista. Su libro más reciente es “Spain: the trials and triumphs of a modern European country” (Yale University Press), que publicará en español Espasa en febrero de 2024.


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