Octavio Paz fue el introductor de Claude Lévi-Strauss a la lengua española. Las ideas originales del antropólogo francés y su sistema de analizar los mitos como lenguaje a través de los signos llamaron su atención. En su momento, Paz llegó a considerar que las aportaciones de Lévi-Strauss estaban al mismo nivel que las de Marx o Freud, al haber postulado que el inconsciente está estructurado como lenguaje y, lo más “desconcertante”, es racional.1
Por su parte, Claude Lévi-Strauss respetaba la figura de Paz y admiraba las relaciones que lograba entre distintas disciplinas, como su comparación entre estructuralismo y budismo. Por la cantidad de áreas en las que Paz era un erudito, y la profundidad con que las manejaba, Lévi-Strauss no vaciló en llamar a Octavio Paz “el último hombre del Renacimiento”.2
Paz se enteró de la existencia de Lévi-Strauss por una cita que hizo Georges Bataille de Les structures élémentaires de la parenté. Su interés por la antropología lo llevó a obtener el libro. Aunque intentó adentrarse en él, lo abandonó después de algunas tentativas. Poco después, en 1950, ocurrió el encuentro entre ambos escritores en el Musée de l’Homme en París. Fue en una visita dominical a la que también asistieron Paul Rivet, Jacques Lafaye, Georges Bataille y Jacques Soustelle.3
Sin embargo, la verdadera influencia de los estructuralistas ocurrió mientras Paz se desempeñaba como embajador en la India. En 1965, por un artículo de The Times Literary Supplement de Londres, se interesó nuevamente en el tema. Esta vez leyó Tristes tropiques, Anthropologie structurale, La pensée sauvage, Le totémisme aujourd’hui y, finalmente, Le cru et le cuit. Sobre este título le cuenta en una carta a Arnaldo Orfila, editor del Fondo de Cultura Económica en ese momento: “Un libro extraordinario. A mi juicio, uno de los grandes pensadores de la época. Ojalá que ustedes publiquen algunas de sus obras.”
El descubrimiento de los estructuralistas le inspiró a escribir “Los signos en rotación”. El texto fue publicado en la revista Sur en 1965 y Paz también intentó que apareciera en la Nouvelle Revue Française, pero a última hora fue descartado. Además, en ese momento, Roger Munier, traductor de Octavio Paz (y de Martin Heidegger), preparaba la versión al francés de El arco y la lira. Paz le solicitó agregar el texto en una carta fechada el 14 de agosto:
En estos días he leído a Jakobson, el lingüista que tanto ha influido en Lévi-Strauss y que hoy citan, a veces sin ton ni son, los literatos jóvenes de París. Como me parece que las ideas de la lingüística moderna contradicen en apariencia, pero solo en apariencia, algunos párrafos de mi libro, he escrito una pequeña nota aclaratoria. Te la envío con esta carta. Ojalá que pudiera incorporarse al texto. Por supuesto, no es indispensable.
Las ideas de Jakobson me parecen importantes, por lo demás, no tanto para fundar una poética como para elaborar una métrica y aun una retórica. En este sentido me interesa muchísimo. Si la lingüística moderna nos dice poco sobre lo que es la poesía (basta comparar a Jakobson con Heidegger o aun con Dilthey), en cambio sus análisis sobre los fonemas y otros elementos mínimos del lenguaje son preciosos para un poeta o hacedor de versos.4
“Los signos en rotación” apareció finalmente como epílogo en la segunda edición de El arco y la lira. Pero las ideas de Lévi-Strauss se mantuvieron latentes. A Paz le interesó sobre todo el método de analizar el mito no como una proyección histórica y lineal, sino como una operación mental del lenguaje, con elementos mínimos (mitemas) ligados por afinidad u oposición. Paz sostenía que el sistema del antropólogo francés se podía llevar a otros campos de estudio e incluso ir más lejos, pero le irritaba que su teoría se sostuviera sobre estructuras ausentes:
Leo a Lévi-Strauss y esta lectura me fascina y me irrita. Mi objeción a este sorprendente ballet en el que las significaciones –ya sea de los mitos o de las instituciones sociales– dependen de la posición que ocupe cada elemento en el contexto, creo que no sería distinta a la de Husserl: una descripción de los significados que omita la del significado que los presupone y los constituye como tales, es como el toreo de salón: todas las suertes se realizan a la perfección pero echamos de menos al toro de verdad –a la verdad del toro–. En suma, ni los lingüistas ni el antropólogo francés responden a la pregunta que, si no me equivoco, se hizo la fenomenología: qué es el significado. Decir que es una estructura o, más bien, la consecuencia de una estructura, es decirnos cómo es la significación, no lo que es. Si el hombre es un ser significante, ¿por qué significa y qué es lo que significan todos esos significados míticos, lingüísticos, rítmicos?
El gran mérito de esta manera de ver reside en que instala a la significación en el centro de la reflexión (todo, desde el lenguaje hasta la cocina, es un sistema de signos), pero al final de Le cru et le cuit uno siente hambre: nos han invitado a un festín insubstancial… Tampoco me conquista del todo la analogía que hace Lévi-Strauss entre música y mito. La relación es indudable pero el verdadero parentesco, como se ha dicho mil veces, es entre poema y mito. Sobre esto, tal vez, escribiré una nota que, si te interesa, podría enviarte más adelante.5
Finalmente, el “hambre” provocada por Lo crudo y lo cocido y su “festín insubstancial” inspiraron a Paz para redactar El nuevo festín de Esopo. El 9 de octubre de 1966 le contó a Jean-Clarence Lambert desde Delhi: “Pienso terminar este año dos textos más (uno sobre Duchamp y otro sobre [Lévi-]Strauss) que completarán un próximo libro en prosa (Corriente alterna).”6 De esta manera empezó el diálogo de la obra de Paz con el estructuralismo.
Al concluir el ensayo, y poco antes de verlo publicado en 1967, Paz le envió desde Delhi una copia a Lévi-Strauss para conocer su opinión. Después viajó a México para ingresar al Colegio Nacional y presidió el ciclo de conferencias con “El pensamiento de Claude Lévi-Strauss”.7
En la Biblioteca Nacional de Francia, en Richelieu, se conserva la respuesta de Lévi-Strauss a Octavio Paz por el manuscrito del libro. Agradezco a su esposa, Monique Lévi-Strauss, por permitirme el acceso al archivo y a continuación ofrezco una traducción de la carta:
Embajada de México,
Delhi, a 12 de abril de 1967.M. Claude Lévi-Strauss
París.Muy señor mío:
Hace unos meses, bajo la influencia de una lectura seguida de sus libros, escribí un ensayo sobre su obra. Aparecerá en México, a mediados o fines de este año. Mi comentario no tiene más valor que ser la reacción de un lector lego en antropología pero apasionado por los problemas y perspectivas que abre su pensamiento.
Mi amigo el señor François Furet, de paso por Delhi, se ha ofrecido amablemente a entregarle una copia. No podía confiarla a mejores manos.
Su devoto lector, Octavio Paz. 1967.8
*
Collège de France
Cátedra de antropología socialParís, a 21 de mayo de 1967
2, rue des Marronniers, 16eEstimado señor embajador,
Con mucho retraso respondo a su carta y a su envío, pero me encontraba en Estados Unidos cuando François Furet regresó de la India; pasaron algunas semanas antes de que volviéramos a ponernos en contacto y, luego, necesité tiempo para leer su texto y sobre todo para meditarlo.
Permítame, primero, decirle cuánto me conmovió y halagó que un hombre como usted dedique tanto cuidado y atención a mis escritos. Es un estímulo muy valioso que le agradezco de todo corazón. Pero usted espera de mí, sin duda, algo más que una muestra de agradecimiento. He aquí entonces algunas reflexiones inspiradas en mi lectura y por las que me disculpo por presentar en desorden.
En su texto hay observaciones muy profundas y que van muy lejos; por ejemplo, sus comentarios sobre las relaciones simétricas e inversas entre los mitos, que podríamos sin duda localizar a nivel de continentes y civilizaciones.9 En general, pienso que tiene usted razón. Pero no quiero arriesgarme, luego de haber intentado demostrar que el estudio de la mitología es siempre cosa de especialistas: puedo interpretar la de los indios de América en la medida en que los conozco, y todo lo que se ha escrito sobre ese tema, pero no me atrevería a aventurarme en algún otro campo. Tampoco debemos olvidar que un continente, una civilización, no son cuerpos homogéneos. Así, la mitología americana puede ser la inversa de la india, o la del mundo grecorromano; pero está notablemente en el mismo plano que los celtas.
Pero el principal problema para usted es sin duda el que plantea al inicio: “¿qué significan los signos?” (p. 8), en relación con cuestiones de parentesco y matrimonio que, me parece, no lo justifican de ningún modo. En efecto, aquí al menos no es difícil comprender lo que significan las diversas formas de prohibición y prescripción vigentes en las sociedades humanas: juntas afirman que lo biológico solo puede perpetuarse a través de lo social; y cada una a su manera particular traduce un medio entre otros para lograrlo con, y como consecuencia, un cierto tipo de cohesión y entrelazamiento de las familias biológicas en la sociedad general. Esto habría quedado más claro si usted no insistiera en entender como un “no a la naturaleza” (p. 11) lo que intenté demostrar que debe interpretarse como un “sí a la sociedad”.10 Sobre este aspecto positivo y significativo de la prohibición del incesto y lo relacionado con eso, véase mi estudio en inglés: “The family”, en H. L. Shapiro, ed., Man, culture, and society, Oxford University Press, 1956.
Pero no crea que quiero eludir su pregunta principal: “¿qué significan los signos?”. Responderé primero con otra pregunta: ¿qué significa “significar”? Todas las personas a las que les he preguntado nunca han sido capaces de ofrecer una definición que no fuera tautológica o no estribara en un círculo vicioso, y es un hermoso tema para meditar que todas las palabras de la lengua signifiquen algo excepto esta… ¿Por qué? Porque “significar” es transponer de un código a otro, y la “significación” consiste en la aprehensión de una homología entre el código de partida y el código de llegada; pero como este código de llegada puede desempeñar el papel del código de partida en relación con un tercero, podemos seguir así hasta el infinito y la cuestión del significado del significado carece en sí misma de sentido. Sobre todo en el caso de los mitos si estos, como he querido demostrar, consisten en una presentación simultánea de todos los códigos (vigentes en una cultura determinada). El mito equivale entonces, para esta cultura, a un universo de significados; por hipótesis, no puede haber ningún significado fuera de él.
Admito que esta antinomia puede ser incómoda, pero no más que aquellas a las que las ciencias físicas han hecho justicia, aunque también se les presentaron en el camino: que el universo sea a la vez limitado e ilimitado, o que las acciones humanas sean libres y determinadas, etc. En este caso en particular, traduce simplemente el hecho de que la significación está en el hombre, no el hombre en la significación (a menos que uno elija creer en Dios); que no había significación antes del hombre y que tampoco la habrá después.
Paso a otro punto sobre el que usted tiene una muy mala disputa conmigo. ¿De dónde saca usted que yo siento “impaciencia hacia la poesía y los poetas” (p. 45)?11 Eso no solo no es cierto, sino que incluso dediqué, en colaboración con Jakobson (con quien usted a veces busca confrontarme, a pesar de que desde hace veinticinco años trabajamos con idénticos puntos de vista), un largo estudio a un soneto de Baudelaire (“Les chats” en L’Homme. Revista Francesa de Antropología, vol. 2, núm. 1, enero-abril de 1962; desafortunadamente, el número y las impresiones están agotados y no puedo enviarle el texto), precisamente para demostrar que la poesía podía ser sometida al mismo tipo de análisis que aplico a los mitos, a condición de transponer el eje horizontal de las variantes al vertical, donde el papel de las variantes lo desempeñan los niveles superpuestos: fonológicos, prosódicos, sintácticos, gramaticales, semánticos, que dan al poema una estructura de objeto absoluto… En la introducción de Mythologiques I, que tanto parece haberle “irritado”, no me ocupé ni de la poesía ni de la danza porque estaba considerando en su conjunto un campo semántico, digamos triangular, en el que el lenguaje, la música y la mitología ocupan los tres vértices. Los he analizado solos, como casos extremos. Y está claro, en efecto, que la danza de un lado y la poesía por el otro caen en casos intermedios. Hay música sin danza, pero no hay danza sin música: la primera es por lo tanto una “función” de la segunda. Por otra parte, la posición intermedia de la danza entre el lenguaje y la música aparece claramente de la serie ordenada: lenguaje articulado, lenguaje de signos, pantomima, danza con música, música sin danza. Para la poesía es lo mismo, pero desde el otro lado: ella es la intermediaria entre el lenguaje y la mitología. De hecho, la mitología es una función del lenguaje en general (el mito traducido conserva íntegramente su carácter de Mito), mientras que la poesía es una función de la lengua particular: traducida de una lengua a la otra pierde lo esencial que la hace poética. No es menos cierto que esta semiótica general, a la que aporto una contribución parcial y local, deberá incluir también la poesía y la danza, así como la música y las matemáticas, de las que no ignoro que, como la música, requieren aptitudes especiales por parte de los creadores.12 En cuanto a la pintura, es un asunto completamente distinto, como intenté explicarlo en Lo crudo y lo cocido; para admitir que los problemas que ella plantea son los mismos que los de la música y las matemáticas, espero que me muestren un folleto parecido a esos que encontramos en la mayoría de libros baratos en Francia que dicen: “Si usted sabe escribir, usted sabe dibujar” –lo cual, en cierto sentido, es cierto–. Pero ¿quién se atrevería a decir: “Si usted sabe tararear, usted sabe componer”? Nadie se ha arriesgado. Y con razón…
Habría muchas otras cosas que decir. La afirmación que usted cita en la p. 31 no tiene nada de “enigmática”: significa simplemente que las formas musicales tradicionales: canon, contrapunto, fuga, rondó, sonata, etc., se prestan inmediatamente a la representación de conjuntos míticos. Y yo estoy completamente de acuerdo con usted (p. 51) en que las nociones de sociedades “frías” y “calientes” solo ilustran los límites teóricos, que no tienen más que un valor heurístico, y que la experiencia nunca las propone en estado puro.
Ofrezco disculpas por esta carta tan larga que al menos demuestra el interés que tomé al leer su carta y el valor estimulante que para mí tienen sus observaciones y sus críticas. Agradeciéndole nuevamente, le pido que crea, estimado señor embajador, en mis sentimientos de fiel y sincera admiración,
Claude Lévi-Strauss.13 ~
- Octavio Paz, Obras completas, VIII. Miscelánea. Primeros escritos y entrevistas, edición del autor, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2014, p. 434.
↩︎ - Jean-Claude Masson, “Introducción a Paz”, en Oeuvres, Bibliothèque de la Pléiade, París, Gallimard, 2008, p. XIIn, citado por Christopher Domínguez Michael en Octavio Paz en su siglo, Ciudad de México, Aguilar, 2014, p. 125.
↩︎ - En la introducción del libro sobre Lévi-Strauss publicado en 1967, Paz aventuró, sin estar muy seguro, que quince años antes se había enterado de la existencia del antropólogo francés, por eso algunos autores creen que fue en 1952; sin embargo, Jacques Lafaye narra el encuentro entre ambos escritores en 1950. Si Les structures élémentaires de la parenté se publicó en 1949, es probable que haya sido en 1950 cuando en realidad Paz leyó por primera vez a Lévi-Strauss.
↩︎ - Carta de Octavio Paz a Roger Munier, Bibliothèque littéraire Jacques-Doucet, archivo, MUN C 440 (5) Octavio PAZ, 1967-1968/ 1 LD de Roger Munier.
↩︎ - Idem.
↩︎ - Octavio Paz, Jardines errantes. Cartas a J. C. Lambert 1952-1992, Barcelona, Seix Barral, 2008, p. 178.
↩︎ - Algunos autores afirman que la conferencia de Octavio Paz fue el origen del libro sobre Lévi-Strauss, sin embargo, el libro ya estaba terminado cuando Paz presentó su ponencia.
↩︎ - Correspondencia de Octavio Paz con Claude Lévi-Strauss, Bibliothèque Nationale de France-Richelieu, NAF28150 Fonds Claude Lévi-Strauss.
↩︎ - Octavio Paz esperaba que después de terminar la sintaxis de la mitología del continente americano, se pusiera en relación con las de otros sistemas: el indoeuropeo, el de Oceanía, el de África y el de los pueblos mongoloides de Asia. Véase Octavio Paz, Obras completas, VI. Ideas y costumbres. La letra y el cetro. Usos y símbolos, edición de autor, Ciudad de México,Fondo de Cultura Económica, 2014, p. 973.
↩︎ - Paz afirmaba que la prohibición del incesto fue el primer No que el hombre le puso a la naturaleza. Véase Octavio Paz, Obras completas, VI, p. 962.
↩︎ - Véase Octavio Paz, Obras completas, VI, p. 990.
↩︎ - Paz aborda el parentesco entre poesía, música y danza como artes temporales. Véase Octavio Paz, Obras completas, VI, pp. 980-981.
↩︎ - Correspondencia de Octavio Paz con Claude Lévi-Strauss, Bibliothèque Nationale de France-Richelieu, NAF28150 Fonds Claude Lévi-Strauss. ↩︎
(Juchitán, Oaxaca, 1986) es escritor, psicólogo y periodista. Tiene una novela publicada, El último que muera apague la tele (Cantera Verde, 2007). Actualmente estudia un doctorado en la Université de Lille, Francia, sobre la crítica de arte de Octavio Paz.