Cuando Nietzsche escribe en Ecce homo capรญtulos titulados โPor quรฉ soy tan sabioโ, โPor quรฉ soy tan inteligenteโ, โPor quรฉ escribo tan buenos librosโ, โPor quรฉ soy un destinoโ, poco antes de volverse loco, su exaltaciรณn (la de un fan de sรญ mismo) parece desquiciada. Sin embargo, los autorretratos de los pueblos, de los Estados, de las instituciones, dicen lo mismo y no parecen cosa de locos. Por el contrario, la exaltaciรณn del ego colectivo pasa por virtud, digna de la mayor abnegaciรณn, sin excluir la ofrenda de la propia vida, ni el sacrificio de vidas ajenas. Como si la abnegaciรณn del yo en la afirmaciรณn del nosotros fuera siempre admirable. Como si el fanatismo del nosotros fuera menos desquiciado que el fanatismo del yo.
El nacionalismo tiene orรญgenes prehistรณricos y hasta biolรณgicos. Los primeros connacionales fueron los parientes, connacidos en la misma familia. En latรญn, la palabra natio (naciรณn) derivรณ de natus (nacido). Las primeras naciones fueron tribus nรณmadas de docenas o cientos de personas mรกs o menos emparentadas: comunidades de unas cuantas familias extendidas que compartรญan los genes, la lengua, las creencias, las costumbres, las tradiciones.
Pero el nacionalismo de los Estados nacionales no es el antiguo nacionalismo de las naciones. Es un invento polรญtico del sigloย xix, que toma sus banderas para rebasarlo. Casi todos los Estados miembros de las Naciones Unidas tienen himnos, banderas, fechas, hรฉroes y otros sรญmbolos nacionales, que fueron inventados o instituidos en los siglosย XIX oย XX, aunque hablan de la identidad de un pueblo antiquรญsimo, cuyas gestas รฉpicas culminan en la creaciรณn de un Estado admirable en el concierto de las naciones. Los himnos cantan, las historias cuentan y las filosofรญas del ser nacional explican por quรฉ somos รบnicos, por quรฉ nuestra cultura es tan valiosa, por quรฉ somos tan sabios, por quรฉ tenemos un destino.
En realidad, los Estados modernos son demasiado grandes, heterogรฉneos y recientes para ser la encarnaciรณn polรญtica de una tribu milenaria, con una sola sangre, una sola lengua, una sola cultura, una sola religiรณn. Casi todos los Estados son multinacionales. Casi todas las naciones estรกn repartidas en mรกs de un Estado. No hay un Estado kikapรบ, ni llegarรก a haberlo, porque la naciรณn kikapรบ, aunque tiene el tamaรฑo y el perfil de las naciones antiguas, no puede organizar un Estado viable frente a Mรฉxico y los Estados Unidos, con los centenares de kikapรบs que viven parte del aรฑo en Coahuila y parte en Oklahoma.
A su vez, el Estado mexicano no puede adoptar el kikapรบ, ni cualquier otra lengua de las naciones antiguas de Mรฉxico; ni su religiรณn o costumbres. Actรบa en espaรฑol, que (como el inglรฉs y el francรฉs) no es realmente una lengua nacional, sino trasnacional. Tambiรฉn la poblaciรณn moderna, cosmopolita, polรญglota, universitaria, es trasnacional. Un mexicano doctorado se entiende mรกs fรกcilmente con los doctorados de otros paรญses que con los kikapรบs. Los universitarios del planeta forman una tribu invisible, que oscila entre el desarraigo y la bรบsqueda de raรญces, sin acabar de reconocerse como una etnia sui generis, metaรฉtnica.
Parece extraรฑo que los nacionalismos resurjan en un mundo cada vez mรกs comerciante, comunicado y escolarizado. Pero lo que resurge no es el nacionalismo del Estado nacional, que, por el contrario, ha venido a menos, bajo una doble presiรณn. Desde arriba, por los tratados, organismos y empresas que rebasan a los Estados nacionales, con la creciente globalizaciรณn de los negocios, de la justicia y de la opiniรณn pรบblica, para exigir, por ejemplo, intervenciones extranjeras en defensa de los derechos humanos. Desde abajo, por las reclamaciones de las naciones olvidadas en los Estados nacionales.
La guerra entre nacionalistas serbios, bosnios y croatas surge a costa del nacionalismo yugoeslavo, impuesto por el Estado. El nacionalismo britรกnico y el soviรฉtico se fueron diluyendo, en beneficio de otros nacionalismos. El espaรฑol y, en menor grado, el francรฉs, han perdido fuerza ante el nacionalismo de vascos y catalanes, divididos entre dos Estados vecinos, cuyas fronteras se han abierto en un mercado comรบn. El Tratado de Libre Comercio de Amรฉrica del Norte puede tener efectos parecidos: favorecer el nacionalismo de Quebec frente al Estado canadiense, el nacionalismo de Puerto Rico frente a los Estados Unidos, el nacionalismo de Yucatรกn frente al Estado mexicano.
Los mercados comunes, el cosmopolitismo de las artes y el saber, los medios de comunicaciรณn y de transporte, debilitan los nacionalismos oficiales; pero esa debilidad, precisamente, favorece el resurgimiento de los nacionalismos sin Estado, con los mismos sueรฑos irrealizables (excepto imaginariamente) que condujeron al nacionalismo de Estado: la unidad de genes, territorio, lengua, cultura, religiรณn y poder en cada naciรณn. Desde las guerras de religiรณn del siglo xvi hasta Irlanda y Bosnia, la inestabilidad europea provocada por estos sueรฑos no ha tenido mรกs que la relativa soluciรณn del siglo xix: el Estado agnรณstico y el nacionalismo de Estado. Hasta el Islam fundamentalista, que prefiere un Estado teocrรกtico, tiene que reconocer que no es realizable en Europa, aunque la poblaciรณn musulmana de Europa siga multiplicรกndose.
Tambiรฉn parece extraรฑo que el fundamentalismo feroz, el nacionalismo feroz, el feminismo feroz, sean contemporรกneos del individualismo feroz. Pero hay afinidades, mรกs que oposiciรณn, entre los fanatismos del nosotros y el fanatismo del yo.
Frente al nacionalismo original (prehistรณrico), el individualismo original (meramente milenario) es tardรญo. Aparece con la vida urbana, en personalidades excepcionales que se apartan del nosotros, filosรณficamente (como Diรณgenes) o religiosamente (como los ascetas hinduistas, monjes budistas, eremitas cristianos). Aรบn mรกs tardรญo (de hace unos cuantos siglos) fue que las sociedades modernas pusieran los valores de estas vidas excรฉntricas en el centro de sus propios ideales: la vocaciรณn individual, la conciencia individual, los derechos y el desarrollo individuales, frente a la familia, las autoridades, la sociedad y el Estado. Estos ideales, mรกs propios del individuo que de la sociedad, resultan contradictorios como ideales sociales. Pero la contradicciรณn se considera (idealmente) superable en una comunidad donde la plena realizaciรณn de cada uno sea al mismo tiempo la plena realizaciรณn de todos.
Los conflictos inevitables de este ideal contradictorio provocan acusaciones de egoรญsmo: de sacrificar a los demรกs por intereses personales o narcisismo personal. El interรฉs comรบn suele verse como intachable, aunque sea un egoรญsmo colectivo. El narcisismo de la identidad no suele verse como narcisismo, excepto por los extraรฑos que visitan a la familia, sociedad, empresa, instituciรณn, naciรณn, que se cree maravillosa. Nuestras maravillas son la mismรญsima realidad. Nuestros intereses son la suprema realizaciรณn de cada uno y de todos los demรกs. El imperialismo no es la imposiciรณn de nuestro nacionalismo: es la superaciรณn de los nacionalismos en una era universal.
Con respecto al ego, asumir un nosotros puede ser un acto de madurez, una superaciรณn del egoรญsmo. Tambiรฉn puede ser otra manera de ejercerlo: sin angustia, con buena conciencia, bajo la exaltaciรณn sagrada del nosotros. โLa patria es primeroโ puede ser una forma de superar el โprimero yoโ. Tambiรฉn puede ser su continuaciรณn por otros medios, como es obvio en el egoรญsmo รก deux, el nuestroรญsmo de la cosa nostra, del nosotros รผberalles, del nosotros right or wrong.
Las pretensiones egoรญstas conducen normalmente a la reprobaciรณn. Para los otros, como para nosotros, el egoรญsmo claro es el ajeno. Pero, en el caso individual, el egoรญsmo reprobado deja al ego sin apoyos. Para ser un buen egoรญsta, hacen falta recรกmaras, desdoblamientos, disimulaciones. No solo ante los demรกs: ante sรญ mismo; porque es difรญcil no asumir de alguna manera la reprobaciรณn externa, ser un rรฉprobo libre de remordimientos. La soluciรณn normal es la fachada para ser aceptado por los otros y por uno. O la crisis: esa oportunidad de madurar (o cambiar de fachada).
El egoรญsmo del nosotros, por el contrario, apoya. Aunque tambiรฉn tiene recรกmaras, las tiene en una especie de contrato social mรกs o menos inconsciente, y desde luego incuestionable. El ego puede ser feliz, transparente, bajo su propia aprobaciรณn y la externa, sin estar consciente del egoรญsmo patriotero, gremial, racial, sexual o de la especie. Tambiรฉn aquรญ hay reprobaciones, fachadas, crisis y conflictos. Pero ยฟa quiรฉn le importa que nos reprueben los bรกrbaros, los demonios que quieren destruirnos, los necios que ni siquiera nos pueden comprender? En el seno de un nosotros, la reprobaciรณn externa no produce la angustia de la excomuniรณn que sufre el ego aislado. Un pueblo rรฉprobo, como el judรญo en Europa o el palestino en Israel, puede afrontar la reprobaciรณn con mรกs firmeza que un ego rรฉprobo frente al nosotros. Enfrentarse a la reprobaciรณn de su pueblo, como Baruch Spinoza o Hannah Arendt, requiere una capacidad de soledad poco comรบn.
ยฟQuiรฉn habla en esta reprobaciรณn? ยฟQuiรฉn es el nosotros que reprueba? Parecerรญa que la ficciรณn jurรญdica de la persona moral corresponde a un sujeto real: que el pueblo, la Iglesia, la familia, el Estado, el partido, la empresa, el sindicato, las clases, las culturas (โnosotras las culturasโ dice un texto de Valรฉry), nosotros los yucatecos, ustedes los mexicanos, nosotros los hombres, ustedes las mujeres, nosotros los Martรญnez, ustedes los del cuarto piso, nosotros los que llegamos a las once, y en general todo posible nosotros, son como una persona que habla, actรบa, promete, contrata, exige, aprueba o reprueba. Pero se trata de una ilusiรณn. No hay mรกs personas que las fรญsicas. Es siempre una primera persona del singular la que habla como primera persona del plural. Es siempre un yo el que dice nosotros.
Hay en esto algo noble, que rebasa al yo y hasta lo vuelve mayestรกtico. Pero tambiรฉn algo enajenante. Pasar del yo al nosotros es algo que pasa en el yo, que le pasa al yo. No produce otro sujeto: cambia la forma de asumirse del mismo. Esto puede ser visto, metafรณricamente, como la apariciรณn de un sujeto distinto, pero no hay que olvidar que se trata de una metรกfora. El uso de una computadora puede verse como una interacciรณn y hasta como un diรกlogo, pero se trata de una metรกfora animista: la idea prehistรณrica de que las cosas tienen alma, de que no son cosas, sino sujetos de otro tipo, que responden a la invocaciรณn. Asรญ tambiรฉn la metรกfora orgรกnica permite invocar un sujeto colectivo, personificarlo, sentir que la familia, el pueblo y todo posible nosotros, hablan, responden, exigen, como si fueran organismos personales. Pero se trata de metรกforas.
Quizรก la metรกfora orgรกnica desciende de la metรกfora animista. De hablar con los รกrboles, con la lluvia, con los animales, como si fueran alguien, se llega a ver un organismo, un cuerpo mรญstico animado, en la familia, el clan, la comunidad. En esta metรกfora, los sujetos reales, que son las personas fรญsicas, quedan sujetos al sujeto irreal: se vuelven miembros, partes, de un supuesto sujeto colectivo. En la familia, el hombre es la cabeza, la mujer el corazรณn; en el clan, el jefe es la cabeza, los demรกs sus brazos.
En la mitologรญa individualista del contrato social, los sujetos individuales libres se reรบnen en asamblea y contratan la constituciรณn de un nuevo sujeto: asรญ se funda la sociedad, como cualquier asociaciรณn voluntaria. En las mitologรญas orgรกnicas, por el contrario, la comunidad da origen al yo, como parte un crecimiento del nosotros. Pero el sujeto nace absorto, no distingue entre su cuerpo y el de su madre; es como un espectador que se ignora, sumido en el espectรกculo. Aunque su individuaciรณn biolรณgica es plena, su individuaciรณn personal estรก por hacerse. Este es el proceso que puede ser visto en la perspectiva orgรกnica: el yo se desprende del nosotros, como parte, como retoรฑo, como miembro de un โsujetoโ colectivo; o en la perspectiva individualista: el sujeto aparece cuando se autoconstituye, cuando se reconoce como sujeto (contemplador y actor) del espectรกculo, del cual se hace cargo, dialogando y contratando con otros sujetos. En la perspectiva individualista, que es la moderna, el nosotros, el amor, la cultura, la patria, el socialismo, se construyen. En la perspectiva orgรกnica, que es la tradicional, todo estรก hecho previamente por una divinidad, naturaleza, comunidad, que origina al individuo y lo rebasa.
En las discusiones polรญticas, estas perspectivas se confunden, segรบn convenga. Si los otros abogan en favor o en contra de la familia, la naciรณn, la naturaleza, no harรกn mรกs que confirmar que son los otros, es decir: los malos. Si abogan por la familia, son los malos que se oponen a la libertad individual, los que quieren explotar a la mujer y disponer de su cuerpo como si fuera una propiedad patriarcal. Si abogan contra la familia, son los malos que quieren destruir los valores culturales del pueblo para facilitar la penetraciรณn imperialista, son los degenerados y egoรญstas que anteponen su individualismo a la responsabilidad social, los mercantilistas que quieren convertir toda relaciรณn en contractual. Si abogan por la naciรณn, son los patrioteros cerrados al internacionalismo y el progreso, los chovinistas incapaces de reconocer el valor de otros pueblos, los racistas que van hacia el fascismo y el genocidio. Si abogan contra la naciรณn, son los hijos desnaturalizados, renegados, apรกtridas.
La confusiรณn no es simplemente convenenciera. Toda metรกfora es ambivalente. El yo tiene nostalgia del nosotros (mirada hacia atrรกs, que quiere superar el egoรญsmo, salvar la comunidad): el yo aspira al nosotros (mirada hacia adelante, que quiere superar el egoรญsmo, construir una nueva sociedad). La perspectiva orgรกnica es la romรกntica, de izquierda, contra la deshumanizaciรณn egoรญsta, calculadora y comercial; y, por lo mismo, conservadora, de derecha, contra la libertad. La perspectiva individualista tambiรฉn es romรกntica, de izquierda, contra la deshumanizaciรณn de la rutina, la tradiciรณn y el conformismo; y, por lo mismo, atropelladora, capitalista, de derecha, contra la comunidad.
En la eterna lucha del bien contra el mal (es decir: de nosotros contra los otros), siempre es un yo el que reprueba (somete, manda, domina) en nombre del nosotros. Un yo no simplemente dominante y convenenciero, sino arrastrado por metรกforas milenarias, equรญvocas, poderosas, en parte insuperables, que tambiรฉn arrastran al interlocutor, y dentro de las cuales este se asume como rรฉprobo o compungido, sumiso o rebelde. Sin esta cooperaciรณn, el juego serรญa imposible. En este sentido, la vida amorosa, familiar, de trabajo, polรญtica, patriรณtica, religiosa, suele ser una especie de mala literatura, donde los papeles, como en el teatro, la novela, el mito, se apoderan de la persona del actor, del espectador, del lector, del autor; donde los actos de los protagonistas irreales se apoderan de las personas fรญsicas reales.
Pero la buena literatura se hace en el mismo idioma que la mala. No es imposible que las personas maduren y se reconozcan libres, solitarias y solidarias. No es imposible que el teatro sea buen teatro, de la รบnica manera posible: a sabiendas de que es teatro. No es imposible la solidaridad, a pesar de sus equรญvocos; a sabiendas de que los sujetos colectivos no existen mรกs que en la forma de asumirse los sujetos reales. Para ser responsables y solidarios, no hace falta creer que personificamos un sujeto irreal.
En la prรกctica, es difรญcil. Las metรกforas nos arrastran. No eres tรบ, no soy yo. Eres una odiosa Capuleto que quiere someter a un Montesco. Eres el imperialista que nos robรณ el Soconusco y ahora quiere quedarse con Belice. Eres imbรฉcil, como todos los tenedores de libros. Eres argentino: con eso estรก dicho todo. Eres jesuita, militar, burรณcrata. La otra parte puede hacer el juego, revirando estos maniqueรญsmos (eres un vil Montesco) o asumiรฉndolos como una exaltaciรณn, en la orgullosa afirmaciรณn de ostentarse como argentino, jesuita, militar, con el riesgo de que la camiseta se apodere de su persona, reducida a representar un papel personificado.
No estรก mal que las personas fรญsicas se sientan parte de personas morales, mientras les sirva para madurar. La arrogancia individual es tan reprobable, tan angustiosa, tan insegura, que arrogarse un nosotros le sirve de apoyo, aunque el sujeto colectivo no exista, aunque asumirlo sea una forma de perderse, de enajenarse, de volverse loco en compaรฑรญa. Pero tambiรฉn es cierto que este apoyo ilusorio puede ser un apoyo, transitoriamente. El nosotros familiar puede ayudar a que el ego salga de su mรณnada y se vuelva consciente del yo en el descubrimiento del tรบ. (Tambiรฉn puede volverse loco รก deux.) El nosotros del clan puede ayudar a superar el egoรญsmo del nรบcleo familiar. (Tambiรฉn puede arrastrar a la vendetta y el genocidio.) Ser ante todo mexicano es una pequeรฑez nacionalista frente a la especie, pero una madurez frente a los patriotismos regionales (a su vez respetables, segรบn como se miren). La familia, el alma mater, el grupo, el amor loco, el apellido, el nacionalismo, el feminismo, pueden servir como andaderas, como cรญrculos de apoyo, mientras se llega a andar de pie. Tambiรฉn pueden servir para impedirlo.
Quiรฉn sabe si serรญa bonito que la humanidad girara en torno a las necesidades de mi ego, que me diera todas las facilidades para madurar y me esperara todo lo necesario hasta que yo diera el paso siguiente, y asรญ me fuera graduando de maduraciรณn en maduraciรณn, en cรญrculos cada vez mรกs amplios, desde la conciencia del nosotros familiar hasta la conciencia del nosotros los humanos, nosotros los seres vivos, nosotros el universo. Pero no es asรญ. La libertad empieza gracias a los demรกs (en esto tiene razรณn la sabidurรญa comunitaria), prospera a pesar de los demรกs (en esto tiene razรณn la sabidurรญa individualista) y no puede cumplirse si los demรกs no son libres (en esto se reconcilian ambas: en el sueรฑo de una fraternidad universal). El proceso real es conflictivo, atropellador, movido por sueรฑos (no siempre ilusorios) de prosperidad del yo, del nosotros.
La postulaciรณn de un nosotros crea costos y beneficios (psicolรณgicos, sociales, econรณmicos) que nunca se reparten a partes iguales. En las empresas lucrativas esto es objeto de un cรกlculo explรญcito, de luchas y regateos mรกs o menos abiertos, donde es legรญtimo buscar el interรฉs propio; cosa absolutamente prohibida (y por lo tanto subterrรกnea) en un grupo guerrillero. En el mundo del espectรกculo, el regateo del renombre, de los crรฉditos, de los lugares, es explรญcito y hasta contractual; en el mundo religioso es vergonzante, y por lo mismo soterrado.
Hasta en las empresas lucrativas se apela a un ego colectivo, cuyos intereses (la supervivencia, la prosperidad) deben ser primero. Es impresionante cรณmo toda empresa, instituciรณn, imperio, โseโ resiste a desaparecer, aunque ya no tenga sentido; cรณmo la โdefunciรณnโ de una persona moral (y hasta la simple desapariciรณn de un rasgo de identidad, como el latรญn en la Iglesia o las monedas nacionales en Europa) produce sentimientos de duelo. A pesar de que las personas fรญsicas subsistan y aun prosperen gracias al cambio, los sentimientos se producen como si el sujeto irreal tuviera vida y muerte. La legalidad de las personas morales se apoya en esta legitimidad anterior a la ley: en la metรกfora orgรกnica, sentida como realidad.
Para sostener esta โrealidadโ, en toda comunidad hay recรกmaras, desdoblamientos, disimulaciones, que la decencia no permite explorar, bajo la reprobaciรณn de pequeรฑez, mal gusto, peligrosa concesiรณn al enemigo. Se supone que los pequeรฑos egoรญsmos deben sujetarse al interรฉs supremo del nosotros, ese sujeto que no puede ser egoรญsta, y que cobija, resuelve, sintetiza, las pequeรฑas contradicciones en algo superior, aunque de hecho cada uno jale la cobija del nosotros para encubrir los intereses de su ego, no necesariamente cรญnicos o siquiera conscientes; con frecuencia, irreales.
Esto pone a los sujetos reales en conflictos difรญcilmente superables. No solo entre mi libertad y la tuya, mi prosperidad y la tuya, que pueden tener soluciรณn (que mi libertad prospere a pesar de la tuya no tiene que querer decir: a costa de la tuya); sino entre mis ilusiones y las tuyas, conflicto que puede no tener soluciรณn, mientras persistan nuestras ilusiones. Y a veces persisten de la peor manera posible, reforzรกndose mutuamente: tรบ y yo, locos de amor y solos contra el mundo egoรญsta y absurdo; tรบ bien sabes, compadre, que, en esta larga lucha, los รบnicos que no hemos claudicado somos tรบ y yo; recibo este premio, no como una exaltaciรณn de mi modesta persona, sino como un reconocimiento al desarrollo cientรญfico de San Blas; es necesario que yo tenga ese puesto para que la endodoncia aporte su progreso al desarrollo del paรญs, para que haya mujeres en los altos puestos, para que el poder vuelva a los Martรญnez, para que tengan voz los que no tienen voz, para impedir que los malvados se apoderen de esa trinchera. Afortunadamente, en muchos casos, el yo queda desnudo de la cobija del nosotros ante sus propios ojos. Asรญ puede asumirse como persona libre, solitaria y solidaria. O hacerse nuevas ilusiones.
Hay quienes creen abandonar sus ilusiones abandonando a las personas con las cuales las compartieron. Puede ser lo mรกs sano. Pero puede ser ilusorio: irse con sus fantasmas a otra parte. Una vez que despierto, que descubro la mala literatura que hay en la vida familiar, que me vuelvo consciente de la opresiรณn que sufro, que me gradรบo de tan estrecho cรญrculo hacia un cรญrculo mรกs amplio, que me libero, tiro a la basura a mis padres, a mis hermanos, ese nido de vรญboras, toda esa mentira. La operaciรณn es ilusoria, porque persiste la complicidad, porque me llevo el drama, las escenas, los papeles; porque mi padre, mi madre, mis hermanos siguen siendo figuras mรญticas, personajes de una tragedia griega, no tรบ, no yo: personas fรญsicas reales. Para romper el hechizo de la mala literatura, para reconocerme como persona fรญsica real, tengo que verte como tรบ, necesito que me veas como tรบ. Mi solidaridad con el desarrollo de las personas fรญsicas reales no es un lujo que puedo darme: es una necesidad de mi propio desarrollo.
En sus relaciones con Rosa Luxemburgo, Leรณn Jogiches fue siempre el compaรฑero, el militante de una solidaridad abstracta que le impedรญa reconocerse y reconocerla como persona fรญsica real, a pesar de que ella sรญ se daba cuenta: tengo unas ganas locas de ser feliz. Soy un gato que quiere ronronear de felicidad, acariciar y ser acariciada. Pero tรบ, nada, nada aparte de la causa.
En la eterna lucha del bien contra el mal, Jogiches preferรญa ser parte generosa y abnegada de un nosotros (los buenos) en construcciรณn, de un sujeto positivo de la historia que pudiera decir: por quรฉ somos tan sabios, por quรฉ todo error posible sucediรณ en el pasado y no se repetirรก, por quรฉ el futuro es nuestro. Ser parte de un nosotros tan grandioso, que a sus ojos era la mismรญsima realidad, volvรญa irreal su relaciรณn consigo mismo, con ella y con los demรกs. Ser un yo libre, solitario, solidario, feliz con un tรบ feliz, le parecรญa un nosotros pequeรฑรญsimo, egoรญsta, burguรฉs, ilusorio, no la mismรญsima realidad.
Tambiรฉn sucede en el feminismo. Si por feminismo se entiende tratarte como un sujeto real, no como un objeto, tu libertad no prospera a costa de la mรญa: la favorece. Me ayuda a liberarme de papeles falsos, de ilusiones solรญpticas, de cursilerรญas machistas. Pero si dejas que un nosotras impersonal se apodere de ti y me satanice (en vez de exorcizarme), como objeto de odio, como parte de un nosotros enemigo, vete al demonio. Mejor aรบn: mandemos al demonio a las personas impersonales que se apoderan de nosotros; despachemos a carcajadas las cursilerรญas machistas y feministas, las ilusiones de Montescos y Capuletos.
Hay quienes creen que es fรกcil superar las metรกforas, desmitologar los discursos, dejar atrรกs las ilusiones. Se trata de una ilusiรณn, de un discurso mรญtico, de una metรกfora milenaria (la purificaciรณn, la vuelta a los orรญgenes): mala literatura crรญtica de una mala literatura anterior. El arrastre de las metรกforas no se supera con otras metรกforas que nos arrastren a creer que estas sรญ son las buenas: la mismรญsima realidad. Se supera aceptรกndolas, crรญticamente, como metรกforas. Fuera del lenguaje, no hay exorcismo posible contra el lenguaje. Lo que se puede hacer contra la mala literatura es buena literatura. ~
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.