El cocodrilo
Durante los largos meses de invierno el animal no come absolutamente nada, mora en aguas mansas y tierra firme. Holgazanea en lo seco casi todo el dĂa, pero pasa las noches en el agua. La desproporciĂłn entre el reciĂ©n nacido y el adulto es la mĂĄs grande del reino animal, pues al nacer no es mĂĄs grande que un huevo de pollo y de adulto puede alcanzar el largo de un carro de guerra. Tiene los ojos como los de los puercos, dientes largos y salientes, en proporciĂłn a su talla.
(AquĂ viene una gran noticia.) El cocodrilo es el Ășnico animal de gran tamaño que carece de lengua. No puede mover la mandĂbula inferior pero puede abatir la mandĂbula superior sobre la otra. (A diferencia de nosotros que no podemos mover la parte superior de la mandĂbula pero sĂ la inferior.)
En ciertas regiones los cocodrilos son sagrados. En otras no, y aun se los echa fuera o, de plano, sirven de alimento. En otras partes estos animales son domesticados y amaestrados. Se les ponen aretes, donde podrĂan estar las orejas, y pulseras en las patas delanteras, y se les sirven alimentos sagrados. Llevan vidas de prĂncipes. A su muerte se les embalsama y sepulta en fĂ©retros. En Elefantina, por el contrario, lejos de tenerlo por sagrado, no vacilan en devorarlo. El nombre egipcio del cocodrilo es champsĂ©s. El tĂ©rmino cocodrilo viene de los jonios, que llamaban asĂ a las lagartijas que viven en las hendiduras de los muros.
Lo increĂble en Ctesias
Existe un pĂĄjaro llamado fĂ©nix. Por mi parte nunca lo he visto, si no es en pinturas. Es cierto que este pĂĄjaro muy rara vez viene a Egipto. Cada quinientos años, se calcula. El viaje tiene lugar cuando muere su padre, segĂșn dicen las gentes de HeliĂłpolis. Si se parece a sus pinturas, tiene plumaje en parte rojo vivo y en parte oro, y el tamaño y apariencia de un ĂĄguila.
En el reinado de Psamenito, hijo de Amasis, en Egipto, ocurriĂł el mayor prodigio jamĂĄs presenciado. En efecto, lloviĂł en Tebas de Egipto, cosa que nunca habĂa sucedido antes ni se ha vuelto a repetir hasta nuestros dĂas, segĂșn cuentan los propios tebanos. Pues en el Alto Egipto no llueve jamĂĄs absolutamente nada e incluso en la ocasiĂłn milagrosa no hizo mĂĄs que lloviznar un poco.
En las montañas de la India donde crecen los juncos, existe un pueblo de mås o menos treinta mil personas cuyas mujeres no dan a luz mås que una vez en toda su vida. Los niños nacen con una dentadura soberbia. Hombres y mujeres vienen al mundo con los cabellos blancos y estos cabellos permanecen blancos hasta los treinta años. Después empiezan a oscurecer de tal modo que a los sesenta años tienen la barba y los cabellos de un negro de ébano. Tienen ocho dedos en cada mano y en cada pie. Son de un genio muy belicoso.
Ctesias afirma haber visto con sus propios ojos la mayorĂa de estas cosas. Ha omitido aposta ciertos hechos y ciertas historias, por temor de que se le acuse de haber escrito cosas increĂbles.
Sobre Espeusipo
Espeusipo fue hijo de Eurimedonte y de Potona, hermana de PlatĂłn. EstudiĂł, claro, con su tĂo, y a la muerte de este heredĂł la rectorĂa de la escuela, cosa que dicen unos, pero no otros, ofendiĂł a AristĂłteles, que se alejĂł de la escuela.
Enseñó los dogmas del maestro, pero era arrebatado: se cuenta que un dĂa, tomado de la ira, arrojĂł un perrito a un pozo. Y fue tambiĂ©n glotĂłn: viajĂł hasta Macedonia a unas nupcias, no por amistad, sino arrastrado por las promesas gastronĂłmicas del banquete.
EscribiĂł muchos libros, hoy todos perdidos. Favorino trae la noticia de que AristĂłteles, ya viejo, comprĂł por tres talentos sus libros, y refiere Plutarco que muriĂł de piojo, mĂĄs no se sabe con certeza. ~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las påginas mås luminosas de la literatura mexicana.