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Si hubiese muerto educadamente,
le habría creído, como creo
en el hidalgo manchego, en Heródoto
o en Iván Karamázov. Pero ese sepulcro
vacío… Ese sudario puesto allí…
Y la voz insistente acerca de sus
apariciones… Qué ocurrencia.
Enhorabuena. Entra a la casa
de los discípulos “a puerta cerrada”
y sin embargo come un pescado asado
y desafía a Tomás a que le toque el costado.
¿No es quizás, hermanos, una escena
un poco cutre? Helo aquí, resucitado
junto a cada una de las heridas
que lo han matado; y mientras tanto
pontifica sobre sí mismo en cuanto cumplimiento
de las antiguas escrituras: el amaneramiento
de quien ya es su propio cura.
Qué triunfo material. A la vez
increíble y trivial. Nosotros aceptamos
la vejez y la muerte mientras que
nuestro salvador asciende lejos
de ambas: “Para ustedes, el rescate
del espíritu”, dice, “para mí, el
de un cuerpo perfecto”. Potencia de un dios.
Gran final. Nosotros te agradecemos
por el espectáculo pagando el boleto
desde hace dos milenios, observando
a quien se mortifica y encomienda
a culpas desgarradoras y refinadas
los miembros de todas formas perecederos.
No, hermanos. Mejor las estatuas.
Mejor las metamorfosis de todo
lo que existe en todo
lo que existe: la química, la física
de las partículas. Mejor ir a tientas
entre los manubrios de la apariencia
con la ramificación de una esperanza.
Si luego, tal vez, alguien algún día
nos crea atrapados en una danza. ~

Versión del italiano de Fabrizio Cossalter.

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(Roma, 1965) es poeta, ensayista y crítico literario. En español han aparecido El diario de Kaspar Hauser (Ediciones La Palma, 2015) y El bien material. Poesías escogidas (1992-2018) (Asociación Cultural Zibaldone, 2019). El poema aquí incluido pertenece a Come sempre. Scelta di poesie 1992-2022 (Roma, Elliot, 2022).


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