Ilustraciรณn: Marรญa Titos

Para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI

La izquierda no puede quedarse encerrada en el narcisismo ideolรณgico ni renunciar a la ironรญa como herramienta de conocimiento.
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Ser de izquierdas era antes relativamente sencillo porque la realidad polรญtica espaรฑola fue estable durante al menos tres dรฉcadas. Pero ese mundo desapareciรณ tras la crisis econรณmica de 2008 y todavรญa no parece asentado el vendaval de cambios que ha sacudido a esta sociedad. Su poblaciรณn de izquierdas los ha vivido mรกs sensiblemente porque a ella le han afectado por partida doble la decadencia de un partido socialista desahuciado y la apariciรณn de una nueva izquierda tentadora y atrevida, pero tambiรฉn inconsistente y parlanchina. Ser de izquierdas es un misterio hoy, pero en mi propia oscuridad he creรญdo adivinar algunas certidumbres. O al revรฉs, he adivinado algunas flaquezas.

Demasiadas apuestas de izquierdas no me parecen de izquierdas, o no cuando menos de una izquierda instalada sin complejos en el siglo XXI. En forma de petulante contradecรกlogo, podrรญan sonar asรญ mis aprensiones: no ha sido de izquierdas frustrar una oportunidad polรญtica para relevar del poder a una derecha requintada que ha actuado sin escrรบpulos ante su propia corrupciรณn epidรฉmica, ha despreciado sin vergรผenza la degradaciรณn de la realidad social y econรณmica mayoritaria y ha renunciado a la polรญtica ante problemas desbordantes. Pero tampoco es de izquierdas el fundamentalismo de la correcciรณn polรญtica, como si fuese una nueva disciplina obligatoria y no un instrumento de rectificaciรณn de abusos y vejaciones. No es de izquierdas el paternalismo que expulsa de la esfera pรบblica el discurso culto por si suena demasiado elitista para los hรกbitos de consumo de telespectadores, tuiteros o instagramistas supuestamente en babia; no es de izquierdas menospreciar la relevancia de la clase intelectual como contrapoder polรญtico y contrapoder social; no es de izquierdas socavar la ley como autรฉntico instrumento del poder ciudadano y no lo es tampoco sabotear las leyes que no gustan, porque esa cultura jurรญdica, selectiva y oportunista, deslegitima a la izquierda. Tampoco es de izquierdas la imputaciรณn indiscriminada de acoso sexual, a ojo de buen cubero, sin cuidadosa atenciรณn a cada caso, ni es de izquierdas obviar educadamente que la discriminaciรณn de gรฉnero mรกs salvaje de Occidente arranca de los confesionarios y las escuelas religiosas. Tampoco es de izquierdas pedir y defender lo imposible porque esa retรณrica abona la perpetuaciรณn del orden fundamental; no es de izquierdas callar que 1968 fue el fracaso global mรกs productivo y expansivo para las libertades individuales y culturales del รบltimo medio siglo; no es de izquierdas omitir la cultura institucional como patrimonio valioso de un Estado por temor al rechazo del populismo demagรณgico, no lo es tampoco la ingratitud contra quienes construyeron las bases de un Estado cultural en un paรญs que no tenรญa instituciones culturales (desde conservatorios de mรบsica o auditorios hasta museos y bibliotecas).

Nada de eso es de izquierdas sino de derecha reaccionaria o, en su modalidad nueva, de izquierda reaccionaria amparada en las revanchas verbales y retรณricas de los sindicados en la Cultura de la Transiciรณn y su gurรบ de cabecera sin demasiada cabeza. Y ya sin cabecera tambiรฉn. No es de izquierdas descalificar cuarenta aรฑos de democracia sin seรฑalar las culpas de las generaciones posteriores (la mรญa, entre ellas). No es de izquierdas creer que las รฉlites arruinaron los sueรฑos de la izquierda durante la Transiciรณn; no es de izquierdas arrojar hoy a aquel pasado las culpas del presente, porque es un fraude intelectual. Casi nadie supo hacer mejor entonces las cosas y tampoco despuรฉs, a pesar de las mรบltiples crรญticas de intelectuales contra el Estado de partidos de la democracia. Aunque hoy estรฉ embalsamada, fue nutrida la nรณmina de pensadores que denunciaron sin descanso las graves quiebras de una democracia opulenta.

No es de izquierdas reducir el franquismo a cuarenta aรฑos de poluciรณn, porque bajo aquella nube negra crecieron algunas de las inteligencias mรกs vibrantes y seminales de la democracia; no es de izquierdas ignorar la diferencia que hay entre vivir alegremente bajo el franquismo y actuar contra el franquismo incluso silbando; no es de izquierdas condenar los males de la democracia como perpetuaciรณn del franquismo porque trivializa la autรฉntica vileza de la dictadura e infantiliza a quien se cree la patraรฑa; no es de izquierdas asociar el precariado pandรฉmico de hoy con las polรญticas econรณmicas de los aรฑos ochenta sin explicar la alternativa a la salvaje reconversiรณn industrial; no es de izquierdas orillar prudentemente la crรญtica a la moral catรณlica opresiva y neurotizante ni lo es tampoco reducirla a un solo trazo de brocha gorda.

Tampoco estoy muy seguro de que sea de izquierdas absolutizar el mantra ecologista y pedalear en bicicleta y sin respiro por ciudades sostenibles. Sin duda sรญ lo ha sido trasladar a la poblaciรณn la conciencia de que el planeta tiene recursos limitados, mostrarle los sistemas de explotaciรณn descontrolada del ganado destinado al consumo o convencerla de la defensa del producto de kilรณmetro cero. Pero deja de ser de izquierdas cuando la obstinaciรณn monopoliza la รฉtica ciudadana y santifica consumos restrictivos por imperativo ecolรณgico o vegano o localista.

Quizรก lo que revelan estos ejemplos menores es la propensiรณn de la izquierda al fundamentalismo ideolรณgico y a la mala gestiรณn de sus propios รฉxitos. Tanto el movimiento feminista como el movimiento ecologista son paradigmas de รฉxito de la izquierda. Han logrado instalar en el programa global del neoliberalismo a las que fueron causas emprendidas por vanguardias minoritarias y a menudo caricaturizadas; burlarse de ellas ha sido una especialidad de la derecha, que se ha burlado tambiรฉn de las campaรฑas de auxilio a desahuciados e inmigrantes, habitualmente financiadas por las clases medias de izquierdas a travรฉs de oenegรฉs combativas. La izquierda nueva suele vivir mal, sin embargo, la pรฉrdida del monopolio de una causa propia y tiende tozudamente a la radicalizaciรณn o beatificaciรณn de la causa, perdiendo asรญ por el camino la credibilidad o el respeto de las mayorรญas.

A pesar de las tamborradas de la izquierda en Cataluรฑa, me temo que tampoco es de izquierdas ser independentista. El procรฉs ha llevado a la izquierda al colapso porque ha respondido a las movilizaciones populares sumรกndose acrรญticamente a ellas. A la izquierda le ha sobrado inercia revoltosa y le ha faltado coraje para oponerse a un discurso de fondo insolidario y antiguo; ha aceptado la caricatura de una Espaรฑa reducida a los despachos del poder conservador y no ha encontrado el momento para promover la discusiรณn sobre por quรฉ, contra quรฉ, a cambio de quรฉ y a quรฉ precio se aspira a ese destino redentor. No ha planteado siquiera el debate de la legitimidad ideolรณgica, o se ha acobardado al abordarlo. La nueva izquierda ha creรญdo de forma oportunista y tรกctica que sus banderas no podรญan faltar entre las banderas callejeras del independentismo. Ha sido el sรญntoma mรกs flagrante en Cataluรฑa de su debilidad argumental y de la pobreza de su idea de solidaridad y cohesiรณn social, de su olvido de las clases trabajadoras inmigradas a lo largo de todo el siglo, y no ha sido de izquierdas tampoco su adopciรณn de un relato ajeno y tรกcitamente supremacista.

La ausencia de una potente contraprogramaciรณn desde la izquierda catalana es solo imputable a ella misma. El independentismo ha conquistado incluso el corazรณn rejuvenecido de antiguos empresarios rojos, seducidos hoy por la aventura nueva y confundidos sobre su significado. Reviven y financian sueรฑos de ruptura con la resurrecciรณn del viejo mรฉtodo: el enemigo perfecto fue entonces Franco, hoy lo es un cรณctel grotesco al que llaman Madrid. Pero a veces tambiรฉn tienen algo de razรณn. La socialdemocracia ha dejado el terreno a dos contrincantes sin que la contrapropuesta federal haya cuajado como programa resolutivo, ni desde Cataluรฑa ni desde Espaรฑa. La socialdemocracia ha carecido de reflejos, ha parecido sumarse al negacionismo y hasta su incomparecencia ha sido parte sustancial del problema.

Tampoco ha deslindado con nitidez, sobre todo en los รบltimos tiempos, la dimensiรณn legal del conflicto de su naturaleza polรญtica. ยฟPor quรฉ los encarcelamientos de los lรญderes independentistas no han merecido un juicio mรกs matizado de los socialistas? Una cultura de Estado moderna deberรญa llevarnos a defender los derechos de aquellos con quienes discrepamos. Las adherencias sentimentales y nacionalistas no han empujado la nave en favor de una racionalidad frรญa y garantista. Los socialistas han desertado de ese debate y han preferido cerrar filas con posiciones numantinas, dejando el clamor agraviado a los independentistas. El miedo a hacerles el juego no ha jugado precisamente a favor de una socialdemocracia actualizada ni ha peleado por defender el espacio argumental de lo democrรกtico. Tanto la izquierda como el centroizquierda han desaprovechado el anchรญsimo espacio que dejaba la tensiรณn entre la pulsiรณn penalizadora y recentralizadora de la derecha y el aceleramiento desbocado y antidemocrรกtico del independentismo. El endiablado encadenamiento de acciรณn/reacciรณn ha copado la esfera pรบblica y ha retirado de la primera lรญnea informativa y polรญtica la opciรณn que mejor encaja con la naturaleza mestiza de Cataluรฑa y la culminaciรณn federal del Estado autonรณmico.

En el panorama que han traรญdo los รบltimos diez aรฑos, algunos rasgos son comunes a toda la izquierda y otros son mรกs propios de cada una de ellas, o de las dos centrales, la socialdemocracia sonรกmbula y la nueva izquierda hiperventilada. La socialdemocracia no ha restituido sus antiguas certidumbres y la nueva izquierda no ha consolidado las nuevas. Ni ideolรณgica ni polรญticamente han cuajado como discursos de acciรณn y pensamiento, pero la demanda social ni cesa ni cesarรก. La debilidad de sus discursos es diferente e incluso complementaria, pero tiendo a creer que ni una ni otra han interiorizado algunos ingredientes que son el centro de mi anรกlisis: echo de menos en ellas la ironรญa como instrumento de conocimiento, la lucidez del pesimismo ilustrado, el anclaje en el principio de realidad sobre el capitalismo global, la convicciรณn en el ejercicio fuerte de un poder dรฉbil, la emancipaciรณn de mitos remotos y a menudo indeseables, la reconexiรณn con los hรกbitos y convicciones de su electorado potencial. Quizรก el resumen drรกstico de todo confluye en la falta de veracidad de su discurso con respecto a sรญ misma y el cultivo del autoengaรฑo como consecuencia esterilizadora. ~

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Este texto es un fragmento de Contra

la izquierda. Para seguir siendo de izquierdas

en el siglo XXI (Anagrama), que llega este mes a las librerรญas.

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(Barcelona, 1965) es catedrรกtico de literatura espaรฑola en la Universidad de Barcelona. En 2011 publicรณ El intelectual melancรณlico. Un panfleto (Anagrama).


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