Pensar mediante máquinas

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James Bridle

La nueva edad oscura

Traducción de Marcos Pérez Sánchez

Barcelona, Debate, 2020, 320 pp.

“Ojalá la tecnología inventase alguna manera de contactar contigo en caso de emergencia”, decía el mítico presidente Bartlet de la serie El ala oeste de la Casa Blanca a Leo McGarry, jefe de su gabinete. Precisamente de eso, de lo que la tecnología intenta decirnos en caso de emergencia, trata La nueva edad oscura, el nuevo libro de James Bridle, artista, escritor, periodista, tecnólogo y colaborador de medios como Wired o The Atlantic. Escrito antes de la crisis de la Covid-19, este libro –en cierto modo profético– pretende alfabetizar tecnológicamente a los ciudadanos para que sea más difícil que en esta nueva edad oscura “las élites egoístas y las corporaciones inhumanas acaparen todo su potencial”.

La nueva edad oscura está dividido en diez capítulos que abordan diez conceptos claves para comprender el fin del futuro: caída en el abismo, computación, clima, cálculo, complejidad, cognición, complicidad, conspiración, concurrencia y cirros y cúmulos. Algunos de estos conceptos tal vez sean desconocidos para el lector, pero la capacidad pedagógica de Bridle contribuye a lograr uno de los propósitos del libro: despojar a la tecnología de esa cualidad “inherentemente emancipatoria” que tiene, al tiempo que intenta traducir ese “nuevo dialecto” inabordable que la tecnología parece haber impuesto y cuyo trasfondo solo alcanzan determinadas élites.

El primer capítulo nos acerca a esa nueva edad oscura a la que nos hemos abandonado: una época en la que hemos depositado el valor en un conocimiento que ha sido destruido por una mercancía lucrativa cifrada en datos masivos. La oscuridad, por tanto, es el tono con el que se dibuja nuestro futuro según Bridle: “una aparente incapacidad para ver con claridad lo que tenemos delante y actuar en el mundo de manera significativa, con aptitud y justicia”. Pero si habitualmente asociamos la oscuridad a un lugar de peligro, en este libro se propone una nueva visión que entiende la oscuridad como un lugar de libertad, de posibilidad, de igualdad. Dicho de otro modo, la incertidumbre entendida como ignorancia también puede ser productiva.

Lo que permite la computación –uno de los episodios más reveladores del libro– es la posibilidad de pensar mediante máquinas, es decir, la capacidad de predecir hechos futuros basándonos en la cantidad de macrodatos actuales que poseemos. Sin embargo, son muchos los peligros que acechan a la tecnología y propician su incapacidad para predecir tal futuro. Por ejemplo, la creciente inestabilidad del clima global. Bridle asocia magistralmente el deshielo del permafrost con la imposibilidad de entender cómo las civilizaciones anteriores de las regiones del Ártico hicieron frente a otros cambios climáticos. Así pues, la crisis climática es también una crisis de conocimiento. Si no podemos recopilar y procesar datos sobre el mundo, ¿cómo vamos a predecirlo? El permafrost derretido es la mejor metáfora del “acelerado colapso de nuestra infraestructura tanto medioambiental como cognitiva”. Pero todavía hay algo más: las tecnologías de la información y la comunicación (tic) gestan un mundo repleto de ordenadores que, a su vez, aceleran un consumo masivo de datos que genera una abundancia de calor que, por supuesto, necesita cantidades ingentes de refrigeración. A más temperatura, el coste de la refrigeración asciende. A más temperatura, crecen las posibilidades de que existan averías. ¿Qué sucederá entonces en un futuro mundo que eleve proporcionalmente su clima, un mundo en el que apenas exista el frío? La computación, por tanto, tal y como señala Bridle, es víctima y cómplice del cambio climático.

Otro de los temores ancestrales de la humanidad resucita en esta nueva edad oscura: el avance de la robótica, de la inteligencia artificial, de la automatización supone una amenaza palpable para el creciente desempleo de la población. Los trabajadores de empresas como Uber, por ejemplo, ya no son empleados, sino proveedores precarios. La lógica inhumana de la máquina unida a la opacidad tecnológica logra ocultar la codicia extrema que la ideología capitalista del beneficio máximo persigue. Así que la complejidad de las tecnologías contemporáneas son un síntoma de la desigualdad, pues el poder solo lo concentran aquellos que comprenden y usan esa complejidad en su beneficio.

La complicidad y la conspiración son otros dos elementos fundamentales para que la oscuridad se cierna sobre el futuro. Si la primera afirma que las actividades oscuras de las agencias de inteligencia de los Estados han sido esenciales para propagar la idea de inseguridad global, la segunda constata que en un mundo hiperconectado e inundado de datos, es posible que no todos los ciudadanos perciban los sucesos de la misma manera, abocando los hechos a las conspiraciones más delirantes. Como afirma Bridle, “en los últimos años, el estilo paranoico se ha extendido hasta volverse dominante”. El caso Trump es solo la punta del iceberg.

El último capítulo de La nueva edad oscura puede leerse como una oda al presente, en tanto único ámbito de acción válido. Como afirma James Bridle, “cualquier estrategia para vivir en la nueva edad oscura se fundamenta en la atención al aquí y ahora y no en las ilusorias promesas de predicción, vigilancia, ideología y representación computacionales”. En verdad, nada está perdido si, como este libro invita, repensamos nuestro mundo de forma novedosa. Quizás solo de este modo logremos comprenderlo en toda su amplitud y complejidad. ~

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es periodista y cofundadora de la emisora El Extrarradio.


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