¿Y si ya no diera de sí la fruta?
¿Si dejara de colgar de los árboles
y de madurar en el suelo?
¿Si ya no hubiera cítricos,
ni siquiera nueces?
¿Qué sería de nuestros brazos,
de nuestros célebres pulgares,
nacidos para arrancarla?
Todas las distancias
nacieron de la fruta,
que debimos recoger
en la rama de al lado,
en el árbol de junto,
en el bosque contiguo,
en la tribu al otro lado del río.
Nos impulsó la fruta,
nos dispersó desde el principio.
Detrás de cada lujo,
de cada anhelo,
de cada viaje, su dulzura.
La carne misma la comemos
como fruta y no como carne,
la arrancamos de un rebaño de carne
como se arranca la fruta más madura,
todo lo suculento cae a nuestra boca
como descolgado de una rama,
como tú, que arranco cada día
de tu árbol, de tu tribu
y te traigo a este lado del río
y te como y te muerdo y te guardo
y tengo miedo que te pudras. ~
J.M.G. Le Clézio
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