En 2007, una profesora británica que trabajaba en Sudán recibió una sentencia de cárcel bajo la ley de la sharía porque había permitido a sus alumnos llamar “Mahoma” al oso de peluche de clase. El día después de que se anunciara la sentencia, más de diez mil personas tomaron las calles de Jartum pidiendo la ejecución de la profesora por blasfemia. Aunque existían explicaciones alternativas –el nombre Mahoma había resultado elegido por la votación de los niños, es un nombre masculino popular en Sudán–, la profesora se enfrentó a una hostilidad desproporcionada porque algunas personas interpretaron sus acciones como un insulto a todo su grupo.
En 2014, un equipo de producción de la serie de televisión británica Top gear se vio forzado a irse de Argentina porque hubo varios manifestantes descontentos y ofendidos por la matrícula de uno de los coches del programa. En ella se leía “h982 FKL”, lo que fue interpretado como una alusión burlona a la guerra de las Malvinas de 1982. Naturalmente, podría tratarse de una simple coincidencia o un error, pero se interpretó como un insulto hacia Argentina, y la respuesta fue de una hostilidad vengativa.
En estos ejemplos, los que sintieron que su grupo había sido insultado debían tenerlo en muy alta estima. Pero no todos los que tienen a su grupo en tan alta estima se sienten insultados y toman represalias contra amenazas reales o imaginarias. Entonces, ¿por qué hay personas que sienten que su grupo ha sido insultado y otras que no? ¿Y por qué algunas sienten que han sido insultadas incluso cuando no había ninguna intención de ofensa y se les han ofrecido explicaciones alternativas?
Las investigaciones de PrejudiceLab, un laboratorio que dirijo en Goldsmiths, en la Universidad de Londres, muestran que la gente que obtiene puntuaciones altas en la escala del narcisismo colectivo es particularmente sensible incluso a los más mínimos ataques a la imagen de su colectivo. Al contrario de lo que ocurre con los individuos con personalidad narcisista, que mantienen una imagen inflada de sí mismos, los narcisistas colectivos exageran las ofensas a la imagen de su grupo, y responden a ellas agresivamente. Los narcisistas colectivos creen que la importancia y valor de su grupo no están suficientemente reconocidos por los demás, sienten que se merecen un tratamiento especial, e insisten en conseguir el reconocimiento y respeto que merecen. En otras palabras, el narcisismo colectivo lleva a la creencia exagerada en la grandeza del grupo propio y exige validación externa.
Los narcisistas colectivos no se contentan simplemente con ser miembros de un grupo valioso. No dedican su energía a la mejora y valor del grupo. En vez de eso, se empeñan en controlar si todos los que están a su alrededor, particularmente otros grupos, les reconocen y agradecen la buena consideración y especial importancia de su grupo. Para sentirse seguros, los narcisistas colectivos exigen un trato privilegiado, no la igualdad de derechos. Y la necesidad continua de validación externa de la imagen inflada (un atributo negativo) es lo que diferencia a los narcisistas colectivos de aquellos que simplemente tienen sentimientos positivos hacia su grupo.
En Turquía, los narcisistas colectivos disfrutaron de la crisis económica de Europa porque se sintieron ofendidos cuando se negó la entrada del país a la Unión Europea. En Portugal, los narcisistas colectivos celebraron la crisis económica de Alemania porque sentían que su país estaba siendo menospreciado por la posición de Alemania en la ue. Yendo más allá de la definición de ofensa intergrupal, los narcisistas colectivos de Polonia acosaron a los productores de la película polaca El secreto de la aldea (2012) por contar la historia de la masacre de Jedwabne de 1941, en la que los habitantes de esta localidad asesinaron a sus vecinos judíos prendiéndoles fuego y luego culparon a los nazis. Una pequeña transgresión como la broma que hizo el actor protagonista de la película sobre el gobierno populista del país (a quien apoyan los narcisistas colectivos) hizo que recibiera amenazas de castigo físico y acoso online.
Cuando se trata de su grupo, los narcisistas colectivos no tienen sentido del humor. Son desproporcionadamente punitivos a la hora de responder a lo que ellos consideran un insulto a su grupo, aunque este insulto sea discutible, no sea percibido por otros o no sea intencionado por el otro grupo. A diferencia de los narcisistas individuales, los narcisistas colectivos no pueden disociarse a sí mismos del grupo impopular o criticado. Una vez que han invertido su autoestima en la grandeza del grupo, los narcisistas colectivos están más entusiasmados por realzar su grupo que a ellos mismos.
Mi equipo estudió el narcisismo colectivo como una característica que pertenece a un individuo. Siempre habrá una proporción de gente en cualquier población que cumpla los criterios. Pero el narcisismo colectivo también puede apoderarse de un grupo entero, lo que ocasiona estallidos espontáneos y no provocados de ira intergrupal, o reacciones discrimina- torias hacia grupos minoritarios. El narcisismo colectivo es más peligroso cuando se manifiesta como un síndrome gregario, cuando la creencia de que el grupo no tiene el reconocimiento que merece es compartida por la mayoría de los miembros y se convierte en el relato dominante sobre el pasado y el presente del grupo.
Este narcisismo colectivo es tan tóxico que explica fenómenos tales como el antisemitismo e incluso es posible que las dos guerras mundiales. Podría explicar el ataque terrorista de 2015 a las oficinas de Charlie Hebdo, la revista satírica francesa que publicó las polémicas caricaturas del profeta Mahoma. Una investigación reciente de Katarzyna Jaśko y sus compañeros en el Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y Respuestas al Terrorismo en la Universidad de Maryland, College Park, demuestra que los narcisistas colectivos en redes sociales radicalizadas están dispuestos a participar en violencia política y terrorismo.
Pero el narcisismo colectivo explica también el comportamiento político en democracias establecidas. Algunas investigaciones recientes indican que el narcisismo colectivo nacional ha estado implicado en el comportamiento electoral de Estados Unidos: al margen del partidismo, fue el factor predictivo más fuerte del voto a Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos. El narcisismo colectivo también explica el voto del Brexit en 2016, porque predijo el miedo a los inmigrantes y extranjeros.
Recientemente, un equipo de científicos de la Universidad de Pensilvania escaneó los cerebros de narcisistas con fmri y encontró evidencias fisiológicas que mostraban que su experiencia de rechazo social era particularmente dolorosa, a pesar de que lo negaban. Esto es muy importante porque otros nuevos descubrimientos demuestran que la gente obtiene algo de placer emocional al responder con agresividad al rechazo. Es probable, aunque todavía está por confirmar, que los narcisistas colectivos se sientan igualmente angustiados cuando se critica, menosprecia o rechaza su grupo. Pueden sentirse especialmente tentados a responder con agresividad para reducir su estrés.
¿Podemos encontrar maneras alternativas para reducir el vínculo entre el narcisismo colectivo y la tendencia a reaccionar con una hostilidad vengativa e intergrupal a actos y eventos triviales? Responder esta pregunta es el tema de nuestra investigación actual en Goldsmiths. Si pudiéramos aprender a desactivar la hostilidad que siente la gente que tiene altos índices en nuestra escala de narcisismo colectivo, quizá podríamos también aprender a calmar y desradicalizar a los grupos de narcisistas colectivos. ~
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Traducción del inglés de Rosana Hinojosa.
Publicado originalmente en Aeon. Creative Commons.
AGNIESZKA GOLEC es profesora de psicología en Goldsmiths, Universidad de Londres, y en la Universidad de Ciencias Sociales y Humanidades de Poznań, Polonia.