Por una mirada híbrida: ciencias y letras en tiempos de Inteligencia Artificial

Lo humano y lo tecnológico están imbricados. Los modelos de lenguaje de la Inteligencia Artificial, cada vez más refinados, demuestran que es absurdo buscar soluciones solo en los números o solo en las letras.
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La Inteligencia Artificial vive su segunda llegada y las expectativas vuelven a ser enormes. Un estudio reciente preguntó a cientos de expertos para qué año creen que hay un 50% de probabilidad de que exista una IA con inteligencia tipo-humano. ¿Resultado? La mitad dijo que antes de 2061 y el 90% que antes de cien años. Es decir, que podríamos verlo.

Su entusiasmo define este momento. Una nueva generación de modelos de lenguaje ha multiplicado de golpe las capacidades de la Inteligencia Artificial. Pueden comprender tus órdenes mucho mejor que Siri o Alexa, para luego responder una pregunta, resumir un texto, corregir un bloque de código o crear una imagen armoniosa del objeto que quieras. El salto es evidente, y aunque es probable que las expectativas estén infladas, doy por seguro que esta IA tendrá consecuencias.

Un efecto en particular es el que me empuja a escribir: creo que la Inteligencia Artificial diluirá, todavía un poco más, la frontera entre las culturas de ciencias y de letras.

La vanguardia IA son modelos de lenguaje (manejan texto) que se entrenan por refuerzo (aprenden un poco al tuntún), y esas dos características los alejan del imaginario popular para una Inteligencia Artificial: no son frías máquinas de calcular, ni se rigen por un conjunto de reglas rígidas, del tipo “si a entonces b”, sino algo más orgánico, imperfecto, sesgado ¿y creativo? Un ejemplo interesante son las IA generadoras de imágenes: no saben contar y pintan manos con seis dedos, pero escogen colores, texturas y estilos con más armonía y gusto que yo. Son máquinas para trastocar las humanidades tanto o más que las ciencias. Y como artefactos híbridos que son, van a requerir, o al menos a premiar, a humanos que también sean mestizos.

Aquí va una lista de razones para tener una mirada híbrida del mundo, ni solo de ciencias ni solo de letras.

1. Porque las matemáticas más útiles son las más sencillas. La gente de letras tiende a pensar que la mirada cuantitativa exige hacer cálculos difíciles, como derivadas e integrales. Pero no. Me lo recordaba Jaime Rodríguez de Santiago en una conversación para su fantástico podcast: las matemáticas que usamos en el día a día son las simples. Es uno de los consejos que incluí en mi libro Piensa claro: acostúmbrate a manejar números, que no pasa por resolver ecuaciones diferenciales, sino por hacer cálculos de servilleta, a mano o arrastrando unas fórmulas.

2. Porque todo problema técnico tiene implicaciones sociales. ¿Podéis pensar una excepción? Yo no. Y pongo un ejemplo tonto. A menudo se usan los símbolos “i/o” para los botones de “encendido” y “apagado”. Mirad el secador de pelo o un calefactor viejo. ¿Por qué? Porque un ingeniero lo diseñó pensando en sí mismo y no en los humanos que pulsarían esos botones… ¡usó código binario! El “1” significa “conectado” y el “0”, “desconectado”.

3. Porque en 2023 lo humano y lo tecnológico están imbricados. Nos puede gustar más (una ecografía te dice que todo está bien) o menos (tu hijo quiere un móvil), pero es un hecho. La policía tiene que atender a los delitos informáticos y los abogados a los derechos digitales. No serás la gran pedagoga del siglo XXI si no entiendes lo que nos hace la tecnología.

4. Porque la IA programará contigo. Me lo sugirió Carmen Torrijos, lingüista computacional en la empresa de comunicación Prodigioso Volcán: tareas que hoy exigen programar podrían dejar de hacerlo. Hay un boom de servicios no-code o low-code, que te permiten hacer más cosas sin programar, como diseñar webs, analizar datos o crear tus propias aplicaciones. Esa tendencia se acelerará ahora con la Inteligencia Artificial, que promete ser la interfaz perfecta. Imagina pedirle a Excel lo que quieres que haga, de viva voz: “convierte a euros”, “calcula una media semanal”, “traduce al catalán”, etcétera. ¿Por qué es esto un argumento híbrido? Porque si programar se vuelve más fácil, será para todavía más gente.

5. Porque quizá crearás usando una ia. Predecir los usos de una nueva tecnología es un ejercicio temerario. ¿Servirán para ayudarnos a escribir? ¿Para pintar? ¿Estudiar? ¿Programar? Es difícil estar seguro, pero si acaban siendo tu herramienta o incluso tu tándem, entonces te convendrá entenderlas bien.

6. Porque si no te hibridas, te pondrán un supervisor. Los ingenieros de mi generación hacían un mba para que no les pusieran de jefe a alguien de administración y dirección de empresas. Lo uso de ejemplo para los jóvenes científicos de datos: si no se preocupan ellos por los aspectos humanos de sus algoritmos, igual acaban con un filósofo de jefe que sí lo haga. Si eres tú el filósofo, la conclusión es parecida: ese puesto no será para ti si no sabes nada de algoritmos.

7. Y sobre todo, porque la mirada híbrida fue siempre la más interesante. Si quieres ver el mundo como es, ninguno de los dos atajos fue nunca suficiente, ni la mirada solo sentimental, ni la mirada solo técnica.

Es ingenuo pretender que existe una prístina solución científico-técnica para los asuntos humanos. Primero, porque no quieres ignorar las consecuencias de cualquier tecnología, como los efectos del like sobre las adolescentes, o de las máquinas de vending sobre nuestras dietas. Y segundo, por un motivo más profundo: ¿cómo pones en una balanza la felicidad de bañarnos en el mar contra el riesgo de ahogarnos? Gobernarnos es decidir equilibrios: ¿cuántas vidas de ardillas vale un niño?, ¿tres, mil o todas las ardillas?¿Qué sacrificios deben hacer nuestros hijos por la generación de 2100? ¿Y por quienes quizá vivan en el año 22000? ¿Un científico va a decidir esto por nosotros? ¿O una IA? Es risible o terrorífico. Y no son balanzas teóricas, se deciden a diario. Con el triaje de un hospital, con el presupuesto de tu pueblo o con el diseño de un sistema educativo que ayuda a ocho de diez niños pero no tanto a los otros.

Es también absurdo, no obstante, saltar al otro extremo e ignorar el método científico para movernos por la vida. Hacerlo es entretenimiento o algo peor: una temeridad. No basta con empatía ni intuiciones para determinar que los recién nacidos duermen más seguros boca arriba. Sin embargo, en algún momento, la tribu de los números casi logró el monopolio del método virtuoso. La gente de letras había despreciado los datos, y como la ciencia los necesita, se alejaron de ella. Pero lo que realmente distingue al escrutinio racional no son las matemáticas, sino otra cosa. Los antiguos lo tenían claro. Decimos que algo sencillo es “trivial” en referencia al trivium, las tres materias básicas de los estudios clásicos. Aunque también enseñaban gramática y retórica, para capturar y transmitir nuestras ideas, en el centro ponían otra disciplina, la lógica, que no es de ciencias ni de letras, sino el mismo arte de pensar. ~

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es doctor en ingeniería y periodista de El País. Forma parte del colectivo Politikon


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