Prensa y poder

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Arno Burkholder

La red de los espejos. Una historia del diario Excélsior, 1916-1976

Ciudad de México, FCE, 2016, 188 pp.

 

Aquella fotografía icónica de un grupo de periodistas caminando por Paseo de la Reforma, abrumados y sin rumbo, ha pasado a la memoria del periodismo mexicano como el “golpe de Echeverría al Excélsior”. Con esa sola imagen daba la impresión de que el diario de “la vida nacional” no tenía paternidad, ni origen, ni un entramado conflictivo y, sin embargo, el periódico fundado el 18 de marzo de 1917 mantuvo a lo largo de las décadas una relación compleja con el sistema político mexicano. Jorge Ibargüengoitia describió los vínculos entre la prensa y el poder político como una “red de espejos”.

Arno Burkholder ha indagado desde hace años en el pasado de la prensa mexicana, sobre todo en los códigos que aceitan la maquinaria de esas dos fuerzas. Al historiador le inquietaba saber cómo se había llegado a esa situación de interdependencia y cuál era el origen que había desencadenado la expulsión –por acuerdo de una asamblea de cooperativistas de Excélsior en 1976– de Julio Scherer, uno de los directores más sólidos, según la opinión general.

La investigación historiográfica de Burkholder reconstruye el surgimiento de Excélsior, sus conflictos con el Estado, la consolidación del periódico y la gestación de los problemas que provocaron el desenlace de 1976. Es un libro generoso en detalles, documentación y entrevistas, sustentado en una bibliografía abundante sobre el episodio schereriano. Sin duda, su aportación más significativa, además de la sistematización e interpretación de la información y un análisis académico que nunca llega a ser tedioso, está en el hallazgo de archivos hasta ahora inéditos, como el de la Cooperativa Excélsior, a resguardo del Archivo General de la Nación.

Con este arsenal hemerográfico y una narrativa ágil y rigurosa, Burkholder divide en cuatro etapas la historia del diario: la creación de la empresa periodística, un proyecto editorial de Rafael Alducin (1916-1932); el surgimiento de la Cooperativa Excélsior (1932-1963); la lucha interna por el control del diario (1962-1968) y la fractura irreversible de la sociedad cooperativa y el descontento del gobierno ante la línea editorial de Excélsior (1968-1976).

La crónica tiene un orden cronológico pero Burkholder se toma pausas para retroceder o avanzar sobre hechos significativos y momentos claves que sirven para analizar de manera meticulosa todo el andamiaje de intereses y beneficios que fueron construyéndose entre la prensa y el gobierno. Los antecedentes de esa sombra se remontan hasta el porfiriato. Porfirio Díaz practicó la represión y la censura a los periodistas, pero también subsidió tanto a los diarios que lo apoyaban como a los que no. El suministro económico, evidentemente, los convertía en aliados. Después del triunfo de la Revolución, el gobierno constitucionalista, luego de años de inestabilidad social y política, alentó la creación del periódico empresa y la modernización del periodismo centrado en la información noticiosa y en la venta de publicidad. Desde su fundación, Excélsior recibió el respaldo del poder carrancista, pero eso no lo libró de una relación siempre marcada por la tensión, los enfrentamientos y el pie en el cuello de los propietarios de las empresas editoriales.

A lo largo de su historia, Excélsior contó con la complicidad del Estado mexicano para sobrevivir. Eso no significa, expone Burkholder, que el periódico no haya tenido momentos de rebeldía, lucidez informativa y crítica ante los errores gubernamentales. El episodio que marcó el destino del diario fue el asesinato de Álvaro Obregón (julio de 1928). El tratamiento informativo que el periódico realizó de este crimen molestó a Plutarco Elías Calles. Los espejos se volvieron frágiles y estuvieron a punto de romperse. De golpe, Excélsior se convirtió en enemigo público y se obligó a la viuda de Alducin, Consuelo Thomalen, a vender el diario ante la amenaza de que ya no circularía. La venta a un grupo empresarial regiomontano fue el inicio del quiebre del periódico. Burkholder agudiza su análisis a partir de ese año en que la única alternativa para que el diario no muriera fue convertirse en cooperativa. Detrás de esa nueva alternativa laboral estuvo la figura de Calles. La cooperativa significaba a largo plazo la mejor forma de tener control sobre el periódico.

El gran espejismo que vivió el periódico entre 1932 y 1963, apunta el historiador, fue que en los papeles formales Excélsior pertenecía a sus trabajadores, pero en los hechos se convirtió en patrimonio personal de Rodrigo de Llano y Gilberto Figueroa, director y gerente general, respectivamente. Ambos gozaron del apoyo estatal y se mantuvieron de facto como dueños del diario. El mecanismo fue tener contentos a los cooperativistas con beneficios económicos y sociales, y de ese modo alejarlos de las decisiones importantes.

El botín que representaba el poder económico y político del diario lo ambicionaban varios grupos que se organizaron como corrientes políticas para manejar las asambleas a su conveniencia y ganar los lugares estratégicos de la estructura administrativa y editorial. Uno de esos grupos lo encabezaron Julio Scherer y Manuel Becerra Acosta, hijo. Eran los “izquierdistas” que deseaban un periodismo moderno y democrático, pero manteniendo, dice el historiador, una forma conservadora de gobernar la cooperativa.

Julio Scherer llegó a la dirección de Excélsior en agosto de 1968, con el visto bueno del presidente Díaz Ordaz. Una simpatía que se fracturó con el 2 de octubre. Un editorial del día siguiente, donde se responsabilizaba al poder político de la masacre de Tlatelolco, prendió las alertas del Ejecutivo. Era momento de ponerle un alto a Scherer y a sus colaboradores. Eso le correspondió a Luis Echeverría, pero el terreno estaba abonado por una creciente inconformidad de los cooperativistas disidentes.

Burkholder concluye que el golpe que sufrió el 8 de julio de 1976 no fue solamente producto de una decisión presidencial. “La Cooperativa Excélsior no confiaba en su director y el Estado ya no estaba dispuesto a sostenerlo como en el pasado”.

La red de espejos se había hecho añicos. ~

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Es periodista y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM


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