REM: música movida

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Acostumbrados a las portadas abstracto-logo-tipográficas-foto-difusas de sus álbumes, lo cierto es que la primera visión, en 1996, de la de New adventures in Hi-Fi de rem produjo cierta inquietud a los fans ante lo desconocido e inédito dentro de los modales gráficos de la banda. Allí, movida foto en movimiento. Blanco y negro de paisaje desolado de tanto en tanto interrumpido por casinos perdedores y salinas saladas y minas abandonadas y estáticas torres de radio. Instantánea tomada/revelada por el propio Michel Stipe –cantante y letrista de rem– desde la ventanilla de un autobús en gira. Ruta 95, Amargosa Desert, Nevada. Al sur de las Skeleton Hills y cerca del sitio en el que alguna vez estallaron las primeras bombas atómicas y hoy sigue implosionando el misterio alien del Área 51.

Y, claro, en perspectiva, todo tiene en verdad tanta lógica y sentido. Por entonces, rem como uno de los indiscutidos reyes –junto a u2 y a inxs– del rock’n’pop planetario. Pero los de Athens, Georgia, a diferencia de los de Dublín y de los de Sidney (el apolíneo Stipe –“yo soy apenas y como mucho una pop star aunque me siento más y mejor como un cantante en una banda”– siempre dijo admirar la para él inalcanzable condición dionisíaca de rock star de Michael Hutchence), un tanto bastante más incómodos. Inquietos con la vertiginosa estatura que han venido ganando desde Out of time (con impensable megahit con riff de mandolina), Automatic for the people (y su sensibilidad dark con la alegría de creerse lo del “Man on the moon” y ese perfecto hilo musical para centro de asistencia al suicida que es “Everybody hurts”) y Monster (intento de parodia-glam donde ya se le empieza a cantar/acusar a los estupidizantes peligros de la fama). Sí: rem ya no sabe muy bien qué hacer o a dónde ir. No les pesan tanto los contratos multimillonarios y la adoración crítica (que en cualquier caso ya comienza, inevitablemente, a hacerle reclamos y reproches) como el saberse indiscutible y comprometido buen ejemplo del cómo triunfar sin traicionarse a los ojos de estrellas de la nueva camada como Nirvana (rip) o Radiohead. Para colmo de bienes/males, el cuarteto se encuentra por primera vez sumergido y flotando en un tremendo tour mundial luego de años de no salir a la carretera. La idea/solución al dilema de sentirse encerrado pero dando vueltas por el planeta –deciden y apuestan Bill Berry & Peter Buck & Mike Mills & Michael Stipe– es la de grabar un nuevo álbum en camerinos de estadio y habitaciones de hotel y durante pruebas de sonido y hasta en insomnios sobre ruedas y aviones y a ver qué sale y sumar esas nuevas canciones instantáneas al repertorio en directo. A su manera, New adventures… (ahora reeditado/ampliado con honores por su veinticinco aniversario incluyendo libro/entrevista y lados-B y rarities y covers de Vic Chesnutt, Glen Campbell y Richard & Linda Thompson, y complementos audiovisuales) tiene algo de esa pretendida huida hacia adelante que fue el Let it be de The Beatles: un avanzar volviendo a las fuentes. El resultado obtenido fue algo que ya parece no existir ni volver a ser posible en el negocio de la música popular. En un panorama donde priman las efímeras canciones sueltas apareciendo por sorpresa online con voz de autotune, escuchar hoy el décimo álbum de rem es como recibir una postal de un tiempo en el que las bandas pensaban en álbumes, en que esos álbums tenían un muy pensado concepto, y en que el concepto era, a menudo, el pensativo estado de ánimo de las bandas cuando grababan ese álbum. Hoy, poco y nada interesa dedicarle tiempo a decodificar el modo y misterio en que la vida de un músico se filtra en su obra de maneras sinuosas o directas porque todo eso se ofrece, sin matices, en el desaforado e ininterrumpido exhibicionismo de Twitter & Instagram & –coming soon– Meta. No es casual y es muy acertado el que David Buckley –autor de rem/Fiction: An alternative biography– concluya su investigación con un “¿Música para un mercado que ya no existe?”.

Para rem la jugada sería más que ganadora en lo artístico (Stipe no ha dejado de repetir que New adventures… es su favorito y aquí se suma la siempre lista/astuta Patti “¿Me llamaban?” Smith) pero muy desgastante en lo personal: enfermedades, rupturas con mánager y con productor históricos, abandono por fatiga de materiales y aneurisma del indispensable baterista/compositor Bill Berry, ventas decrecientes y, de ahí en más, la casi desesperada contradicción de tener que reinventarse sin despreciar los orígenes. Cosas que ya se cantan y se escuchan a lo largo de las aventuras en alta fidelidad a sí mismos en las catorce canciones: “La historia es triste, tantas veces contada, la historia de mi vida en tiempos difíciles”, “Cometí un error y se lo adjudiqué al diseño”, “Estás perdido y desilusionado, qué cosa fea de decir”, “¿Has perdido tu lugar?”, “Mi cabeza está en llamas y alta estima”, “Llámame leproso”, “Me estoy ahogando”, “Sabe a miedo”, “Prefería cortarme la pierna a mordiscos a quedar atrapado en esto”, “Uh, esto parece de película de terror”, “Vuestros ojos me queman con agujeros que me atraviesan”, “Engañado otra vez”, “Vas hacia algo tan rápido y tan atontado que ni siquiera puedes sentir”, “Estoy cansado y desnudo, ya no sé lo que me da hambre, ya no sé lo que quiero”, “Digamos que has dejado todo atrás”, “Muerto de aburrimiento, estuve allí, hice eso, uh, cualquier cosa”, “Hay tanto que no puedo hacer”, “Hice lo suficiente, vi lo suficiente, lo tuve todo, lo voy a dejar”, “Lo amas, lo odias, lo quieres recrear”…¿Queda claro cuál era la frecuencia de Michael & Co.?Supongo que sí. En cualquier caso, lo que el reencuentro/efeméride pone hoy en evidencia es lo mismo que se sentía ayer: un “qué raro que es rem y cuánto más raro es aún que haya alcanzado la masiva popularidad que tuvo”. Ya se supo, ya se sigue sabiendo: voz de rango y matiz limitado recitando y perdiendo religiosamente letanías à la libre flujo de conciencia, letras crípticas rebosantes de ajenos nombres propios y en la que parecen convivir tanto Flannery O’Connor con William Gibson, onírica y visual y veloz música fuera del tiempo, esos bailecitos espasmódicos que Stipe heredó de David Byrne y que legó a Thom Yorke y esa manera inmediatamente reconocible (“That’s-me-in-the-corner… That’s-me-in-the-spot-light…”) de frasear/acentuar cada palabra de cada verso como si fuesen un verso en sí mismas. Todo eso reaparece en el sonido y los vídeos y los registros de la gira en la que se presentaban cuatro álbumes al mismo tiempo con incursiones al ayer cada vez más remoto. Y, sí, en New adventures–que, comparativamente, no fue un superventas favorito pero es hoy reconsiderado y ascendido al top five/three de la discografía de rem– tiene mucho de presentable. Y rara vez el cansancio sonó más enérgico y energizante en la siniestra “How the west was won and where it got us”, en la epistolar “E-Bow the letter”, en la asfixiante-alarmante “Leave”, en la amorosa/posesiva “Be mine” (el “Every breath you take” de rem), en la denunciadora-mediática-talk show “New test leper” y en esa preciosa despedida al siglo-milenio (subgénero que también abordaron Prince y Blur y Pulp) que es la hollywoodense después de tanto páramo y estepa “Electrolite” con ese Siglo xx, hora de dormir, eres pleistoceno, es obsceno” y en la que, track final, lo último que se canta y oye es un tan dudoso y autoconvencido como confesional “I’m not scared / I’m outta here”.

Pero, me temo, rem estuvo a partir de entonces –road record en el centro exacto de su carrera– un tanto asustado de sí mismo y ya de salida en lo que significó una lenta disolución e inspirada desilusión a lo largo de quince años y cinco álbumes (otra vez con portadas tipográficas y alguna imagen muy desenfocada o contrastada) con títulos que parecían ser órdenes y direcciones y movimientos: Up, RevealAround the sunAccelerate Collapse into now.

El ensayo-entrevista que acompaña a la box de New adventures in Hi-Fi concluye con su autor, Mark Blackwell, no hace mucho buscando y encontrando el punto exacto en el que, hace un cuarto de siglo, Michael Stipe tomó esa foto de portada. Y Blackwell toma otra foto del mismo lugar, que sigue estando igual a como estaba y, todo parece indicarlo, como por siempre estará. Y se la envía a Stipe desde su teléfono, quien, al verla, lo llama y le pregunta: “¿Cómo? ¿Dónde está? Wow… ¿Qué diablos estaba haciendo yo ahí?”

Buena pregunta.

La buena respuesta, mis amigos, está –movida y moviéndose– soplando en este otro viento que es el mismo viento de siempre: ese viento que pasa pero no deja de pasar. ~

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es escritor. En 2019 publicó La parte recordada (Literatura Random House).


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