Fotografรญa: Ernesto Lehn

Vicente Rojo, desde el mirador

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Vicente Rojo cumpliรณ ochenta aรฑos el pasado 15 de marzo. Llegรณ a Mรฉxico a los diecisiete, en 1949. Segรบn รฉl ha contado, existe una fotografรญa en la que aparece, a los dieciocho, pintando con un caballete en la Pirรกmide del Sol en Teotihuacรกn. En esa imagen, que no he visto pero me resulta mentalmente perdurable, parece depositarse a la distancia todo un trayecto de vida: Vicente Rojo pintando desde un mirador.

Aunque es una persona modesta y a ras de tierra, Rojo posee una capacidad para mirar las cosas desde lo alto. Deslumbrado a su llegada por la luz del valle de Mรฉxico, tan celebrada por Humboldt, y acaso sin saberlo entonces, Rojo volvรญa sobre los pasos del explorador que privilegiaba las “vistas altas” en sus estudios naturalistas, vistas que lograba desde los picos de los volcanes. Humboldt consideraba que situarse en lo alto era la clave de todo conocimiento. Vicente Rojo, a propรณsito de aquella foto en Teotihuacรกn, apunta que su formaciรณn cultural comenzaba entonces como la de “un joven mexicano รกvido de aprender”. Sucede comรบnmente entre los inmigrantes que, para adaptarse a un nuevo medio, y dadas las dificultades que impone el comenzar “desde abajo”, buscan situarse en una meseta espiritual. Entre los exiliados espaรฑoles, mesetas asรญ eran, entre otras, las revistas y las mesas de cafรฉ. Vicente Rojo hallรณ en la pintura un mirador.

Si algunos de sus primeros cuadros son paisajes urbanos que captan alturas, ya sea la azotea de Vecindad, 1952, o los techos en Estudio (Parรญs), 1954, la verdadera visiรณn desde la altura le habrรญa llegado a principios de los aรฑos cincuenta en el valle de Cholula, cuando Rojo contemplรณ la lluvia desde la loma de Tonantzintla: “estaba formada por dos cortinas de agua que caรญan separadas, cada una a un extremo del inmenso valle. Era una imagen poderosa y al mismo tiempo delicada, visiรณn insรณlita que me persiguiรณ durante muchos aรฑos.” Este fue el abismado origen de la serie Mรฉxico bajo la lluvia. Intuyo que Rojo tuvo en Tonantzintla por primera vez una visiรณn completa de Mรฉxico.

En varias de sus series pictรณricas ha perseguido y logrado esa visiรณn. Estรก en algunas de sus Pirรกmides, y en algunos de sus Escenarios, Cรณdices, Volcanes y Crรกteres. Nutrido con la porfรญa de ir mรกs y mรกs allรก, su trabajo serial indaga en formas y bloques dentro de planos cuadrados, afianzรกndose por lo general en el concretismo y en el arte matรฉrico. Si viviรณ una suerte de epifanรญa en el paisaje cholulteca, Rojo se desprende del paisajismo pictรณrico nada menos que tocรกndolo, valga la contradicciรณn: no sublima el paisaje sino que lo amasa; su Mรฉxico es para las manos. Como en ciertos momentos del paisajismo de Josรฉ Marรญa Velasco, las pirรกmides y los volcanes son, en algunas de las esculturas y cuadros de Rojo, mรกs que anรกlogos, consustanciales. La dignificaciรณn de la ruina parece predecir una erupciรณn.

Quisiera seรฑalar una obra รบnica, en que considero que Rojo ha asentado y ofrecido como legado esa visiรณn completa de Mรฉxico: Paรญs de volcanes, 2003, la fuente escultรณrica de piedra roja que se halla en la Plaza Juรกrez, frente al acceso del edificio de la Secretarรญa de Relaciones Exteriores. Se trata de una fuente cuya avenida de agua desciende suavemente de lo alto por una caรฑada inclinada, ondulada en su lecho como tallador de lavado, que desemboca en un espejo de agua medianamente alto que a su vez desagua en un gran depรณsito no muy profundo donde se alinean centenares de cuerpos piramidales de tamaรฑo uniforme cuyas cumbres despuntan sobre el ras del agua. Este depรณsito estรก ligeramente debajo del nivel del piso de la plaza, por lo que el paseante aprehende de inmediato la “vista alta” de una geografรญa volcรกnica pero tambiรฉn hecha de pirรกmides e historia. Las diagonales recortadas por la plรฉtora de cuerpos piramidales, tanto en su coordenada vertical como horizontal, no dejan de evocar los cuadros de Mรฉxico bajo la lluvia, conformados tambiรฉn por ritmos diagonales establecidos en ristras de pequeรฑos triรกngulos. La caรฑada del agua en plano inclinado, que juega a ser cascada o lluvia en diagonal, fortalece la impronta de quien fue el muchacho que mirรณ llover cortinas en Tonantzintla.

La visiรณn desde lo alto, reivindicada por los romรกnticos y que caracteriza ciertamente el paisajismo en la pintura mexicana del siglo XIX, no fue adoptada en su รฉpoca solo como perspectiva geogrรกfica y geopolรญtica (desde luego que los pintores naturalistas europeos, que tanto exploraron las vistas altas de Mรฉxico, hacรญan levantamientos de relieve y recursos de acuerdo a intereses estratรฉgicos de sus naciones de origen), sino tambiรฉn militar. Ni el paisaje pictรณrico era solo arte, ni el mapa ha sido jamรกs puro conocimiento geogrรกfico. Los miradores en los caminos y en las cimas, que hoy son pasables atractivos turรญsticos en edificios o a la vera de las carreteras sobre bosques y valles, fueron originalmente concebidos, en el paisaje campestre o urbano, como construcciones militares. Y traigo esto a cuento por una razรณn histรณrica y familiar: Vicente Rojo es sobrino del general Vicente Rojo Lluch (1894-1996), quien fue jefe del Estado Mayor Central de la Fuerzas Armadas de la Repรบblica espaรฑola y jefe del Estado Mayor del Ejรฉrcito de Tierra durante la Guerra Civil, nada menos que el principal rival militar de Francisco Franco. Nuestro pintor, quien se ha referido siempre a su tรญo con absoluta admiraciรณn, padeciรณ en su infancia barcelonesa penurias por ser pariente cercano de uno de los grandes derrotados de la guerra. Al arribar a Mรฉxico –Vicente lo ha dicho y lo ha pintado de todas formas–, hallรณ por fin su libertad, que ha ejercido con vistas altas y manos empeรฑosas.

Si de niรฑo Vicente Rojo Almazรกn viviรณ los bombardeos de la aviaciรณn fascista sobre Barcelona, y ancla ahรญ otra versiรณn de su visiรณn desde lo alto, aunque con terrible lluvia mortรญfera –por ejemplo en Paseo de San Juan (Vuelo nocturno 1), 1989, cuadro referido a esa experiencia, con el candor perdido del niรฑo que no tenรญa juguetes pero escuchaba avioncitos surcar el cielo–, las vistas altas que ha conocido y desarrollado en Mรฉxico, en todos los planos de su actividad como artista, como diseรฑador grรกfico, como editor y formador de editores grรกficos, surgen de una posiciรณn รฉtica y estratรฉgica que seguramente le deben algo a la figura consanguรญnea y trรกgica del general Rojo, comandante de los republicanos en la prolongadรญsima batalla del Ebro, la definitiva de la guerra espaรฑola. La visiรณn del general desde las lomas sobre el valle del Ebro y la visiรณn de su sobrino desde la loma de Tonantzintla se tocan. El pintor la toca cada dรญa sobre el pliego en la mesa de trabajo o el lienzo tendido sobre el suelo. Pienso en el nombre Vicente Rojo, y acude un tรฉrmino: lealtad. Un leal del paรญs que atisbรณ entre la lluvia. ~

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(ciudad de Mรฉxico, 1956) es poeta y ensayista. Su libro mรกs reciente es 'Persecuciรณn de un rayo de luz' (Conaculta, 2013).


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