Siempre fuimos modernas. Una visita a las obras de mujeres artistas en el MAM

La muestra “Presencia infinita” desmantela la narrativa hegemónica del arte moderno mexicano, reivindicando el lugar de las mujeres artistas a través de sus obras.
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A sesenta años de la fundación del Museo de Arte Moderno (MAM), el recinto se ha propuesto desestabilizar los relatos históricos con la serie de exposiciones Ficciones de la modernidad. Si bien las seis muestras que la conforman ofrecen panoramas donde se integra el trabajo de las mujeres, la exposición Presencia infinita –dedicada totalmente a las obras de mujeres artistas en la colección del MAM– resulta un destacado aporte para desarticular lo que la teórica feminista Mira Schor nombra como “el linaje paterno”, es decir, la validación y legitimación de las artes en clave masculina.

En Presencia infinita podemos encontrar obras de mujeres que en su propio tiempo ganaron premios de adquisición, fueron contratadas por la Secretaría de Educación Pública, formaron grupos de trabajo, se desempeñaron como líderes pedagógicas y se movilizaron activamente en sus contextos. Destaca cómo las artistas articulan procesos culturales de resistencia, cuestionamiento y confrontación, en un medio que por mucho tiempo fue hostil hacia su presencia.

Como ejemplo de ello encontramos los bocetos de María Izquierdo realizados en 1945 para desarrollar murales en el Departamento Central. Si bien la obra había sido comisionada por Javier Rojo Gómez, en aquel entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, esta no pudo realizarse debido a que los artistas Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros solicitaron su cancelación alegando que la artista “carecía de experiencia y calidad” para realizar el proyecto. Poder apreciar los bocetos expuestos en la muestra nos permite reparar en la potencialidad de la obra. En el primer boceto la artista había proyectado trazar un continuo histórico entre la figura prehispánica del tlacuilo y una mujer arquitecta del siglo XX, lo cual constituye toda una declaración. En el siguiente boceto, realizado a lápiz, Izquierdo retrata el trabajo campesino y obrero de las mujeres que se actualiza según los medios de producción. Estas dos piezas que nunca llegaron a realizarse hablaban ya de la necesidad de reconocimiento para el trabajo de las mujeres. Constituyen una muy importante reivindicación de los movimientos feministas. Teóricas contemporáneas como Silvia Federici exponen cómo la acumulación económica del capitalismo se ha sustentado sobre la invisibilización del trabajo de las mujeres.

En Presencia infinita también nos encontramos con Lola Cueto, quien dedicó mucha de su trayectoria a la producción de títeres y marionetas para niños (área que le valió el reconocimiento de la SEP, para quien trabajó en el diseño e implementación del programa de educación artística). A pesar de haber sido ampliamente reconocida en su tiempo, no fue sino hasta el año 2009 cuando el Instituto Nacional de Bellas Artes realizó una retrospectiva de su trabajo. De ella, se expone una bellísima laca sobre madera en la que representa a una tehuana. A través de esa pieza podemos acercarnos al horizonte estético de la artista cuyo trabajo fue dedicado en buena parte a las infancias y donde los temas y técnicas de la cultura popular son muy valorados.

La presencia de Celia Calderón –maestra pintora y grabadora, quien formó parte del Taller de Gráfica Popular– es otro acierto de la muestra. Aunque lamentablemente su pintura Héroes del trabajo no está fechada, podría ubicarse en el periodo de sus viajes por la antigua Unión Soviética y la República Popular China. En esta obra se percibe el compromiso con la lucha obrera mundial que impulsó los movimientos socialistas más representativos del siglo XX. Si bien Calderón tuvo mucho reconocimiento en vida, esto cambió tras su muerte. Se suicidó mediante un disparo en la sien en la Academia de San Carlos, donde trabajaba como maestra, en 1969. Poco se ha hablado de lo que la motivó y ese silencio resulta inquietante si pensamos en el libro de Virginia Woolf Una habitación propia (1929), donde la autora denuncia cómo la vida de las mujeres creadoras se va minando por las estructuras patriarcales. En Presencia infinita se incluye además su obra gráfica en diálogo con el trabajo de Elena Huerta y Sarah Jiménez, quienes también formaron parte del Taller de Gráfica Popular.

Otra obra pictórica interesante es Naturaleza muerta (s/f) de Rina Lazo. Aunque la artista es más conocida por su trabajo como muralista, esta obra de caballete es exquisita. En ella vemos unos melones, una guanábana, unas tunas rojas y unos nopales, que componen un bodegón minimalista. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que estas obras que representan la biodiversidad puedan ser entendidas como parte de una sensibilidad territorial, necesaria actualmente para instaurar una cultura de reconocimiento y cuidado de los entornos. Podemos ver así cómo los temas de la exposición se enlazan con el presente, mantienen una mirada atenta a problemáticas vigentes.

Asimismo, la exposición propone trazar genealogías temáticas. Una de ellas, en el eje “Vanguardia y modernidad”, incluye a Nahui Olin y a autoras surrealistas como Alice Rahon, Remedios Varo y Leonora Carrington, en diálogo con fotógrafas como Kati Horna, Graciela Iturbide y Yolanda Andrade, en una suerte de mirada oblicua que encuentra lo extraordinario en lo cotidiano.

También se presenta la vanguardia matérica y formal llevada a cabo por mujeres artistas como Lilia Carrillo, Irma Palacios, Nadine Prado y Beatriz Ezban, quienes recurren a la abstracción como forma de desestabilizar lo asumido como “femenino”. En sus obras no hay intimidad ni historias personales, hay forma y exploración. Ejemplo de ello es también el trabajo de Ángela Gurría, donde la línea es asumida como eje constructivo para llevarse a una tridimensionalidad monumental.

Por otro lado, el cuestionamiento a las narrativas del patriarcado se hace presente en muchas obras, como en los retratos de madres luchadoras de la fotógrafa Lourdes Grobet, quien expone cómo presentarse en el ring y amamantar son dos trabajos que van de la mano, con lo cual la autora desmitifica los estereotipos de la delicadeza y consagración al ámbito privado impuestos sobre las mujeres que maternan.

También hay trabajos representativos del arte procesual, como la obra de Laura Anderson Barbata, quien repatrió los restos de Julia Pastrana (1834-1860) para dignificar a esta mujer que al nacer con hipertricosis –enfermedad que produce vello excesivo en la piel– fue expuesta como fenómeno en circos y espectáculos de su época. Un proyecto de repatriación que le llevó diez años.

El interés de las mujeres artistas por la cultura material puede observarse en las piezas La bufadora (1978) de Marta Palau y La magia de la grana (1987-1988) de Androna Linartas, ambas realizadas con fibras y tintes naturales. Estas piezas son una declaración de una modernidad alterna a la de los procesos industriales. Frente a los insumos plásticos y los componentes tóxicos que abundan en el arte, sus obras revaloran los conocimientos ancestrales que habitan en el tejido tradicional.

Por supuesto, en la exposición están presentes obras de mujeres que resultaron un parteaguas en la historia del arte mexicano como Yani Pecanins o Mónica Mayer, cuyas piezas y trabajo de gestión cultural han desestabilizado el canon al abrir vetas de trabajo sumamente amplias para las mujeres artistas. Aunque en esta breve reseña no se lograría abarcar todas las piezas, cada obra exhibida constituye una declaratoria y una relectura cultural.

Finalmente, en un interés por hablar de la gestión en los museos, en la exposición se ha incluido la lista de las directoras del MAM a lo largo de estos sesenta años. También se exponen infografías donde se indica, por ejemplo, cómo de las 3,416 piezas que forman la colección, 465 obras fueron hechas por mujeres, es decir el 14% de todo el acervo. Este es el panorama de desigualdad inscrito en la historia del arte moderno en México que nos permite comprender la importancia de esta muestra. Por ello, Presencia infinita constituye un ejercicio crítico, una revisión histórica y una narración alterna a la de la modernidad hegemónicamente relatada. Hace patente que las instituciones pueden ofrecer nuevas perspectivas de su propio acervo cuando adoptan un enfoque feminista, tal y como lo ha hecho el equipo curatorial del museo. ~


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