En los รบltimos meses decenas de reporteros y comentaristas en los medios de comunicaciรณn han expresado su sorpresa por el โregresoโ de la guerra y las posibilidades renovadas de una Tercera Guerra Mundial centrada en Ucrania. โEl jueves por la maรฑana Europa despertรณ con una gran guerra, luego de que el presidente ruso Vladรญmir Putin lanzara una violenta y mรบltiple invasiรณn a Ucrania, la democracia que se posa entre los paรญses de la OTAN y Rusiaโ, escribiรณ Zachary B. Wolf de CNN solo unas horas despuรฉs de que el ejรฉrcito ruso atacara por primera vez. Una sorpresa similar manifestรณ el intelectual mรกs destacado de Alemania, Jรผrgen Habermas: โ77 aรฑos despuรฉs del fin de la Segunda Guerra Mundial y 33 aรฑos despuรฉs del final de una paz frรกgil sostenida solo a travรฉs de un delicado balance de terrorโ, escribiรณ en el periรณdico Sรผddeutsche Zeitung, โlas imรกgenes perturbadoras de la guerra han regresado, justo afuera de nuestra puerta y desatadas arbitrariamente por Rusiaโ.
Estas declaraciones me han parecido tan sorprendentes como desconcertantes, aunque solo sea porque en mi vida la guerra ha sido una constante compaรฑera. Nacรญ en una era de guerra interminable. Mi tรญo fue torturado y privado de alimento hasta su muerte en un campo de concentraciรณn japonรฉs en la isla de Ambon. En mi adolescencia, imรกgenes de hambre y muerte en Biafra llegaron a mรญ a travรฉs de los periรณdicos de finales de la dรฉcada de 1960. En mi primera semana de universidad, fui reclutado para pelear en Vietnam. Me rehusรฉ. Conocida como la primera guerra televisada, nombrada asรญ por Marshall McLuhan, ese roce con la guerra provocรณ desacuerdos familiares y me enseรฑรณ mis primeras lecciones sobre polรญtica. Vivรญ de cerca los tiroteos cuando visitรฉ Lรญbano, justo en el momento en que ese hermoso paรญs se sumergรญa en un conflicto brutal que demostrรณ que ninguna guerra es civil. Vi con mis propios ojos cรณmo la guerra genera cรญrculos viciosos de odio y deja a todo un paรญs en la absoluta ruina, con solo vรญctimas y ningรบn vencedor.
La guerra ha sido interminable para mรญ de otras maneras. Las cosas mรกs memorables, los puntos bajos, incluyen dar la espalda pรบblicamente al izamiento de la Union Jack durante la guerra de las Malvinas. A finales de la dรฉcada de 1970, en un club repleto de Londres (si mi memoria no me falla) vi a The Clash cantar con fuerza la letra โHate and war! The only thing we got today!โ. En diciembre de 1991, golpeรฉ fuertemente la mesa de un presentador durante una entrevista para el canal de televisiรณn Sky News, sobre el bombardeo de Dubrovnik, una ciudad donde habรญa enseรฑado durante varios aรฑos antes del estallido de una guerra vil que marcรณ de por vida a la mayorรญa de mis amigos yugoslavos.
Mรกs tarde escribรญ y presentรฉ un documental de radio de la BBC sobre las pruebas nucleares secretas que tuvieron lugar a mediados de la dรฉcada de 1950 en mi natal Australia Meridional. Destacan las historias de los supervivientes de los experimentos imprudentes que arrojaron nubes de contaminaciรณn a lo largo del desierto y dejaron atrรกs una vasta zona de basura nuclear que cobrรณ incontables vidas, incluidas las de los indรญgenas desarraigados y las de lo trabajadores del lugar, entre ellos mi padre. Esto me motivรณ a escribir y publicar ensayos y libros acerca de la violencia, de la historia de la guerra y la democracia, y de la nueva guerra contra los capos de la droga, terroristas, guerrillas y otros agentes no estatales. A travรฉs de la televisiรณn, la radio y los periรณdicos he sido testigo de lo que se siente como una procesiรณn permanente de guerras en Mozambique, Mali y Somalia, en Palestina, Irak, Afganistรกn y Siria, y en Myanmar y Cachemira. Y ahora hay una cobertura mediรกtica mundial del horror, la carnicerรญa y la destrucciรณn de dรญa y noche que llueve sobre la poblaciรณn de Ucrania.
La historia importa
Cuando se trata de dar sentido a todas las guerras de nuestra รฉpoca y cรณmo el periodismo narra sus efectos a pรบblicos lejanos, la historia de verdad importa. Cuando somos ignorantes del pasado, invariablemente malinterpretamos el presente; la conciencia del pasado nos ayuda a comprender la medida de las cosas. Llegamos a darnos cuenta, por ejemplo, de la gran importancia militar y polรญtica de las armas reciรฉn diseรฑadas (la espada, el fuego griego, la ballesta, la ametralladora y las armas quรญmicas) y los modos cambiantes de combatir en la guerra. Llegamos al entendimiento de cรณmo, durante la segunda mitad del siglo XIX, la guerra disputada por la caballerรญa y las formaciones cerradas de infanterรญa se volviรณ obsoleta debido a los rifles, los caรฑones de acero y los proyectiles explosivos; y nos vemos obligados a preguntarnos si las armas nucleares y el llamado โequilibrio del terrorโ protegerรกn para siempre nuestro planeta de la autodestrucciรณn humana. Somos dirigidos tambiรฉn a ver que esos pequeรฑos desarrollos pueden tener consecuencias histรณricas mucho mรกs graves.
Pensemos en la invenciรณn, a mitad del siglo XIX, de la profesiรณn del reportero de guerra y el papel de figuras como William Russell, un colega irlandรฉs, a quien, al parecer, le gustaba mucho beber para calmar sus nervios cuando estaba en misiones y asรญ poder entregar valiosos despachos noticiosos para The Times en Londres desde Crimea y los campos ensangrentados de la rebeliรณn de la India, la guerra civil estadounidense y la guerra franco-prusiana a principios de la dรฉcada de 1870.
La historia importa de otra manera. Nos ayuda traer a la memoria lo que nos han enseรฑado Harold Innis y Marshall McLuhan de la escuela de periodismo y medios de Toronto: diferentes modos histรณricos de comunicaciรณn estructuran de manera diferente los sentidos corporales de las personas, los patrones de cogniciรณn, los horizontes mentales y las experiencias diarias del mundo. Los medios de comunicaciรณn no deben entenderse como canales โneutralesโ que transmiten โinformaciรณnโ.
Pensemos las cosas de otra manera. En tiempos definidos por la oralidad, la escritura y los mensajes difundidos por caballos, burros y corredores a pie, las batallas, los asedios, las victorias y las pรฉrdidas se informaban solo despuรฉs del hecho. La guerra no conociรณ la cobertura mediรกtica. Las noticias de los frentes de batalla se transmitรญan en cรกmara lenta, se relataba ex post en poemas, obras de teatro, discursos y libros, algunos de los cuales mรกs tarde โse convirtieron en clรกsicos. Un ejemplo de esto es la Historia de la guerra del Peloponeso, de Tucรญdides, de finales del siglo V a. C., recordada por su observaciรณn de que en la guerra โlos fuertes hacen lo que pueden y los dรฉbiles sufren lo que debenโ. El arte de la guerra, el famoso libro de Sun Tzu, escrito casi un siglo antes, es recordado de manera similar por su comparaciรณn de la guerra con el agua que fluye y proverbios como โLa excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin lucharโ. De la guerra, del general prusiano Carl von Clausewitz, publicado pรณstumamente en 1832, encaja en este patrรณn, pues hace hincapiรฉ en que, en una era de movilizaciรณn popular, la guerra es una continuaciรณn de la polรญtica usando otros mรฉtodos; es un clรกsico que pertenece a la รฉpoca marcada por la ausencia de reportajes de guerra y por la entrega de noticias en cรกmara lenta.
En el momento de la batalla de Waterloo, en 1815, por ejemplo, habรญa 56 periรณdicos publicados en Londres, pero ninguno de ellos planeรณ narrar las noticias desde el frente de batalla. Llevada por caballos y por un bote de remos, la noticia de la histรณrica derrota de Bonaparte por el ejรฉrcito de Wellington, a menos de 350 kilรณmetros de Londres, tardรณ tres dรญas en conocerse en la ciudad y siete meses en llegar a Sรญdney en velero.
Cuando las imprentas publicaban periรณdicos con las noticias diarias y las historias se difundรญan con la ayuda de los barcos de vapor alimentados con carbรณn, el telรฉgrafo y las primeras transmisiones de radio, las noticias de la guerra se electrificaron. Las barreras espacio-temporales se redujeron rรกpidamente, pero nunca alcanzaron el punto cero. A menudo se dice que la Primera Guerra Mundial fue el primer conflicto militar delineado por las comunicaciones masivas electrificadas. Una nueva investigaciรณn, sin embargo, arroja dudas sobre esa vieja historia eurocรฉntrica que en 1914-1918 fue un punto de inflexiรณn histรณrico en los despachos de guerra de los medios. Sucediรณ antes y en otros lugares.
Los inicios de la transmisiรณn masiva de la guerra se remontan a la guerra ruso-japonesa de 1904-1905. Ese conflicto no solo fue la primera guerra moderna que resultรณ en la victoria de una potencia asiรกtica a expensas de un ejรฉrcito con base en Europa. Fue el momento en que, por primera vez, periodistas de guerra como Lionel James, que trabajaba para The New York Times y The Times de Londres, experimentaron con la tecnologรญa de radio. Para superar el viejo problema de la interferencia de los mensajes telegrafiados por parte de los operadores en las estaciones de retransmisiรณn (a menudo los reportajes eran censurados o su contenido era falsificado), James proporcionรณ a los periรณdicos noticias de las batallas desde un barco en alta mar, equipado con un improvisado mรกstil transmisor de radio.
La invenciรณn y la aplicaciรณn de la transmisiรณn satelital para el reportaje de guerra, seguido por la integraciรณn digital de periรณdicos, radio y televisiรณn, y la multiplicaciรณn de plataformas de guardianes y observadores, desde entonces, lo han cambiado todo. A lo largo de mi vida, las historias de guerra han estado disponibles al instante en todos los puntos del planeta. La guerra se ha vuelto extremadamente visible y mรกs palpable, se ha acercado mรกs a nosotros. Recordemos el punto clave: en cualquier รฉpoca, en asuntos de guerra, las fuerzas reinantes y las relaciones de comunicaciรณn estructuran lo que se puede informar, cรณmo se informa sobre la guerra, por quรฉ esta o aquella guerra es significativa y cรณmo la โsientenโ tanto las vรญctimas como los testigos. El medio da forma a los mensajes enviados y su recepciรณn pรบblica.
Marshall McLuhan destacรณ en Guerra y paz en la aldea global (1968) la importancia histรณrica de los periodistas que usaron por primera vez cรกmaras portรกtiles de cinta (Portopac), que funcionaban con baterรญas. Ellos grababan sus despachos noticiosos en aviones durante la noche para abastecer de noticias a los medios televisivos que las transmitรญan la maรฑana siguiente en casa. โAhora estamos en medio de nuestra primera guerra televisadaโ, escribiรณ. โLa guerra televisada ha significado el fin de la dicotomรญa entre civiles y militares. El pรบblico ahora participa en todas las fases de la guerra, y las principales acciones de la guerra ahora se estรกn librando en los propios hogares estadounidenses.โ
La cobertura ininterrumpida que hizo CNN, en 1991, de la guerra del Golfo llevรณ las cosas mรกs lejos. Fue uno de los momentos decisivos en la historia contemporรกnea de la guerra y los medios. Seรฑalรณ el fin de las demoras en el espacio-tiempo, la primera distribuciรณn verdaderamente global en tiempo real, la mรกs completa mediaciรณn de guerra en la historia. Abriรณ el camino para una serie de novedades, incluso haciendo posible, como en Mogadiscio, Somalia, los reportajes en vivo que mostraban a periodistas armados con luces, cรกmaras y micrรณfonos saludando extraรฑamente el desembarco de los marinos estadounidenses en la Operaciรณn Restaurar la Esperanza, en 1992.
Guerras del metaverso
La digitalizaciรณn del reportaje de guerra culmina hoy en lo que Shi Zhan, un joven estudiante chino, ha llamado โla primera guerra del metaversoโ. La frase debe usarse con cautela. Metaverso es una palabra imprecisa. Ha sido tomada de la novela de ciencia ficciรณn Snow crash de Neal Stephenson para referirse a las tecnologรญas 3D en red digital que invitan a los usuarios, socialmente conectados, a lo que parecen ser mundos virtuales โrealistasโ. Si se usa con cuidado es una buena palabra para describir la forma en que la guerra, por primera vez, empieza a tener una calidad de realidad aumentada, digitalizada y gamificada.
Consideremos estas caracterรญsticas del metaverso en la guerra de Ucrania. Cada noche, el presidente del paรญs devastado por la guerra, que antes fue un actor y comediante de televisiรณn, la estrella de una serie llamada Servidor del pueblo, hace solicitudes morales de ayuda militar a las audiencias de todo el mundo. Comparando las fuerzas rusas con el enemigo imperial en Star wars, anticipando el triunfo de Ucrania como una โdemocracia digitalโ de clase mundial, el presidente aparece como un holograma en el escenario de los festivales tecnolรณgicos europeos. Las representaciones escรฉnicas del presidente son cuidadosamente pensadas para su pรบblico objetivo. Lo que les dice a los miembros de la Knรฉset (โRusia estรก preparando una โsoluciรณn finalโ para Ucraniaโ) difiere en tono y sustancia de lo que dice por enlace de video a los parlamentos en Atenas (โUcrania es uno de los paรญses ortodoxos que fue cristianizado por los griegosโ) y en Ottawa (donde recibiรณ varias ovaciones de pie durante un discurso plagado de referencias a Vancouver, la Torre CN en Toronto y otras ciudades y lugares reconocidos). Profesionales especialistas y expertos en televisiรณn, relaciones pรบblicas y mercadotecnia asisten a la dramaturgia. Su trabajo es narrar el progreso de la guerra y despertar la indignaciรณn de los espectadores utilizando al mรกximo las redes digitales disponibles.
Las guerras del metaverso unen los dos mundos en lรญnea y fuera de esta. Sesiones informativas de la sala de guerra, campos de batalla repletos de humo, imรกgenes de aviones en combate, tanques y tropas, edificios destrozados, campos en llamas y civiles aterrados: imรกgenes, sonidos e historias escritas sobre todos los horrores de la guerra se combinan y transmiten como informaciรณn en tiempo real. Los mensajes son recibidos y circulan por una plรฉtora de plataformas. No todas estas son empresas de comunicaciรณn estatales o con รกnimos de lucro.
La guerra se vuelve una representaciรณn โgamificadaโ en las redes sociales. Hay ataques cibernรฉticos, piraterรญa organizada, propagaciรณn de programas maliciosos, desmantelamiento y cambios en la apariencia de sitios. Cubiertos en el mayor secreto, los drones impulsados por IA (enjambres de drones y nanodrones conocidos en el gremio como โsistemas aรฉreos pilotados remotamenteโ) matan de forma anรณnima, sin previo aviso y desde grandes alturas. Voluntarios se unen a ejรฉrcitos cibernรฉticos a travรฉs de Telegram. Las comunidades cripto recaudan fondos para la guerra. La informaciรณn se copia, se publica y se vuelve a publicar, se mezcla, โme gustaโ y โno me gustaโ. Los gobernadores y alcaldes publican noticias en Facebook y Twitter. Los usuarios se dejan llevar por la actuaciรณn. Ejรฉrcitos enteros hacen lo mismo, por ejemplo: en reformas importantes de los รบltimos aรฑos, el ejรฉrcito de Ucrania prescindiรณ de unidades de combate mรกs grandes que sus escuadrones. Como consecuencia, sus estructuras de combate de guerra son mรกs planas y sus operaciones de mando e inteligencia mรกs estrechamente conectadas digitalmente. Ahora despliegan, guiados digitalmente, misiles Stinger y Javelin y armas antitanques NLAW de Saab.
Por su parte, los civiles ofrecen sobre el terreno servicios de inteligencia a las fuerzas armadas; y los ciudadanos transmiten en vivo sus propias desgracias al resto del mundo. Los vloggers, incluidos los extranjeros como Jixian Wang, en Odesa, transmiten continuamente comentarios. Reporteros itinerantes independientes hacen circular informaciรณn desde el lugar de los hechos. Las imรกgenes espeluznantes y los vรญvidos sonidos que recopilan son recogidos por Al Jazeera, Los Angeles Times y otras plataformas de medios mayoritarios. Lo local atrae audiencias mundiales a la realidad virtual 3D de la guerra.
Censura
En la รฉpoca de las guerras del metaverso, la digitalizaciรณn del reportaje de guerra estรก complicando la vida de los Estados y los ejรฉrcitos. No deberรญa ser sorpresa, dado que el poder arbitrario ama el secreto y hace todo lo posible para bloquear y retocar las imรกgenes, los sonidos y las historias que considere peligrosas. Ama el despotismo al estilo ruso y sus plataformas de noticias controladas por el Estado que se especializan en aplastar y criminalizar los mensajes de sus oponentes, como Vremya. Se sofoca a Twitter y el ingreso a Facebook depende de que puedan volverlo lento. Pero no hay รกngeles en la guerra del metaverso. La informaciรณn exacta sobre el nรบmero diario de soldados ucranianos muertos o heridos en acciรณn no suele estar disponible. Tambiรฉn falta la documentaciรณn necesaria para confirmar o contrarrestar la sospecha de que el bombardeo del teatro Mariรบpol fue el trabajo sucio del Batallรณn Azov y no del ejรฉrcito ruso. Es un antiguo patrรณn. Ahora vivimos en sociedades saturadas de medios, pero cuando se trata de censura algunas cosas no han cambiado. Desde la llegada del reportaje de guerra en el siglo XIX, los Estados en conflicto hacen todo lo posible por asegurarse de que la verdad sea la primera โy los matices la segundaโ vรญctima de la guerra. La guerra contra los medios es la gemela de la guerra mediada.
La guerra ruso-japonesa de 1904-1905 fue crucial. Ese fue el momento en que un gobierno reprimiรณ sistemรกticamente a los periodistas europeos y estadounidenses, impidiรฉndoles acercarse a las primeras lรญneas de la batalla y, en su lugar, recluyรฉndolos en Tokio, donde fueron entretenidos con lujosas cenas, representaciones teatrales y paseos por la isla. Desde entonces, las tรฉcnicas de control de los Estados se han vuelto mรกs y mรกs sofisticadas. Consideremos el caso de Estados Unidos. Una repรบblica orgullosa de su compromiso con la Primera Enmienda, los gobiernos sucesivos han hecho todo lo que estรก en sus manos para evitar que los periodistas metan las narices en los asuntos militares. Cuando Estados Unidos entrรณ en la Primera Guerra Mundial, el gobierno controlรณ y censurรณ las comunicaciones por radio y las fotografรญas. Los periodistas se mantuvieron lejos del frente. En 1917 y 1918, Woodrow Wilson y el Congreso aprobaron las leyes de Actos de Espionaje y Sediciรณn, declarando ilegales la profanaciรณn de la bandera y la publicaciรณn de material considerado โdesleal, profano, injurioso o abusivoโ. A 75 periรณdicos se les retirรณ su privilegio de correo o fueron obligados a suavizar su oposiciรณn editorial a la guerra.
ย ย ย ย ย ย ย ย ย ย ย Durante la Segunda Guerra Mundial se creรณ la Oficina de Censura militar, la cual obligรณ a los periodistas que querรญan tener acceso a la guerra a solicitar identificaciones oficiales, lo que obviamente significaba que tenรญan que seguir la lรญnea del gobierno. No hubo historias sobre la creaciรณn de la bomba atรณmica hasta que la Segunda Guerra Mundial llegรณ a su fin. Con la guerra de Vietnam se estableciรณ la Oficina Conjunta de Asuntos Pรบblicos de Estados Unidos que organizaba conferencias de prensa diarias para gestionar la narrativa de una guerra que eventualmente se perdiรณ, en parte debido a los duros reportajes de los medios. No se deben pasar por alto los momentos en los que las fuerzas armadas de Estados Unidos se lanzan a la guerra contra los medios de comunicaciรณn de su enemigo objetivo. La Primera Enmienda significa entonces poco o nada, como durante la invasiรณn de Bagdad en 2003. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld convocรณ personalmente a los altos funcionarios de Al Jazeera a Washington y durante una gรฉlida reuniรณn que durรณ solo unos minutos (tengo informaciรณn fidedigna al respecto) insinuรณ que atacarรญan su sede en Doha. En Bagdad, las fuerzas estadounidenses bombardearon despuรฉs Al Jazeera y Abu Dhabi TV; y, en un incidente bien conocido, bombardearon el Hotel Palestina, la residencia principal de periodistas independientes; durante el ataque murieron un reportero de Ucrania y otro de Espaรฑa.
Espectรกculos
En la era de las guerras del metaverso, la guerra no es solo un escenario en el cual la censura gobierna con supremacรญa. En el siglo pasado, por primera vez, los medios de comunicaciรณn se utilizaron para embellecer los conflictos bรฉlicos, como lo apuntรณ Walter Benjamin. En la รฉpoca de la reproducciรณn mecรกnica, comentรณ, la guerra se representa a travรฉs de โespectรกculos que promueven la ilusiรณnโ y โel placer estรฉticoโ. El fascismo fue el principal impulsor de esta estetizaciรณn de la guerra. El comunismo, concluyรณ, responde โpolitizando el arteโ.
Benjamin estaba en lo cierto sobre el fascismo โrecordemos las pelรญculas de Leni Riefenstahl y el documental Theresienstadt (extraoficialmente El Fรผhrer da una ciudad a los judรญos)โ, pero no acerca del comunismo โuna larga y sรณrdida historiaโ o sobre las democracias capitalistas que siguieron. En la era de la guerra del metaverso, los gobiernos electos y sus fuerzas armadas, con la ayuda de periodistas leales y las herramientas de comunicaciรณn de รบltima generaciรณn, transforman la guerra en un entretenimiento multimedia. La guerra se convierte en la gemela de la comunicaciรณn. Las plataformas multimedia interpelan, movilizan, seducen; su funciรณn es ser vendedoras de eufemismos, ilusiones, mentiras y distorsiones, agentes de persuasiรณn y engaรฑo pรบblico. Por su parte, los ejรฉrcitos y los gobiernos las usan para proyectar y controlar sofisticadas narrativas mediรกticas diseรฑadas para ganar el apoyo pรบblico para la guerra.
La regla de trabajo de los guerreros es difundir estratรฉgicamente la informaciรณn y desinformaciรณn en todo momento, utilizando todos los medios disponibles. โLa guerra estรก en las palabrasโ, escribiรณ James Joyce en Finnegans wake (1939). En 1989 el crรญtico cultural francรฉs Paul Virilio replicรณ: โLa guerra es el cine, y el cine es guerra.โ Hoy en dรญa, la guerra viene tambiรฉn envuelta en sonidos, imรกgenes y textos en red. Las operaciones militares estรกn encubiertas en publicidad diseรฑada y manejada por profesionales de las relaciones pรบblicas de las fuerzas armadas. Los oficiales al mando estรกn capacitados para evadir la mala publicidad. Se proporcionan declaraciones, reportes y carpetas de prensa a los periodistas. Palabras clave y frases como cruel, odioso, autรณcrata, armas de destrucciรณn masiva, victoria y democracia son mantras diarios. George Orwell advirtiรณ sobre los lรญderes promotores de la guerra que tergiversan la sintaxis y las palabras y โarrojan la opiniรณn correcta tan automรกticamente como una ametralladora lanza balasโ. Eso es lo que sucede en las guerras del metaverso. Hay guerra en el lenguaje de la guerra, nuevas formas de palabrerรญas en las que oรญmos hablar de โataques quirรบrgicosโ, โarmas inteligentesโ, โdaรฑos colateralesโ y โoperaciones especialesโ. El punto es convertir la contienda en un espectรกculo, en una representaciรณn dirigida por los militares. Hay conferencias de prensa diarias donde se afirma una y otra vez que no hay censura mรกs allรก de lo necesario para la victoria militar y la seguridad de las tropas. De manera calculada, se levanta la moral y se hacen llegar las buenas noticias desde el frente. Un lugar especial estรก reservado para los hombres y mujeres valientes, leyendas y hรฉroes, algunos de ellos soldados desconocidos que han dado su vida, como un piloto de combate conocido como el โFantasma de Kievโ, de quien se dice que llegรณ a la cima de la imposibilidad al derribar sin ayuda a docenas de aviones enemigos (las cejas arqueadas luego obligaron al comando de la Fuerza Aรฉrea de Ucrania a retractarse e instar a los ucranianos a โno descuidar las reglas bรกsicas de higiene de la informaciรณnโ). En todo momento, el objetivo es desprestigiar al adversario, vender la convicciรณn de que se trata de una guerra justa, negar que las cosas van mal, publicar desmentidos instantรกneos, cubrir en silencio las malas noticias.
Silencios
Entre las caracterรญsticas mรกs extraรฑas de las guerras del metaverso actuales estรก la forma en que el periodismo produce agujeros de silencio invisibles dentro de la intensa cobertura mediรกtica de los conflictos militares. Pocos periodistas de los medios mayoritarios se molestan en investigar cรณmo la guerra es una fรกbrica de chatarra, una envenenadora de campos, granjas y bosques, una gran destructora de nuestros ecosistemas planetarios. Rara vez clavan sus dientes en la economรญa polรญtica de las guerras del metaverso.
La cobertura mรญnima, del tipo mรกs anodino y superficial, es su especialidad. โVarios paรญses de la OTAN ahora estรกn suministrando a Ucrania armas mรกs pesadas para que su ejรฉrcito haga retroceder al ejรฉrcito de Rusiaโ, reportรณ BBC News el 5 de mayo de 2022. Al dรญa siguiente, The New York Times agregรณ: โGran Bretaรฑa ofrecerรก 1,300 millones de libras adicionales (alrededor de 1,600 millones de dรณlares) en apoyo militar y ayuda a Ucrania.โ A los periodistas que escriben tales lรญneas parece no ocurrรญrseles que las palabras โofrecerโ y โsuministrarโ son eufemismos para la โventaโ de armas de destrucciรณn masiva; o que sus informes refuerzan el silencio pรบblico sobre corporaciones respaldadas por el Estado, como Rostec de Moscรบ, BAE Systems, el principal contratista de armas de Europa, o Raytheon, el mรกs grande productor de misiles guiados del mundo, o el gigante global de los monstruos con fines de lucro, el fabricante de armas Lockheed Martin.
El mรกs ensordecedor silencio mediรกtico se manifiesta al disimular la muerte. Lo que obviamente debe decirse y repetirse: la guerra es la fiesta de la muerte. La guerra carcome y arruina vidas. Mata. Sus asesinatos revuelven mentes, destrozan sueรฑos, rompen corazones, envenenan la decencia y destruyen la bondad. Los sobrevivientes viven permanentemente con la guerra en sus entraรฑas. Cuando comienza la guerra, el diablo abre las puertas del infierno, dice un viejo proverbio inglรฉs. Los pintores de los Paรญses Bajos Jheronimus Bosch y Pieter Brueghel lo supieron hace cinco siglos. Sus paisajes infernales de cuerpos torturados, humo de fondo y explosiones, y cuerpos apilados entre maraรฑas de escombros capturaron algo de la realidad de la guerra en la Edad Media.
En contraste, en la era de las guerras del metaverso tales imรกgenes brillan por su ausencia. En un estudio de la primera semana de reportajes de la invasiรณn estadounidense a Irak en el 2003, el Proyecto para la Excelencia en el Periodismo, con sede en Washington, informรณ que en mรกs de cuarenta horas de material no hubo imรกgenes de personas heridas o muertas por disparos. Durante las semanas que siguieron, la conciencia pรบblica sobre las muertes en el campo de batalla disminuyรณ drรกsticamente, gracias a las prohibiciones del gobierno de Estados Unidos a los periodistas que filmaban ataรบdes de soldados estadounidenses muertos. No sorprende que, por su papel en la decodificaciรณn y circulaciรณn de cintas de video de asesinatos colaterales, Julian Assange estรฉ sufriendo una detenciรณn permanente sin juicio. Tales detalles sucios hacen que la exageraciรณn parezca adecuada: en la era de las guerras del metaverso, la guerra se ha vuelto incruenta. No hay mรกs salvajismo. Es como si la mediaciรณn de alta intensidad del conflicto bรฉlico requiriera que se purgue de su horror.
Periodismo de noticias de รบltima hora
El camuflaje de la muerte, el silencio sobre la especulaciรณn de la industria armamentista y los peligros del ecocidio distorsionan nuestra comprensiรณn colectiva de las guerras del metaverso. Lo mismo ocurre con la censura gubernamental, la palabrerรญa y las amenazas de hostigamiento y arresto, como cuando George W. Bush advirtiรณ que los crรญticos a la invasiรณn de Irak serรญan tratados como compaรฑeros de viaje del โterrorismoโ. Cada una de estas tendencias nos protege de los horrores mรกs oscuros de la guerra. Pero hay otro factor que nos conduce a su embellecimiento: el periodismo sensacionalista de noticias de รบltima hora en busca de audiencia.
En la era de las guerras del metaverso, los reportajes de noticias de รบltima hora son un gรฉnero que magnetiza a las audiencias y atrae a los anunciantes, pero a un gran costo simbรณlico. En las zonas de guerra de alto riesgo, los periodistas con cascos y chalecos antibalas se apiรฑan en clusterfucks, es decir, situaciones realmente caรณticas donde todo puede salir mal (el tรฉrmino proviene de la guerra de Vietnam). En un terreno del que tienen poco conocimiento directo dependen de intรฉrpretes, porque no hablan o no comprenden los idiomas locales, recurren a rumores y exageraciones. Celebridades de los medios como Anderson Cooper de CNN se lanzan en paracaรญdas para transmitir historias de โinterรฉs humanoโ seleccionadas apresuradamente, de acuerdo con su gran nombre y su gran salario. Hay actualizaciones interminables, pero faltan la profundidad y el contexto en acciรณn. La verificaciรณn cruzada de las historias que estรกn tan ansiosos por enviar se vuelve difรญcil. Por avanzar en su carrera y alcanzar la gloria de la reputaciรณn recurren a la โaprobaciรณn de guionesโ, la prรกctica mediante la cual los guiones son revisados en campo y aceptados antes de ser grabados por los editores en la base. Tambiรฉn se alienta a los reporteros a unirse a los โsistemas de gruposโ, utilizados por primera vez en la guerra del Golfo en 1991. Reciben instrucciones de no informar sobre lo horrible y espantoso.
La subcontrataciรณn tampoco ayuda. En la cobertura de la guerra de Ucrania, la BBC y muchas otras plataformas de los principales medios de comunicaciรณn occidentales confรญan en influencers y โprofesionalesโ locales, como Orysia Khimiak, exdirectora de una firma de relaciones pรบblicas de Ucrania llamada Reface, y en organizaciones como Projector Institute con sede en Kiev, cuyo eslogan es โGloria a Ucrania. ยกGanaremos!โ. El resultado es que las malas noticias no suceden. Los periodistas se convierten en โreplicadores de noticiasโ de tiempos de guerra, soldados de a pie del engaรฑo masivo, vรญctimas de un nuevo sรญndrome de Estocolmo en el que el periodismo dรณcil y voluntario a las estrategias militares se convierte en el instrumento de las relaciones pรบblicas.
Periodismo civil
Dado el control de las noticias de รบltima hora en las plataformas de medios masivos, no sorprende que la era de las guerras del metaverso no haya producido periodistas de guerra valientes y excรฉntricos, del calibre de Martha Gellhorn, Robert Fisk, George Orwell, Ernie Pyle y รsip Mandelstam. Hagamos una pausa. Quizรกs el tiempo de la heroรญna solitaria, la reportera โestrellaโ de guerra, hรกbil para desafiar la propaganda y agitar las cosas haya terminado. Hay otra noticia de รบltima hora: las guerras del metaverso empiezan a democratizar el periodismo. Los periodistas โestrellaโ contrarios del pasado estรกn siendo reemplazados en su papel de verificadores de la realidad por equipos en red de periodistas civiles humildes y menos conocidos que valientemente presentan sus informes sobre el terreno en plataformas de medios mรกs grandes.
La guerra inconclusa que estallรณ hace mรกs de una dรฉcada en Siria, puede decirse, restableciรณ la brรบjula. Es cierto que los civiles que informan desde el terreno no pueden poner fin a los conflictos ni lograr la paz. Arriesgan sus vidas, pero no detienen la matanza ni evitan la destrucciรณn infernal. Los periodistas civiles hacen algo diferente. Figuras como Olga Tokariuk, Christopher Miller, Oz Katerji y Bel Trew deshacen los efectos decadentes del periodismo de noticias de รบltima hora. Funcionan como vigilantes de la puerta de los guardianes. Son โguerrilleros semiรณticosโ (Umberto Eco). Muestran y cuentan las cosas con franqueza desde el principio. Ellos hacen todo lo que pueden para asegurar que la guerra se cubra de manera mรกs democrรกtica, mรกs abierta, menos entretenida, de forma mรกs aterradora y con los pies en la tierra.
Consideremos el papel global desempeรฑado por el grupo de bรบsqueda y rescate sirio conectado digitalmente, conocido como los Cascos Blancos (al-แธชawdh al-bayแธฤสพ), voluntarios armados รบnicamente con equipos mรฉdicos y celulares. Pensemos en el trabajo del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos y el Centro de Documentaciรณn de Violaciones en Siria, grupos de monitoreo que obtienen sus informes de civiles en el terreno. Es gracias a ellos, no a Fox News, Deutsche Welle, CBS News o la BBC, que tenemos una mejor idea de lo que esta guerra del metaverso les ha hecho a personas y lugares. Mรกs de la mitad de los veintidรณs millones de habitantes que habรญa antes de la guerra en Siria se vio obligada a huir de sus hogares. Bombardeos aรฉreos masivos de รกreas densamente pobladas. Barrios enteros y sitios culturales ahora en ruinas. Bombas de barril. Ataques con armas quรญmicas. Muerte por inaniciรณn en ciudades sitiadas. Cerca de siete millones de personas viven fuera del paรญs como refugiados o como apรกtridas solicitando asilo. Medio millรณn de muertos, la mayorรญa de ellos civiles. Decenas de miles torturados en prisiones administradas por el gobierno. Golpes con varillas de metal, tubos de plรกstico y cables elรฉctricos. Alfombras voladoras (vรญctimas atadas boca arriba entre tablas plegables). Escaldados con agua hirviendo. Mรฉdicos en formaciรณn amputando a prisioneros sin anestesia. Mutilaciรณn genital. Violaciรณn. Ejecuciones en mataderos.
Al informar sobre tales horrores sin diluirlos, el periodismo civil contribuye a la โdesnaturalizaciรณnโ de la guerra. Hace mucho mรกs que poner fin a la guerra como entretenimiento mediรกtico censurado. La guerra en todo su horror se convierte en algo contingente e incluso derogable. En este sentido, para orientarnos, debemos recurrir a la obra clรกsica de Michael Howard. La invenciรณn de la paz (2000) es un relato valioso sobre la importancia a largo plazo del rechazo moderno temprano de la guerra como โalgo naturalโ. A lo largo de la historia, apunta, la mayorรญa de las sociedades humanas han dado por sentada la guerra y la han convertido en la base de sus estructuras sociales y de gobierno. No fue sino hasta el siglo XVIII, en la Europa devastada por la guerra, que esta llegรณ a ser considerada como un desastre absoluto, un mal que podrรญa ser abolido por una reorganizaciรณn social y polรญtica โilustradaโ. Solo despuรฉs de las tormentas de acero y la masacre masiva de dos guerras globales, este precepto se convirtiรณ en el objetivo declarado de la mayorรญa de los Estados territoriales, pero como sabemos, y tememos, la guerra de una u otra forma continรบa sin cesar. Vivimos en la era de las desagradables guerras del metaverso.
ยฟPodemos saltar sobre nuestras propias sombras? ยฟEs posible escapar del infierno de las futuras guerras del metaverso al estilo de Siria y Ucrania? No podemos conocer el futuro, pero, como intentรฉ explicar en Reflexiones sobre la violencia (1995), el espรญritu y las instituciones de la democracia pueden usarse para acelerar la desnaturalizaciรณn de la guerra, por ejemplo, emitiendo advertencias grรกficas a gobernantes y gobernados por igual sobre cรณmo la guerra no solo trae el infierno, sino que la guerra no es inexorable ni tiene sus raรญces en la โnaturaleza humanaโ. Las nefastas invasiones estadounidenses de Afganistรกn (2001) e Irak (2003) demostraron que el lenguaje de la democracia puede ser manipulado y degradado por gobernantes empeรฑados en llevar a cabo guerras. Pero cuando la democracia se entiende como luchas pรบblicas de los ciudadanos y sus representantes elegidos para defender votaciones libres y justas, y para exponer y restringir el poder secreto y arbitrario, la democracia puede advertir a los perros de la guerra. La democracia puede utilizarse para democratizar la guerra. Puede promover la circulaciรณn de narrativas poco ortodoxas y condenas pรบblicas de sus crueldades. Puede emitir advertencias sobre las consecuencias potencialmente suicidas y ecocidas de la reducciรณn de la brecha entre las armas โnuclearesโ y las โconvencionalesโ, como los misiles hipersรณnicos y las bombas de vacรญo. Puede recordar al pรบblico una vez mรกs que los civiles, no los ejรฉrcitos ni los Estados, son los verdaderos perdedores de las batallas. Sin embargo, la democracia puede hacer mรกs que destruir las mentiras, satirizar la arrogancia, romper los silencios y aumentar la visibilidad pรบblica de la terrible violencia de la guerra. Puede enseรฑar a los ciudadanos que tienen derecho a no sufrir guerras del metaverso, que su negativa a la guerra, combinada con la conciencia pรบblica de los fracasos crรณnicos de esta para lograr sus fines declarados, es en conjunto la mejor manera de obligar a los lรญderes poderosos empeรฑados en financiar y librar estos eventos a conceder que la guerra, en toda su fealdad, es despuรฉs de todo innecesaria y que en el futuro debe ser abolida. ~
Traducciรณn del inglรฉs de Perla Holguรญn.
John Keane (1949) es un politรณlogo y profesor universitario. Su libro mรกs reciente en espaรฑol es Vida y muerte de la democracia (FCE/INE, 2018).