Los vientos
Nerea Pรฉrez

Mario Vargas Llosa: Los vientos

En el cuento que presentamos este mes en exclusiva, Mario Vargas Llosa dibuja un Madrid distรณpico y a la vez fรกcilmente imaginable. Crepuscular y escatolรณgico en varios sentidos, melancรณlico y humorรญstico, este relato sobre la soledad tiene algo de mirada anticipatoria del mundo que viene.
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Fui a la manifestaciรณn por la clausura de los cines Ideal, en la Plaza de Jacinto Benavente y, apenas acababa de comenzar, me sobrevino uno de esos vientos intempestivos que ahora me asaltan con frecuencia. Pero nadie se dio cuenta a mi alrededor. Lamentรฉ haber ido porque รฉramos apenas cuatro gatos y casi todos unas ruinas humanas como yo. A ningรบn joven madrileรฑo le importa que desaparezcan los รบltimos cines de Madrid; jamรกs ponรญan los pies en ellos, se habรญan acostumbrado desde niรฑos a ver las pelรญculas que ordenaban โ€“si se puede llamar pelรญculas a esas imรกgenes que divierten a las nuevas generacionesโ€“ en las pantallas de sus ordenadores, sus tabletas electrรณnicas y mรณviles.

Osorio, posando de optimista, dice que ahora que han desaparecido los cines tendrรฉ que habituarme a ver pelรญculas en las pantallas pequeรฑas. Pero no lo harรฉ; tambiรฉn en esto seguirรฉ fiel a mis viejas aficiones. He vivido demasiado para importarme que me digan fรณsil, ludita o, como me llama Osorio haciendo ascos, โ€œirredento conservadorโ€. Lo soy y lo seguirรฉ siendo mientras el cuerpo aguante (no creo, dicho sea de paso, que por mucho tiempo mรกs). Vaya, otro viento; pero tampoco nadie lo ha notado, a juzgar por la indiferencia de las caras que me rodean.

Osorio debe de ser el รบltimo amigo que me queda. Nos llamamos todos los dรญas, a ver si seguimos vivos. โ€œBuenos dรญas. ยฟQuรฉ tal? ยฟEn pie, todavรญa?โ€ โ€œPor lo visto, sรญ, me parece al menos.โ€ โ€œยฟNos vemos mรกs tarde, para el cafecito?โ€ โ€œOqui doqui.โ€ No sรฉ cuรกndo nos conocimos; no, en todo caso, desde la juventud. Esa legaรฑosa ciรฉnaga que es mi memoria me dice que hace solo unos veinte o treinta aรฑos. Yo sรฉ que fui periodista de joven; Osorio dice que enseรฑรณ filosofรญa en los colegios, pero no estoy nada seguro de que haya sido profesor y menos de filosofรญa, porque sabe muy poco de esos temas. Por ejemplo, nunca leyรณ a Pascal, que a mรญ me gusta mucho. Tal vez se haya olvidado quรฉ cosa fue en la vida y tiene la memoria tan en ruinas como yo; que trate de engaรฑarme y engaรฑarse inventรกndose un pasado. Le asiste todo el derecho del mundo, por lo demรกs. Nuestro acuerdo es llamarnos todas las maรฑanas para saber si alguno de los dos se despidiรณ de este mundo en el sueรฑo y dar parte a la autoridad a fin de que nos incineren y desaparezcamos del todo.

โ€œSe cerraron los รบltimos cines, pero han abierto una nueva librerรญaโ€, me levantรณ el รกnimo Osorio cuando terminรณ la triste manifestaciรณn de despedida a los Ideal. โ€œYa hay cuatro, ahora, en Madrid. No te quejarรกs. ยกCuatro librerรญas! ยกMรกs que en Parรญs y en Londres, te lo aseguro! ยกCrรฉeme! ยกTodo un lujo!โ€

Un cuento mรกs, producto del patolรณgico optimismo de Osorio. Lo que รฉl llama โ€œlibrerรญaโ€ es uno de esos simulacros que nos rodean, una de esas luciรฉrnagas que en la noche se prenden y se apagan casi al mismo tiempo. La supuesta librerรญa โ€“ayer o antes de ayer fuimos a verlaโ€“ era la biblioteca de un vejete de Malasaรฑa que ha puesto en venta sus existencias antes de partir al otro mundo, una colecciรณn variopinta de libracos mal conservados que el puรฑado de personas que estaba allรญ cuando Osorio y yo entramos a echar un vistazo hojeaba y manoseaba antes de devolverlos a los polvorientos estantes. Solo comprรฉ un librito de Azorรญn que no conocรญa, una recopilaciรณn de artรญculos sobre literatura argentina, el Martรญn Fierro principalmente, que me costรณ pocos centavos. Y, por supuesto, en la librerรญa del vejete tuve un viento que no pude disimular. Nadie le dio importancia, salvo Osorio, por supuesto, que sonriรณ con una de sus sonrisas luciferinas y moviรณ por un instante, disgustado, las aletas de su nariz.

No encontrรฉ ninguna de esas novelitas viejas que me gustan ahora. Desde que se generalizรณ la costumbre de leer novelas encargadas al ordenador renunciรฉ a leer las que se producen โ€“serรญa ridรญculo decir โ€œescribenโ€โ€“ en nuestros dรญas. Cuando se inventรณ el sistema, parecรญa una diversiรณn mรกs, de las tantas que aparecen cada dรญa, y que durarรญa lo que las modas pasajeras. Quiรฉn iba a tomar en serio una novela fabricada por un ordenador de acuerdo a las instrucciones del cliente: โ€œQuiero una historia que ocurra en el siglo XIX, con duelos, amores trรกgicos, bastante sexo, un enano, una perrita King Charles Cavalier y un cura pederasta.โ€ Como quien encarga una hamburguesa o un perrito caliente, con mostaza y mucha salsa de tomate. Pero la moda prendiรณ, se quedรณ y ahora la gente โ€“la poca que leeโ€“ solo lee las novelas que encarga a sus esqueletos de metal o de plรกstico. Ya no se puede decir que haya novelistas; mejor dicho, todos nos hemos vuelto novelistas. Aunque tambiรฉn esto es falso. El รบnico novelista que queda vivo y pataleando en este planeta es el ordenador. Por eso, los lectores aferrados a la tradiciรณn, a la novela de verdad, la de Cervantes, Tolstรณi, Virginia Woolf o Faulkner, no tenemos mรกs remedio que leer a los novelistas muertos y olvidarnos de los vivos.

Esa falsa librerรญa de Malasaรฑa durarรก lo que tarden en venderse las vejeces que se agolpan en sus estantes, si es que antes no prospera la campaรฑa para que el Estado expropie todos los papeles impresos de cualquier orden y los incinere, a fin de evitar las supuestas bacterias nocivas para la salud con que los militantes de esa odiosa campaรฑa Paper free society! nos martillan la vista y los oรญdos desde hace buen tiempo. Por supuesto que yo no les creo, por mรกs que haya tantos cientรญficos, algรบn nobel entre ellos, que dicen haber comprobado tras muchas pruebas de laboratorio que la combinaciรณn de papel y tinta impresa es tan maligna como la del tabaco y el papel cuando los cigarrillos existรญan y mataban a generaciones de fumadores de cรกncer de garganta y pulmรณn. Yo creo que se trata de otra moda, una manera de divertirse para tanto ocioso que anda suelto. Me temo que al final ellos terminen por ganar la partida y que, al igual que Singapur, la primera ciudad paper free del mundo, tambiรฉn Espaรฑa y Europa entera acaben carbonizando sus libros, bibliotecas y hemerotecas privadas y pรบblicas.

โ€œQuรฉ te importa que las quemenโ€, me dice Osorio, siempre defendiendo lo que รฉl cree la vanguardia polรญtica de nuestro tiempo, โ€œsi todos esos libros, revistas y periรณdicos estรกn ya digitalizados y los puedes consultar cรณmoda y asรฉpticamente en las pantallas de tu propia casaโ€. Por lo pronto, no tengo โ€œuna casaโ€ sino un cuartito diminuto con su baรฑo, y, en segundo lugar, mi ordenador es casi tan pequeรฑito como un libro antiguo. Su argumento no vale para mรญ. Ademรกs, no creo que รฉl crea lo que me dice. Lo hace por fastidiarme. Claro que, si no fuera asรญ, nos aburrirรญamos mucho.

Osorio afirma que รฉl no tiene nostalgia alguna de esos remotos aรฑos en que mucha gente, como yo, iba a leer a bibliotecas. En cambio, yo sรญ. Me gustaba la atmรณsfera tranquila y algo conventual de la Biblioteca Nacional del Paseo de Recoletos, el silencio religioso de sus salones de lectura, la secreta complicidad entre los que estรกbamos allรญ, en nuestras carpetas, leyendo al resplandor de las lamparitas de luz azulada. Cuando la Biblioteca Nacional de Espaรฑa cerrรณ sus puertas tambiรฉn hubo una manifestaciรณn, pero, a diferencia de la de hoy, allรญ sรญ acudiรณ bastante gente. La tristeza por la desapariciรณn de esa instituciรณn parecรญa compartida por todos los presentes, en los ojos de algunos de los cuales juro que vi lรกgrimas. En Madrid aquella despedida fue pacรญfica. No asรญ en Parรญs, donde el dรญa que cerraron la Biblioteca Nacional la protesta fue violenta, con incendio y hasta muertos y heridos, creo.

Es verdad que todo lo que habรญa en ese gran caserรณn de Recoletos estรก ahora digitalizado, al alcance de cualquier pantalla. Pero, para gentes como yo, de otra รฉpoca, la vida sin librerรญas, sin bibliotecas y sin cinemas es una vida sin alma. Si eso es el progreso, que se lo guarden donde el sol no les alumbre. โ€œEres un pterodรกctilo, un dinosaurio, un antediluvianoโ€, me dice Osorio. No es imposible que tenga razรณn.

Que yo sepa, Osorio nunca tuvo familia. Tendrรญa padres, sรญ, pero no se acuerda de ellos, ni de si tuvo hermanos, y asegura definitivamente que nunca estuvo casado. Yo, en cambio, me acuerdo apenas de mis padres, con los que, creo, nunca me llevรฉ bien, y no sรฉ si tuve hermanos o no; en todo caso se han borrado de mi mente. Pero, en cambio, de Carmencita, mi mujer por muchos aรฑos, me acuerdo muy bien. Solo que no hablo con Osorio nunca de ella. Todas las noches, parece mentira, desde que cometรญ la locura de abandonarla pienso en ella y me asaltan los remordimientos. Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valรญa la pena. Ella nunca me perdonรณ, por supuesto, jamรกs pude amistarme con ella, y, para colmo, Carmencita se casรณ con Roberto Sanabria, mi mejor amigo hasta entonces. Es el รบnico episodio de mi remoto pasado que mi memoria no ha olvidado y que me atormenta todavรญa. Todas las noches, antes de dormir, pienso en Carmencita y le pido perdรณn. Ella no lo sabe, por supuesto, a no ser que haya otra vida despuรฉs de esta y los muertos se entretengan espiรกndonos a los vivos. Nunca mรกs volvรญ a verla, y solo muchos aรฑos despuรฉs de ocurrido me enterรฉ del accidente en el que habรญa perdido la vida. Ya me olvidรฉ del nombre de aquella mujer por la que abandonรฉ a Carmencita; volverรก a mi memoria, sin duda, aunque, si no volviera, tampoco me importarรญa. Nunca la quise. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se reventรณ y ya nunca mรกs fui feliz.

No es cierto que sea un pterodรกctilo. No lo soy en muchos sentidos, en todo caso. Reconozco que, en muchos aspectos, el mundo de hoy es mejor que el de mi juventud. Hay menos pobreza que antes, por ejemplo, y eso es una gran cosa. Las estadรญsticas dicen que las clases medias son el ochenta por ciento de la humanidad. Un gran logro, sin duda, ojalรก sea cierto. Pero que todavรญa quede una quinta o sexta parte de pobres y de miserables quiere decir que aรบn estamos lejos de haber erradicado la pobreza de este planeta. Derrotar al cรกncer y al sida parecรญa imposible y los cientรญficos lo han conseguido. Yo sobrevivรญ a un cรกncer de la sangre, sin ir mรกs lejos. Tampoco imaginamos nunca que fuera tan comรบn que las gentes llegaran a vivir cien aรฑos, y, sin embargo, ahรญ estamos buen nรบmero de bรญpedos para demostrar que no era inalcanzable. Y, sobre todo, que hombres y mujeres pudiรฉramos durar tanto conservando la lucidez y disfrutando de la vida, incluido el sexo. No hablo por mรญ, claro, pero mucha gente que debe de tener mi edad, mรกs o menos, disfruta todavรญa haciendo el amor, aunque yo no forme parte de ella. En cuanto a la libertad, creo, hoy dรญa โ€“maรฑana puedo haber cambiado de opiniรณnโ€“, que ha desaparecido enteramente de nuestras vidas. Este es un motivo de permanentes discusiones con Osorio. ร‰l cree โ€“lo dice al menosโ€“ que somos mรกs libres que nunca y se escandaliza cuando yo sostengo que este es un mundo de esclavos contentos y sometidos. Eso sรญ, a veces, sobre todo cuando estรก de mal humor, me da la razรณn.

Estaba pensando en todo aquello โ€“Osorio, los cines desaparecidos, los jรณvenes con sus ordenadores portรกtilesโ€“, cuando sentรญ algo extraรฑo en la cabeza, algo que pasรณ luego a recorrerme todo el cuerpo, como un escalofrรญo. Era una sensaciรณn extraรฑa. Me palpรฉ de manera disimulada y tuve la impresiรณn de que nada me habรญa ocurrido ni en la cabeza ni en el cuerpo. ยฟQuรฉ habรญa sido aquello entonces? Y, por primera vez y con creciente angustia, comprendรญ exactamente lo que me habรญa pasado: no sabรญa cรณmo volver a mi casa. Habรญa olvidado la direcciรณn. Muchas veces habรญa pensado apuntarla en un papelito que llevarรญa en todas mis salidas, pero nunca lo hice. Ahora me ocurrรญa algo peor: tambiรฉn habรญa olvidado quรฉ calles tomar para volver a mi casa, es decir, a mi cuartito con su baรฑo. Mirรฉ con angustia a mi alrededor: la gente que habรญa acudido a la manifestaciรณn de protesta por el cierre de los Ideal ya se habรญa retirado. Osorio habรญa partido entre los primeros, alegando que tenรญa que llevar unos papeles a no sรฉ quรฉ ministerio. Estaba, pues, solo en aquel rinconcito de la Plaza Benavente, aunque rodeado de gente, automรณviles, buses y camiones. No tenรญa nociรณn alguna de quรฉ direcciรณn tomar. Llevaba mucho rato soltando vientos, como siempre que me pongo nervioso. Disimulando, como si la turbaciรณn que sentรญa pudiera ser advertida por la rala gente que pasaba, me acerquรฉ a la esquina y observรฉ atentamente el letrero que colgaba en lo alto de la pared: Plaza Jacinto Benavente. No me decรญa nada, por supuesto, aunque sabรญa que si rebuscaba en mi memoria aquel nombre se me irรญa revelando poco a poco, encendiรฉndose como un foco de luz. Siempre disimulando, di una vuelta a la plaza, escrutando los nombres de las calles. Solo sentรญ un pequeรฑo estremecimiento cuando leรญ Plaza del รngel, que, estaba seguro, conocรญa y me decรญa algo, aunque no sabรญa quรฉ. Finalmente, cuando hice el cรญrculo completo, me sentรฉ en una banca, tratando de serenarme. Porque estaba muy asustado. Nunca me habรญa sucedido algo asรญ. Y en maldita hora el amigo Osorio me habรญa dejado allรญ, solo y olvidado โ€“ยฟcรณmo se llamaba mi amigo? Osorio, sรญโ€“, hasta de mi propio nombre me olvido a veces; tratando de recordarlo y soltando vientos, vaya huevรณn. ยฟCรณmo olerรญa mi rededor? Porque el olfato es algo que yo he perdido hace tiempo. Mejor echarme a caminar, tal vez moviรฉndome volverรญan los recuerdos. Sรญ, sรญ, volverรญan a medida que fuera cambiando de lugar y recuperando la serenidad.

Elegรญ una calle llamada Carretas, que era de bajada. Tenรญa la sensaciรณn, casi la certeza, de que mi casa no estaba lejos. No habรญa tardado mucho esa maรฑana caminando hasta el lugar de la manifestaciรณn. Media hora cuando mรกs, quizรก menos, tal vez solo quince o veinte minutos. O sea, nada. Caminaba muy despacio para no tropezar y caerme. Mientras, recordaba cosas y personas, seguramente la direcciรณn de la casa volverรญa. Poquito a poco irรญan apareciendo en mi cabeza las calles que me separaban del cuartito lleno de libros y papeles, y del baรฑito donde hacรญa pipรญ, cagaba, me afeitaba, duchaba y peinaba mis pocos pelos todos los dรญas, antes de salir a caminar y tomar aquel cafecito conversando con Osorio.

Sin embargo, no reconocรญa nada ni a nadie, y menos las calles en que me paraba a leer los nombres en todas las esquinas. Otro viento, mรกs bien largo y ruidoso. ยฟPor quรฉ tenรญa tantos? Porque estaba nervioso, siempre me ocurre. Cuando recordara mi direcciรณn, me tranquilizarรญa. Lleguรฉ por fin a una plaza: la Puerta del Sol. Tuve la sensaciรณn de que ese lugar, donde habรญa mucha gente y ademรกs placas, un reloj, banderas, policรญas y entradas y salidas del metro, tenรญa que ser importante. Pero no reconocรญa nada. Y para quรฉ preguntar a nadie. ยฟQuรฉ podรญa preguntar? No tenรญa un solo papel encima; lo mรกs probable es que, al verme confuso, llamaran a la policรญa y que esta me llevara a una comisarรญa. Mientras averiguaban quiรฉn era y dรณnde vivรญa me meterรญan en un calabozo. Y yo tenรญa la seguridad de que no saldrรญa vivo de allรญ. Sentรญ un escalofrรญo que me hizo temblar de nuevo de la cabeza a los pies. Mejor detenerme a descansar un rato y luego seguir caminando, despacio, a ver si con el movimiento de mi cuerpo volvรญa la memoria a mi cabeza y por lo menos recordaba el nombre de la calle de mi casa. Allรญ tenรญa que subir una larga escalera de varios pisos, por lo menos de eso me acordaba.

Como en la Puerta del Sol no habรญa bancas, me habรญa sentado, al igual que un grupo de jรณvenes de ambos sexos, en el bordillo de una fuente. Recibรญamos de tanto en tanto unas gotas de agua en la cabeza y los hombros. Me sentรญa algo cansado, pero mi mente seguรญa muy activa tratando de recordar la direcciรณn de mi casa. Una vez mรกs revolvรญ los ojos en redondo. ยฟHabรญa venido por aquรญ? Seguramente, aunque no lo recordaba. ยฟEra la primera vez que tenรญa una pรฉrdida de memoria tan seria? Probablemente. Ni siquiera me acordaba de eso, tampoco.

Vi que las muchachas y muchachos con los que compartรญa la fuente se levantaban, tapรกndose las narices y lanzรกndome miradas reprobadoras. โ€œHe soltado un vientoโ€, pensรฉ. Y ni siquiera me habรญa dado cuenta. ยฟCuรกnto hacรญa que perdรญ el olfato? Muchos aรฑos. Me levantรฉ tambiรฉn. Me dolรญa un poco la espalda y di una vuelta a la Puerta del Sol, caminando despacio. Vagamente tenรญa la impresiรณn de haber estado aquรญ en la maรฑana temprano, sin que hubiera tanta gente como ahora, pero la memoria no me decรญa nada sobre quรฉ calle tomar para regresar a la casa. Y de la Puerta del Sol salรญan muchas calles, en todas las direcciones de Madrid. El sol estaba muy alto en el cielo y debรญa ser pasado el mediodรญa.

Es verdad que todo lo que habรญa en el caserรณn de Recoletos estรก ahora digitalizado, al alcance de cualquier pantalla. Pero, para mรญ, de otra รฉpoca, la vida sin bibliotecas es una vida muerta. Y en ese mismo momento โ€“habรญa dado ya, siempre caminando despacito, una vuelta a la Puerta del Solโ€“ tuve la seguridad de que la calle del Arenal, que tenรญa al frente, me llevarรญa en la direcciรณn de mi casa. El corazรณn me palpitaba muy fuerte en el pecho. Sรญ, esta maรฑana habรญa recorrido esta calle. Sรญ, ella me llevarรญa a mi cuartito.

No soy un antediluviano en todos los sentidos, por lo demรกs. Reconozco que, en muchos aspectos, el mundo de hoy es mejor que el de mi juventud. Hay menos pobreza que antes, por ejemplo, y eso es una gran cosa. Un enorme logro, ojalรก sea cierto. Pero que todavรญa quede una quinta o sexta parte de pobres y miserables en el planeta quiere decir que aรบn estamos lejos de haber erradicado la miseria. Que haya ahora paรญses africanos que se disputen con los del primer mundo la modernidad y el desarrollo, como รfrica del Sur, es increรญble. Derrotar al cรกncer y al sida parecรญa algo imposible y se consiguiรณ. Y eso que llaman mieloma, que me hizo perder cerca de veinte quilos y que me vuelve a ratos, porque el mieloma es una enfermedad muy rara, nadie sabe por quรฉ viene, ni cuรกnto dura, y no suele matar a los pacientes, pero nunca se va del todo. (A mรญ hace como dos aรฑos que no me ha vuelto ese cรกncer de la sangre.) Tampoco imaginamos que fuera tan comรบn que las gentes llegaran a vivir tanto y sin embargo ahรญ estamos muchos bรญpedos centenarios para demostrar que no era fantasรญa. Y, sobre todo, que hombres y mujeres pudiรฉramos durar lo que duramos conservando la lucidez โ€“no asรญ la memoria, hรฉlasโ€“ y disfrutando de la vida. (La รบltima vez que hice el amor sin ayuda quรญmica fue hace unos diez aรฑos, creo, o por ahรญ, me parece.)

Pero, a pesar de tantos progresos, no se ha podido acabar con las guerras, ni con los accidentes atรณmicos, lo que significa que, por muy adelantado que ande el mundo, en cualquier momento podrรญa desaparecer. Las matanzas entre israelรญes y palestinos siguen allรญ como demostraciรณn cotidiana de nuestra vocaciรณn autodestructiva. Y es curioso que un pueblo como el judรญo, que fue perseguido en toda la historia, se haya vuelto imperialista y colonial, por lo menos con los desdichados palestinos. El accidente nuclear en la ciudad de Lahore โ€“accidente que se pudo deber a una acciรณn terrorista, nunca se logrรณ determinar el origenโ€“ causรณ mรกs de un millรณn de muertos, en cuestiรณn de pocos minutos. Pese a ello, sigue siendo imposible un acuerdo internacional para desactivar los polvorines atรณmicos. La posibilidad de que estalle una guerra en cualquier momento entre China y la India es una realidad que nadie ignora, pues cada dรญa nos parece mรกs cercana. Los pesimistas creen que, si estalla, el globo entero se desintegrarรก por el cataclismo nuclear. Entre ellos no estรก Osorio, por supuesto. โ€œSi estalla, desaparecerรก solo el Asia, crรฉeme. Hay estudios cientรญficos y militares al respecto. Nosotros, que estamos muy lejos, sobreviviremos, no te preocupes. Y, acaso, luego del desastre, se impondrรก la sensatez y reinarรก la paz sobre lo que quede de la tierra. El mundo serรก un museo de esos que te gustan.โ€ A veces, mi amigo Osorio suelta semejantes idioteces solo para irritarme. Siempre lo consigue, por supuesto.

Habรญa recorrido ya toda la calle del Arenal y estaba en la Plaza de Isabel II, frente al edificio del Teatro Real, donde anunciaban una temporada de cinco รณperas de Verdi. Me sentรญa muy cansado y nervioso y en todo el trayecto habรญa soltado muchos vientos, largos y seguramente olorosos. Sentรญa que las piernas me temblaban. Me sentรฉ en una de las sillas solitarias de la Plaza de Isabel II, en el corazรณn del viejo Madrid de los Austrias, a ver si los recuerdos volvรญan y encontraba mi casita que debรญa de estar por estos pagos. La extraรฑaba.

Osorio debe de ser el รบltimo amigo que me queda. No sรฉ cuรกndo nos conocimos; no, en todo caso, desde la juventud. La ciรฉnaga que es mi memoria me dice que solo hace unos veinte o treinta aรฑos. Yo sรฉ que fui periodista de joven; Osorio dice que enseรฑรณ filosofรญa en los colegios, pero no estoy nada seguro de que haya sido profesor y menos de filosofรญa, porque sabe muy poco de esos temas. Nunca leyรณ a Pascal, por ejemplo, al que yo leรญ mucho en una รฉpoca y estuve a punto, gracias a รฉl, de volver al catolicismo de mi juventud. Tal vez Osorio se haya olvidado de quรฉ cosa fue en la vida, porque tiene la memoria tan disuelta como yo, o trata de engaรฑarme y engaรฑarse inventรกndose un pasado. Tiene todo el derecho del mundo a hacerlo, por supuesto. Nuestro acuerdo solo es llamarnos todas las maรฑanas para saber si alguno de los dos se ha despedido de este mundo y dar parte a la policรญa, para que desaparezcamos en el fuego. Esto ya lo pensรฉ y lo dije, creo.

Una vez mรกs revisรฉ todos los bolsillos, como habรญa hecho muchas veces en la maรฑana, creyendo que esta vez encontrarรญa el telรฉfono mรณvil, para llamar a Osorio y preguntarle la direcciรณn de mi casa. Pero lo habรญa olvidado, por salir con tanta prisa a esa desdichada protesta por la clausura de los cines Ideal. Maldita sea.

Que yo sepa, Osorio nunca tuvo familia. Tendrรญa padres, sรญ, pero no se acuerda de ellos, ni de si tuvo hermanos, y asegura definitivamente que nunca estuvo casado. Yo, en cambio, me acuerdo algo de mis padres, con los que, creo, nunca me llevรฉ bien, y no sรฉ si tuve hermanos o no, porque no los recuerdo, se borraron de mi mente. En cambio, de Carmencita, mi mujer por varios aรฑos, me acuerdo muy bien. Solo que nunca hablo de ella con Osorio. Todas las noches, desde que cometรญ la locura de abandonarla, pienso en ella y me asaltan los remordimientos. Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita. Nunca me perdonรณ, por supuesto, jamรกs pude amistarme con ella y, para colmo, ella se casรณ con Sanabria, un buen amigo del barrio. Es el รบnico episodio de mi remoto pasado que mi memoria no ha olvidado; y me atormenta todavรญa, sobre todo en las noches. Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazรณn. De esa pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipรญ. ยฟPor quรฉ sigo diciendo โ€œpichulaโ€, algo que no dice nadie en Espaรฑa? La fuerza de la costumbre, por supuesto. Abandonar a Carmencita es un episodio que me atormenta todavรญa. Nunca mรกs volvรญ a verla y solo mucho despuรฉs de ocurrido supe que habรญa perdido la vida atropellada por un auto. Nunca he podido recordar el nombre de la mujer por la que abandonรฉ a Carmencita. Como la direcciรณn de mi casa, que se me ha desvanecido de la memoria en el peor momento. Volverรก, sin duda, cuando menos lo necesite. Aquel vientecito fue largo, pero tan discreto que apenas lo sentรญ. ยฟCuรกnto tiempo llevaba sentado en la Plaza de Isabel II? Mucho rato, tal vez una hora, acaso dos. Sentรญa las piernas amodorradas y pensรฉ que me convendrรญa dar un paseo. Seguรญa totalmente perdido, pero, en cambio, me sentรญa ahora mรกs tranquilo. Debรญa de ser pasado el mediodรญa, y, aunque no estaba seguro, me pareciรณ recordar que no habรญa tomado desayuno ni almorzado, ni siquiera bebido un vaso de agua en toda la maรฑana. Preguntรฉ a una persona que pasaba quรฉ hora era y me respondiรณ que cerca de las tres.

ยกLas tres de la tarde! ยฟEncontrarรญa mi casa, por fin? ยฟO tendrรญa que ir a la policรญa a que me ayudaran? Deberรญa presentar papeles, que, por supuesto, no tenรญa conmigo, y todo serรญa confusiรณn y una terrible pรฉrdida de tiempo. Habรญa llegado a una gran plaza al fondo de la cual habรญa un edificio que inmediatamente identifiquรฉ como el Palacio Real. ยฟEra esta la Plaza de Oriente? Sรญ, lo era. Recordaba este lugar e, incluso, pensรฉ que allรก, en la noche de los tiempos, habรญa paseado por aquรญ, cuando caminaba o incluso corrรญa en el Paseo del Pintor Rosales, que, por supuesto, estaba cerquita, en esa direcciรณn. Si seguรญa, verรญa a mi izquierda el Parque del Oeste que se repletaba en las noches de putas extranjeras, sobre todo dominicanas y haitianas. Entonces reconocรญ, no lejos de donde estaba, un caรฑo de agua fresca en el que la gente llenaba unas botellas o bebรญa. Hice la cola y tomรฉ unos buenos tragos de agua fresca que me sentaron muy bien. Y rematรฉ todo aquello con un vientecito rรกpido, secreto, que a nadie molestรณ.

Mientras caminaba por el Paseo del Pintor Rosales, pensรฉ que era bueno que no hubieran desaparecido los museos todavรญa. ยฟNo รญbamos a eso, tambiรฉn? ยฟNo estรกn acaso digitalizados los cuadros y esculturas que hay en ellos? Sin duda esa es la razรณn de que tan poca gente los visite. Incluso el Prado, que solรญa estar siempre lleno, sobre todo en los veranos. Mucha gente prefiere ahora ver los cuadros en las pantallas, igual que Osorio. ยกComo si fuera lo mismo ver a un Goya o a un Velรกzquez o a un Rembrandt originales que en la imagen de una computadora! Lo extraordinario es que haya crรญticos y profesores que sostienen semejante barbarie: que es preferible, no solo por comodidad del espectador, sino porque la imagen digital es mรกs precisa y exacta que la original. Segรบn ellos, el objeto artรญstico puede verse en la pantalla con la minucia, lentitud y totalidad que la simple vista no nos permite. Mucha gente se traga estos embustes y los museos se van quedando huรฉrfanos. Tengo que volver al Prado uno de estos dรญas, hace tiempo que no voy. Por eso, por falta de gente, les recortan los presupuestos y los abren menos horas cada dรญa, menos dรญas a la semana y menos semanas al aรฑo. Terminarรกn cerrรกndolos por falta de pรบblico. Y cualquier dรญa los cientรญficos descubrirรกn que la mezcla del รณleo y el lienzo es letal para la salud y habrรก que quemar todas las pinturas por razones de sanidad pรบblica. Espero no estar acรก todavรญa cuando ocurra esa tragedia. ยกVaya que estoy pesimista hoy dรญa! Habรญa llegado al Parque de Debod, allรญ estaba la mole egipcia que vagamente recordaba y, como no habรญa sillas y estaba cansado, me sentรฉ en el pasto. Sentรญa mi corazรณn latiendo fuerte en el pecho y pensรฉ inmediatamente en el infarto. Pero a los pocos minutos me calmรฉ: era una falsa alarma.

No me levantรฉ todavรญa. Estaba bien allรญ. No habรญa mucha gente en el Parque de Debod. Unos pocos turistas tomรกndole fotos al monumento egipcio. Alguien me habรญa dicho que aquรญ mismo, durante la guerra civil, estaba el Cuartel de la Montaรฑa. Y que, cuando se levantรณ Franco, los militares de este cuartel se levantaron tambiรฉn, pero el pueblo de Madrid vino en masa, abriรณ las puertas del cuartel y perpetrรณ una gran matanza de soldados. ยกQuรฉ tiempos aquellos! Ahora nada se mueve en Espaรฑa, donde no volverรก a haber guerras civiles. Menos mal. El โ€œfranquismoโ€ actual es de otra รญndole: sin caudillos ni partidos extremistas, sin fusilamientos ni torturas, todo muy cientรญfico, apoyado en la fรญsica y las matemรกticas, y, sobre todo, en el dominio absoluto de las pantallas y las imรกgenes sobre la razรณn y las ideas.

Me habรญa echado en el pasto y me sentรญa tranquilo. Echarรญa tal vez un sueรฑecito y, acaso, en el sueรฑo recordarรญa la direcciรณn de mi casa.

Pensaba en los museos serios, no en las galerรญas, que ya no eran, por lo menos en el sentido estรฉtico, lo que fueron alguna vez. Ahora se habรญan convertido en pequeรฑos circos, menos interesantes que los grandes circos, las รบnicas instituciones, confieso, que han progresado en esta รฉpoca hasta transformarse en verdaderos espectรกculos artรญsticos. Era algo que yo reconocรญa ya hace tiempo, aunque en secreto. Nunca se lo dirรญa a Osorio, porque darรญa saltos de alegrรญa, exclamando: โ€œยกTe vendiste a la modernidad!โ€ No me he vendido ni hecho concesiรณn alguna. Simplemente, compruebo un dato objetivo. En tanto que todo lo que era artรญstico en el pasado, como el ballet, la รณpera, la pintura, la escultura, la literatura, la mรบsica culta, las humanidades, se ha deteriorado al extremo de desaparecer o cambiar de naturaleza para peor, el circo, antes un entretenimiento para niรฑos, o para adultos y viejos que aรฑoraban su niรฑez, y que nadie hubiera llamado arte hace medio siglo, ha ido refundรกndose, enriqueciรฉndose, alcanzando unos grados de rigor, elegancia, audacia y perfecciรณn que dan a muchos de sus nรบmeros la belleza de una antigua obra de arte. Claro que el desarrollo de la tecnologรญa ha contribuido en parte a esa conversiรณn de los circos en espectรกculos artรญsticos de alto nivel. Los jรณvenes, que antes querรญan ser arquitectos, luego cineastas, luego cantantes, luego chefs de cocina o futbolistas, ahora sueรฑan con ser cirqueros, trapecistas, payasos, equilibristas, magos. Asรญ cambian los tiempos.

ยฟMe habรญa quedado dormido? Estaba a punto de hacerlo, en todo caso. Me sentรญa bien. Habรญa una brisa agradable; eso sรญ, tenรญa la sensaciรณn de que me estaban picando los bichos, sobre todo las hormigas. El estรณmago me daba un poco de paz. No me venรญan esos vientos desagradables que me hacรญan pasar tantas vergรผenzas.

Hacรญa algunas semanas โ€“ยฟo meses?โ€“, por ejemplo, despuรฉs de esperar un buen tiempo, conseguรญ una entrada y fui a ver al cรฉlebre Adonis Mantra. Un verdadero prodigio ese mago de Silesia; hacรญa desaparecer gente del pรบblico ante los ojos de los espectadores, los hacรญa levitar, รฉl mismo volaba hasta el techo del auditorio y, luego de un segundo en que se apagaban todas las luces y volvรญan a encenderse, aparecรญa amarrado en el fondo de un baรบl. Trucos inverosรญmiles, absoluta genialidad.

Lo mismo pasa con los dibujos animados. Y sin duda que por las mismas razones: los adelantos tecnolรณgicos. Es curioso. De chico, a diferencia de mis compaรฑeros de colegio, a mรญ los circos no me gustaban. Sobre todo las fieras amaestradas, que me daban miedo. Iba, cuando me llevaban mis padres, pero no me morรญa por ellos, como mis amigos. Y todavรญa menos por los dibujos animados. Cuando discutรญan sobre quรฉ pelรญcula irรญan a ver, yo estaba siempre contra la idea de soplarme alguna del Pato Donald, el Ratรณn Mickey o Popeye y la flaca Olivia. Me aburrรญan. Y, sin embargo, ahora son las รบnicas pelรญculas de la televisiรณn que veo con agrado. Increรญbles los efectos que consiguen. Las figuritas saltan de las pantallas, te miran a los ojos, se te sientan en las rodillas, se esconden debajo del sofรก. Asรญ lo parecรญa al menos. Debe ser cierto aquello de que con la vejez uno regresa a la niรฑez. A mis aรฑos, me habรญa dado por los circos y los dibujos animados, los dos รบnicos campos en los que reconocรญa que la cultura โ€“ยฟla cultura?โ€“ de hoy habรญa superado a la de ayer.

De todas maneras, no deja de ser triste que en una รฉpoca en la que serรญa imposible que aparecieran un Cervantes, un Miguel รngel, un Beethoven, lo รบnico comparable a esos gigantes en originalidad y belleza sean los saltimbanquis de los circos y los monigotes de los dibujos animados. Soy injusto pensando asรญ, porque, la verdad, ahora solo esas dos cosas me producen la sensaciรณn de haber alcanzado la plenitud absoluta que de joven me dio leer Guerra y paz o ver por primera vez en la Galerรญa de los Uffizi de Florencia El nacimiento de la primavera y la Gioconda en el Louvre.

Me sentรญa bien y seguรญa durmiendo tirado en el pastito del Parque de Debod. No recuerdo la direcciรณn de mi casa y no me importa. Las llamadas galerรญas de arte, en cambio, me parecen unos cirquitos fracasados en la gran mayorรญa de los casos. O teatros de unas mojigangas ridรญculas. En la รบltima que visitรฉ, hace unos meses (ยฟo aรฑos?), la Marlborough, de Madrid, exhibรญa bajo el tรญtulo Arte para la fantasรญa y la imaginaciรณn unas pinturas inmateriales del famoso Emil Boshinsky. Por lo pronto, no sรฉ por quรฉ es tan famoso ese estafador. Sus engendros se podรญan ver en grandes pantallas. Lucรญan unos tรญtulos bastante llamativos como Tiburcio, hacedor de tempestadesLa caperuza del monje Romualdo. Eran unos fuegos artificiales, como las figuras de los calidoscopios, esas cajitas que muestran vidrios de colores en movimiento, con los que se intentaba distraer a los niรฑos cuando yo era uno.

A propรณsito, ya nadie sabe quรฉ eran los calidoscopios; los niรฑos ya no juegan con esos juguetes, por supuesto; ahora desde que nacen manejan computadoras. El otro dรญa discutรญ con Osorio, pues me juraba que รฉl nunca habรญa conocido esos tubos con vidriecitos de colores que al moverse cambiaban de figura. Eran entretenidos y bonitos, y, me parece, yo pasaba horas con ellos, moviendo la muรฑeca de mi mano derecha para que las figuras bailaran. Me parecรญa, al menos, quizรก sea un falso recuerdo.

Ilustraciรณn: Nerea Pรฉrez

La gracia de la exposiciรณn de Emil Boshinsky estรก en que sus cuadros no existen: salvo sus tรญtulos, la telas tienen una existencia digital. Pero pueden ser adquiridos en la Marlborough, la que expide a los clientes que los compran un certificado de propiedad. Me pareciรณ una simple broma, y peor todavรญa cuando la galerista me dio toda una explicaciรณn sociopolรญtica para justificar la pantomima. Me asegurรณ que con esta invenciรณn plรกstica Boshinsky ha resuelto un problema antiquรญsimo, el de la propiedad privada y sus detractores. Ella siempre fue considerada un robo y una injusticia de los ricos contra los pobres. Las โ€œpinturas inmaterialesโ€ tienen dueรฑos, de modo que la propiedad privada se respeta, y, al mismo tiempo, todos pueden disfrutar de esa propiedad privada sin arrebatรกrsela al propietario a travรฉs de la red. Me asegurรณ que se habรญan vendido ya varias โ€œpinturas inmaterialesโ€, a precios muy mรณdicos โ€“iban de 20 a 25,000 euros apenasโ€“, y la galerรญa consideraba esto un รฉxito. Yo le dije โ€“no sรฉ cรณmo me acordรฉโ€“ que un poeta y pintor peruano, Jorge Eduardo Eielson, habรญa inventado las โ€œesculturas imaginariasโ€ hace unos ochenta aรฑos (o mucho mรกs). Las instalรณ en sitios muy vistosos, la Torre de Pisa, el Arco de Triunfo, la Estatua de la Libertad y hasta enviรณ una de ellas a la luna en una nave espacial de la NASA. Sin cobrar un centavo por ello. Pensรฉ que a la galerista le divertirรญa saber que Boshinsky tenรญa un antecesor, pero ella me mirรณ con un aire incrรฉdulo y un tanto lรบgubre. Me vinieron dos vientos mientras conversaba con ella, que conseguรญ disimular encogiรฉndome un poco, como para rascarme una pierna.

Cuando me despertรฉ estaba con escalofrรญos y habรญa disminuido la luz natural. Tenรญa la horrible sensaciรณn de que, cuando dormรญa, ademรกs de despedir vientos, se me habรญa soltado el estรณmago y salido la caca. ยกEl maldito estรณmago! No era la primera vez que me ocurrรญa esto. Me habรญa pasado antes, en un cine, viendo una pelรญcula de John Ford, un cineasta que admiro mucho. Ahora tendrรญa que hacer lo mismo. Limpiarme con cuidado, lavar con lejรญa el calzoncillo y el pantalรณn llenos de mierda. Quรฉ asco. Siempre que encontrara mi casa. Todavรญa habรญa un poco de sol. Tenรญa escalofrรญos y seguramente me habรญan picado los bichos, sobre todo las hormigas, mientras dormรญa. No me acordaba, por supuesto, de la direcciรณn de mi casa, ni del nombre de su calle, pero el miedo habรญa disminuido. Me sentรญa mรกs resignado con mi suerte. Me levantรฉ con dificultad y preguntรฉ la hora a un transeรบnte. Eran las cinco y diez de la tarde. Todavรญa tenรญa tiempo de recordar la direcciรณn de mi casa. Si no la recordaba โ€“pero me sentรญa optimista, tenรญa la sensaciรณn de que estaba cerca, este barrio me parecรญa conocidoโ€“ irรญa a la policรญa, para no pasar la noche a la intemperie. Tal vez no saldrรญa nunca mรกs de los calabozos. Pero por lo menos en la policรญa, mientras averiguaban quiรฉn era, estarรญa bajo techo. ยฟQuรฉ harรญa si llovรญa? Echรฉ a caminar pasito a paso por la avenida del Pintor Rosales.

Osorio me arrastrรณ hace unos meses โ€“tal vez fueran semanasโ€“ a una galerรญa nueva, โ€œrompedoraโ€, me dijo, en Lavapiรฉs. La exposiciรณn se titulaba Esculturas para el olfato. Habรญa una veintena de muรฑecotes que vomitaban, orinaban, defecaban o supuraban unos lรญquidos โ€“llamรฉmoslos por su nombre: mocosโ€“ por las orejas y por las narices, que, para apreciar a cabalidad el significado de la muestra, uno tenรญa que oler en unos recipientes donde dos muรฑecotes escurrรญan esas excreciones. Desde que entrรฉ sentรญ tanto asco que me dieron ganas a mรญ tambiรฉn de arrojar el alma en aquellos pudrideros. Y, por supuesto, me vino una cadena de vientos. Siempre me ocurre cuando algo me altera los nervios. Pero Osorio โ€“cuรกndo noโ€“ me asegurรณ que, luego de un primer momento difรญcil, el olfato pertinaz perdรญa el asco y empezaba a entender el significado profundo de la muestra. Y aรฑadiรณ: โ€œsu sentido metafรญsicoโ€. Creรญa, el pobre ingenuo, que me intimidarรญa. โ€œNunca imaginรฉ que la metafรญsica oliera a pedoโ€, le contestรฉ. โ€œYa me basta con los mรญos.โ€ Al final del recorrido, el propio artista, un joven peludo con mirada de loco, que parecรญa no haberse baรฑado nunca y que decรญa llamarse Gregorio Samsa, gratificaba al heroico visitante con un texto traducido de Baudelaire sobre el valor artรญstico de los olores.

Ya casi no voy al teatro ni a la รณpera, pese a lo mucho que antes me gustaban. Precisamente por eso no voy. Porque ahora se han vuelto tambiรฉn una astracanada, un pretexto para usar las pantallitas, como todo en este mundo electrรณnico y digital en que hemos venido a parar gracias al progreso.

Y pensar que se celebrรณ como un gran invento โ€“yo lo recuerdo muy bien, ocurriรณ hace unos cuarenta aรฑos, o veinte, o diez: eso que llaman el espectรกculo multimedia comentadoโ€“. Pareciรณ un avance que se pudiera oรญr una รณpera y, a la vez, en la pantallita portรกtil recibir informaciรณn sobre la obra, el compositor, el libretista, el director de orquesta, el contexto histรณrico de la pieza, y, para colmo, que fuera posible tambiรฉn comentar con otras personas la representaciรณn a la que se asistรญa, con espectadores prรณximos o que estaban lejos de lo que ocurrรญa en el escenario. Bravo, bravรญsimo. Solo que como la atenciรณn es una sola, y el cerebro tambiรฉn uno, una operaciรณn simultรกnea de esta รญndole hace que el espectador termine concentrรกndose en los pedacitos de pantalla portรกtil y distrayรฉndose completamente de la รณpera que, en teorรญa, fue a oรญr y ver. Todo el teatro se convierte en una muchedumbre de gente que, en vez de escuchar y paladear la mรบsica, estรก totalmente absorbida por las pantallitas, informรกndose sobre una obra que ni oyen ni ven sino a puchitos, y comentando โ€“chismorreando mรกs bienโ€“ con otros cacasenos como ellos, imantados por las pantallitas. Es imposible gozar de un concierto, o de una รณpera y hasta de una comedia ligera, rodeado de gente que no hace mรกs que teclear o acariciar las tabletas que tiene bajo los ojos y que lanzan guiรฑos incesantes alrededor del pobre espectador que fue al teatro con la estรบpida ilusiรณn de escuchar y ver las cosas que ocurrรญan en el escenario. El รบnico espectador serio que se admite hoy es el que produce el propio bรญpedo en su artefacto portรกtil, ese incinerador de todo lo que es genuino y autรฉntico, algo que ha desaparecido prรกcticamente en este mundo donde solo reina y fulgura lo postizo y artificial.

ยฟNo era ese el Teatro Real? ยฟNo estaba otra vez ante el Palacio de Oriente? Sรญ, por supuesto. Aquello era el Palacio Real, donde los reyes recibรญan las credenciales de los embajadores. ยฟCรณmo habรญa llegado hasta aquรญ? Tenรญa la sensaciรณn de que caminaba en la otra direcciรณn. En algรบn momento habrรญa dado la vuelta y rehecho el camino que hice en la maรฑana. Sรญ, ese era el Teatro Real. Estaba muy cansado y me habรญa deprimido de nuevo. Sentรญ algo raro en la cara, me toquรฉ los ojos y descubrรญ que estaban llenos de lรกgrimas. Tuve la valentรญa de contenerme, para no llorar a gritos. ยฟNunca llegarรญa a mi casa? Estaba ya muy cansado, me temblaba el cuerpo y tenรญa muchas ganas de acostarme. Quรฉ rico, taparse bien y dormirse sabiendo que me despertarรญa varias horas despuรฉs, con la luz natural, y que aquella serรญa mi casa, bueno, mi cuarto y mi baรฑito. Sรญ, quรฉ rico. Me horroriza la idea de pasar toda la noche sentado en una banca, muerto de frรญo. Estoy seguro de que, si debo estar toda la noche a la intemperie, me morirรฉ como un perro. Estaba muy cansado y busquรฉ un banco donde sentarme a ver pasar el tiempo.

Cuando me sentรฉ, en una esquina de la Plaza de Oriente, medio de cara y medio de espalda al Palacio Real, me sentรญ mรกs tranquilo. Me toquรฉ los ojos y habรญa dejado de llorar. Mirรฉ al cielo y estaba limpio y radiante. Habรญan salido algunas estrellas.

A veces pienso que, sin darme cuenta, lo que ocurre a mi alrededor me va contaminando a mรญ tambiรฉn y ya no sรฉ realmente distinguir entre lo que es cultura y eso que hace sus veces en el mundo disparatado en que ahora vivimos. Lo digo por mi discusiรณn del otro dรญa con Osorio despuรฉs de la cena donde los Arismendi, esos millonarios o mรกs bien billonarios. La cena me impresionรณ mucho, es cierto, no por la comida, nada del otro mundo, sino por los hologramas. La verdad, quรฉ notable: un espectรกculo feรฉrico. Nos tuvo, a la media docena de invitados, sorprendidos y maravillados del principio al fin de la noche. Yo ya habรญa visto hologramas en ferias y exposiciones y en museos, pero esas figuritas en tercera dimensiรณn nunca me dejaron maravillado. Esa noche sรญ. Ni siquiera sabรญa que la tecnologรญa de los hologramas hubiera evolucionado tanto como para producir los prodigios que vimos donde los Arismendi.

De entrada, me quedรฉ boquiabierto cuando advertรญ, junto al mayordomo que me abriรณ la puerta y me ayudรณ a quitarme el abrigo y la bufanda, que habรญa un doble hologrรกfico de รฉl, otro mayordomo con su misma cara y atuendo, repitiendo sus gestos, sonrisas y venias. Eso fue solo el comienzo. Toda la noche estuvimos rodeados de esos personajes fantasmales, duplicando a camareros o camareras, sirviendo la mesa, pasando las fuentes con bocaditos y bebidas, tan absolutamente idรฉnticos a los reales que aquello se convirtiรณ en un delirio; nos dio a todos la sensaciรณn de haber entrado a un mundo onรญrico, de estar viviendo en un poema surrealista, verificando que lo maravilloso cotidiano existe, no sรฉ cรณmo llamarlo, un mundo en el que resulta difรญcil distinguir las fronteras entre la realidad, los personajes de carne y hueso y sus dobles, esos fantoches de la ilusiรณn tecnolรณgica. El broche de oro vino al final, cuando, para despedirnos en la puerta de la casa, aparecieron duplicados nuestros anfitriones, los Arismendi ficticios, que nos dieron tambiรฉn las buenas noches y nos desearon toda clase de felicidades.

Mi discusiรณn con Osorio estallรณ cuando le contรฉ la impresiรณn que me causรณ aquella cena hologrรกfica. Me interrumpiรณ, feliz, como si me hubiera sorprendido haciendo algo malรญsimo, masturbรกndome por ejemplo. โ€œAhora, dime, ยฟeso que vimos es o no es arte?โ€ Yo le dije que no lo era, solo una notable proeza de la tรฉcnica. ร‰l replicรณ: โ€œPues es eso lo que ha sido toda la vida el arte tambiรฉn, una hazaรฑa tecnolรณgica. En eso consiste el arte de nuestros dรญas.โ€ Fue una discusiรณn de varias horas, en que yo me negaba a aceptar su teorรญa segรบn la cual los verdaderos artistas de nuestro tiempo son los ingenieros electrรณnicos, los programadores informรกticos, los grandes especialistas del sonido y la imagen y los profesionales de la Red. Pero, aunque nunca le di la razรณn, en los argumentos de Osorio hay una deprimente verdad: vivimos en un mundo en el que lo que antes llamรกbamos arte, literatura, cultura, ya no es obra de la fantasรญa y la destreza de unos creadores individuales sino de los laboratorios, los talleres y las fรกbricas. Es decir, de las malditas maquinitas. (ยฟSoy acaso un ludita? Tal vez lo sea.)

Sentรญa que me vencรญa el sueรฑo otra vez. Si me quedaba dormido, cuando despertara habrรญa muchas estrellas en el cielo. Todo un dรญa buscando mi casa, bueno, mi cuartito, con la seguridad de que estaba por acรก, muy cerca, sin poder encontrarlo. Ahora, en este momento, no me importaba. Sabรญa que tenรญa los calzoncillos llenos de mierda, porque en el sueรฑecito de la avenida del Pintor Rosales se me habรญa salido la caca, y no me importaba tampoco. Me acurruquรฉ en mรญ mismo y pensรฉ que me sentรญa bien y que iba a dormir otro ratito mรกs.

ยฟSerรก que la cultura ya no tiene ninguna funciรณn que cumplir en esta vida? ยฟQue sus razones antiguas, aguzar la sensibilidad, la imaginaciรณn, hacer vivir el placer de la belleza, desarrollar el espรญritu crรญtico de las personas, ya no hacen falta a los seres humanos de hoy, pues la ciencia y la tecnologรญa pueden sustituirlos con ventaja? Por eso serรก que ya no hay departamentos de Filosofรญa en ninguna universidad de los paรญses cultos de la tierra. (Hice una exploraciรณn el otro dรญa y el internet me hizo saber que entre los รบltimos departamentos de Filosofรญa que sobreviven estรกn, uno, en una Universidad de Cochabamba, Bolivia, y el otro en la Facultad de Letras de las Islas Marquesas. Pero, en esta รบltima, la Filosofรญa comparte el departamento acadรฉmico con Teologรญa y Cocina. ยกVaya mezcla! Me imagino el diploma de doctor en Filosofรญa, Teologรญa y Gastronomรญa y me muero de risa.)

Pero, si las ideas en sรญ, desasidas de finalidades prรกcticas inmediatas, hubieran desaparecido, toda forma de disidencia y contestaciรณn se habrรญa evaporado tambiรฉn como consecuencia de aquello en nuestras sociedades. Por fortuna todavรญa no es asรญ, aunque, me temo, vamos por este camino hacia ese fin: una sociedad de autรณmatas. Mi esperanza estรก en el movimiento de los โ€œdesequilibradosโ€ que se ha extendido tanto por el globo, no solo por Espaรฑa. Aunque tengo sentimientos encontrados respecto a los โ€œdesequilibradosโ€. A ratos, me inspiran simpatรญa, porque este mundo no les gusta y por su forma de vida es obvio que quisieran cambiarlo. Hay en ellos una actitud desinteresada, de pureza y espiritualidad, todo lo que parece haberse extinguido en el resto de nuestra sociedades frenรฉticamente entregadas a trabajar, a producir, ganar dinero, y llenarse de maquinitas entretenidas.

Pero estoy lejos de compartir todas sus tesis y manรญas. Tambiรฉn me asusta su actitud fanรกtica contra ciertas cosas como el sexo y la carne, sin los cuales mi juventud y mis aรฑos de madurez se hubieran visto privados de muchos placeres que recuerdo con una emociรณn que ciertos dรญas me cuaja los ojos de lรกgrimas. (Con los aรฑos me he vuelto bastante lloroncito.) No estoy diciendo que hacer el amor y comerse un jugoso churrasco fueran equivalentes, no soy tan imbรฉcil. Eso sรญ, creo que hacer el amor era algo maravilloso, sobre todo cuando yo era joven. Recordรฉ a Carmencita. ยฟNo era riquรญsimo desnudarse y enredarse en la cama durante horas y hacer el amor al volver de la oficina de noticias en la que trabajaba? Ver por primera vez el cuerpo desnudo de una muchacha, hacerle el amor con la delicadeza con que entonces se escribรญa un poema, gozar juntos ebrios de deseo y de felicidad, sentir que se abolรญa el tiempo y uno alcanzaba esa inmortalidad del instante que da el รฉxtasis carnal: ยกquรฉ maravilla! Ahora tengo la seguridad de que el sexo ya no representa tanto como cuando uno, en aquellos lejanos aรฑos, iba poco a poco venciendo los tabรบes y veladuras que rodeaban el amor fรญsico y llegaba por fin al acto sexual como quien llega al paraรญso. Por lo demรกs, en esas รฉpocas zamparse un buen filete, un chuletรณn o unos riรฑoncitos al vino era algo deleitable, algo que el comรบn de los mortales hacรญa con perfecta buena conciencia, sin los problemas morales y polรญticos que eso plantea hoy, cuando todo el mundo hace chistes, sigue las instrucciones de los dietistas y los platos de comida parecen remedios, medicinas. Uy, quรฉ asco es comer y beber en este tiempo. Lo dice alguien que casi nunca come en exceso y rara vez bebe esos lรญquidos farmacรฉuticos que ahora llaman vino.

Dormรญa y soรฑaba tranquilo, en perfecta paz conmigo mismo. Se me habรญan quitado el miedo y el frรญo. Me sentรญa bien en el sueรฑo.

Dicen que el movimiento de los โ€œdesequilibradosโ€ naciรณ en el Japรณn hace ya medio siglo. En todo caso, su expansiรณn por el mundo ha sido lenta, ha ocurrido como un fenรณmeno natural, al igual que se van abriendo camino los rรญos, no por obra de la propaganda y la evangelizaciรณn, pues, dado su individualismo desenfrenado, lo รบltimo que sus adeptos harรญan serรญa convertirse en propagandistas y apรณstoles de su filosofรญa de vivir. No constituyen una nueva religiรณn ni mucho menos. ยฟQuรฉ son, entonces? Algo asรญ como una fraternidad pacรญfica e iconoclasta, que, allende o dentro de las propias fronteras, hermana sobre todo a la gente joven. La llamo โ€œfraternidadโ€ porque hablar de โ€œideologรญaโ€ serรญa un anacronismo: ya nadie sabe ahora quรฉ es o quรฉ fue eso. Ya no hay ideologรญas dignas de ese nombre tampoco. Todo se ha vuelto muy prรกctico en esta vida, sobre todo la polรญtica. Quizรกs el movimiento de los โ€œdesequilibradosโ€ sea una reacciรณn contra el pragmatismo materialista universal que se ha impuesto como รบnica forma de vida, una singular protesta contra un mundo de gentes que parecen estar de acuerdo en casi todo y no ven mรกs allรก de las orejeras que llevan puestas โ€“que llevamos, no sรฉ por quรฉ me excluyoโ€“ sin saberlo. No, los โ€œdesequilibradosโ€ no hacen adoctrinamiento ni apostolado, al menos que yo sepa. Eso sรญ, predican con su ejemplo. Y este ha ido cundiendo, extendiรฉndose. Ahora estรกn por todas partes, aunque las pantallas que pululan por las calles que difunden noticiarios no suelen hablar de ellos. Pero lo cierto es que su manera de ser y de vivir ha tocado alguna fibra รญntima de muchos jรณvenes de la รบltima generaciรณn. Como son tan pacรญficos y no suelen hacer mรญtines, ni acampadas, rehรบyen a los medios y son antigregarios, pasan algo desapercibidos. Pero estรกn ahรญ, rodeรกndonos. Miles, decenas de miles, acaso millones. Y, eso sรญ, todos jรณvenes. Supongo que a medida que van ganando aรฑos, volviรฉndose viejos, se retiran. O acaso los matan los mรกs jรณvenes. En el sueรฑo, me reรญ, divertido con aquella ocurrencia. ยกQuรฉ va! Los โ€œdesequilibradosโ€ son pacรญficos y no creo que maten ni a las moscas.

ยฟQuรฉ quieren? ยฟEn quรฉ forma les gustarรญa que cambiara el mundo? Yo conversรฉ una vez con un grupito de ellos, aquรญ en Madrid. Estaban asoleรกndose, tirados en la hierba, en el Parque de Debod, junto al pequeรฑo templete egipcio, contemplando, bajo un cielo despejado, el Parque del Oeste a sus pies.

Al principio, me miraron con desconfianza, aunque sin hostilidad. Cuando les expliquรฉ que solo querรญa saber un poco mรกs de lo que hacรญan, creรญan y deseaban para la sociedad, se quedaron desconcertados. Por fin, luego de cambiar miradas entre ellos, asintieron. Uno me preguntรณ si yo era de la policรญa. Y todos se rieron, viendo mi aspecto de pordiosero. Conversamos cerca de una hora, tirados en el pasto, yo como un bisabuelo o tatarabuelo rodeado de sus bisnietos y tataranietos. Habรญa algunos chicos y chicas extranjeros entre ellos que apenas chapurreaban el espaรฑol. Este fue el idioma en el que hablamos, con algunas frasecitas de cuando en cuando en inglรฉs, italiano o francรฉs.

Me quedรฉ un poco confuso con tantas contradicciones y vaguedades, la verdad. Despuรฉs, reflexionando sobre aquello que hacen los โ€œdesequilibradosโ€, lleguรฉ a la convicciรณn de que lo hacen mรกs por instinto que por reflexiรณn. Lo suyo no son las ideas, tan totalmente devaluadas en el mundo de hoy, sino los impulsos, las intenciones, la acciรณn. Lo que me quedรณ mรกs claro, en lo que todos ellos estรกn de acuerdo: nuestro sistema no deja a la gente tiempo para malgastarlo. Hacen una defensa apasionada del ocio. Perder el tiempo como ellos, allรญ, tumbados en la hierba, les parece un gran privilegio, porque es una rareza en el mundo de hoy. No hacer nada, estar ahรญ, fantaseando, gozando del solcito tibio, cantando o contando chistes. โ€œEsto es vidaโ€, afirmรณ uno de ellos. โ€œY no pasarse maรฑana y tarde haciendo clic clic en el ordenador, rodeado de paredes y de tedio.โ€ โ€œNo todo puede ser trabajo, hay otras cosas que debemos valorarโ€, aรฑadiรณ una chica pelirroja, con convicciรณn. Los demรกs asintieron.

Cuando yo les preguntรฉ cรณmo hacรญan para comer, cรณmo ganan su vida, se sorprendieron, igual que si se tratara de algo sin importancia. Hacรญan trabajitos a veces y compartรญan entre ellos todo lo que tenรญan, me dijeron. Algunos se habรญan arreglado para recibir pensiones del Estado. En todo caso, compartรญan los ingresos y los gastos que tenรญan. Ademรกs, no comรญan mucho y, por supuesto, todo era de todos.

Despuรฉs, cuando yo les preguntรฉ por quรฉ se preocupaban tanto por las cremas, los ungรผentos, los afeites, los notรฉ incรณmodos, como si hubiera violado un terreno รญntimo. Luego de una larguรญsima pausa, uno de ellos murmurรณ: โ€œNuestro cuerpo es sagrado y hay que cuidarlo.โ€ Para ellos, en verdad, lo sagrado son las perfumerรญas y las farmacias. Me preguntaron si no me habรญa echado algo para el sol y como les dije que no, que nunca usaba cremas protectoras, se escandalizaron. Me confesaron que todo el dinerito que ganan con trabajos eventuales y las pensiones que recibรญan por el mero hecho de existir lo invertรญan en comprarse pastillas, lociones, tรณnicos, todo aquello que impide el deterioro de la piel, los ojos, los dientes. Por razones de estรฉtica, tambiรฉn, pero sobre todo de salud. Decรญan que, aunque hay muchas cosas malas en nuestro tiempo, hay una buenรญsima, y es todo lo que ha inventado la ciencia para defendernos contra la decadencia fรญsica: desinfectantes, reconstituyentes, bรกlsamos, hidroterapias, baรฑos tรฉrmicos, masajes, un arsenal de drogas y productos naturales que, usados con sabidurรญa, mantienen a los seres humanos sanos, bellos, en pleno uso de sus facultades hasta el รบltimo dรญa. Uno de los chicos, de cuerpo estilizado y ascรฉtico, dijo que lo mรกs importante era tener el estรณmago siempre limpio y que haber acabado con el estreรฑimiento era la mรกxima gloria de la ciencia contemporรกnea. (Pero para todo esto se necesita mucho dinero y ellos, que son vagos, no lo tienen: ยฟcรณmo hacen?) Porque gozar de un estรณmago que funciona con la puntualidad de un reloj suizo impedรญa a las personas sucumbir a la neurosis, la causa primordial de los suicidios que se registran a diario en toda Europa. Otro le discutiรณ que mรกs importante es el descubrimiento de la jalea que mantiene fresca y alerta la memoria. Otro los refutรณ a ambos, asegurando que una proeza mayor todavรญa era la de haber fabricado la pรญldora que sosiega la libido y que hubiera hombres y mujeres sin preocupaciones sexuales como antaรฑo.

Aprovechรฉ para preguntarles por quรฉ los โ€œdesequilibradosโ€ estaban contra el sexo y practicaban โ€“por lo menos muchos de ellosโ€“ la castidad. Advertรญ que algunos del grupo se ruborizaban y desviaban la vista. Por fin, la pelirroja tomรณ la palabra y me explicรณ: โ€œEs que nosotros estamos a favor de la limpieza, tanto corporal como espiritual.โ€ โ€œYo tambiรฉn lo estoyโ€, les asegurรฉ. โ€œPero eso no puede significar que no haya que hacer nunca el amor, una cosa tan saludable y placentera.โ€ Me miraron como lo que soy, un hombre de las cavernas. โ€œยฟNo basta con que tengamos que expulsar cada dรญa nuestros excrementos?โ€, intervino con beligerancia un jovencito, casi un niรฑo, que hasta entonces no habรญa hablado. โ€œยฟTenemos que dedicarnos tambiรฉn a expulsar diariamente nuestro semen?โ€ No entendรญ quรฉ querรญa decirme, pero, al parecer, sus compaรฑeros sรญ, pues todos sonrieron al oรญrlo, como si me hubiera derrotado. Les dije que, cuando yo era chico, eso era lo que trataban de inculcarnos los curas: que el sexo era algo sucio, feo y pecaminoso, y, por lo tanto, prescindible. Se encogieron de hombros. Ninguno de ellos practicaba religiรณn alguna, solo una chica confesรณ que, aunque no era seguidora de ningรบn credo, tampoco podรญa ser atea, pues creรญa en โ€œun principio primero para todas las cosasโ€. Su defensa del ascetismo no estaba inspirada en la fe religiosa, sino en una moral laica, o, sorprendentemente, en la higiene.

No he visto un ejemplo mรกs flamante de la devaluaciรณn del sexo entre los jรณvenes, justamente ahora que se ha alcanzado lo que hace apenas medio siglo parecรญa inalcanzable: la libertad irrestricta para practicar el sexo de cualquier manera, en cualquier parte y con quien sea. Tal vez esa celebรฉrrima libertad sea la causa de su devaluaciรณn. El sexo excitaba mucho a la gente cuando lo rodeaban prohibiciones y tabรบes; desaparecidos estos, perdiรณ su magia, y ahora los jรณvenes le hacen ascos. ยกQuiรฉn lo hubiera dicho!

Cuando susurrรฉ que si todo el mundo los imitara y se volviera casto desaparecerรญa la humanidad, uno de ellos me repuso: โ€œLa ciencia resolverรก eso, fabricando gente en los laboratorios.โ€ Pero lo que divirtiรณ mucho al grupo fue que otro aรฑadiera: โ€œยฟY a quiรฉn le importarรญa que desaparezcamos? No a las plantas ni a los animales en todo caso.โ€

Les preguntรฉ por quรฉ los llamaban โ€œdesequilibradosโ€ y no lo sabรญan. Alguien fantaseรณ: โ€œTal vez nos pusieron ese nombre los que creรญan que รฉramos un peligro para la sociedad. Aunque despuรฉs se dieron cuenta de que eso no era asรญ, el nombre quedรณ. A nosotros… o por lo menos a mรญ, no me importa.โ€ โ€œA esa palabra, โ€˜nosotrosโ€™, la hemos desahuciadoโ€, afirmรณ una de las chicas. โ€œDe haber sido un insulto, la volvimos una virtudโ€, la apoyรณ su vecino.

Aman los afeites y los fรกrmacos, menosprecian el sexo y son vegetarianos recalcitrantes. El รบnico momento de la charla en que se exaltaron fue cuando les dije que la prohibiciรณn de comer carne me parecรญa absurda, que iba contra la libertad y los derechos humanos, contra el derecho al placer. Lo peor es que el Estado, o el gobierno, los secunde en este prejuicio. Que encontraba una monstruosidad que se multara o enviara a la cรกrcel a quienes se descubrรญa transgrediendo esta prohibiciรณn. Entonces sรญ que perdieron las buenas maneras. Les vi alzar la voz y gesticular mientras me criticaban. ยฟQuรฉ hubiera sucedido si les decรญa que me horrorizaba la prohibiciรณn de las corridas de toros? Me hubieran linchado, tal vez. Optรฉ por despedirme antes de que empezaran a insultarme. En mi juventud, la rebeliรณn de los jรณvenes se inspiraba en ideas como traer el paraรญso a la tierra, instaurar la sociedad igualitaria, acabar con las desigualdades, el sexo libre, el feminismo, el aborto, la muerte piadosa (o sea la eutanasia). Pero, ahora, el objetivo de los adolescentes inconformes es que el planeta entero se alimente solo de frutas y verduras. Si eso no es decadencia, no sรฉ cรณmo llamarlo.

Lo curioso es que el odio a la carne de los โ€œdesequilibradosโ€ no tiene que ver tanto con el amor a los animales como con una supuesta certeza mรฉdica que se agitรณ mucho cuando se prohibieron las corridas: que la carne es daรฑina, produce enfermedades, โ€œensuciaโ€ el cuerpo humano, โ€œafeaโ€ a la gente y vuelve โ€œviolentosโ€ a las mujeres y a los hombres. Y corrรญan leyendas ridรญculas, como que, a la salida de los toros, los aficionados ยกa veces linchaban gentes! (Repito los disparates que les oรญ.) La idea que se hacen de la limpieza estos jรณvenes es enfermiza y neurรณtica. En torno a esta obsesiรณn han construido toda clase de fantasรญas quimรฉricas y sanitarias.

Los โ€œdesequilibradosโ€ no serรญan rebeldes si no tomaran distancias con ese animalismo perverso que se ha apoderado del mundo entero. A mรญ me gustaron mucho los animales en mi juventud e incluso en mi madurez tuve un perro al que le leรญa poemas de Cernuda y Garcรญa Lorca. Pero, tal como van las cosas, he tomado cierta fobia por el reino animal. No serรญa raro que acabara con nosotros, los humanos. Incluso, sin decรญrselo a nadie, y menos que a nadie a Osorio, ya no veo con tanta antipatรญa a esos comandos antianimalistas que aparecen por aquรญ y por allรก en el mundo entero y perpetran esos actos terroristas contra perros, gatos, ratas, zorrinos, moscas y demรกs animales considerados domรฉsticos. El otro dรญa un tribunal madrileรฑo de menores condenรณ a un aรฑo de encierro en un reformatorio a un niรฑo de diez aรฑos porque la policรญa lo sorprendiรณ disparando piedrecitas con una honda a las golondrinas. A mรญ no me parece bien que apedreen a las golondrinas, ni a ningรบn animal, por supuesto, nunca lo hice cuando las hondas no eran consideradas โ€œarmas homicidasโ€. Pero mandar un aรฑo a una correccional a un crรญo por eso me parece un acto de sectarismo estรบpido. Y me pareciรณ grotesco que el juez llamara a las golondrinas, segรบn la fรณrmula acostumbrada, โ€œun ser vivo de sangre caliente cuyo derecho a la vida debรญa ser respetadoโ€.

Lo que mitigรณ mucho mi simpatรญa por los animales fue que los veterinarios dijeran que las ratas de nuestros dรญas ya no acarrean enfermedades, que la ciencia ha conseguido erradicar en ellas todos los gรฉrmenes y microbios de que eran antes portadoras y que por lo tanto pasarรญan a la categorรญa de animales domรฉsticos, como pedรญan tantas asociaciones animalistas. Tuve pesadillas y todavรญa las tengo, pues siempre detestรฉ a esos horribles roedores. Se me ponen los pelos de punta cuando pienso que viven ahora en tantas casas alimentadas y mimadas por sus dueรฑos, que les dan de comer en la boca y sin duda las meten a su cama para que no tengan frรญo en las noches de invierno. Menos mal que a los gatos no han podido erradicarles el instinto homicida contra los roedores a los que siguen despanzurrando cada vez que se ponen a su alcance. ยกVivan los gatos! Por las ratas he dejado de pasear en el Retiro las maรฑanas de buen tiempo, algo que antes me encantaba. Ellas se han apoderado de ese hermoso parque; estรกn por todas partes, trepรกndose a los รกrboles, baรฑรกndose en el estanque, se suben a los pies de los paseantes y mueven sus colas pardas para que les echen comida. Y hay que espantarlas con delicadeza para que no te llamen la atenciรณn los vigilantes o te pongan una multa por ser desconsiderados con esos prรณjimos โ€œde sangre calienteโ€. ยฟQuรฉ sangre no es caliente?

Por eso, cuando la invasiรณn de los zorros a Madrid, creo que yo fui uno de los pocos vecinos que no se asustรณ y, mรกs bien, me alegrรฉ de ver que manadas de esos cรกnidos se aquerenciaban en todos los parques, alamedas y paseos madrileรฑos. Mientras esos plateados inmigrantes estuvieron instalados aquรญ, desaparecieron las ratas de las calles de la ciudad: se escondieron o los zorros se las comieron. Osorio fue uno de los vecinos mรกs asustados y uno de los que fue a manifestarse a la Puerta del Sol contra las campaรฑas de todas esas ong proclamando โ€œBienvenidos, hermanos zorros, a Madridโ€, โ€œMadrid, patria de los zorrosโ€, etcรฉtera, que llevaban a cabo para que los invasores se quedaran a vivir en la ciudad y esta fuera acondicionada para darles albergue permanente. A mรญ no me molestรณ nada la presencia de los zorros en la Villa y Corte. Lo รบnico incรณmodo, lo reconozco, el olor a pis del zorro: es penetrante e impregnรณ el aire madrileรฑo esos dรญas. Se mezclaba con mis propios olores y era un asco. La orina del zorro apesta y en esas semanas se vio a mucha gente en la calle con arcadas o vomitando, descompuesta por el mal olor que todo lo impregnaba. Los zorros, al cabo de un tiempo, se fueron, tan misteriosamente como habรญan venido. Y las malditas ratas, poco a poco, volvieron a la ciudad.

Osorio dice que ahora hay aรฑoranza por esos animales, otro de los hitos de la cultura de hoy en el mundo, que va a romper todos los lรญmites de lo concebible. El otro dรญa me jurรณ que ya hay, en distintas ciudades, colectivos y fundaciones que piden que se autoricen los matrimonios mixtos de seres humanos y animales. Tal vez me tomaba el pelo, porque no me dio pruebas tangibles de que esas instituciones existan. Pero si no existen todavรญa, ya aparecerรกn. Serรก divertido asistir al primer matrimonio de un hombre y una perra o entre una mujer y un mono. Y lo serรก mรกs si no solo se celebra en el ayuntamiento sino tambiรฉn en una iglesia, a los compases de la Marcha nupcial.

Cuando le contรฉ mi experiencia con los โ€œdesequilibradosโ€, Osorio me bromeรณ que cualquier dรญa un comando de fanรกticos del vegetarianismo irรญa a prender fuego en el restaurante clandestino donde, una vez al mes, รฉl y yo vamos a zamparnos un buen rabo de toro o un filete poco hecho. Creo que gracias a la prohibiciรณn, ahora, los carnรญvoros disfrutamos mucho mรกs con los atracones de carne. En eso, la naturaleza humana no ha cambiado nada. El riesgo, el tabรบ, los interdictos que rodean a cualquier cosa la hacen infinitamente mรกs deseable y atractiva. Un amigo mรญo, fumador secreto, me decรญa eso mismo hace algรบn tiempo: que รฉl y sus amigos disfrutan ahora muchรญsimo mรกs en los fumaderos clandestinos, sabiendo que podrรญan ir a la cรกrcel por los pitillos que se fuman, que antes, cuando podรญan fumรกrselos en cualquier parte sin riesgo alguno.

Osorio defiende a los โ€œdesequilibradosโ€ y creo que lo hace por convicciรณn, no por practicar su deporte favorito que es llevarme la contra. Segรบn รฉl, los viejos ideales de justicia social y de sociedades igualitarias y perfectas simplemente ya no exaltan a las nuevas generaciones, pues lo que habรญa en ellos de realizable ya forma parte de la vida moderna. Y lo que no, lo que albergaban esos ideales de quimรฉrico e imposible, no los ilusiona, mรกs bien los repele, porque, educados en el โ€œrealismoโ€, el sesgo principal de nuestra cultura actual, son pragmรกticos y no quieren perder su tiempo y su energรญa en cosas que nunca lograrรกn, con las consecuencias que tuvo en el pasado la bรบsqueda de la sociedad perfecta: guerras civiles, revoluciones sangrientas y peores injusticias que las que se querรญan remediar. Segรบn Osorio, hay una gran sensatez y hasta sabidurรญa en los jรณvenes de hoy al reemplazar el anhelo de un mundo perfecto por algo mรกs humano, un mundo donde los jรณvenes vacรญen puntualmente el estรณmago y no padezcan del suplicio del acnรฉ. Le celebrรฉ la broma, pero, unos instantes despuรฉs, me embargรณ una gran tristeza al darme cuenta de que no bromeaba.

Cuando le dije que me parecรญa una curiosa paradoja que los jรณvenes hayan empezado a despreciar el sexo, es decir, a materializar lo que los curas querรญan inculcarnos cuando รฉramos jรณvenes โ€“aunque muchos curas lo practicaban a escondidas al derecho y al revรฉs, sobre todo al revรฉsโ€“, precisamente cuando las religiones comienzan a encogerse como pieles de zapa, Osorio me rectificรณ: โ€œSe encogen las iglesias, no la religiรณn.โ€ Tuve que darle la razรณn.

Habรญa llegado a un punto en el que tanto Osorio como yo solรญamos estar de acuerdo: ยฟรฉramos libres o meros autรณmatas? George Orwell no habรญa vivido ese problema, pues escribiรณ en las รฉpocas del estalinismo mรกs rabioso y lo combatiรณ sin vacilar en libros esplรฉndidos como La granja de los animales y 1984, como el hombre de izquierda que siempre fue, defensor de una izquierda democrรกtica, si es que eso existiรณ alguna vez. Era un socialista que no lo era, que debajo de su socialismo democrรกtico defendรญa el capitalismo democrรกtico, pues sabรญa muy bien que sin empresas libres y privadas no hay libertad que sobreviva y que, si el Estado controla la producciรณn de bienes y el empleo, a la larga o a la corta se instala el comunismo de siempre, y, con รฉl, el totalitarismo y la pobreza. Por eso es que desaparecieron la Uniรณn Soviรฉtica y China Popular se convirtiรณ en una dictadura capitalista de amiguetes. Pues en China existe una empresa privada de empresarios millonarios que se tragan todas las mentiras del rรฉgimen, pero ese rรฉgimen es una caricatura del capitalismo y la falta de libertad lo asfixiarรก a la corta o a la larga.

ยฟEn quรฉ rรฉgimen vivimos ahora? Imposible saberlo, pero lo seguro es que vivimos en la mentira sistemรกtica. La economรญa funciona gracias a la empresa privada y a la economรญa de mercado, a la competencia, por supuesto. ยฟPero somos libres? Ni yo ni Osorio lo creemos, aunque este se lo crea a ratos. Yo tengo esa sensaciรณn desde que desaparecieron los periรณdicos. Es verdad que en casi todas las esquinas hay pantallas en las que se dan noticias todo el dรญa, y que aparentemente representan a empresas que defienden diversas ideologรญas y sistemas. ยฟEs eso verdad? ร‰l y yo tenemos la impresiรณn de que no, de que, por debajo de las supuestas diferencias, las pantallas defienden una sola verdad โ€“una mentira rigurosamente guardadaโ€“, que todas estรกn de acuerdo en su base mรกs secreta en defender un sistema en el que gobierno y empresas, como ocurrรญa en China en aquel tiempo lejano, estรกn bรกsicamente de acuerdo en mentir juntos, simulando unas discrepancias que en verdad son superficiales, porque hay un acuerdo sustancial en mantener este sistema que engaรฑa a todo el mundo, pues parece funcionar bastante bien, ya que hay trabajo, pensiones, medicinas y educaciรณn para todos y una libertad que es una mera cortina de humo inventada por esa tecnologรญa de punta que mantiene entretenido a todo el mundo. Hombres y mujeres se han vuelto incultos y manipulados casi totalmente por la desapariciรณn de la cultura, o, mejor dicho, su conversiรณn en mera diversiรณn. En otras palabras, somos unos esclavos mรกs o menos felices y contentos con su suerte. Orwell no imaginรณ que esta podรญa ser la evoluciรณn de ese โ€œsocialismo libreโ€ que รฉl imaginaba y que era simplemente imposible. Pues ahora hemos perdido la libertad sin darnos cuenta, y, lo peor, estamos contentos y nos creemos hasta libres. ยกVaya cojudos!

ยฟNo resulta extraรฑo que en estas condiciones el sexo haya perdido interรฉs cuando su gran enemiga, la que mรกs hizo por erradicarlo de nuestras vidas โ€“por lo menos en teorรญaโ€“, la Iglesia catรณlica, pierde fieles, catecรบmenos, sacerdotes, hasta haberse quedado convertida en algunos paรญses en una especie de sociedad filatรฉlica? Muchas veces hemos discutido con Osorio por quรฉ las grandes iglesias, y esos fanรกticos terroristas que querรญan acabar con ellas a punta de bombas y asesinatos, se van eclipsando en nuestro tiempo, pues lo mismo que con el catolicismo pasa con el judaรญsmo, el protestantismo, la Iglesia ortodoxa y hasta con las iglesias orientales como el islam (en sus dos ramas) y el budismo: pierden fieles, vigencia, se van marchitando, tanto que muchos piensan que acabarรกn por extinguirse. Luego de haber tenido tanta influencia en la historia, de haberla marcado a fuego, ahora, sin que nadie las ataque, y pese a que todos los gobiernos las subvencionan y nadie las hostiliza, las iglesias van desapareciendo poco a poco pues aquella lejana observaciรณn de Nietzsche se ha hecho realidad: Dios ha muerto y a nadie le importa, pues hombres y mujeres han aprendido por fin a vivir sin Dios. Era tambiรฉn un producto de la cultura y, como esta se ha transformado en diversiรณn, ni nos hemos dado cuenta de que a los viejos dioses los han reemplazado los futbolines, las imรกgenes de la pantalla, los circos, los dibujos animados y, sobre todo, la publicidad y sus mรบltiples manifestaciones que comienzan a no parecerlo.

Yo sospecho que la Iglesia catรณlica sellรณ su partida de defunciรณn cuando comenzรณ a modernizarse, cuando ese bastiรณn del machismo y conservadurismo, intolerancia y dogmatismo que fue antaรฑo, empezรณ a relajarse, a resquebrajarse, a hacer concesiones a los curas y laicos progresistas. Estos se salieron con la suya, pero, en vez del aggiornamento que reclamaban, le dieron a la Iglesia el puntillazo. O sea, el tiro les saliรณ por la culata. Parecรญa imposible y sin embargo ocurriรณ: la Iglesia comenzรณ a ordenar mujeres y nombrarlas obispos, autorizรณ que los curas se casaran, como los pastores protestantes, y el papa en persona celebrรณ un matrimonio gay en la mismรญsima basรญlica de San Pedro. Mi pobre madre, que en paz descanse, cuando escuchรณ estas noticias y vio la escena en la tablilla digital lanzรณ un grito desgarrador y perdiรณ la conciencia. Se derramรณ de la silla de ruedas al suelo. Pobre viejita. โ€œEran adelantos indispensables para adaptarse a la รฉpocaโ€, dice Osorio. โ€œSi no lo hacรญan, la Iglesia habrรญa comenzado a marchitarse como una rosa expuesta al sol durante mucho tiempo.โ€ ยฟNo es lo que ha ocurrido, acaso?

Yo tambiรฉn discrepo con รฉl en eso, por supuesto. A la gente le gustaba la Iglesia porque no se parecรญa a la vida, a la sociedad tal cual es, porque representaba lo contrario de la existencia en el siglo. Dentro de la Iglesia uno se sentรญa ya en el otro mundo, un territorio muy distanciado del de la rutina cotidiana. Era una ilusiรณn bonita, hecha de ritos, de cantos, de incienso, de frases en latรญn que, como no las entendรญan, a los fieles les parecรญan sabias, celestiales, alusiones a vidas perfectas, heroicas y marcadas por la pureza, la inocencia y la paz interior. Ahora la Iglesia ha dejado de ser ese refugio: es una prolongaciรณn de la vida de todos los dรญas, donde casi todo estรก permitido, donde ya no hay tabรบes ni dogmas inflexibles. La Iglesia ha perdido misterio y dejado de ser interesante, pues se parece a esos partidos polรญticos en los que nadie cree, a las fraternidades universitarias o a los clubes de fรบtbol. Cuando el Vaticano estableciรณ que el limbo no existe, las cosas se orientaron para ella por el mal camino. La aboliciรณn del infierno tranquilizรณ a muchos creyentes pecadores, desde luego, pero decepcionรณ a otros, a quienes soรฑaban con que sus enemigos, quienes los habรญan maltratado y explotado, se quemaran eternamente en las llamas de Belcebรบ. Sin llamas y sin Belcebรบ el mรกs allรก perdiรณ mucho atractivo para gran cantidad de fieles. Ahora se dice que el Vaticano tambiรฉn va a declarar que el cielo solo existรญa como algo simbรณlico y metafรณrico, pero que, en verdad, tampoco existe en un sentido tangible y material. ยกPobres mรกrtires cristianos! Se hicieron descoyuntar en el potro, destrozar por las fieras, quemar vivos defendiendo los principios y verdades de la fe cristiana y resulta que ni el infierno ni el limbo ni el cielo existen. De quรฉ y a quiรฉn podรญa servir la Iglesia en esas condiciones.

Ahora, conviene aclarar un punto en el que insiste mucho Osorio, y creo que con razรณn. La decadencia de las grandes iglesias no ha acabado con la religiosidad. Solo que esta se ha vulgarizado y encanallado de una manera bochornosa. Ahora que ya nadie cree en los curas, la gente se ha puesto a creer en los brujos, hechiceros, chamanes, adivinos, palmistas, santones, hipnotizadores, toda esa canalla de embusteros y estafadores que, por unos cuantos pesos, hacen creer a sus incautos clientes que existe el otro mundo y que ellos lo conocen, que el futuro estรก escrito y es descifrable leyendo la borra de cafรฉ, las hojas de la coca, consultando los naipes o una bola de cristal. Lo que las religiones serias hacรญan con elegancia, belleza, complejidad intelectual, ahora es monopolio y ganapรกn de pรญcaros, hechiceros de tres al cuarto y analfabetos. O sea, en los momentos de mรกs alta modernidad cientรญfica y tecnolรณgica, volvemos al paganismo, a la hechicerรญa primitiva. A eso nos ha conducido la cultura de nuestro tiempo. Y el huevรณn de Osorio llama a eso el progreso.

Y en eso, de repente, me despertรฉ. Sรญ, me habรญa despertado. Era noche cerrada y el cielo se habรญa convertido en un mar de estrellas. Estaba sentado en el asiento de piedra de la Plaza de Oriente y a mi derecha, al frente, tenรญa el Teatro Real, a la espalda el Palacio, y, frente a mรญ, la callecita de los restaurantes y de la puerta falsa del teatro por donde entraban los empleados, y, cuando habรญa ensayos, los actores, las actrices y los mรบsicos. Sabรญa perfectamente que, bajando por esa callecita encontrarรญa, en la esquina y a la derecha, la Plaza de Isabel II, y que de allรญ arrancaba la callecita de mi casa. Se llamaba la calle de la Flora, por supuesto. El nรบmero uno era el de mi cuartito y su baรฑo, en la azotea. No estaba exaltado ni triste. Ahora recordaba que esa corta callecita era la de mi casa y que se llamaba, por supuesto, claro que sรญ, y lo repito de nuevo: la calle de la Flora. Es muy corta. Mi casa estaba en la prรณxima esquina, en el encuentro con la calle Hileras, exactamente donde comienza la placita de San Martรญn, que, luego, se abre y se ensancha en la Plaza de las Descalzas. Allรญ se halla uno de los conventos mรกs antiguos de Madrid, lleno de cuadros, que solo se abre al pรบblico los domingos y donde hay siempre una larga cola de gente para entrar.

Habรญa recuperado la memoria. Recordaba que, poniรฉndome de pie y recorriendo ese par de calles, podrรญa entrar a mi casa, luego de perder todo un dรญa buscรกndola. Nada de eso me exaltรณ ni alegrรณ. Yo sabรญa que iba a ser asรญ. Habรญa pasado mucho miedo, sin duda, pensando que me morirรญa en la calle como un perro vagabundo. Pero ahora estaba tranquilo. Seguรญa sentado. ยฟQuรฉ hora serรญa? No habรญa mucha gente a mi alrededor. Probablemente en la Plaza de Isabel II encontrarรญa algunos borrachitos. No me ponรญa en pie todavรญa.

Pensรฉ: โ€œยฟHa sido un dรญa perdido?โ€ No, no lo habรญa sido. Habรญa sentido la muerte mรกs cerca que nunca, sin duda, mientras, caminando alrededor de esta plaza, intuรญa que mi casa estaba por aquรญ. Ahora, habรญa recobrado la memoria. Luego de dormir y recuperarme, llamarรญa a Osorio y le contarรญa esta aventura. Habรญa sentido la muerte mรกs cerca, pero no habรญa sido una pรฉrdida de tiempo. Ahora sabรญa que nunca mรกs dejarรญa mi casa โ€“bueno, mi cuartitoโ€“ sin llevar un papel con mi nombre y direcciรณn, y con las instrucciones de que si caรญa muerto dieran parte a Osorio, cuyo telรฉfono y direcciรณn pondrรญa en esa misma tarjeta.

Respiraba sin dificultad, no tenรญa frรญo ni hambre ni sed. No me sentรญa feliz ni tampoco triste. Habรญa sido una aventura. Una nueva aventura. Tambiรฉn una enseรฑanza. Podรญa perder la memoria y pasarme un dรญa entero buscando mi casa, sin encontrarla. Tomarรญa precauciones, andarรญa siempre con aquel documento encima recordando mi nombre y direcciรณn y el telรฉfono de Osorio. Era algo que habรญa aprendido. Era algo que habรญa ganado.

Me puse de pie con alguna dificultad. Sentรญ algo de frรญo. Nada grave. Sabรญa que podรญa caminar, pero, eso sรญ, despacio, alargando las piernas, la derecha, la izquierda, sintiendo algunos calambres, la derecha, la izquierda, pero con la confianza que me daba haber recuperado la memoria y saber perfectamente dรณnde estaba mi casa. Llegarรญa hasta allรญ, subirรญa los cinco pisos despacio, sin agitarme, lavarรญa los pantalones con jabรณn y lejรญa, y luego me acostarรญa, tranquilo, con la conciencia de haber sobrevivido a una experiencia nueva que me habรญa acercado un poquito mรกs a la muerte. Me lo decรญa a mรญ mismo, sin tristeza ni cรณlera, con esa tranquilidad nueva: haber descubierto que podรญa perder la memoria y no encontrar mi casa y no saber quiรฉn era y perder todo un dรญa tratando de recordar. Ahora sabรญa quiรฉn era y dรณnde estaba mi cuarto y mi baรฑito. Echรฉ a caminar, sin apresurarme, tranquilo, como un hombre que ha salido a estirar las piernas y vuelve ya a su casa. โ€œA mi casitaโ€, pensรฉ, con cariรฑo. Y sentรญ que me corrรญan algunas lรกgrimas por la cara. (Repito que con los aรฑos me he vuelto muy llorรณn.)

La callecita de la puerta falsa del Teatro Real la conozco muy bien. Ya habรญan cerrado la mayorรญa de los restaurantes, pero quedaba uno abierto, con dos parejas sentadas en las mesitas de fuera y pagando la cuenta. Al pasar junto a ellas, caminando despacio, les di las buenas noches. Me respondieron en silencio, con movimientos de cabeza.

Temรญa caerme y por eso daba pasos muy cortos. Al llegar a la esquina, doblรฉ a la derecha y menos de un minuto despuรฉs estaba en la Plaza de Isabel II, bien iluminada todavรญa. Respirรฉ tranquilo. Habรญa allรญ el espectรกculo acostumbrado: la cola de taxis, los choferes formando grupos y fumando o conversando, una parejita muy joven, sentada en una banca y acariciรกndose, los dos quioscos de periรณdicos cerrados y, en la desembocadura de la calle Arenal, que iba hacia la Puerta del Sol, un perrito solitario tratando de morderse la cola. A su izquierda tenรญa la calle que conducรญa a mi casa, bueno, a mi cuartito con su baรฑo. Me repetรญ una vez mรกs que subirรญa muy despacio las escaleras, sin agotarme, aunque fuera sentรกndome un rato en todos los descansos. Se llamaba la calle de la Flora. ยฟCรณmo habรญa podido olvidarla? Caminaba por ella despacio, muy seguro de mรญ mismo, sintiendo que habรญa hecho el ridรญculo todo el dรญa buscando mi casa. Ella estaba ahรญ, al final de la calle. Habรญa recobrado la confianza. Habรญa pensado en muchas cosas. Y tenido mucho miedo, por supuesto.

Lo tuve otra vez, cuando lleguรฉ a la esquina donde la calle de la Flora se encuentra con la de Hileras y toca la minรบscula Plaza de San Martรญn, que se convertirรก luego en la Plaza de las Descalzas, y donde descubrรญ, palpรกndome los bolsillos, que tampoco tenรญa la llave que abre el gran portรณn del nรบmero uno, donde vivo. Sentรญ de nuevo el ramalazo del terror que habรญa tenido todo el dรญa. ยฟMe pasarรญa el resto de la noche sentado aquรญ, en el suelo, esperando que apareciera alguien que viviera en este edificio? Sin embargo, tuve suerte. A solo diez o quince minutos de estar esperando, apareciรณ un seรฑor con bastรณn, que reconocรญ a medias. Se parรณ junto a la puerta y sacรณ una llave y la abriรณ.

Me acerquรฉ a รฉl y le dije: โ€œAl fin llegรณ usted. He olvidado mi llave. ยฟMe deja entrar?โ€ El seรฑor โ€“era algo mayorโ€“ me mirรณ con desconfianza. โ€œVivo aquรญโ€, le asegurรฉ. โ€œEn uno de los pisitos de la azotea. He estado todo el dรญa caminando. Estoy muy cansado. Le ruego que me permita pasar.โ€ El seรฑor asintiรณ y me abriรณ la puerta y se retirรณ para que yo entrara primero. Cuando estuve en el largo vestรญbulo de adoquines, le agradecรญ de nuevo, efusivamente. El seรฑor iba tambiรฉn a la izquierda, es decir, no a las oficinas de los contadores, que estรกn a la derecha, sino a la puerta contraria. Estuvo muy amable. Abriรณ la puertecita del ascensor con otra llave y, con un gesto, me preguntรณ si subirรญa con รฉl. Aprovechรฉ y subรญ. Nosotros, los de la azotea, no tenemos derecho a usar el ascensor. Eso sรญ que habรญa sido una sorpresa. El seรฑor vivรญa en el tercer piso y desde allรญ solo me quedan dos pisos para llegar a mi cuartito.

Subรญ aquellas gradas muy despacio, parรกndome unos segundos en cada escalรณn, animado por una alegrรญa รญntima, que, sin embargo, contenรญa los latidos de mi pecho; con el esfuerzo, se me habรญa agitado mucho el corazรณn. Lo sentรญa en mi pecho crecido y latiendo de manera exagerada. Vagamente pasรณ por mi cabeza la idea de que podรญa quedarme muerto de un sรญncope antes de llegar a mi cuartito y a mi baรฑo.

Subรญ el resto de los escalones en cรกmara lenta. Lentรญsima. Apoyaba un pie en el escalรณn de arriba y no podรญa creer que aquel esfuerzo de izarme al nuevo escalรณn me costara tanto. Cuando lleguรฉ a la azotea, respirรฉ mรกs tranquilo. Si aquรญ me daba un sรญncope, ya no me importaba. La gente, los vecinos me conocรญan, podrรญan dar parte a la policรญa, e incluso a Osorio, que habรญa venido a buscarme algunas veces. Respirรฉ mรกs calmado y al llegar a la puerta de mi cuartito descubrรญ que ahรญ estaba, colgando de la puerta, la llave. Mejor dicho, el llavero, con la llave que abre el portรณn del edificio y la puertecita de mi cuarto. Habรญa salido tan de prisa esa maรฑana que me olvidรฉ de sacar esas llaves, pues las dejรฉ colgadas donde estaban todavรญa. Tuve un instante de felicidad al sentir que aquella llave abrรญa la puerta y que โ€“por fin, por finโ€“ entraba a mi cuartito.

Es muy pequeรฑo y lo tengo lleno de libros y papeles. Pero muy limpio y ordenado, eso sรญ. Lo barro y arreglo todas las maรฑanas, antes de salir a tomar mi cafecito y platicar con Osorio. Tiendo siempre la cama y doy a lavar las sรกbanas todas las semanas; no la frazada, esta solo cada quince dรญas. Lo mismo hago con mi baรฑito, con su ducha, lavador y retrete, que tambiรฉn esta maรฑana limpiรฉ, barrรญ y sacudรญ como lo hago todos los dรญas, despuรฉs de tomar una ducha en la que me jabono con cuidado, sobre todo el trasero, que, con los constantes vientos del dรญa, tengo casi siempre sucio. Y esta noche, con todos los vientos que he soltado en el dรญa, debรญa de estar mรกs sucio que otras veces.

Por eso, apenas entrรฉ prendรญ la luz, comprobรฉ con satisfacciรณn que mi cuarto estaba limpio y ordenado; fui al baรฑo muy despacio pues seguรญa agitado, me quitรฉ los zapatos y el pantalรณn. Fue una larga operaciรณn, pues seguรญa muy cansado y con mi corazรณn latiendo en mi pecho como desbocado.

Cuando descubrรญ que mi calzoncillo estaba lleno de caca, me embargรณ una gran tristeza. Habรญa sentido los vientos, por supuesto, pero no que se me salรญa la mierda. Habรญa desbordado el calzoncillo y manchado las piernas. Estaba convertido en el hombre-caca, del culo para abajo. Sentรญ mucho asco de mรญ mismo. Pero en vez de quedarme idiotizado, compadeciรฉndome de esa pequeรฑa catรกstrofe, me saquรฉ el calzoncillo, echรฉ toda la caca que contenรญa en el retrete y jalรฉ la cadena. Funcionaba muy bien y, una vez que la caca desapareciรณ y el retrete estuvo otra vez limpiecito, soltรฉ la ducha y calculรฉ que saliera el agua tibia y me baรฑรฉ, limpiรกndome las piernas y el trasero con cuidado, hasta comprobar, una y diez veces, que tanto mi trasero como mis piernas quedaban impecables. Luego lavรฉ en la ducha el calzoncillo con jabรณn y lejรญa hasta que quedรณ limpio tambiรฉn y lo colguรฉ con un par de ganchitos en la barrita de la ducha para que se secara. Luego me sequรฉ yo, cuidadosamente, sintiendo que me dormรญa, bostezando sin cesar.

Fui a mi cuarto y no me puse el pijama que tengo doblado bajo la almohada de mi cama. Estaba muy cansado pero contento de haberme duchado y limpiado mis piernas de toda esa mierda pestilente que las habรญa ensuciado durante horas y horas sin que yo me diera cuenta.

Me sequรฉ la cabeza con insistencia, pasando la toalla por mis pelos una y otra vez, recordando una vez mรกs que mi abuelito, en la noche perdida del tiempo, solรญa decirme que no era bueno dormir con la cabeza mojada, porque me podรญa volver loco. Y el viejecito se llevaba un dedo a la sien y se reรญa, imitando a Napoleรณn, que al parecer perdiรณ el juicio en Santa Elena. Es uno de los escasos recuerdos de mi niรฑez, de esa infancia que se me ha borrado, salvo recordar que fui feliz mientras no supe la horrible manera en que las seรฑoras se quedan embarazadas y paren a los niรฑos. Mientras creรญa que a estos se los encargaba a Parรญs y que los traรญan las cigรผeรฑas, fui feliz. Creo que cuando supe la verdad ya nunca mรกs fui feliz.

Por fin, me metรญ a la cama, me abriguรฉ bien, me encogรญ y apaguรฉ la luz.

Casi al instante comenzรณ eso que llaman una taquicardia acelerada. Pero lo que me asustรณ no fue el corazรณn sino el sudor. No hacรญa calor, mรกs bien fresco o frรญo โ€“eran los finales del otoรฑo, la รฉpoca mรกs bonita de Madridโ€“, y estaba empapado con la transpiraciรณn. Me limpiรฉ la cara con las manos y luego con el paรฑuelo y finalmente con la misma sรกbana; pero era inรบtil porque el sudor brotaba casi de inmediato y me volvรญa a mojar la frente, el cuello y ahora sentรญa que bajaba y me habรญa tomado tambiรฉn el pecho, la espalda y hasta las piernas. ยฟQuรฉ tenรญa? Pensรฉ inmediatamente en llamar a Osorio, pero me desanimรณ la idea de que era muy tarde y mi amigo solรญa acostarse muy temprano. ยฟQuรฉ iba a decirle? ยฟQuรฉ estaba con taquicardia y sudando? Se reirรญa de mรญ. โ€œMe olvidรฉ de la direcciรณn de mi casa y he estado todo el santo dรญa buscรกndola, hasta hace un momento. He lavado mi calzoncillo que estaba lleno de mierda, me duchรฉ, me he acostado y ahora estoy con taquicardia y baรฑado de sudor.โ€ Osorio me responderรญa con alguna broma: โ€œยฟY me despiertas por esa tonterรญa?โ€

En vez de llamarlo me acurruquรฉ; tratรฉ de olvidarme del sudor, me encogรญ mucho, hasta tocar con mis rodillas mi mentรณn, y esperรฉ que llegara el sueรฑo. Pero, en vez de eso, los latidos de mi corazรณn aumentaron. Para poder respirar debรญa tener la boca abierta todo el tiempo. En la oscuridad del cuartito, pensรฉ, asustado: โ€œยฟMe voy a morir?โ€ Lo habรญa pensado muchas veces, sobre todo en los รบltimos tiempos, cada vez que tenรญa un malestar. Pero ello siempre habรญa pasado, sobre todo cuando me dormรญa. Ahora, mi corazรณn seguรญa latiendo como un bombo en el pecho y seguรญa con la boca abierta para poder respirar pues sentรญa que me faltaba el aire. Ademรกs, habรญa comenzado a dolerme el pecho, el hombro y el brazo derecho. ยฟLlamarรญa a Osorio? ยฟLo despertarรญa? Pensรฉ que oirรญa su risita burlona: โ€œยฟTe estรกs muriendo, hermano?โ€ Y me contuve.

Ahora no solo me dolรญa el pecho sino tambiรฉn el hombro y el brazo izquierdo y seguรญa sudando de la cabeza a los pies. Y me dolรญan mucho el pecho, el hombro, el cuello y hasta la espalda. Era un dolor mรบltiple, que interesaba los mรบsculos, los huesos, las venas, los tendones. Y mi corazรณn seguรญa latiendo con mucha fuerza en el pecho. Sentรญa que me iba hundiendo en algo que no era el sueรฑo, sino un desmayo. ยฟMe irรญa a desmayar? Ahora sentรญa que temblaba todo mi cuerpo, de la cabeza a las plantas de los pies. Y tenรญa un mareo en el que me iba hundiendo como en un remolino. Bueno, tal vez era lo mejor. Que la muerte me sorprendiera en el sueรฑo era una buena manera de morir. Osorio me llamarรญa en la maรฑana, segรบn el acuerdo que tenรญamos, y al no obtener respuesta sabrรญa que habรญa muerto en el sueรฑo y darรญa parte de inmediato, para que viniera la ambulancia. Los enfermeros constatarรญan que ya estaba muerto y llevarรญan mi cuerpo al columbario de Madrid. De inmediato, o, mรกs bien, despuรฉs de algรบn inevitable papeleo, lo incinerarรญan. Ya los gusanos habrรญan hecho presa de mi cadรกver, pero el fuego los destruirรญa. Me dolรญa muchรญsimo el pecho. Sรญ, este no era un simple amago. Era el final. No estaba asustado, solo adolorido. Sentรญa que me iba hundiendo en algo viscoso y confuso, evidentemente no era el sueรฑo sino los albores, la bienvenida de la muerte. No me consolรณ imaginar que dentro de pocos minutos (ยฟsegundos?) sabrรญa si existรญa Dios, si tenรญamos un alma que sobreviviera a la desapariciรณn de esa energรญa corporal que tenรญa a mi corazรณn latiendo y a la sangre corriendo por mis venas, o si en el futuro solo habrรญa silencio y olvido, una lenta descomposiciรณn del organismo, hasta que las lenguas del fuego extinguieran esa carne sucia y mojada que ya comenzaba a pudrirse cuando la quemaron. ~

Madrid, 15 de diciembre de 2020.

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Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perรบ, 1936) es escritor. En 2010 obtuvo el premio Nobel de Literatura. En 2022, Alfaguara publicรณ 'El fuego de la imaginaciรณn: Libros, escenarios, pantallas y museos', el primer tomo de su obra periodรญstica reunida.


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